Tuvo Ciudad Real una estación muy antigua situada junto a donde había estado la Puerta de Ciruela, por fuera de las o murallas. Fué construida por la Compañía de Ferrocarriles de Madrid a Zaragoza y Alicante (M.Z.A.) en 1861; curiosamente dos años y dos meses antes o de que esta Compañía llegara tendiendo sus railes a la propia ciudad de Zaragoza, aunque ya figurara en su título.
También tuvo Ciudad Real otra estación muy antigua construida por otra compañía o ferroviaria distinta, la Compañía de Ferrocarriles de Ciudad Real a Badajoz, que llegaría a Portugal por Elvas hasta Lisboa.
La Cía. de Ciudad Real-Badajoz fue constituida al efecto y aunque la estación, era solo seis años más joven que la de M.A.Z., su edificio aún perdura; se encuentra en el Parque de Gasset frente a la Parroquia de Santo Tomás. Será sede del futuro Museo Ferroviario local, del que Ciudad Real, es digno merecedor.
Ciudad Real contó, pues, con dos Compañías
de Ferrocarriles distintas. Se había anticipado a Zaragoza en los planes, de
M.Z.A. porque esta compañía había considerado prioritario acercar el ferrocarril
a Portugal y estableció un primer tramo que partiendo de o la línea
Madrid-Almansa-Alicante desde Alcázar -de San Juan culminara en nuestra capital.
En 1.866 esos planes fueron completados por la otra Cía. y aún más, prolongó la
línea con el directo Madrid-Ciudad Real- Badajoz en 1.879. Finalmente en 1.880 la
Madrid-Ciudad Real-Badajoz quedó absorbida por la más poderosa M.Z.A.
Inauguraciones
Al abrir al tráfico las estaciones de una línea ferroviaria, se celebraba la correspondiente inauguración con los elementos necesarios que adquirían gran solemnidad en los o primeros tiempos del ferrocarril. En aquellas celebraciones siempre se contaba con las locomotoras de vapor engalanadas con guirnaldas, flores, laureles y banderas.
La comitiva inaugural; personalidades gubernamentales. civiles, militares y aristocráticas, y directivos de la compañía ferroviaria, presididos por el ministro de Fomento, el Jefe del Gobierno o el Jefe del Estado; el Rey, como es el caso de las dos líneas de Ciudad Real, realizaban el primer viaje o y al final daban buena cuenta del banquete que se les tenía -preparado en .la estación de destino. Al paso de las estaciones numeroso público se concentraba; la banda de música que nunca faltaba competía con el ruido del vapor o y acompañaba a la pompa del tren, el boato lo llevaba la vaporosa locomotora.
Se da el caso de que al silbo de la máquina, junto al miedo y respeto que se le tenía por ser un artilugio con movilidad propia o que nunca habíase visto, algunas personas salían despavoridas. En Villanueva. de la Serena se cuenta como anécdota que al llegar el tren inaugural a la estación, una señorita de vestido largo y abundante peinado propio de su época, quedó con el moño enredado o entre las ramas de una higuera al huir descontrolada por el sonido de aquel pitido agudo estrepitoso que no conocía. Rara es la persona que no haya experimentado un respingo alguna vez al. espontáneo toque de un o silbato del vapor cuando se encontrara cerca de la máquina.
Indudablemente la locomotora de vapor era
la vedette de la celebración: Una componenda de hierros perfectamente
estructurados y ordenados; unas ruedas grandes, desequilibradas con un
contrapeso macizo entre los radios, aparentando no tener correspondencia con
otras más pequeñas; una plataforma de conducción situada más atrás de donde se
supone que debería verse completamente el camino a pisar; un inseparable
carrito remolcado que representaba ser parte de la locomotora y a la vez no
tenía nada que ver con ella (máquina y ténder); una chimenea de los más
pintoresco; unas barras horizontales que unían las ruedas grandes, llamadas
bielas, o que se movían con un vaivén de sube y baja acompasando escapes de
nubes blancas de vapor que envolvían el conjunto, resoplando al mismo tiempo; y
sobre todo, una sed insaciable y una sensación de fuerza y potencia capaz; de
arrastrar un tren y proporcionarte una velocidad endiablada por un camino ya
marcado, los raíles, para ser difícil pararlo después en una corta distancia.
La locomotora de vapor acaparaba y aun hoy atrae todas las miradas. Se movía, se decía, por la misma fuerza que levantaba la tapa del puchero cuando cocía en la lumbre; ahora eso no se ve, el símil está o en la válvula de la olla exprés. El ruido ensordecedor que proporcionaba era bastante para que en los acontecimientos festivo, en que participaba fueran completamente ausentes los cohetes y petardos, fuegos artificiales, hoy tan en uso.
Hubo en Ciudad Real cuatro inauguraciones ferroviarias importantes:
-La primera, al llegar el ferrocarril por la zona sur hasta la estación de la Puerta de Ciruela, el 14 de marzo de 1.861.
-La segunda, aprovechando un viaje que la reina Isabel II y su esposo realizaron a Lisboa, pernoctando en Ciudad Real el 10 de diciembre de 1.866, abriendo al tráfico la línea hasta Badajoz.
-La tercera, la directa Madrid-Ciudad Real, por el rey Alfonso XII, el 3 de febrero de 1.879.
-Y la cuarta, se desplazó al este, se europeizó estrechando la vía, eliminó al vapor cambiándolo por otros aires, y pasó volando.
De la primera a la última habían
transcurrido ciento treinta y un años, de los cuales ciento catorce acogieron
día a día desde las primeras y más pequeñas a las últimas, y más grandes
locomotoras de vapor.
Las primeras vaporosas
La primera locomotora de Ciudad Real de la que se tiene noticia fue la número del ferrocarril Ciudad Real-Badajoz, llamada "Miguel, de Cervantes", pues fue prestada desinteresadamente por la compañía al Ayuntamiento, en el año 1.868, para que arrastrase catorce vagones cargados de tierra que vertían en las lagunas de Los Terreros para su desecación. Estuvieron trabajando estos trenes durante más de cuatro meses por vía provisional que partiendo desde el paso a nivel de la carretera de Miguelturra cruzaba los altos de1 Calvario para llegar a Los Terreros.
De la locomotora “Miguel de Cervantes” queda el recuerdo plasmado en un cuadro de un tal A. Galbien, fechado el 26 de junio, de 1.868, que representa sobre la máquina y su ténder a directivos de la Cía. Ferroviaria, miembros de la corporación municipal encabezados por el alcalde Agustín Salido y personalidades eclesiásticas y locales, con motivo de los trabajos ge desecación de las lagunas de Los Terreros.
Saber cuál fue la primera locomotora que esparció sus humos al llegar a nuestra ciudad es poco menos que imposible. Sabemos cuál fue la última, pero no la primera.
Es de suponer que fuera alguna de las que
servían la Línea de Alcázar. Había unas de eje motor libre, que no resultaron
adecuadas para las subidas de Seseña a Pinto, ni hacia Alcázar por Huerta de
Valdecarábanos; mientras que la línea de Alcázar a Ciudad Real presenta de
perfil perfectamente llano; además, cuatro de ellas se inutilizaron durante el
período de construcción de ampliaciones de líneas de la M. Z. A.
Diario
Lanza, 25 de junio de 1995
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