Las
fotografías que publico hoy, son del sotanillo del casino, actualmente
rehabilitado como lugar de exposiciones
¡Y ya está aquí el célebre Sotanillo!...
Tanto y tanto se habló en otros tiempos
de este rincón del Casino en épocas de “capa, sombrero y fronda”, que incluso
se inventaron fabulas exageradas por comadres asustadizas, que después contaban
con el mayor misterio a sus dueñas y éstas, corregidas y aumentadas en sus
reuniones de “chocolate y bizcocho”.
En el Sotanillo, antiguamente estuvo la
cocina del Casino, y aunque parte
integrante de éste, existía cierta independencia, por tener un pasillo con
salida directa al Prado. Esto permitía que desde la calle se pasase
directamente a él, sin la necesidad de hacerlo por las piezas principales. Hoy
después de tantos años se encuentra igual.
Es verdad que a la chita callando, se
corrieron muchas juerguecillas en él. Unas veces entre honorables caballeros,
que en la intimidad se comían unas habichuelas con oreja, regadas con sendas
botellas y salpicadas de cuentos verdes, al arrimo del calor confortable del fogón;
y otras quizás, es posible, y debido a su aislamiento, con alguna compañía femenina…
que alternaba con ellos, pero sin más trascendencia. Puedo asegurarlo. Eso sí,
el final casi inevitable era el tomar las “últimas” o las “migas” de madrugada
en la taberna de la “Federica” (conste que era hombre, según dicen, y el apodo
le venía de lo bien que guisaba). Estaba en pleno barrio perchelero, en el
callejón de la torre de Santiago. También era corriente visitar la tasca de “Principios”
en la calle de Morería, donde no solían faltar músicos noctámbulos de cuerda.
Figurémosnos a nuestro Casino a finales
del siglo pasado o principios de este, con sus quinqués, sus velas, los divanes
rojos, sus grandes lunas y sus enormes lámparas de petróleo. Era señorial. El
salón de tertulia, con sus cuatro chimeneas de leña y sus “peñas” fijas,
¡cualquiera no salía a tomar café después de cenar, aunque nevase! Al Sotanillo
no le faltaba su visita de media noche, por cualquier motivo.
Pero en fin, Sotanillo, yo sé de buena
tinta que te han achacado muchas cosas inciertas y que tu culpa, si existió, se
podía compartir con la de muchos “señorones” de día, y quizás con algún
ilustrísimo, que buscaba tu acogedora soledad para sus devaneos nocturnos y
donjuanescos. Te veo viejo, achacoso y arrepentido de tus andanzas pasadas,
aunque ahora te hayan puesto ropa limpia y me das pena. Te perdono de corazón
en nombre de todos, Sotanillo anciano, en atención a que hoy ya entre nosotros
no tendrías vida y también a que han desaparecido casi por completo tus
cómplices… señores socios de “capa y sombrero”. Descansa en paz y llora tus
pasadas alegrías.
José
Rodrigo Rico, Secretario del Gran Casino. Diario “Lanza”, martes 27 de
noviembre de 1962, página 7
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