Hernán
Pérez del Pulgar
Hubo un tiempo donde la literatura
exaltaba la grandeza de las grandes conquistas en tiempos de musulmanes, muchos
eran los libros que hablaban de las guerras entre cristianos y musulmanes, de
sultanes y reyes, de bellas princesas, esclavos, y feroces guerreros.
Una
de las historias más heroicas que ha llegado hasta nuestros días es la
realizada por Hernando Pérez del Pulgar en el mes de Diciembre del año 1490 y que le supuso
la concesión de más tierras y un derecho no alcanzado por muchos, el ser
enterrado en la futura Catedral de Granada.
Pero empecemos por el principio…
En
el año 1490 estando Pérez del Pulgar en Alhama, al despuntar
el sol, decidió llamar a sus más allegados, sus compañeros de batallas,
Francisco de Bedmar, su cuñado, Pedro del Pulgar, aquel moro que le prometido
fidelidad, Gerónimo de Aguilera, Tristán de Montemayor, Ramiro de Guzmán, Luis
de Quero, Diego de Baena, Diego de Jaén, Alvaro de Peñalver, Diego Jiménez,
Montesinos de Avila, Cristóbal de Castro, Alfón de Almería, Luis de Quero y
Rodrigo Velázquez. quince caballeros que se juntaron a la llamada de nuestro
protagonista.
Los campos cubiertos de nieve y la
guerra en espera de la llegada del deshielo y de que los caminos se hicieran
transitables.
Todos reunidos Hernando les dijo a esos
valerosos caballeros “bien sé vuestra lealtad y vuestro esfuerzo de que me
habéis dado tantas pruebas; y la mayor que en esta vida puedo daros de lo mucho
que han labrado en mi corazón, es el haberos preferido para confiaros mi
intento.
Escudo
de armas
Mañana
voy a entrar en Granada…” tras el alborozo inicial siguió contando que no
quisiera topar con enemigos antes de lograr su objetivo y morir a manos de
ellos, así que lo pidió no como pago ni como orden sino como favor.
Francisco de Bedmar rompió el silencio
que había y dijo..”Tu voluntad es nuestra ley, Hernando; y no nos vieras cual
nos ves ahora si nos demandaras la vida…pero mal cumpliríamos con lo que a tí
debemos, a tí que por tantos años no nos has tratado como caudillo, sino como
amoroso padre, si al mirarte correr á una perdición cierta…”.
Hernando empezó a apercibirlos de como
ir a tal extrema misión, vestidos con buenos soforros, jacerina debajo, buen
acero de Toledo y el que no lo tuviera que acudiera a él, y hojas de Fez, así
como capellares para pasar por delante de los moros sin ser vistos y además las
noches son largas y frías.
A
la tarde y desde las puertas de Alhama partió la comitiva rumbo a Granada, el camino fue
duro y tortuoso, descabalgando muy a menudo para sacudir los miembros
entumecidos del frío
A las puertas de la Vega de Granada
hicieron alto y esperaron nuevamente a que cayera la noche para seguir con su
itinerario y llegar a la ciudad sin ser vistos.
Antes a la salida de Alhama un vecino
los reconoció al salir y dijo ¿Con Pulgar is? La cabeza lleváis pegada con
alfileres.
En este descanso aprovechó Hernando para
coger hojas secas, retamas y espartos, para hacer unos hachos de incendiar con
el objetivo de prender fuego a la ciudad de Granada. Para ello llevaba en su
equipaje un hacha de cera, alquitrán y cuerda.
Ermita
de San Sebastián. Morabito de Musulmanes
Al
caer la noche, tomaron el camino a Granada, que bien conocían de haber
guerreado durante tantos años, a medianoche llegaron casi a las puertas de la
ciudad, concretamente en un paraje donde se encuentra una Mezquita, hoy
conocemos ese lugar como Ermita de San Sebastián en el paseo del Violón.
Desde ahí tomaron el curso del río Genil
hasta el puente, donde entonces debían tomar el río Dauro, y debían de pasar
con mucho sigilo por el castillo de Bib-Taubín fortaleza bien vigilada y con
guarnición que podía dar la voz de alarma si eran descubiertos.
Ciertamente la noche era muy oscura y el
ruido del agua, amortiguaba el ruido, pues el río bajaba con gran caudal.
Llegado el momento todos querían
acompañar a Pulgar sin escuchar ruegos, ni razones ni amenazas, no teniendo más
remedio que acceder Pulgar, pero dejó a gran parte de los caballeros a orillas
del río resguardando la retirada y tan solo unos pocos dejó que les
acompañaran.
Pedro que conocía la ciudad fue uno de
los elegidos así como Bedmar y otros cuatro que eligió al azar.
Puerta
del Corral del Carbón
Poco a poco fueron ascendiendo el río,
pasaron por la ribera de las tenerías y gran fue la alegría del Pulgar al
contemplar que todos habían llegado hasta llegar al último de los puentes, uno
situado junto a una Alhóndiga un lugar conocido por todos como Corral del
Carbón.
Treparon hasta la calle, y llegaron a
una pequeña plaza, tras salir de un laberinto de callejuelas, el lugar estaba
desierto y oscuro. Allí y a escasos metros estaba la Gran Mezquita y su puerta
principal.
Llegados
a la puerta sacó Hernando del Pulgar un gran pergamino que traía bajo sus ropas, vieron todos
que el pergamino sobre un fondo dorado estaba escrito AVE MARIA, con letras azules, y debajo otras que decían “Sed
vosotros testigos de cómo tomo posesión de esta Mezquita, en nombre de los
Reyes de Castilla, consagrándola desde ahora a la Virgen del cielo, que nos ha
servido de guía”.
Y puesto en pie clavó su cuchillo en la
puerta dejando colgado el pergamino.
Se acercó a otra puerta que pertenecía a
la Alcaicería, el mercado de mercancías y sedas y colocó el hacha encendida,
pidiendo a sus amigos que acercaran las retamas y hojas secas recogidas al
efecto, diciéndole a sus amigos que esa noche tenía que arder Granada.
Sin embargo al pedirle a Tristán de
Montemayor la cuerda encendida, ésta había quedado en la puerta de la Mezquita,
lo cual provocó el enojo de Hernando del Pulgar, pues su hazaña había sido
arrebatada por un descuido.
Hernán
Pérez del Pulgar. AVE MARÍA
Diego
de Baena, se apresuró a volver a recoger la cuerda, corriendo
hacia la Mezquita junto con otros dos compañeros, pero al volver quiso la
providencia que en un visto y no visto chocaran de bruces con moros que habían
acudido al lugar alarmados por el ruido, rápidamente el rechinar de las espadas
y el vocerío levantó a toda la ciudad y una nube de musulmanes cayó sobre
ellos.
Aprovechando la oscuridad y confusión
del momento lograron volver al cauce del río, y retroceder hasta donde
esperaban el resto de compañeros, hasta que llegó Hernando de Pulgar que se
había quedando el último guardando la retaguardia.
Ya no había que guardar formas ni
sigilo, así que raudos y veloces salieron de la ciudad, mientras a su espaldas
se escuchaba un gran estruendo de gritos y voces de torre en torre y de atalaya
en atalaya.
Sin embargo poco podían imaginar los
musulmanes que todo esto se trataba de una pequeña incursión de un pequeño
grupo de valientes.
Ya al amanecer llegaron nuestros
valientes a la villa de Alhendin que pocos meses antes había sido reconquistada
para los cristianos.
Capilla
de Pérez del Pulgar en el Sagrario de la Catedral de Granada
Al
día siguiente emprendieron regreso a Alhama, donde pronto llegó el rumor y
la hazaña realizada.
Todos fueron recompensados con haciendas
y tierras por la empresa ejecutada. Y a Hernando del Pulgar además de tierras y
haciendas le ofrecieron una merced jamás ofrecida a ningún otro caudillo y no
fue otra que en la Catedral que se labrara sobre la Mezquita, tendría el
privilegio de “asiento y honrada sepultura”.
Así ocurrió quedando la dicha capilla en
el lugar más privilegiado de Granada, entre tres grandes templos, la Catedral
de Granada, la Iglesia del Sagrario, por la cual se accede a la Capilla y la
Capilla Real, tumba de los Reyes Católicos, de esto salió un famoso proverbio,
“se quedó como Pulgar, ni dentro ni fuera”.
Para
la realización de esta entrada se han usado principalmente dos obras:
Hernán Pérez del Pulgar el de las
hazañas bosquejo histórico. Francisco Martínez de la Rosa 1834.
Ave María. D. Luis de Montes.
Tradiciones Granadinas Reedición de la de 1857.
Por “Javier Hernández”
Sepultura
de Hernán Pérez del Pulgar
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