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lunes, 31 de julio de 2023

AL FIN HUBO PANDORGA EN HONOR DE LA VIRGEN DEL PRADO

 

Legado Salas. Centro de Estudios de Castilla-La Mancha



Los tres amigos ya se han puesto de acuerdo. Ellos saben de tradiciones antañonas, de fiestas populares y de sanos regocijos. Ellos, a, su manera, mantienen costumbres y creencias. Han trasegado un jarro de tinto en la taberna y salen, contentos y locuaces, con sus instrumentos, bajo el brazo: Pepe, el gordo, lleva la bandurria" que tañe con singular maestría; Paco, el ciego, que marcha en el centro como reo entre civiles, acompañará con su guitarra; y Mazantini, el viejo, ensaya con sartén y paleta, un repiqueteó estridente y monocorde.

Es la noche del 31 de julio una noche cualquiera, allá por los comienzos de este siglo. Es noche de Pandorga, fiesta arcaica ciudarrealeña, transmitida de generación en generación, homenaje del pueblo a su Patrona, salutación a la Virgen con música y cante de seguidillas o torrás a modo de pastoril serenata, que se celebra quince días antes de la gran fiesta.

¿Qué se celebra decimos? No siempre, por desgracia. Paco el ciego, Pepe el gordo y el viejo Mazantini, saben que esta noche no habrá Pandorga. No sería el primer año, ni el único, ciertamente. Por falta, de iniciativas, por dejadez y abandono de unos u otros, esta noche de julio la Virgen del Prado no escuchará desde su camarín los cánticos de sus devotos.

¿Qué no habrá Pandorga? El viejo Mazantini, el ciego Paco y el gordo Pepe han decidido lo contrario. Y se le encaminan, por la calle de los Reyes, al paseo del Prado. En la terraza del casino charlan los señores. En los bancos de madera chismorrean las señoras. Por las barandillas de hierro con asiento de piedra se agrupan los menestrales. Pasean las señoritas bajo las miradas avizoras de sus parlantes mamás. Rondan los mozalbetes con zureo de palomo. Y las niñas, Pradito en el centro, juegan al corro aprovechando estas, primeras horas de la noche canicular:




En el jardín del Prado

no se puede jugar...

Pero ellas ¡Vaya si juegan! Y cantan y ríen y cambian de tonadilla con volubilidad infantil.

El "trio" de la Pandorga ya está en e1 paseo de la Catedral. Simplemente con el templar de sus instrumentos han atraído la atención de chicos y grandes. Paco y Pepe pulsan a una las cuerdas. Y Mazantini, cesando en su acompañe de paleta y sartén, Carrespea para suavizar la garganta, enronquecida por tabaco y vino, y se arranca por seguidillas, improvisando sobre los primevos versos de la ya conocida:

Este año no hay Pandorga

Virgen del Prado.

Tus hijos, por desidia,

te han olvidado.

Pero aquí tiene

al viejo Mazantini

que a cantar viene.

La Virgen morena y manchega, desde la altura de su camarín, sonríe seguramente ante el sencillo homenaje. Porque ellos, el viejo Mazantini, el ciego Paco y Pepe el gordo, son creyentes y fervorosos ... a su manera.

Antón de Villarreal. Diario “Lanza” 31 de julio de 1970



domingo, 30 de julio de 2023

EL LARGO VIAJE DE LA “ZURRA” DESDE EL PRADO HASTA EL AUDITORIO

 

El largo viaje de la “zurra” desde el Prado hasta el auditorio - Foto: Fotos Rueda Villaverde



No existe una distinción clara entre los conceptos de limoná y zurra en Ciudad Real, puesto que en origen designan lo mismo: el refresco a base de vino, zumo de limón y azúcar. Pero en la práctica, hoy en día, el primer término se usa con más frecuencia para referirse al concurso que organiza la Federación de Peñas y el segundo, a la actividad que desarrollan los jóvenes a base de bailar, echarse vino por encima, ahora mayoritariamente tinto, y beber.

El origen de todo fue una convocatoria en la Feria de 1979, el 17 de agosto, con el nombre de I Concurso Provincial de Zurra. La idea partió de un grupo de amigos reunidos en la peña La Solitaria. Aquella agrupación fue la primera de Ciudad Real y aún estaría algún tiempo organizando el concurso hasta que el crecimiento del movimiento peñista dio lugar a la Federación de Peñas, que es la que ahora lo gestiona.

El año siguiente, 1980, fue el de la recuperación de la fiesta de la Pandorga por parte del Ayuntamiento, con Tomás Valle como primer pandorgo de la era moderna. Una de las actividades del programa fue el II Concurso Provincial de Zurra, que se celebró el 1 de agosto en el Prado. En las siguientes ediciones pasaría a celebrarse el 30 de julio.


El largo viaje de la “zurra” desde el Prado hasta el auditorio - Foto: Fotos Rueda Villaverde



En los primeros años, quienes deseaban participar debían inscribirse en el desaparecido Bar Casa Braulio de la plaza Mayor. María José Redondo, hija del popular hostelero, recuerda que «vendíamos unos tiques por unas 300 pesetas, aproximadamente, luego el día del concurso se repartían los lebrillos, el vino, los limones y el azúcar, y a quien devolvía el lebrillo después del concurso, se le reintegraba una parte del dinero».

A la fiesta se sumaban numerosos jóvenes fuera de concurso, que hacían su propia limoná sin atenerse a reglas. En pocos años surgió la costumbre de acudir con pistolas de agua para mojar a otras personas. A ello contribuyó alguna promoción comercial de esos artilugios.

La broma tuvo éxito y en pocos años el jolgorio fue creciendo. De las pistolas de agua se pasó a modelos más sofisticados y con mayor capacidad y también a otro tipo de recipientes, cubos, bolsas de plástico, e inevitablemente los propios lebrillos fueran o no de concurso. En este sentido, la concejala de Festejos, Fátima de la Flor, recuerda que en aquellos años hubo personas que tomaron la costumbre de acudir al Prado con mochilas de sulfatar llenas de agua. Un diseño corriente puede tener una capacidad en torno a los 15 litros.


El largo viaje de la ‘zurra’ desde el Prado hasta el auditorio - Foto: Tomás Fernández de Moya

 

Todo eso dio lugar a un efecto en cadena. Los que recibían la mojadura intentaban responder lo más rápido posible y si no disponían de agua echaban mano de otro líquido, es decir, vino.

Se intentó evitar problemas acotando una zona exclusiva para el concurso, pero el daño que sufrían los jardines llevó a buscar otro lugar para la celebración.

En 2004 se acordó que la limoná se realizaría en el recinto de La Granja, reservando la zona de la pista municipal para el concurso y dejando la pradera y sus alrededores para los jóvenes. Para aumentar su atractivo, se incluyeron actuaciones musicales y una instalación de agua pulverizada. 

 

El largo viaje de la ‘zurra’ desde el Prado hasta el auditorio - Foto: RUEDA VILLAVERDE

 


Pero tanto ese año como el siguiente, los jóvenes preferían seguir con su zurra en el Prado, incluso llegaron a extender su celebración a la plaza Mayor. Más avanzada la tarde se encaminaban a La Granja para seguir allí la fiesta.

En 2006 el Ayuntamiento tomó una decisión drástica al vallar el Prado el 30 julio, lo que acabó con el caos en el centro de la ciudad y “convenció” a los jóvenes para que definitivamente realizaran la fiesta en el recinto ferial.

A partir de ahí, ambas partes tuvieron un crecimiento aún más acelerado en su participación, con algún encontronazo entre los participantes en una y otra cita.

 

El largo viaje de la ‘zurra’ desde el Prado hasta el auditorio - Foto: RUEDA VILLAVERDE

 


La zurra era una fiesta a la que acudían miles de jóvenes de diversas localidades, no sólo de la capital, mientras que el concursó de limoná se trasladó en 2011 al interior del Auditorio Municipal de La Granja, donde siguió creciendo hasta que llegó en un momento en el que ya no era posible admitir más grupos participantes.

El año pasado surgió un nuevo cambio, la limoná pasó a organizarse en la pradera y la zurra, en el interior del auditorio. El concurso ha llegado este año a 150 inscripciones y lo previsible es que el próximo año aún se extienda más. 

Esta permuta de espacio permitió, de paso, controlar mejor la afluencia a la zurra joven, establecer un control de entrada y evitar la participación de menores de edad.

 

Fuente: https://www.latribunadeciudadreal.es/noticia/zf6175248-e529-2cd9-b4a833489b583c9d/202307/el-largo-viaje-de-la-zurra-desde-el-prado-hasta-el-auditorio



sábado, 29 de julio de 2023

UN ANTIGUO FESTEJO CIUDARREALEÑO: LA PANDORGA

 



El nacimiento de la “Pandorga” en Ciudad Real, fue y es, una manifestación de cánticos y bailes populares ¿nacido en tiempos medievales? en honor a su patrona. Según la tradición, tal costumbre se heredaba de padres a hijos, celebrándose en la noche del 31 de julio al 1º de agosto.

El nacimiento de la “Pandorga” en Ciudad Real, fue y es, una manifestación de cánticos y bailes populares ¿nacido en tiempos medievales? en honor a su patrona. Según la tradición, tal costumbre se heredaba de padres a hijos, celebrándose en la noche del 31 de julio al 1º de agosto.

Esta exaltación religiosa dedicada a Santa María, ya bajo la advocación “del Prado”, quedaba afirmada para los siglos posteriores por voluntad de los vecinos de la aldea de Puebla del Pozuelo, poco después Pozuelo Seco de D. Gil, y más tarde Villa-Real (fundado a medianos del siglo XIII).

No obstante, se ignora el momento real del nacimiento de este festejo espontáneo, que  fue alternativamente perdiéndose para volver a renacer una y otra vez.

En aquella primitiva ermita, levantada por el pueblo llano, nació la costumbre de la exaltación a la Virgen del Prado. Luego, tras un largo periodo, comenzó a levantarse el nuevo templo, conservando la portada de la ermita primitiva de calle de los Reyes.

 



El camarín de la Virgen, fue abierto tras su ajuste con el retablo mayor (1616), y, su gran ventanal a la calle del Prado, (1619), este último, gracias a D. Felipe Muñoz, miembro de la Hacienda Real, y debajo del gran ventanal del dicho camarín, sobre una parte del camposanto parroquial, situado entre las actuales calles del Prado con vuelta a Azucena. Pero ¿dónde entonces se celebraban los bailes, cánticos y ofrecimientos manchegos tributados a la Virgen? Al parecer se escenificaba en ese lugar la llamada función de la Pandorga. Desde luego sabemos, que luego se celebraba en el sitio de los paseos de El Prado, que ya existía en el siglo XIX como ameno lugar de esparcimiento de Ciudad Real, que antes fue una especie de montículo, “inmundo, indecente e indigno, contiguo al templo parroquial de la colación de Santa María.

En otro orden de cosas ¿Nos aproximaremos a la verdad, sabiendo que el nombre de Pandorga deriva de una especie de laúd de tres cuerdas, introducido en España por los árabes a principios del s. VIII, llamado “pandura”?

Decía el cronista Balcázar y Sabariegos, sobre un estudio de la celebración de la Pandorga, “…que se trataba de una serenata típica de bandurrias, guitarras y bailes dedicados a la patrona de Ciudad Real…” En el célebre diccionario, de Pascual Madoz (1806-1870), nos señala de este festejo en Ciudad Real: “que…hay novillada de toros en la nueva plaza. No hacemos mérito de la fiesta llamada de la Pandorga, que se celebraba en la misma época, por haber caído en desuso y ser además un tanto ridícula…”(sic).

En el más antiguo libro escrito acerca de la “Historia de la Imagen de la Santísima. Virgen del Prado”, editado en la Villa de Madrid, por fray Diego de Jesús María, en 1654, nada se dice de este homenaje a nuestra patrona, es por tanto evidente, que, en el siglo XVII, se ignoraba de esta circunstancia. No obstante, es posible que el fraile Diego de Jesús, no otorgara importancia alguna a la que nosotros llamamos hoy la “Pandorga”.




Sobre los orígenes de nuestra fiesta no disponemos de datos suficientes, casi todo son elucubraciones. No obstante, un cronista de mediados del año 1650, ya por aquel entonces tachaba de antigualla a la Pandorga, y entendía que durante el siglo XVI, existía la costumbre de cumplir con la imagen de la Virgen del Prado a través de canciones populares junto a la iglesia parroquial contigua a un prado que allí había. En efecto, las gentes de Ciudad Real, encomendaban a su patrona las cosechas, y al finalizar coincidían los labriegos en su agradecimiento a través de las ofrendas provenientes de los campos. Era la Pandorga, no se sabe muy bien cuándo aparecen las ofrendas, y cuándo es acompañada por instrumentos musicales de cuerda en los bailes regionales. El inolvidable cronista Julián Alonso Rodríguez, coincide en apreciar la tradición conservada de aquellas gentes, que luego en el exterior del templo consumían bebidas y yantares en conmemoración de la fiesta anual, que era obsequio de quien organizaba la Pandorga.

A principios del siglo XX, la Pandorga fue aislándose sólo a intervenciones musicales, organizadas por los incombustibles Mazantini, Paco “el ciego” y Pepe “el gordo”, que constituidos en grupo concurrían a la cita en la noche del 31 de julio.

El periodista Francisco Herencia reivindicaba en la prensa ciudarrealeña la popularidad de la Pandorga, y, en 1915 el mismo publicaba un artículo en el periódico “El Pueblo Manchego”, en el que solicitaba a personalidades del pueblo “…que preservaran esa costumbre tan manchega; pero fue el canónigo, don Alfonso Pedrero, quien dio un determinante impulso a la Pandorga.

Por los años ochenta del pasado siglo XX, la escasa documentación histórica de la Pandorga, dio un inesperado vuelco: aparecía en Ciudad Real y en el despacho de don Tomás Valle, un viejo manuscrito del siglo XIX, que iba a constituir la recuperación documental de la Pandorga. En este manuscrito se refleja el contenido histórico de la misma Pandorga, donde también figura la singular sombra del “pandorgo”. Así mismo, parece desvelarse el significado de la palabra “pandorga” y el motivo de la su ancestral conmemoración. Desgraciadamente estas opiniones apenas pueden apoyarse en documentos que arrojen alguna luz nueva a muestra celebración de la Pandorga actual, pero si, al menos, algún dato significativo o curioso, alusivo a esta popular manifestación de júbilo en Ciudad Real. No obstante, creo que llegaremos a conocer, en algún momento, el origen autentico de nuestra singular Pandorga.

José Golderos es miembro de Número de la Real Asociación Española de Cronistas Oficiales

Fuente: https://www.lanzadigital.com/provincia/ciudad-real/antiguo-festejo-ciudarrealeno-la-pandorga/




viernes, 28 de julio de 2023

LA PANDORGA EN EL DICCIONARIO DE PASCUAL MADOZ

 



No son muchos los documentos históricos que se conservan, que hablan de la celebración de la Pandorga en los pasados siglos. Aún así, sin duda la mayor fuente documental sobre esta fiesta, la encontramos en el siglo XIX y principios del XX.

En una obra magna sobre España, publicada entre 1845 y 1850, por el que fuera presidente del Consejo de Ministros, Pascual Madoz e Ibáñez, que lleva por titulo “Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de Ultramar” (conocido popularmente por Diccionario de Madoz), se hace referencia a la Pandorga, aunque por aquellos años parece que no tenia mucha pujanza. El mencionado diccionario recoge el siguiente texto, cuando habla de la Feria y de la Pandorga:




Se celebra un mercado los sábados de cada semana y una feria que pincipia el 15 de agosto, y es ahora sumamente concurrida por la gran reunión de ganados, cuya venta roza la franquicia de derechos; por la devoción a la Virgen del Prado en su día, y porque al siguiente hay corridas de toros en la plaza nueva. No hacemos mérito de la fiesta llamada de la Pandorga que se celebra en la misma época, por haber caído en desuso, y ser además algún tanto ridícula”.

Por el texto que publica Madoz en su obra, parece que por aquellos años del siglo XIX, la Pandorga no se celebraba con mucho esplendor, ya que manifiesta que había “caído en desuso”, y sin dar más explicaciones, la califica de ridícula, por lo que nos queda la duda de como nuestros antepasados celebraban esta fiesta tradicional, al no dar más datos sobre la misma, aunque la base de esta fiesta, siempre fue la devoción a la Virgen del Prado, nuestra querida patrona.


 


jueves, 27 de julio de 2023

HISTORIA ABREVIADA DE LA PANDORGA; FIESTA POPULAR DEL PUEBLO PARA LA VIRGEN DEL PRADO (II)

 



LAS BANDERAS DE LA PANDORGA.

Algo se ha dicho y más se ha suspirado por las banderas que, en el día de la Pandorga, colgaban de los muros de la gran nave de la catedral de Ciudad Real. Al margen de la fábula que envuelve toda historia o suceso antiguo escasamente documentado, y cuya transmisión ha quedado a cargo del pueblo, parece ser que la ciudad mandaba confeccionar una bandera o pendón con motivo de las proclamaciones de los reyes de España. Esta bandera, portada por el alférez de la ciudad el día de la proclamación del nuevo rey, era después regalada a la autoridad religiosa y depositada en la catedral para, una vez exhibida cada año el 31 de julio, quedase custodiada en el templo hasta la próxima Pandorga. Tampoco es abundante, ni mucho menos, la documentación sobre «este apartado, pero si hay algunos testimonios de crónicas, relativamente modernas, en lo que se habla y da detalle del asunto. Así, según crónica de 1849 recogida en éste caso por Rafael Cantero Mena en su libro “La Pandorga, tradición y leyenda”, que bien podría haberlo tornado del manuscrito del diputado a Cortes por Ciudad Real en 1836, Joaquín Gómez, “Se colocaban en el templo siete banderas y, según inscripciones, varias; de ellas fueron regalo de los que hacían la fiesta de la Pandorga”.

Desde Felipe II, la proclamación de los Reyes en Ciudad Real se hacía solemnemente en la iglesia de Santa María del Prado (Catedral).

De la bóveda del templo colgaban los estandartes reales con que se hace la proclamación de los Reyes. Se bendecían en la Iglesia y se conducen al Ayuntamiento, y se llevan por las calles señaladas. Se colocan en el balcón de la Casa Consistorial, con mucha ostentación y centinelas, y por fin se entregaba el recibo.

 


En septiembre de 1849 he visto esos pendones colgados -afirmación categórica del autor de la crónica que no deja lugar a dudas sobre la existencia de los mismos- que serán de Carlos II, pues permanecen muchos años, pareciendo últimamente un negro y asqueroso trapo. Como se ve, un testimonio de primera mano que, amén de certificar su existencia, no hace sino crear dudas sobre qué tipo de banderas o pendones se trataba, a que acontecimiento se referían en verdad, quién había donado las banderas y, en todo caso, la razón de que los antecesores del actual Pandorgo regalasen a la ciudad, o a la catedral, una bandera cuyo fin no queda claro, etc, etc. Pero lo cierto es que había banderas, eran siete y se lucían el día de la Pandorga, lo que algo dice de la importancia que dicha fecha tenía en la ciudad. ¿Tenía todo esto algo que ver con la antigua advocación de Virgen de las Batallas que, en el Medioevo, había recibido la actual Virgen del Prado? Ya se sabe que, en apoyo de todo este entramado de las banderas, los reyes, la proclamación de los mismo, etc., es conocida otra vieja seguidilla que, mejor que ningún notario, certifica el asunto:

La Patrona del Prado

es Capitana

de las siete banderas

del Rey de España.  




Andando el tiempo, ya en el siglo XX y tras un periodo de olvido y abandono por parte de las “gentes principales” que antes movían la Pandorga, pese a que siempre la base fue el pueblo de Ciudad Real, anejos incluidos y con gran protagonismo, especialmente por parte de los huertanos de La Poblachuela, la fiesta se ve impulsada hacia un breve periodo de esplendor, gracias al empeño del canónigo-mayordomo del Camarín de la Virgen del Prado de la Catedral Alfonso Pedrero y García-Noblejas, que reactivó la celebración, tal y como proclamaba el diario provincial El Pueblo Manchego - 27/07/1916- en una crónica sobre los preparativos de la Fiesta: “Por la noche hubo ensayo de las manchegas. Este año se celebrará la Pandorga y D. Alfonso Pedrero, que es un manchego de verdad, ha puesto su entusiasmo en la fiesta de este año. Al ensayo de anoche asistió bastante gente”. La invitación popular, al parecer a bebidas espumosas, corrió a cargo del propio canónigo-mayordomo del Camarín y de la Virgen. Tanto El diario El Pueblo Manchego, que se imprimió hasta su desaparición al finalizar la Guerra Civil en Ciudad Real, en la imprenta La Editorial Calatrava S. A., situada en la calle Calatrava 10, como la revista gráfica Vida Manchega, salida de los talleres de la Imprenta de Enrique Pérez, daban cuenta al día siguiente de la exitosa reaparición de la Pandorga en honor de la Morena del Prado (sic). La Fiesta, en esos años, finalizaba a las seis de la mañana con la Misa de la Pandorga. En años sucesivos sigue creciendo la aceptación y respuesta popular en la noche del 31 de julio, y la Pandorga cuenta ya con el concurso incondicional de, muy posiblemente los personajes más célebres que, de una manera u otra, han tenido algo que ver con dicha Fiesta a lo largo de su historia. Me refiero a tres puntales de la misma -Francisco García-Consuegra y Márquez de Castilla, Mazantini, verdadero pozo de sabiduría del folclore manchego y gracias al cual han llegado hasta nosotros las esencias más puras y tradicionales del mismo, Francisco Argumosa, Paco el ciego, y Pepe el gordo, quienes, junto unos pocos más como Atanasio Espartero, Cantares, Machete... fueron el alma de la Pandorga de aquellos años. Con la llegada de la II República y aún más con la del Frente Popular, la Pandorga va, una vez más, perdiendo fuelle y hasta llega a ser suspendida por orden gubernativa. En 1932, Fernández Mato, gobernador civil a la sazón, prohibe el cante y el toque en la Pandorga y suspende la procesión de la Patrona del día 15 de agosto. El obispo mártir, asesinado posteriormente por milicianos del Frente Popular, pronuncia una alocución en la catedral pidiendo calma y acatamiento para las órdenes emanadas del poder civil. En 1933 y 1934 siguió prohibida la Pandorga y el Prado fue un templo silencioso. En 1935 el alcalde autorizó un concierto, que no los bailes en honor de la Virgen, la noche del 31 de julio. Era, como dijo el cronista local Pepe Patacón en El Pueblo Manchego, una Pandorga modestita. Tampoco hubo procesión de la Patrona el día 15 de agosto. Luego, ya se sabe, en 1936 se desatan los demonios en España y la Catedral, como tantos otros recintos religiosos, es arrasada y buena parte de las imágenes, destruidas. La de la Virgen del Prado no fue una excepción y necesitó de dos cobardes ataques para acabar hecha añicos.




Finalizada la Guerra Civil se reanudan los cultos en honor de la Virgen del Prado pero no la Pandorga, que, en forma de homenaje a la Virgen y de manera, digamos, no oficial y sin el apelativo tradicional de Pandorga, recupera parte de la actividad tradicional que era consustancial desde, al menos, el siglo XVI, a la noche del 31 de julio. En 1941 con el nombre ya de Pandorga, se celebra la fiesta en el Prado y en ella interviene, como máxima expresión del folclore manchego, el cuadro de baile “Flechas azules” de la Sección Femenina, que está recuperando gran parte de lo olvidado y ello, insisto, gracias al legado del viejo Mazantini. Los Maestro Usero, Carmelo Prado, Ángel Cabezas, Andrés Jiménez... toman el relevo de Mazantini, Paco el ciego, Pepe el gordo. Machete, Cantares... y la Pandorga crece en respuesta e interés popular. Pero, ¡ay!, la Pandorga es fiesta condenada a subir y bajar como la fiebre, y en 1962, día 1 de agosto, el diario Lanza publica un artículo de Perchelero que se pregunta qué ha vuelto a pasar con la Pandorga y denuncia el silencio, vergonzoso silencio, vivido en el Prado en la noche de otro 31 de julio. En el 64, siempre en 31 de julio, es el propio Ayuntamiento el que, desde los tiempos en que el corregidor ciudadrealeño era el encargado de promover la Fiesta, toma las riendas del asunto y organiza la Pandorga, que por cierto quedó bastante completa en todo. En estos tiempos es cuando la Fiesta empieza a verse complementada, aún sin la figura del Pandorgo, con la presencia de la Dulcinea y sus damas de honor. Años después, en 1979 y a propuesta de un ciudadrealeño de pura cepa, Ramón Barreda Fontes, propietario del popular Cafetín de San Pedro, se celebra el primer concurso de limoná que, al año siguiente, ya quedará integrado en los fastos de la Pandorga y que hoy, multitudinario y desvirtuado por completo, ha quedado reducido, en su multitudinaria aceptación, a un trasegar limoná más o menos bien hecha -salvo las cuadrillas serias que aun participan en el Concurso real- y, sobre todo, en una batalla de mezclas alcohólicas de color tinto, que hacen que miles de jóvenes acaben jalbegados por completo en dicho color, amén de en barro y otras porquerías propias de tal deporte.




Es en 1980 cuando él conocido abogado ciudadrealeño Tomás Valle Castedo, gran amigo de mi padre, antecesor en el cargo de Cronista Oficial y mío propio, desempolva una Historia de Ciudad Real y otras cosas, manuscrita, de la que existen, al parecer, varios ejemplares y de la que es autor Joaquín Gómez, diputado a Cortes en 1836 por nuestra provincia. En ella, páginas 287 y 288, se habla de la figura del Pandorgo, de su cometido, elección de año en año, etc. Tomás Valle pone en conocimiento del alcalde, a la sazón Lorenzo Selas Céspedes, el documento y de ahí, con la colaboración del propio señor Valle Castedo y de colaboradores de potín, entre ellos el Grupo de Coros y Danzas Mazantini -con Rafael Romero Cárdenas, concejal en aquel momento y gran autoridad en temas de folclore al frente- heredero moral del saber del antiguo Grupo de la Sección Femenina y, por lógica, del legado del desaparecido Mazantini y sus colaborado- ''^ res, nace la actual Pandorga, la Pandorga del siglo XXI, la que ustedes conocen y de la que, según el alma de cada cual, disfrutan cada 31 de julio. En ella, abandonado el mecenazgo económico del Ayuntamiento, que sigue organizando no obstante los actos, corresponde al Pandorgo, figura popular elegida para 365 días, salvo los años bisiestos, correr con los gastos del convite a limoná y puñao de torraos con que obsequia a propios y visitantes. Pero esto ya lo saben todos ustedes y no merece la pena abundar en ello.

Así pues, podemos resumir lo que es y -4 significa la Pandorga en lo siguiente: una Fiesta popular, rabiosamente popular, de nacimiento desconocido, cuyas primeras referencias datan del siglo XVI; todo. Fiesta, baile, cante, rezos, giran en tomo a la Señora del Prado, hasta el punto de que cuando no ha habido Pandorga, cosa que ha sucedido no pocos años, sí se ha mantenido la costumbre de visitar a la Patrona, en su Camarín o en el interior de la Catedral según los casos, en la noche del 31 de julio; la Fiesta, a lo largo de los siglos, ha tenido promotores distintos, desde el propio Ayuntamiento y sus regidores, hasta el propio Cabildo catedralicio o alguno de sus representantes, pasando por la figura del Pandorgo, ahora y en épocas pasadas; la Pandorga ha sido, con distintas intensidades y resultados, crisol, expositor y caja fuerte de las esencias morales, culturales y folclóricas de los ciudadrealeños todos, independientemente de su abolengo y posición económica, pues los 31 de julio nadie era más que nadie ante la Señora y todos eran ciudadrealeños de postín y pura cepa y ello vestidos de sedas, percal, sarga o estameña.

Nadie dude que se podía haber escrito más, bastante más, sobre esta Fiesta tan ciudadrealeña, pero hubiese sido dar vueltas y vueltas a la noria y colocar albarda sobre albarda. Hay poco más, a día de hoy, y sólo un feliz hallazgo podría añadir enjundia al asunto. Pero nosotros, los de por aquí, hemos guardado poco y destruido mucho de lo poco que temíamos y cuando hemos guardado, lo hemos escondido, como el maravilloso artesonado de la Iglesia de Santiago, en el más popular de los barrios capitalinos, el Perchel.

Manuel López Camarena. Diario “La Tribuna de Ciudad Real”, viernes 15 de agosto de 2008

 



miércoles, 26 de julio de 2023

HISTORIA ABREVIADA DE LA PANDORGA; FIESTA POPULAR DEL PUEBLO PARA LA VIRGEN DEL PRADO (I)

 



Los manchegos, en general, y los ciudadrealeños, o ciudadrealengos, que de ambas maneras podemos ser apodados los de aquí, los nacidos en la “capitaleja'”, somos pocos dados a algunas cosas claves. Entre estas, de importancia capital para aquellos pueblos que se precian de su pasado, están la conservación del patrimonio de todo tipo y, muy especialmente y dentro de esa obligación, los archivos y documentos claves de nuestra historia. Tal es así, dicho sólo a título de ejemplo, que en Ciudad Real capital da la sensación de que en los últimos 35/40 años se ha sucedido terremotos cíclicos que han arruinado nuestro no sobrado patrimonio arquitectónico, especialmente civil, y manos negras delictivas que han hecho desaparecer i- hasta nuestra Carta Puebla original, la firmada por el Rey Alfonso X el Sabio con motivo de la fundación de Villa Real.

Dicho esto, y conocida por todos, propios y extraños, nuestra particular idiosincrasia, a nadie debe extrañar que sobre una fiesta popular. La Pandorga, y en su apéndice concursal, el Concurso de limoná, populachera, se hayan escrito últimamente algunas necedades de bulto, que van parejas, para mayor desconcierto de la sociedad, con otras que contienen lo poco que se sabe a ciencia cierta, mucha buena voluntad y enormes ganas de ensalzar y engrandecer lo nuestro. Todo ello en forma de tradición barroca -a veces diría que rococó- por la escasa información, por lo afirmado en el párrafo anterior, que de dicha fiesta ha llegado hasta nosotros. Porque a nadie debe extrañar que si el más importante documento que podía tener esta ciudad, la Carta real fundacional de la misma -privilegio este de tener documentada su fundación que pocas ciudades tienen- ha sido expoliado e, incluso, en el colmo de la desidia y las cosas raras, fue visto no hace demasiados años, según confesión de parte, por un profesor de Historia de la UCLM, sin que éste reaccionase en defensa de dicho documento, ni el Ayuntamiento de la ciudad, al tener noticia de ello, moviese un dedo para averiguar la verdad sobre tan extraño asunto, repito, a nadie debe extrañar que se sepa poco, casi nada; de la fiesta de la Pandorga y del noventa y cinco, por ciento de las cosas que nos afectan directamente. Así que, como afirmación por ahora inamovible, el documento que tenemos; archivado los ciudadrealeños no es sino una copia “notarial” de la época, de igual valor digamos legal, pero no de igual valor patrimonial. Nunca la copia es él original, por muy compulsada que esté.




Pero volvamos a la Pandorga que es de lo que se trata hoy, ahora que ha pasado la edición 2008 y andamos en los días previos a la Feria de dicho año, todo ello, Pandorga y Feria, en honor de nuestra patrona, la Santísima Virgen del Prado, una de las advocaciones españolas que, por razones históricas más ha cambiado de nombre. Y es que nuestra patrona, bueno, la imagen que hoy contemplamos y veneramos, no es sino la quinta, sexta o séptima representación plástica que ha sido tallada y modelada desde que en el 1013 fuese descubierta, en Velilla del Jiloca, escondida en una cueva para protegerla de la invasión musulmana norteafricana. Entonces, la imagen representaba la advocación de la Virgen de los Torneos, como atestiguaba un documento que la acompañaba en la caja que la protegía. Y esta imagen, descubierta por mosén Ramón Floraz, caballero a las órdenes de Sancho el Mayor de Navarra, cambia su nombre por el de Virgen de los Reyes y después, una vez en manos de los reyes de Castilla, pasa a ser conocida como Virgen de las Batallas, pues parece que acompañaba a aquellos, en especial a Alfonso VI, en todas las disputadas, hasta, rezan las crónicas y la tradición, la desastrosa para las armas cristianas de Zalaca (para andalusíes musulmanes y almorávides) o Sagrajas (para los cristianos). Es en este momento, tras Sagrajas, ¡cuan difícil saber, como tantas otras cosas, cuándo es realidad histórica aún sin documentar o cuando leyenda y tradición bienintencionada¡, cuando el Rey manda a su capellán, Marcelo Colino, a buscar la imagen a Toledo para trasladarla a Córdoba, en cuya rendición quería empeñarse, y cuando, tras una parada, a mediodía dice la voz del pueblo desde el 25 de mayo de 1088, día de San Urbano, en un prado del lugar llamado entonces Pozuelo Seco -lo de don Gil parece, según algunos, que llegaría tras la derrota y evacuación total de Alarcos- la Virgen en su advocación entonces de Virgen de las Batallas, decide quedarse en el lugar, en la futura Villa Real de Alfonso el Sabio (1255) y Ciudad Real de Juan II.

Pues bien, a esta imagen, conocida desde entonces como Virgen del Prado, es ala que el pueblo de Ciudad Real ha dedicado, desde al menos el siglo XVI según la primera referencia documental de cierto peso, la fiesta de la Pandorga.

 


ORÍGENES DE LA FIESTA LLAMADA PANDORGA.

Dejando a un lado la etimología del término Pandorga, difícil de precisar por razones obvias, máxime cuando la Real Academia Española no da ninguna acepción que signifique lo que más aceptado es por estos lares, “fiesta popular en la que se baila y se tocan instrumentos”, bien podríamos definirla, después de leer y releer las muchas opiniones al respecto, como “fiesta popular de origen rural más que urbano, en la que se toca, se baila y se come -la RAE da como acepciones del término, entre alguna otra, las de pandero, panza y barriga- en honor de, al menos por lo que respecta a los ciudadrealeños, la patrona de la ciudad, la Virgen del Prado”.

Dicho esto y por lo que respecta a sus orígenes, nada se sabe en concreto. Sólo vaguedades y leyendas transmitidas con más voluntad que acierto histórico, y ello por lo apuntado más arriba; nuestra afición, desde siempre a conservar poco o nada, de ahí que salvo lo realmente documentado y archivado, lo más cierto que tenemos las gentes de por aquí sobre nuestro pasado sea lo que, poco a poco, están sacando a la luz los arqueólogos en las excavaciones de Alarcos.

Al margen de esto, las primeras noticias sobre esta fiesta popular y ciudadrealeña las tenemos gracias a Hermenegildo Gómez Moreno, Secretario de Honor perpetuo que fue, hasta su muerte, de la Muy Ilustre Hermandad de la Santísima Virgen del Prado. Gómez Moreno nos transcribe en su libro “Notas históricas de Santa María del Prado, patrona y fundadora de Ciudad. Real”, un texto del siglo XVII en el que, sin citar nombre del autor o de que documento en concreto se trata dice, entre otras cosas: “La Pandorga es una antigualla que se conserva en esta ciudad desde principios del siglo XVI. Su propio nombre es Pandora (sic) que significa junta de varios instrumentos musicales. El fin a que se dirige esta función es dar culto, con maitines y una misa cantada; en la última noche de julio se juntaban dichos instrumentos en casa del que correspondía celebrar la fiesta y salen, primeramente ante la ventana del Camarín de la Virgen del Prado y después a casa de los Jueces y “Gentes Principales”. Les cantan unas cuantas seguidillas y retornan a casa del que tiene la pandorga y, este, según sus posibilidades y voluntad, tiene un refresco”.




Verá el lector que la definición de este desconocido cronista del XVII no sólo es sucinta, sino que promueve a cierta confusión, aunque quedan claras varias cosas: la fiesta se llamaba ya Pandorga, se celebraba el 31 de julio y en exclusivo honor de la Virgen del Prado, se bailaba y cantaba ante el Camarín, se visitaba a las gentes principales -algo lógico en la época de la que se trata- y el que tiene la pandorga (sic)- tiene un refresco para la gente. Sin duda muy parecido todo a lo que se hace hoy, salvo los apéndices de proclamación de Dulcinea y Pandorgo que ha sido incorporados recientemente.

Fuera de esta primera definición documentada -según Gómez Moreno- de lo que fue la Pandorga allá por los siglos XVI y XVII, poco más hay sobre orígenes y celebraciones de aquellos años. Todos los que han escrito sobre dicha fiesta -Julián Plaza, Rafael Cantero, etc.- han aportado poca documentación de valor y ello no por desidia, sino porque, dicho está sobradamente, hay poco donde buscar y poco lo que hallar, salvo sorpresa futura que, como es lógico, sería muy bienvenida por todos.

Sin duda, y andando el tiempo hacia nuestros días, la anécdota más conocida y documentada sea la protagonizada por el 'agarrado' corregidor y alguacil y alférez mayor de Ciudad Real, Vicente Ramón Maldonado y Ormaza, que llegaría a ser marqués de Castellanos, quien, por su cargo de corregidor debía organizar la Pandorga de 1789, responsabilidad que no sólo obvió, sino que dejó de lado al suspenderla. Por ello, en Ciudad Real se hizo célebre la seguidilla:

 

Este año no hay Pandorga

Virgen del Prado

por las cicaterías/ de Maldonado.

Manuel López Camarena. Diario “La Tribuna de Ciudad Real”, viernes 15 de agosto de 2008



martes, 25 de julio de 2023

TRASCENDENCIA DE NUESTRO FOLKLORE

 



El  grandioso éxito de los Coros y Danzas de la Sección Femenina de Ciudad Real, en la Feria Mundial de Nueva York y posteriormente el homenaje tributado a sus jóvenes componentes en la capital, hace que se ponga de actualidad, una vez más, la belleza de nuestros bailes y canciones, algunos de antiquísima raíz y que sirvieron incluso, como la “seguidilla”, de inspiración para folklores de muy diversas regiones.

Durante los últimos Festivales de España, Marienma nos dijo que uno de sus mejores deseos sería conocer con detalle los bailes y cancioneros manchegos. La habían animado a ello dos paisanos de Alcázar de San Juan, los señores Paniagua, ilustres militares que pidieron a la magnífica bailarina y coreógrafa incluyera en su repertorio piezas de nuestra tierra; Marienma estaba entusiasmada con la idea y aun recomendándole algunas obras, principalmente la del maestro Echevarría, ella desea venir algunos días por Ciudad Real y estudiar nuestro folklore, presenciando la actuación de los Coros y Danzas de la Sección Femenina.

Estamos de acuerdo en que lo que representa y caracteriza el más puro aspecto de la música vernácula manchega, es la “seguidilla”, fusión íntima de la música, el canto v el baile. Cervantes la presenta como factor en uso de sus descripciones de fiestas, lo que nos permite su evidencia en el siglo XVI y las investigaciones realizadas, teniendo siempre presente la gran labor realizada por el maestro Echevarría en este aspecto, nos informan que el maestro Pedrell encuentra su engarce —el de la “seguidilla— con la forma musical o tipo melódico, superior al. literario, como una cuarteta de cinco sílabas, precedida y seguida de estribillo en compás de tres tiempos: Nieves de Hoyos recoge el siguiente ejemplo:

 



Mi madre me ha mandado

que no te quiera,

y yo le digo, madre,

¡si usted la viera!

Quedó tamaña

y mordiéndose el labio

dixo ¡caramba!

 

La primitiva “seguidilla”, tenía versos largos de seis u ocho sílabas y los cortos de cuatro a seis. La de siete versos, corresponde a la “seguidilla” de finales del siglo XVIII.

Evidentemente la más característica de las “seguidillas” es la manchega, la más movida en melodía y ritmo, pues “la seguidilla bolera” —coinciden varios autores— es más reposada y las “gitanas” más lentas y “quejuntubrosas”, como todo el cante flamenco, aunque no se conserva en las sevillanas, que no son, a la postre, más que unas “seguidillas” manchegas de las que han derivado múltiples variedades, entre ellas la “chamberga”, las “andaluzas” y las “asturianas.”

Los mencionados maestros e investigadores, ratifican y coinciden en que la “seguidilla” es anterior v más extendida que la propia “jota”, y Capuany las elogia y define diciendo “gran variedad en las figuras, graciosa modestia, mucha alegría, sin faltar al respeto; hacen de este baile un divertimiento popular de los más honestos”. Su difusión —cosa que en parte puede y enorgullecerme— y de la España meridional pasaron a Galicia, a Cantabria, a los pasiegos y a las tierras vascas, teniendo en cuenta que este polimorfismos, afecta más bien a las coplas, y ya que hablamos de coplas, recordamos una popularísima que menciona a nuestra Virgen:

 



“No mancho a “naide”

aunque soy de la Mancha

no mancho a “naide”

Más de cuatro quisieran

ser de mi sangre.

Nido de flores.

Eres prenda bendita

donde cantan los ruiseñores

en el paseo.

La Morena del Prado

bendita sea ¡olé!

Bendita sea.

La Morena del Prado bendita sea.”

El tema es interesante, como lo prueba la preocupación de eruditos e investigadores, y prometemos volver sobre el mismo. Hoy no queremos terminar sin rendir el debido tributo de gratitud a la Sección Femenina, conservadora fiel de nuestras bellas tradiciones, que tan definitivamente influyeron para universalizar el nombre de nuestra región y, como consecuencia, de nuestra patria.

Lo que decimos debiera servir para impulsar a la creación de ese Conservatorio Provincial en que las nuevas promociones de jóvenes aprendiesen nuestro arte popular, junto claro está— a cultivarse en ese magnífico campo que es la música, el teatro y el canto.

Dulce N. Ramírez Morales. Boletín de Información Municipal Nº 19, diciembre de 1965

 



lunes, 24 de julio de 2023

BRILLANTE FESTIVAL FOLKLÓRICO OIRGANIZADO POR LA SECCIÓN FEMENINA

 

Fotografías Europa Press


Ayer continuaron celebrándose los actos organizados por la Sección Femenina, con motivo del XXV aniversario de su fundación, cuyo programa se prolongará hasta el próximo día 25.




Por la mañana, a las doce, en la Plaza del Generalísimo, tuvo lugar un brillante festival folklórico popular de los grupos de Coros y Danzas de la Sección Femenina de la provincia, que fue presenciado por el gobernador civil y jefe provincial del Movimiento, señor Utrera Molina y otras autoridades, desde el balcón central del Ayuntamiento y por numeroso público alrededor del tablado levantado en la plaza, que aplaudió las distintas actuaciones de los participantes.

Diario Lanza lunes 19 de octubre de 1959



domingo, 23 de julio de 2023

NUEVO VIDEO PROMOCIONAL DE CIUDAD REAL

 


Raquel Méndez es una guía turística de Ciudad Real, profesora del curso de historia de Ciudad Real de la Universidad Popular y colaboradora en la televisión municipal de nuestra ciudad y en algún programa de radio, difundiendo la historia, curiosidades, misterios y costumbres de nuestra capital. Ahora ha lanzado un video promocional de Ciudad Real, donde quiere hacer valer nuestro patrimonio y costumbres, en una ciudad donde mucha gente mantiene “que en Ciudad Real no hay nada que ver...”.



sábado, 22 de julio de 2023

LOS FESTIVALES DE ESPAÑA EL ACONTECIMIENTO ARTÍSTICO DEL AÑO EN CIUDAD REAL

 



La edición 1968 —VI Festivales de Ciudad Real— de los Festivales de España en nuestra capital merece más amplio comentario que unos "pies" más o menos extensos a las fotografías de las distintas actuaciones. Porque en esto sí que se ha ganado Ciudad Real, con todo derecho, la capitalidad de la Mancha, unánimemente reconocido por los de dentro y los de fuera.

Nos consta la ilusión que se puso por quienes tienen a su cargo la organización del Festival, en superar la brillantez de la edición 1967, en la que la presentación de Antonio y sus Ballets de Madrid había constituido una elevación artística de la línea ascendente que el Festival de Ciudad Real tenía desde su iniciación. No era fácil la tarea, pero con una decisión que no podemos menos de resaltar, el alcalde y la Comisión de Festivales lograron conjuntar una programación que a seis meses vista ya se preveía había de constituir el acontecimiento artístico del año en la capital manchega y aun en nuestra provincia y región.

Había la ocasión de presentar al fiel público del Festival de Ciudad Real una agrupación de ballet —gracias al Ministerio de Información y Turismo— que superaba todas las ilusiones de los organizadores: El Ballet de la Opera Nacional de Bucarest. No faltó quien hizo llegar a la Comisión su criterio de que estas actuaciones programadas podrían verse desasistidas del público masivo, pues su elevado tono artístico no encajaría en el gusto general, siendo solo asequible para una minoría, lo que supondría un fracaso económico. Con buen criterio —luego confirmado por la asistencia de miles de espectadores— se mantuvo la prevista programación, haciéndose una intensa propaganda en toda la provincia para que el Festival tuviese la debida ambientación.




UN MARCO EXTRAORDINARIO

El primer éxito del Festival —aparte la acertada programación— fue el m arco extraordinario en que se presentaba. Ya el año pasado constituyó un acierto llevar el Festival a la plaza de toros y así se reconoció por el propio bailarín Antonio y por las demás figuras que actuaron en la edición de 1967. Para este año había que superarse en comodidad del público y en ornamentación de la «sala». Creemos sinceramente que se logró y por ello merecen un cálido elogio los realizadores. Carlos Lemos, la gran figura nacional de la escena, se sentía orgulloso de «lo que habían hecho sus paisanos» —ya es sabido que Lemos nació en Ciudad Real con ocasión de estar sus padres haciendo teatro en nuestra capital— y no se cansaba de repetir que la plaza de toros era un auténtico auditorio.

 



DOS ACTUACIONES SENSACIONALES

Es evidente que el número fuerte, por su categoría artística y su novedad, de este VI Festival lo constituían las dos actuaciones del Ballet rumano. Había auténtica expectación por presenciar ambos programas, ya que si las referencias que se tenían de los fabulosos artistas del ballet eran óptimas, se vieron confirmadas y aún superadas en las primeras actuaciones en España, dedicándoles encendidos elogios la crítica de las capitales donde se presentaron.

Cuando la compañía que encabezaban artistas consagrados de la danza clásica como Magdalena Popa, Amako Checiulesco, Ileana Iliesco, Dan Moise, Sergiu Stefanki, Cristina Hamel, Adrián Caracas, Rodica Simión, Leni Dacian y otras grandes figuras inició la representación de «El lago de los Cisnes» estamos seguros que los organizadores dieron por bien empleados sus afanes y desvelos por montar el Festival. Si no estuviéramos escribiendo en una publicación del Ayuntamiento de Ciudad Real, donde el elogio puede parecer interesado, habríamos de volcarnos en destacar el éxito artístico de la gran Compañía del Ballet de la Opera de Bucarest y del acierto que se tuvo, allá a primeros de año, por asegurarse su actuación. ¿Cómo habríamos de soñar los melómanos en tener en nuestra capital un espectáculo de tanta categoría artística y de tan elevado montante económico como han supuesto las dos actuaciones del Ballets rumano? Porque junto a los maravillosos ejecutores de las danzas tuvimos ocasión de escuchar a la Orquesta Filármonica de Madrid, en dos actuaciones también maravillosas.




UN LEMOS EXTRAORDINARIO

Era lógico que el Ciclo de Teatro despertara en el espectador una gran ilusión. Al frente de la Compañía Titular del Español —ya por si sola una garantía— venía nada menos que Carlos Lemos. Su contrastada categoría de artista extraordinario se acrecentaba en este caso con el paisanaje, al que Lemos nunca ha renunciado. Sus dos actuaciones fueron fabulosas y otro tanto cabe decir de las demás partes de la Compañía, todas ellas auténticas figuras de la escena. El público, en masa, supo captar toda la enjundia de «Las mujeres sabias» y la fina intención de Moliere caló hondo en el espectador, que tributó a Lemos y demás intérpretes unas ovaciones clamorosas. El gran artista se superó en «El Rey Lear» y aunque la larga duración de la obra de Shakespeare y la m as b aja temperatura meteorológica de todo el Festival pudieron suponer un «handicap», el público salió maravillado de la segunda actuación teatral.




NUESTRA ZARZUELA

Desde que se anunció la programación del Festival fue fácil prever que la entrada m as fuerte la registraría el primer día del Ciclo de Zarzuela. Para el gran público «La rosa del azafrán», dentro de la garantía de los Festivales de España, suponía un fuerte tirón, como ahora se dice. Y ello supuso que prácticamente se agotaran las localidades en un recinto de tanta capacidad como la plaza de toros. A fuer de sinceros hemos de decir que la representación, aun gustando en general por su montaje, no estuvo a la altura esperada. Para muchos, pesaba el recuerdo inolvidable de otras «Rosas». Los m ás jóvenes, sin poder comparar, apreciaron la «floja» actuación de algunos intérpretes. Que conste que consignamos lo que antecede porque creemos un deber ser exigentes con estas grandes compañías, que todo lo tienen p ara triunfar. Pero «La roza del azafrán» gustó, como la noche siguiente, última del Festival, gustaron «Molinos de viento» y «Gigantes y cabezudos». Hoy por hoy la Zarzuela, mientras se mantenga dignamente, es indispensable en las programaciones de Festivales de España.




UN PUBLICO ADMIRABLE

No podemos terminar nuestro comentario sobre el VI Festival de Ciudad Real sin dedicar un elogio al público que asistió a las seis sesiones. Aquí si que nadie puede censuramos por la alabanza. Los espectadores del Festival se ganaron a pulso el comentario favorable que unos a otros se hacían. Con esta adhesión en número, con este comportamiento admirable, reconocido unánimemente por los artistas, pueden embarcarse nuestro alcalde y la Comisión de Festivales en las más fuertes singladuras de programación. Para nosotros, sinceramente, con ser muchos los éxitos del Festival, —no es pequeño el mantener los bajos precios en las localidades más populares—, el mayor lo constituyó la presencia de miles de espectadores de la provincia y su «entrega» a las seis representaciones, dentro de su diferente nivel. Como manchegos esta es la mayor satisfacción que sentimos, con ser no pocas las que produjo a todos el Festival. Y hasta el año que viene.

 

Boletín de Información Municipal  Número 28 diciembre de 1968