En la sesión celebrada por el Ayuntamiento el 29 de abril se hizo constar en acta los inmensos beneficios que venía reportando a este pueblo la feliz actuación de don Agustín Salido y se acordó con el mayor entusiasmo nombrarle hijo adoptivo de Ciudad Real, levantar un monumento que perpetuara su memoria y que se colocara su retrato en sitio preferente de las Casas Consistoriales.
El 6 de mayo leyóse también en sesión lo que contestó don Agustín Salido al anterior acuerdo. Es un escrito muy notable en el que resalta la sencillez y el patriotismo. Sólo transcribo sus tres ideas sublimes que en letras áureas debieran esculpirse en el salón de sesiones. Dicen así:
"Mi pensamiento al proponerme la desecación de los pantanos abrazaba tres ideas que con alegría veo como realizadas. Er a la primera la de librar a este pueblo de ese foco de infección que tantas enfermedades originaba y tantas víctimas ha llevado al sepulcro. Er a la segunda la de dar trabajo a tanto pobre como me lo demandaba para llevar pan a sus hambrientas y desconsoladas familias; y por último era mi tercera idea procurar el aumento de la población y de su riqueza urbana, que vienen en decadencia hace muchos años por esas malhadadas lagunas, padrón de ignominia y de descrédito para la ciudad, quedándome aún la esperanza de ver completado mi pensamiento con la transformación de aquellos insalubres lugares en frondosos y amenos paseos y alamedas".
Los terrenos
donde estaban las lagunas malditas eran riquísimas canteras de donde se extrajo
la piedra para construir las murallas, formándose aquéllas en el enorme
barranco que quedó. Varias veces se intentó cegarlas desistiendo siempre de la
idea por la falta de recursos. En 29 de noviembre de 1775 se hizo por el
Ayuntamiento una gran plantación de árboles en las inmediaciones y el Cardenal
Lorenzana, gran protector de Ciudad Real, dio principio a las obras del
terraplén que fueron continuadas por la ciudad, teniendo que suspenderlas a
poco, y en 11 de mayo de 1777 se acude en razonada petición de numerario al
Consejo de Castilla, pero ni el Cardenal, ni el Ayuntamiento, lo consiguen.
El Cardenal D. Francisco Antonio de Lorenzana, nació en León en 1722 y murió en Roma en 1804. Fue nombrado en 1772 Arzobispo de Toledo y desde entonces demostró con hechos su predilección por Ciudad Real. Cuéntese de él una anécdota a los pocos días de llegar a Toledo. Alguien que sin duda tenía miedo a su inflexibilidad formó un anagrama con el apellido y escribió en la puerta de su Palacio:
Y a está aquí
Ana Lorenza
¿hará aquí lo
que en Sigüenza?
Y dicen que al
leerlo él mismo escribió debajo:
No me llamo Ana
Lorenza
que me llamo
Lorenzana
haré aquí lo
que en Sigüenza
y más si me da la gana.
Los primeros
pasos de D. Agustín Salido para acabar con las mortíferas lagunas produjéronle
hondo pesimismo. El presupuesto hecho por los ingenieros elevase a tres
millones de reales. ¿De dónde iba a sacar tan enorme suma? Tuvo entonces una
idea providencial; se avistó con D. Ernesto Walter, Inspector Jefe y representante
de la Compañía ferroviaria de Ciudad Real a Badajoz, y aquél señor, obrando con
un interés que no le agradeceremos nunca bastante los vecinos de este pueblo,
dio toda clase de facilidades e informó en tal sentido al Consejo de Madrid. E
l resultado fue estupendo. L a Compañía cedió desinteresadamente la locomotora
número 1 que lleva el glorioso nombre de Miguel de Cervantes para que porteara
las tierras necesarias para la desecación, economizando así los gastos del
transporte, y además proporcionó el material necesario para hacer una vía
provisional que partiendo desde el paso a nivel del camino de Miguelturra y
cruzando las alturas del Calvario llegase hasta las lagunas, facilitando el
acarreo de las abundantes tierras de dicho altozano. La noticia fue recibida
con delirante entusiasmo. Al fin, después de siete siglos, iba esta ciudad a
verse libre de un foco de infección y de muerte, que era padrón de ignominia de
sus habitantes. El 26 de enero del 68 se echó la primera paletada de tierra por
D. Agustín Salido, con asistencia del Regidor síndico D. Ruperto Lozano y
precedidos de músicas y pasando bajo arcos improvisados por el mismo pueblo
entre vivas estruendosos y entusiasmo inenarrable, manifestaciones populares
que siguieron hasta la madrugada disparándose cohetes y bengalas y tocando
hasta enronquecer los músicos. Al día siguiente se dio ocupación a más de
seiscientas personas. La locomotora arrastraba en cada viaje catorce vagones.
El primer tren llegó el 16 de febrero. El 9 de junio desapareció por completo
el agua de las lagunas. El 24 de julio conduce la "Cervantes" el
último tren de tierra a la lagunilla titulada "La Longuera", y al día
siguiente se da remate a la obra; convirtiéndose en realidad lo que parecía un
ensueño. Declárase "voto de ciudad" esta fecha en sesión memorable y
el 26 pronuncia elocuentísimo sermón el párroco de Santiago D. José María
Toledano y después de la función religiosa el pueblo todo, ricos y pobres,
hombres, mujeres y niños después de engalanar la locomotora, van con ella hasta
la estación en vibrante manifestación de entusiasmo tributando un homenaje
apoteósico a D. Ernesto Walter, alma de esta grandiosa obra y hoy totalmente
desconocido de esta generación. ¿No le parece al Ayuntamiento actual que es
hora de perpetuar su memoria? E l beneficio recibido es de tal magnitud que
cuanto se haga es poco.
Igualmente debe conservarse en una lápida los nombres de los que formaban aquel Ayuntamiento: Alcalde corregidor, Don Agustín Salido; Regidor síndico, D. Ruperto Lozano; regidores.
D. Cayetano Clemente Rubisco, D. José María Rueda, D. Fernando Fernández, D. Vicente Trujillo, D. José Alcázar Pérez. D. José Valihonrat, D. José Delgado Sevillano, D. Antonio Marina y D. Juan B. Borja; secretario, D. Tomás Hervás.
Fechado en 26
de julio de 1868 y firmado por A. Galbien hay en el Ayuntamiento un cuadro
dedicado a D. Agustín Salido, en prueba de simpatía y admiración. Es un cuadro
verdaderamente histórico donde se ve a la locomotora "Miguel de
Cervantes" en el momento de llegar a los Terreros. En ella van D. Agustín
Salido (1); D. José María Toledano, cura párroco de Santiago (2); D . Ernesto
Walter (3); D . Fernando Vázquez Orcall (4); don Antonio Z. Vázquez (5); D .
José Gabriel Balcázar (6); D. Federico García Laguna (7), y a su lado su padre
D. Antonio, reputado médico de entonces; D. Cayetano Clemente Rubisco (8); D.
Basilio Diez (9); D. Jacinto Diez (10); D. Pedro Saúco (11); y D. Ruperto
Lozano que no he podido precisar cuál es. Junto a la máquina está D. Juan Obón
y el autor del cuadro D. A. Galbien, sintiendo no saber quienes son los otros.
La pareja de caballería son Coraceros de la Reina, del regimiento que guarnecía
a Ciudad Real. Este cuadro estaba en el despacho presidencial y un alcalde lo
"sacó" a la galería porque "era muy feo", como si en lo
histórico influyera la belleza. Hace algunos años con motivo de una fastuosa
verbena de Santiago se levantó un arco alegórico en la plaza de Agustín Salido
y se exhibió este cuadro agradando a todos. Honremos nuestras glorias para
honrarnos nosotros y ser verdaderos representantes del pueblo. En Valladolid
ocupa lugar preferente Pedro Ansurez, y aquí Hernán Pérez del Pulgar, el de las
hazañas, no ha pasado del despacho del Secretario, donde está también el de don
Agustín Salido, a pesar del acuerdo de aquel benemérito Ayuntamiento del 68, y
menos mal que está allí que. cuando se implantó el nuevo régimen, lo vi tirado
en un cuarto trastero, ligereza cometida, sin duda alguna, por quien desconocía
el valor de lo realizado por don Agustín Salido, hombre meritísimo que remedió
como nadie el paro obrero, dando trabajo a todos y que al llevar a cabo su gran
obra de saneamiento favoreció principalmente a las clases proletarias que en su
mayoría son las que han habitado siempre el barrio de Santiago. Los retratos de
Hernán Pérez del Pulgar y de don Agustín Salido y el cuadro de Galbien deben ir
al salón de sesiones, por lo menos los dos primeros, donde está el del general
Aguilera, a no ser que la Historia no sirva para nada y que se desdeñe a los
que en tiempos antiguos tanto enaltecieron la patria chica.
El 2 de agosto del 68 un importante semanario El Eco de la Mancha, que comenzó a publicarse el 61 hizo un extraordinario dedicado a la gran obra que había trasformado a Ciudad Real. De él entresaco las dos redondillas de don Federico García:
"Salido y
Walter: sin cuento
gracias os da
mi emoción
a éste por la
ejecución,
a aquél por el
pensamiento.
Gracias también especiales
a los que
enterrando el cieno
extinguieron el
veneno
que causaba tantos males".
También insertaba otras poesías de Joaquín de Zaldívar, Pedro Saúco, Fernando Merás, F. Moral Cañete y Carlos Mestre y Mar/al, todas ellas de elogio y entusiasmo.
En un número del mismo periódico del mes de julio de 1862 encuentro interesante noticia acerca del desarrollo de las enfermedades producidas por aquellas pestilentes lagunas en los meses de excesivo calor. Dice así:
"Empieza la enfermedad con calenturas intermitentes, haciéndose perniciosas en algunas ocasiones, y Degenerando otras veces en fiebres continuas que con facilidad toman el carácter tifoideo o dan lugar a infartos del hígado o del bazo, como consecuencia del empobrecimiento de la sangre. De una y otra forma originan numerosas víctimas."
En septiembre de 1868, después de la batalla de Alcolea quedó triunfante la revolución y derrocada la monarquía de Isabel II. E n la Capital fuera de un exaltado que burlando la vigilancia penetró en las Casas Consistoriales y arrojó por un balcón el retrato de la Reina no hubo nada digno de mención. El Presidente del comité revolucionario de Ciudad Real don Joaquín Ibarrola, siguiendo instrucciones del Gobierno provisional, dirigió una comunicación a los munícipes para que abandonaran el cargo, como así lo hicieron, quedando sólo los de matiz liberal, y entrando como nuevos don Juan Obón y don José Ruiz de León. Mi buen padre, don José Gabriel Balcázar fue a Soria de Gobernador civil; y don José Peñalver, Notario de este Colegio y asimismo Vocal del Comité revolucionario, a Zamora de Secretario del Gobierno." Callos y caracoles" era la contraseña que tenían los del Comité de Ciudad Real para entenderse con los emisarios que venían de Madrid.
José
Balcázar Sabariegos. “Memorias de un estudiante de Salamanca”, Madrid Librería
de Enrique Peco 1935, páginas 108-113.
No hay comentarios:
Publicar un comentario