Ciudad Real aparece por primera vez en
la literatura en el siglo XV. Un siglo después, hacia 1596, Juan López de Úbeda,
Poeta y antologista español del Renacimiento escribió el “Romance de un alma
que desea el perdón”, donde aparece varias veces Ciudad Real, y cuyo texto es
el siguiente:
Yo
me iba, ¡ay Dios mío!
a
Ciudad Reale;
errara
yo el camino
en
fuerte lugare.
Salí zagaleja
de en cas de mi madre
en la edad pequeña,
y en la dicha grande;
un galán hermoso
me topó en la calle,
Y el cabello en grencha
pude enamorarle;
por ser él quien era,
gustó de criarme,
porque yo de mío
No diz que era nadie.
Llevóme a su casa,
hizo que me laven
con agua de rostros,
que hermosos hacen.
Dióme ropa limpia,
quedé como un ángel,
Y tal gracia tuve,
que pude agradarle.
De palmilla verde
me hiciera un briale,
Paño de esperanza,
que gran precio vale.
Dióme unos corpiños
de grana flamante,
Por que en amor suyo
con ellos me inflame.
De fe unos zarcillos,
Por que se la guarde,
y en fe de su amor,
patena y corales:
De oro una sortija,
y otra de azabache.
de amor y temor,
Por que tema y ame.
Las jervillas justas
porque justo calce,
porque en buenos pasos
y con gracia ande.
Hizo que a su lado
con él me sentase,
para que a su mesa
comiese y cenase.
Hizo que me sirvan
sus mismos manjares,
su plato y su copa,
su vino y su pane.
Salí zagaleja
de en cas de mi madre
en la edad pequeña,
y en la dicha grande;
un galán hermoso
me topó en la calle,
Y el cabello en grencha
pude enamorarle;
por ser él quien era,
gustó de criarme,
porque yo de mío
No diz que era nadie.
Llevóme a su casa,
hizo que me laven
con agua de rostros,
que hermosos hacen.
Dióme ropa limpia,
quedé como un ángel,
Y tal gracia tuve,
que pude agradarle.
De palmilla verde
me hiciera un briale,
Paño de esperanza,
que gran precio vale.
Dióme unos corpiños
de grana flamante,
Por que en amor suyo
con ellos me inflame.
De fe unos zarcillos,
Por que se la guarde,
y en fe de su amor,
patena y corales:
De oro una sortija,
y otra de azabache.
de amor y temor,
Por que tema y ame.
Las jervillas justas
porque justo calce,
porque en buenos pasos
y con gracia ande.
Hizo que a su lado
con él me sentase,
para que a su mesa
comiese y cenase.
Hizo que me sirvan
sus mismos manjares,
su plato y su copa,
su vino y su pane.
El
mejor bocado
tal
vez vi quitarse
de
su misma boca
para
regalarme;
tal
vez, ¡ay Dios mío!
le
vi, por amarme,
quedarse
clavado,
y
muerto quedarse.
Abrióme
su pecho,
donde
me asomase
el
corazón suyo
adonde
atrae,
Dejomé
un custodio
que
me vele y guarde,
y
me lleve palmas
hasta
Ciudad Reale.
Por
pecados míos,
que
deben ser graves,
yo
errara el camino
en
fuerte lugare…
pienso,
ausente hermoso,
si
no es que me engañe,
que
de nuevo el pecho
mi
dolor os abre.
Galán
de mi alma,
mi
Dios, perdonadme
porque
en vuestro nombre,
mi
Jesús, me salve.
Llevadme
con vos
Hasta
Ciudad Reale;
Que
errara el camino
En
fuerte lugare.
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