INTRODUCCIÓN. En este opúsculo se hace una descripción breve y crítica del estado, tono o pulso de la actividad cultural en la ciudad. Dado ese carácter crítico, posiblemente se trata, también, de un texto agresivo. Por eso es presumible que alguna de las personas, grupos o instituciones a que se hace referencia en sus páginas, se sienta, de algún modo, ofendida, dañada, herida o desprestigiada.
Quiero hacer constar, si esto ocurre, que mi intención no ha sido explícitamente ésa. He tratado de hacer un trabajo objetivo y veraz, no comprometido con nadie, salvo con la ciudad. El propio título del opúsculo, Ciudad Real, mi amor, indica con precisión qué clase de impulso orienta este trabajo: mi cariño hacia una ciudad maltratada, inerte y átona, manejada por intereses particulares sin demasiados escrúpulos y donde el miedo a la denuncia y cierta querencia por aludir la crítica seria son el pan nuestro de cada día.
Anoto también que en este texto sólo se hace alusión a fenómenos y personas relacionados con la cultura contemporánea de Ciudad Real, omitiendo cualquier referencia al pasado o a nombres y sucesos culturales radicados en otros lugares de la zona.
Añadiré también
que el estado sociocultural que muestra hoy Ciudad Real, obviamente
menesteroso, no es privativo de nuestra ciudad: se puede afirmar que todas las
capitales de provincia españolas con nivel semejante al nuestro (y aún con
niveles superiores) mantienen un panorama cultural igualmente poco alentador.
Lo que no es ningún consuelo.
En este texto,
finalmente, existirán, con toda seguridad, lagunas de información: espero que
el amable lector sepa disculparlas, y le invito a que colabore conmigo a fin de
subsanarlas en próximas, hipotéticas y poco probables ediciones.
Nino
Velasco. Ciudad Real, Agosto de 1.979
1. PERO BUENO, ¿QUÉ ES LA CULTURA? Cuando se habla del estado cultural en que se halla un país, zona, comarca o ciudad ¿de qué se está hablando? Muchos entienden que se hace referencia a la cantidad de actos culturales que se producen en ese lugar; otros identifican la cultura de una zona con el número de instituciones culturales y centros docentes que existen en ella, incluso hay gente que valora la cultura de un grupo por el porcentaje de tipos "inquietos" que se da en ese grupo concreto.
Todas estas posibilidades de entendimiento de la cultura pueden ser válidas, pero no suficientes, pues se impone saber de antemano, como punto de partida indispensable, en qué cosa consiste la cultura.
Una ciudad puede ofrecer montones de actos culturales a diario, poseer un número elevado de instituciones culturales y centros docentes, y albergar a una buena cantidad de gente inquieta y, sin embargo, no ser una ciudad realmente culta. Y esto porque la cultura no depende básicamente de la cantidad de cosas que se hagan, sino de cómo se hacen y, sobre todo, con qué sentido.
Un ejemplo
individual: un señor que escriba hoy silvas perfectas a la manera de Garcilaso,
hablando de lo triste que estaba al lado de un arroyo en un prado porque ella
se había ido, no se puede decir que esté ejerciendo de un modo público la
cultura, porque para escribir ese tipo de silvas ya existió Garcilaso hace
cerca de quinientos años. ¿Para qué sirve el otro? Que alguien hiciese hoy tal
cosa sería como inventar de nuevo la pólvora; resultaría posiblemente
interesante a nivel de hobby extraño y privado, pero perfectamente inútil,
porque la pólvora ya se inventó hace muchos siglos.
Entre 1503 y 1536, zona de tiempo en que vivió Garcilaso, no había, por ejemplo, locomotoras, ni se editaba Play Boy, ni existían fábricas de olisbos; ni siquiera había detergentes biodegradables, fumadores de yerba o películas de Woody Allen. Todas esas cosas,que están ahí y ahora,necesariamente han determinado unas formas distintas de decir las cosas, que implican, asimismo, un modo diferente de considerarlas.
Bueno, entonces a lo mejor sí se hace cultura representando alguna pieza de Valle Inclán, actualizado mediante un buen montaje renovador. Pero si se representa un esperpento galaico en un escenario de Ciudad Real, ¿qué tiene que ver tal cosa con la vida contemporánea de nuestra ciudad? ¿Qué puede sugerirles Valle a los pasotas del Pilar, a los amantes del rock duro, a la burguesía que toma refrescos en la terraza del bar España, a las señoritas maduras que se mueren de aburrimiento, de dignidad y de mala leche? ¿Qué puede insinuarles a los señoritos que se van de caza los días de fiesta y luego regresan por la noche vestidos de cazadores a tomarse un whisky, más o menos altaneros y más o menos insolentes? Yo creo que absolutamente nada.
Parece oportuno
contestar ya a la pregunta "¿qué es la cultura?", y en este sentido
podemos afirmar sin temor a equivocarnos demasiado que se trata de una
secreción o reflejo de la vida contemporánea, de las cosas que pasan hoy mismo
en un determinado grupo social. Si no es tal reflejo de la vida de hoy, puede
que también sea cultura, pero sin duda se tratará de cultura de salón y
seguramente será, también, perfectamente inoperante, salvo como dato
informativo de qué cosas se hicieron en el pasado.
Después, una
partida de especuladores brutales, con el consentimiento de un vecindario que
albergaba ridículas pretensiones de grandeza urbana, la han convertido en un
indescriptible conglomerado de edificios de seis o siete plantas que reúnen en
su desgraciado diseño todos los datos negativos que puede tener la peor
arquitectura derivada del racionalismo: pobreza imaginativa, intrínseca fealdad
de las formas dentro del más puro estilo hortera, angostos espacios habitables
y una elevación que, teniendo en cuenta la anchura de las calles, convierte a
éstas en agobiantes túneles donde el ciudadano no encuentra ni un sólo detalle
donde pueda recrear la mirada con deleite.
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