En sucesivos números de este periódico pensamos dar a conocer a sus lectores una serie de cartas del vicario eclesiástico del partido de Ciudad Real durante la guerra de la Independencia que Juzgamos altamente interesantes por tratarse algunas de ellas del máximo interés provincial en aquella época y por su carácter de reservadas.
La primera, tal vez, que envía al cardenal Borbón, a través, de su secretario de Cámara, don Rafael Antón de la Encina, es la fechada en Ciudad Real el 4 de noviembre de 1808, vísperas de huir el cardenal Borbón de Toledo a Cádiz.
Ya se había formado una Junta en la Mancha de la que él, don José Ortega y Cañedo, era miembro destacado. Como tal fue señalado para pasar a Aranjuez Y entablar relación, directa y personal con la junta central, donde a la sazón se encontraba para poco tiempo, toda vez que a primeros de diciembre de ese mismo año huiría con el cardenal hacia Andalucía. El vicario, doctor Ortega, pedía permiso a Borbón para esta gestión política, en la siguiente carta: "Señor don Rafael Antón de la Encina. Estimado compañero y venerado amigo. Esta junta de Gobierno, ya reconocida por la central, por superior de la provincia, viendo que a pesar de las órdenes soberanas no quieren reconocerla ni el partido de Infantes, ni el de Alcázar, se ha visto en la precisión de nombrar dos comisiones para que pasen a Aranjuez a manifestar aquella desobediencia y que es imposible realizar el servicio sin una nueva y pronta orden de la central y por esto me ha nombrado e instado en términos que quería que saliese de aquí y que por esta junta se manifestaría a S. E. la urgencia, y la necesidad de que fuese yo el comisionado principal mediante mis antiguos conocimientos. A todo me he resistido y, resistiré sin que medie la licencia de nuestro dignísimo prelado.
La causa parece justa y se podrá despachar en pocos días con los compañeros vocales y a el efecto va esta con propio, y si S. E. se dignase, darme su permiso. U. podrá comunicarme las órdenes que le parezca y si hay en qué servir a V. Ciudad Real y noviembre, 4 de 1808. José Ortega y Cañedo. Rubricado".
El cardenal accedía gustosamente. La carta, como se ve, no puede ser más importante. Las primeras divisiones internas se producían dentro de las mismas juntas que se crean cuando más necesaria era la unión. El mismo cardenal lamentaba en su primera pastoral que publicaba en Toledo para pedir limosnas y ayudas de toda clase contra el invasor. El vicario, pedía permiso no sólo por tratarse de un asunto político sino también por el mero hecho de tener que ausentarse de la vicaría los días necesarios para desplazarse a Aranjuez y permanecer allí en su gestión política. Los miembros de la junta de la provincia de la Mancha sabían lo delicado del momento y la importancia que tenía el enviar a un eclesiástico detrás -del cual se encontraba todo el clero manchego que a su vez podía influir en el pueblo para poder aunar fuerzas dispersas. Por desgracia, una serie de intereses y de preeminencias salieron a relucir en los momentos más delicados. El vicario, doctor Ortega va a tener que huir de Ciudad Real cuando las tropas francesas se presenten en la capital de la Mancha. Tendremos, ocasión de seguir sus andanzas, no sólo por tierras de Alcaraz, sino emigrando a Portugal.
Leandro
Higueruela del Pino. Profesor del Colegio Universitario. Diario Lanza 25 de
diciembre de 1974
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