La edición 1968 —VI Festivales de Ciudad Real— de los Festivales de España en nuestra capital merece más amplio comentario que unos "pies" más o menos extensos a las fotografías de las distintas actuaciones. Porque en esto sí que se ha ganado Ciudad Real, con todo derecho, la capitalidad de la Mancha, unánimemente reconocido por los de dentro y los de fuera.
Nos consta la ilusión que se puso por quienes tienen a su cargo la organización del Festival, en superar la brillantez de la edición 1967, en la que la presentación de Antonio y sus Ballets de Madrid había constituido una elevación artística de la línea ascendente que el Festival de Ciudad Real tenía desde su iniciación. No era fácil la tarea, pero con una decisión que no podemos menos de resaltar, el alcalde y la Comisión de Festivales lograron conjuntar una programación que a seis meses vista ya se preveía había de constituir el acontecimiento artístico del año en la capital manchega y aun en nuestra provincia y región.
Había la ocasión de presentar al fiel
público del Festival de Ciudad Real una agrupación de ballet —gracias al Ministerio
de Información y Turismo— que superaba todas las ilusiones de los
organizadores: El Ballet de la Opera Nacional de Bucarest. No faltó quien hizo
llegar a la Comisión su criterio de que estas actuaciones programadas podrían
verse desasistidas del público masivo, pues su elevado tono artístico no encajaría
en el gusto general, siendo solo asequible para una minoría, lo que supondría
un fracaso económico. Con buen criterio —luego confirmado por la asistencia de
miles de espectadores— se mantuvo la prevista programación, haciéndose una
intensa propaganda en toda la provincia para que el Festival tuviese la debida ambientación.
UN MARCO EXTRAORDINARIO
El primer éxito del Festival —aparte la
acertada programación— fue el m arco extraordinario en que se presentaba. Ya el
año pasado constituyó un acierto llevar el Festival a la plaza de toros y así
se reconoció por el propio bailarín Antonio y por las demás figuras que
actuaron en la edición de 1967. Para este año había que superarse en comodidad
del público y en ornamentación de la «sala». Creemos sinceramente que se logró
y por ello merecen un cálido elogio los realizadores. Carlos Lemos, la gran
figura nacional de la escena, se sentía orgulloso de «lo que habían hecho sus
paisanos» —ya es sabido que Lemos nació en Ciudad Real con ocasión de estar sus
padres haciendo teatro en nuestra capital— y no se cansaba de repetir que la
plaza de toros era un auténtico auditorio.
DOS ACTUACIONES SENSACIONALES
Es evidente que el número fuerte, por su categoría artística y su novedad, de este VI Festival lo constituían las dos actuaciones del Ballet rumano. Había auténtica expectación por presenciar ambos programas, ya que si las referencias que se tenían de los fabulosos artistas del ballet eran óptimas, se vieron confirmadas y aún superadas en las primeras actuaciones en España, dedicándoles encendidos elogios la crítica de las capitales donde se presentaron.
Cuando la compañía que encabezaban
artistas consagrados de la danza clásica como Magdalena Popa, Amako
Checiulesco, Ileana Iliesco, Dan Moise, Sergiu Stefanki, Cristina Hamel, Adrián
Caracas, Rodica Simión, Leni Dacian y otras grandes figuras inició la
representación de «El lago de los Cisnes» estamos seguros que los organizadores
dieron por bien empleados sus afanes y desvelos por montar el Festival. Si no
estuviéramos escribiendo en una publicación del Ayuntamiento de Ciudad Real,
donde el elogio puede parecer interesado, habríamos de volcarnos en destacar el
éxito artístico de la gran Compañía del Ballet de la Opera de Bucarest y del
acierto que se tuvo, allá a primeros de año, por asegurarse su actuación. ¿Cómo
habríamos de soñar los melómanos en tener en nuestra capital un espectáculo de
tanta categoría artística y de tan elevado montante económico como han supuesto
las dos actuaciones del Ballets rumano? Porque junto a los maravillosos
ejecutores de las danzas tuvimos ocasión de escuchar a la Orquesta Filármonica
de Madrid, en dos actuaciones también maravillosas.
UN LEMOS EXTRAORDINARIO
Era lógico que el Ciclo de Teatro
despertara en el espectador una gran ilusión. Al frente de la Compañía Titular
del Español —ya por si sola una garantía— venía nada menos que Carlos Lemos. Su
contrastada categoría de artista extraordinario se acrecentaba en este caso con
el paisanaje, al que Lemos nunca ha renunciado. Sus dos actuaciones fueron
fabulosas y otro tanto cabe decir de las demás partes de la Compañía, todas
ellas auténticas figuras de la escena. El público, en masa, supo captar toda la
enjundia de «Las mujeres sabias» y la fina intención de Moliere caló hondo en
el espectador, que tributó a Lemos y demás intérpretes unas ovaciones
clamorosas. El gran artista se superó en «El Rey Lear» y aunque la larga duración
de la obra de Shakespeare y la m as b aja temperatura meteorológica de todo el
Festival pudieron suponer un «handicap», el público salió maravillado de la
segunda actuación teatral.
NUESTRA ZARZUELA
Desde que se anunció la programación del
Festival fue fácil prever que la entrada m as fuerte la registraría el primer
día del Ciclo de Zarzuela. Para el gran público «La rosa del azafrán», dentro
de la garantía de los Festivales de España, suponía un fuerte tirón, como ahora
se dice. Y ello supuso que prácticamente se agotaran las localidades en un
recinto de tanta capacidad como la plaza de toros. A fuer de sinceros hemos de
decir que la representación, aun gustando en general por su montaje, no estuvo a
la altura esperada. Para muchos, pesaba el recuerdo inolvidable de otras
«Rosas». Los m ás jóvenes, sin poder comparar, apreciaron la «floja» actuación
de algunos intérpretes. Que conste que consignamos lo que antecede porque
creemos un deber ser exigentes con estas grandes compañías, que todo lo tienen
p ara triunfar. Pero «La roza del azafrán» gustó, como la noche siguiente,
última del Festival, gustaron «Molinos de viento» y «Gigantes y cabezudos». Hoy
por hoy la Zarzuela, mientras se mantenga dignamente, es indispensable en las
programaciones de Festivales de España.
UN PUBLICO ADMIRABLE
No podemos terminar nuestro comentario
sobre el VI Festival de Ciudad Real sin dedicar un elogio al público que
asistió a las seis sesiones. Aquí si que nadie puede censuramos por la
alabanza. Los espectadores del Festival se ganaron a pulso el comentario
favorable que unos a otros se hacían. Con esta adhesión en número, con este
comportamiento admirable, reconocido unánimemente por los artistas, pueden
embarcarse nuestro alcalde y la Comisión de Festivales en las más fuertes
singladuras de programación. Para nosotros, sinceramente, con ser muchos los
éxitos del Festival, —no es pequeño el mantener los bajos precios en las
localidades más populares—, el mayor lo constituyó la presencia de miles de
espectadores de la provincia y su «entrega» a las seis representaciones, dentro
de su diferente nivel. Como manchegos esta es la mayor satisfacción que
sentimos, con ser no pocas las que produjo a todos el Festival. Y hasta el año
que viene.
Boletín de
Información Municipal Número 28
diciembre de 1968
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