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jueves, 8 de septiembre de 2022

LA DEVOCIÓN MARIANA DE CIUDAD REAL

 



Creemos poder asegurar que nuestro pueblo empezó su veneración por la Madre de Dios bajo la advocación de Santa María de Alarcos. Esta conclusión se deduce de la dependencia que tuvo la primitiva Puebla de la Villa de Alarcos y de la conmemoración que aún, al cabo de casi ocho siglos, venimos haciendo; antes, el 25 de marzo, festividad de la Encarnación; después y ahora, el segundo día de la Pascua de Pentecostés.

Lo que no podemos esclarecer con rigor es el origen de la devoción a Santa María de Alarcos. Tenemos que acudir a las conjeturas. Así hemos de pensar que esta devoción fue una manifestación más de la viva y tierna que sintieron los españoles por la Virgen María desde que se convirtieron al Cristianismo: los habitantes de Alarcos se colocarían bajo su patronazgo y le darían el nombre de su villa. Esta fue destruida tras la batalla en 1195, pero se mantuvo la devoción hasta el punto de afirmarse por una tradición piadosa que los moros respetaron la iglesia en que se veneraba a Santa María. Sin embargo, la actual ermita es posterior, quizás del siglo XIII, aunque no falte quien retrase la fecha de su construcción. Tenía asignadas rentas, como las de “Los Corrales” y el guardián contaba con el usufructo del cerro. La esposa de Alfonso XI influyó cerca del Arzobispo de Toledo para que cediera la asistencia y habitación de dicha ermita a Alfonso Fernández de Olías, portero que fue del Rey; los historiadores locales se refieren en relación con esto a documentos de 1351 suscritos por el Arzobispo don Gonzalo y la Reina doña María.

La imagen, según Gómez, era de alabastro; según Hervás de mármol. Estaba vestida con túnica y manto; sostenía al Niño con el brazo izquierdo y le enseñaba un colorín. Se dice que tenía tres brazos porque sufrió una fractura del derecho y para salvarlas se la vistió y colocaron dos brazos postizos, además del que conservó con el Niño.

A lo largo del tiempo la ermita y sus aledaños sufrieron deteriores y fueron objeto de reparaciones, no siempre afortunadas. La imagen descrita fue destruida al principio de nuestra guerra de liberación; sustituida poco después de ésta por una de cemento y luego, en 1952 por la actual, donada por el que fue Gobernador Civil de la provincia don Jacobo Roldán Losada.





Según Hervás, otra devoción mariana entre nosotros que “compitió” con la anterior fue a Santa María de la Blanca. Se veneraba desde el siglo XIII en la capilla del Castillo de Calatrava la Vieja, dedicada por el Maestre don Rodrigo Garcés. Era imagen sedente, con blonda cabellera, túnica a la romana y manto de rectos y escasos pliegues. Tenía al Niño sobre el lado izquierdo y le mostraba con el brazo derecho la manzana. No se sabe ciertamente como este santuario, que era de la Orden, pasó a la posesión del Concejo de Ciudad Real. Aquí hubo una Cofradía que a ella se dedicaba; el Ayuntamiento y el pueblo acudieron a ella con rogativas en numerosas necesidades.

Fue decayendo su devoción al par que ascendía la que se profesaba a Santa María del Prado, hasta el punto de que la ermita se abandonó y estuvo a punto de ruina total. Tuvo que interceder un Párroco de Santiago, don Sebastián de Almenada que trasladó la imagen en 1744 a su iglesia.

Sobre la Virgen del Prado, nuestra Patrona, se ha escrito y dicho ampliamente con motivo de su reciente coronación. Por encima de la crítica historicista que niega o duda los relatos tradicionales sobre su aparición, tenemos que reconocer que hubieron de concurrir circunstancias muy excepcionales para que esta advocación de Santa María se impusiera a las otras hasta el punto, por todos sabido, de que haya sido declarada nuestra Patrona con todo lo que esta declaración ha llevado y lleva consigo de obras espirituales y materiales.

Y no queremos terminar sin una breve alusión a la Concepción Inmaculada de María a la que se dedicó un Monasterio, el de las piadosísimas “Terreras”, guardadoras de una preciosa imagen de la Virgen, tal vez del siglo XV, que llaman “La Porterita” y un voto solemne de la Ciudad del cual deriva la función religiosa que todavía y Dios quiera que, por siempre, celebra el Ayuntamiento el 8 de diciembre.

Antonio Ballester Fernández. Boletín de Información Municipal Núm. 24 de julio de 1967



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