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lunes, 28 de marzo de 2022

UN COFRADE EJEMPLAR

 



No sé exactamente de cuando data la fundación de la cofradía del Santo Sepulcro en Ciudad Real. En diferentes ocasiones oí afirmar que era mucha su antigüedad y en mi casa hay algunos viejos escritos que lo atestiguan. Lo que sí se perfectamente es la historia de los últimos cincuenta años de la Hermandad porque la oí repetir una y cien veces de labios de Ramón Delgado, Vera, Bellón, Dionisio López y alguno otro más que son la vieja solera de nuestra Cofradía.

Este año desgraciadamente faltará el más caracterizado de todos: Dionisio López, que durante más de cuarenta años fue el alma verdadera de la Hermandad. Su entusiasmo por nuestra Semana Santa y especialmente por la Cofradía del Santo Sepulcro no conocía límites. Todo trabajo y todo sacrificio le parecerían pequeños. Gracias a su entusiasmo y valiosa ayuda conseguí reorganizar la Cofradía que al terminar la guerra había quedado completamente desecha. En mil novecientos cuarenta, teníamos ya cerca de setenta hermanos, y en este mismo año salió la procesión del Santo Sepulcro porque Dionisio y otro viejo entusiasta: Vera, supieron allanar todas las dificultades, que no eran pocas, y salió un antiguo sepulcro, salvado milagrosamente de la horda, que pertenecía a la Iglesia de San Pedro. El fue quien en otro momento de apuro puso en manos de Don Joaquín Menchero la Hermandad, consiguiendo de esta forma, que alcanzara una pujanza extraordinaria.

Las conversaciones con Dionisio eran interminables y siempre giraban alrededor del mismo tema: “Recuerdo cuando nombramos Hermano Mayor a Don Joaquín…” o “Cuando Joselito toreó a beneficio de la Hermandad…”, y no era difícil allá por el mes de Octubre o Noviembre oírle decir: “¡A ver que hacemos este año! Que el tiempo se nos echa encima”.

Consideraba a la Cofradía como cosa suya y él estaba entregado a ella en cuerpo y alma. Tenía una forma de hablar sencilla, franca y sentenciosa como todos los viejos labradores manchegos. El nuevo paso del Santo Sepulcro no le gustó. Y no le gustó, no porque fuera más o menos artístico, sino porque no se parecía al otro, al suyo, al que él mismo había traído de Zaragoza hacía tantos años y que luego destrozaron los rojos.




Una sola vez Dionisio y yo no estuvimos de acuerdo y fue al querer realizar un proyecto que ya había propuesto yo antes de nuestra guerra, siendo Hermano Mayor mi padre (q. e. p. d.), el de que nuestra Cofradía llevase túnicas de penitentes como la de Sevilla, Málaga y tantos otros sitios, además de las de “armado” que había llevado siempre. Yo quería hacerle comprender que aparte de ser una cosa normal completamente, era una forma de darle impulso a la Hermandad. A Dionisio no había quien le convenciera de esto, pues para él la Hermandad había de ser como siempre y toda innovación le parecía una herejía. Menos mal que todo se arregló de una forma imprevista.

Por primera vez desde hace más de cuarenta años, este Viernes Santo no saldrá Dionisio acompañando al Santo Sepulcro. El año pasado aún se puso su traje de “romano” y había que verle a pesar de su edad, erguido, corriendo de un lado a otro durante toda la carrera, vigilando la buena formación de sus “armados” a los que sabía imponer su autoridad si no observaban la compostura debida en cualquier momento.

Todos los Sábados de Gloria por la mañana bien temprano, vestía de nuevo su armadura para asistir a la Misa de Resurrección y con majestuosa dignidad dirigía toda la ceremonia y como él decía, en el momento oportuno se “tiraba mejor que nadie”. Terminada la misa, ya en mi casa con el casco en la mano y limpiando el sudor de su frente con el amplio pañuelo de hierbas, rodeado de todos, solía hablar: “Mira Ramón, el año que viene tenemos que procurar…” y empezaban sus proyectos para la próxima Semana Santa que le habían de preocupar durante los 364 días restantes del año.

Desgraciadamente este año estará vacante su puesto. Me enteré de su muerte en las lejanas tierras donde me llevó el deber y recé una oración por su alma. Pero este Sábado de Gloria, en la Misa de Resurrección, cuando velando a Nuestro Señor las espadas de los armados se crucen, lo harán sobre el casco y el cetro que llevó durante tantos años, en homenaje postrero a su espíritu entusiasta de trabajador incansable y tenaz por una de nuestras más bellas y serias tradiciones.

 

Ramon González. Hermano Mayor de la Cofradía del Santo Sepulcro. Revista de la Semana Santa de Ciudad Real de 1943

 



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