Existen muchas leyendas sobre nuestras cosas, que los propios ciudarrealeños desconocemos. Así la que se refiere a la imagen de Nuestro Padre Jesús de Medinaceli. Y la historia es cómo sigue: Era el año mil seiscientos catorce, reinado de Felipe III, aquel Rey de quien su padre, en el lecho de muerte, dijera: “Temo que me lo gobiernen”. Pues este rey de tan escasa personalidad ordenó la conquista de algunas plazas fuertes, cercanas a Tánger, entre ellas la de Maamora, a cuya mezquita convertida en templo católico fueron llevadas quince imágenes para el culto, entre ellas una muy hermosa de Jesús de Nazareno, ataviado con túnica talar, maniatado y coronado de espinas.
Tal imagen permaneció allí hasta el año mil seiscientos ochenta y uno, en que los sarracenos atacaron y conquistaron la fortaleza y, después de pasar a cuchillo a todos sus defensores y apresar a algunos supervivientes, entre los cuales había dos padres capuchinos, quisieron destrozar todas las imágenes católicas. A dos capuchinos se les ofreció la libertad, más ellos renunciaron a ella con tal de salvar las imágenes. Mas los infieles arrojaron las esculturas a las fieras para su destrucción, aunque éstas las respetaron.
Enterado Felipe III del caso, ordenó a los Trinitarios
Descalzos, orden consagrada a la redención de los cautivos, libertasen a los Supervivientes
de Maamora, así como la recuperación de las imágenes. Entre los donativos
aportados para la empresa, los más cuantiosos fueron los de la casa de
Medinaceli. Gracias a ello fray Pedro de los Ángeles pudo iniciar las
negociaciones con el emperador de Marruecos, Muley Ismael y lograr la entrega
de hombres y esculturas. Mas hubo una excepción: la del Nazareno. El monarca
árabe al ver el interés excesivo de los católicos, o tal vez, por una intuición
misteriosa. exigió que la de Jesús Nazareno no entrase en el trato y que por
ella se pagase su peso en oro. No hubo más remedio que acceder, pero cual no
sería la sorpresa del sarraceno, cuando una vez puesta la imagen sobre uno de los
platos de la balanza, sobrevino el hecho prodigioso de que con unos cuantos
zequíes se desniveló el peso. Enfurecidos ante lo que parecía milagro, los
árabes arremetieron contra los cautivos e intentaron quemar la imagen en una
hoguera, de la que sólo salió ennegrecida, pero ilesa. Más tarde fue encerrada
en una mazmorra cargada de cadenas, como si se tratara de un hombre
verdaderamente.
Aquel mismo día se declaró en Fez una epidemia, de la que fueron las primeras víctimas los carceleros, y se extendió en poco tiempo por todo el territorio. El pueblo espantado ante tal hecho culpó el acontecimiento a la imagen y exigió que fuera devuelta a los cristianos.
También por aquellos días una gravísima peste causaba, estragos en Andalucía, mas apenas desembarcó en Cádiz el Señor Jesús de Nazareno, se extinguió totalmente la epidemia, y fue llevado triunfalmente el Nazareno a Madrid, donde desfiló ante él no sólo el pueblo, sino los Reyes y los Duques de Medinaceli. La imagen aparecía tostado el rostro por las llamas, las manos encadenadas tal como los sarracenos lo habían encerrado y, sobre el pecho, el escapulario de la Orden Trinitaria, que acudió a redimirlo.
Fiel reproducción de esta imagen es la titular
de la Hermandad de Jesús de Nazareno de Medinaceli, gracias a José Mur, que
donó la imagen y él mismo pintó el estandarte oficial de la Cofradía.
Como lo leí lo cuento
Francisco Mena Cantero. Diario “Lanza” 24 de
enero de 1986
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