Enterrar, introducir a los cadáveres de
los humanos bajo tierra, es una de las obras de Misericordia, un acto que la
Iglesia siempre entendió como meritorio y caritativo, ampliamente implantado en
la tradición cristiana. El cuerpo, después de muerto, se inhuma, vuelve a la
tierra, donde se descompone y se convierte en polvo; esa es la tradición judía
y también la cristiana.
Superadas las persecuciones tras las
leyes romanas de Teodosio, los despojos de los cristianos procuraron acogerse
durante siglos –cuando hubo ocasión– a los lugares de culto cristiano, como
parroquias, conventos y ermitas. Y esa fue durante muchos siglos la tradición
cristiana, más en el área mediterránea que en la anglosajona: enterrar dentro
de los templos o en su periferia. Por este motivo los fieles laicos o sea los
no eclesiásticos, procuraron granjearse una fosa sepulcral en el interior de
las iglesias o en necrópolis en su entorno.
Ciudad Real no iba a ser diferente al
resto del mundo cristiano, y las tres parroquias históricas de nuestra ciudad:
Santa María del Prado, San Pedro y Santiago, acogieron en el interior de sus
respectivos templos y alrededor de los mismos, los cuerpos sin vida de los
cristianos ciudadrealeños.
Prueba de ello fue la noticia que el
diario lanza publicó el viernes 7 de noviembre de 1986 en su página número tres,
decía así el titular de la noticia: “Aparecen
huesos humanos procedentes de una cripta de la iglesia de Santiago”. A
continuación se dice que “en un vertedero
de basuras, a las afueras de la ciudad, ha sido descubierta una pila de
cadáveres amontonados procedentes según fuentes policiales, de una antigua
cripta ubicada en la iglesia de Santiago.
Desde
septiembre del año 85, la iglesia de Santiago, monumento religioso más antiguo
de la ciudad, está siendo restaurada dado su carácter de Monumento de interés
cultural. En las obras llevadas a cabo por la empresa constructora “Almagro
Sociedad Limitada”, se ha levantado lo que en otros tiempos fue un cementerio
para personas de cierto rango en Ciudad Real.
Entre
los escombros de las obras vertidos en un basurero, cerca de la barriada de los
Ángeles, los vecinos han encontrado cráneos humanos, mandíbulas y huesos de
diferentes tamaños que guardan en sus domicilios”.
Parece ser que los cadáveres que fueron
encontrados databan del siglo XIII, siendo responsable la empresa que llevó a
cabo la restauración del templo, que estos huesos salieran del templo que
durante siglos los cobijo. El entonces párroco de Santiago, D. Felipe Lanza,
mostró su preocupación de lo ocurrido porque él había dado órdenes a las
constructora que si aparecían restos humanos, fueran metidos en cajas y
posteriormente transportados hasta el cementerio.
Al final el ayuntamiento capitalino fue
quien recogería todos los huesos del vertedero y los llevaría hasta la fosa
común que hay en el cementerio municipal, para darles cristiana sepultura. Así
los cadáveres de los viejos cristianos percheleros que durante siglos reposaron
en la Parroquia de Santiago, fueron a parar al cementerio municipal, cementerio
que comenzaría a funcionar en nuestra ciudad en el siglo XIX.
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