Pozo
de Carrión de Calatrava lugar donde los milicianos del Frente Popular
asesinaban y arrojaban los cadáveres
Tiempos
del terror rojo
Desde
el 20 de julio al 31 de diciembre de 1936, el poder del miedo estuvo
asentado en nuestra capital. Ciudad Real vivía en plena guerra bajo el mayor de
los terrores conocidos en toda su historia, los acontecimientos se
desarrollaron de manera muy similar al resto de la zona republicana. Pero con
circunstancias especiales la diferenciaban de las demás capitales de provincia
del estado republicano. Puede decirse que el elevado número de crímenes y
muertes violentas habidas fueros efectuadas durante los meses de agosto a
diciembre de 1936. Estos horribles crímenes vinieron precedidos de medidas de
extorsión económica despidos laborales, persecución, y una amplia serie de
acciones que escaparon a la justicia y que hicieron vivir a los ciudadrealeños,
tachados de enemigos del régimen republicano, de una manera altamente
angustiosa y asfixiante, y no solo durante los cinco meses de represión
durísima y desbocada por parte del Frente Popular.
Por lo tanto el punto más álgido fue
alcanzado entre agosto y diciembre. Como nota histórico-anecdótica, por decreto
dejó de denominarse Ciudad Real, para pasar a llamarse Ciudad Libre, tanto
institucionalmente como socialmente.
Dueñas absolutas de Ciudad Real las
milicias del Frente Popular, sus abusos e injusticias eran constantes y
continuas. Los detenidos eran a cientos,
ingresados en la Prisión Provincial o en la Cheka del Seminario o de las
Dominicas sin formación de causa. En nuestra capital, eran llevados
primeramente a la Cheka, tristemente por su torturas y tratos vejatorios que de
administraban en ellas. Tras prestar declaración eran sacados de ellas por la
puerta trasera, de noche, y conducidos a los cementerios o lugares habilitados
para dar muerte, siendo allí asesinados de manera vil. En casos concretos –la mayoría-
recibían torturas como el caso de Miguel Sánchez Nieto, que le fueron cortados
los brazos con un hacha y arrojado vivo al pozo de Carrión. En otras ocasiones
los cadáveres aparecían con el cráneo destrozado, siendo casi imposible su
identificación. Puede verse incluso en el Boletín
Oficial de la Provincia, la cantidad de edictos de distintos Juzgados para
esclarecer esos asesinatos, los cuales ninguno de ellos prosperó durante
1936-1939. Igualmente en la Gaceta
Oficial de la República se hacía eco
de los mismos.
Los crímenes se efectuaban normalmente
en solitario. Se reunía un importante grupo, como es el caso de la matanza de
39 alcazareños asesinados en Ciudad Real, a su entrada, el 9 de agosto. Pueden constatarse
casos de asesinatos de padres e hijos en un mismo fusilamiento.
Aclamo aquí, que, el mero hecho de
portar un santo rosario era motivo de fusilamiento inmediato. Incluso el neto
revanchismo personal hizo estragos. Figurar en un fichero como militante de cualquier
partido no afín al Frente Popular, ser propietario, llevar hábito talar
–sotana- o el caso más extremo darse de baja en periódico incautado antes
católico y conservador como El Pueblo
Manchego era motivo de ser candidato al triste y trágico "paseo".
Esto fue el detonante de una de las primeras víctimas civiles en Ciudad Real,
como fue el sastre Daniel Burgos Grande –Jefe de Requeté- siendo asesinado el 1
de agosto de 1936. Detenido en el local de la Cruz Roja el 31 de julio, fue asesinado al día siguiente.
El día 27 El Pueblo Manchego
publicaba en primera página:
“Desde
el Frente Popular por necesidades imperiosas del momento, se hizo cargo de
encauzar y dirigir el derrotero de El Pueblo Manchego, hemos registrado dos
únicas bajas en la suscripción del mismo, que por tales y únicas nos
complacemos en consignar. Son las siguientes:
1º.
Don Manuel Tolsada (sin ser griego nos recuerda algo de su alfabeto: “Alpha”):
2º.
Don Daniel Burgos (Suponemos que este formará parte de los “burgos podridos” a
que se refirió, tiempo ha, el señor Azaña).
Lo
ponemos en conocimiento de nuestros lectores para que encabecen el “cuadro de
honor” de los que se vayan destacando en el acatamiento al Régimen legal”.
El señor Tolsada por indicación de su
hermano Francisco, comprendió el alto riesgo que corría innecesariamente su
vida tras encabezar el cuadro de honor del diario capitalino, rectificando a
tiempo, lo que permitió salvar su vida.
Daniel Burgos no transigió siendo
detenido y llevado a la checa del Seminario. Tras ser puesto en libertad
–fingida por el Comité- fue tiroteado por la espalda al descender las escaleras
del interior del Seminario Conciliar, no llegando ni siquiera a salir vivo del
edificio.
Los crímenes efectuados en Ciudad Real
se realizaron en distintos lugares. Durante el mes de julio por ejemplo fueron
improvisados, incluso forzados o de ocasión como en el caso de los jóvenes
seminaristas claretianos, que, mientras eran conducidos por la fuerza a Madrid,
los milicianos hicieron irrumpir el destino de la marcha de tren, haciéndolos
bajar al andén de la estación de ferroviaria de Fernán Caballero, y allí mismo
fueron fusilados. En el mes de agosto – día 15- fueron fusilados Tomás Segura
Ávila y Fernando Segura Bermúdez, en la
misma puerta de Toledo.
Las tapias del cementerio capitalino
–laterales- fueron escenario de la mayoría de las muertes en la capital, como
es el caso del diputado a Cortes José María de Mateo La Iglesia, asesinado el
20 de agosto de 1936. El 22 de agosto asesinaban de forma alevosa y cobarde al
prestigiosísimo y promesa de la medicina española Dr. Luis Cilleruelo González.
El 29 de ese mismo mes era asesinado el anciano médico Manuel Messía de la
Cerda y el conocido periodista y director del diario Vida Manchega José Recio
Rodero. En el mes de septiembre se elige optativamente el puente Alarcos,
siendo asesinados un grupo el día 12 y otro el 18. El pueblo de Valverde
protestó ante el Comité, por lo que el escenario del crimen fue trasladado al
cementerio de Carrión.
Mucho se ha escrito incluso hablado del
famoso “Pozo de Carrión”. Pozo de noria que había quedado dentro del mismo
cementerio en su ampliación efectuada unas décadas antes del estallido de la
Guerra Civil. Según testimonio del alcalde de dicha población al fiscal de la
Causa General, en 1943 no se habían podido exhumar los cadáveres existentes
hasta la fecha en el interior del pozo “por
ser de bastante profundidad, calculándose habrá unos 600 cadáveres, ignorándose
la mayor parte de ellos su vecindad” [2].
Esta cifra a mi entender es demasiado
elevada y fantasiosa. Veamos.
Las primeras inmolaciones que se
hicieron por el pelotón de ejecución del Frente Popular de Ciudad Real, en las
que intervinieron miembros natos del Comité de Sangre [3] se hicieron al borde
exterior del pozo-noria. Algunas víctimas eran arrojadas vivas, incluso el caso
de Miguel Sánchez Nieto (conocido por "El Cacique") a quien un
miliciano cortó los brazos a golpe de hacha, para después empujarlo vivo a la
noria-pozo, arrojando a su fondo piedras de gran tamaño y luego cal viva. Este
ilustre ciudadrealeño fue el último arrojado al trágico pozo el 14 de
diciembre. Al parecer fue cubierto de víctimas, y el hedor que desprendía no permitía fácilmente acercarse al mismo,
por lo que se procedió a fusilar en el exterior del cementerio, siendo
enterrados los cuerpos en tres fosas comunes, reducidas hoy en el lateral
derecho, inmediatamente situadas a la entrada del cementerio. El lugar hoy está
cubierto con sencilla y amplísima lápida abierta por su centro y abriendo en sí
una sencilla cruz. De esas fosas fueron exhumadas en abril de 1939 gran
cantidad de cuerpos y los restos de los fusilados en el fatídico y tenebroso 15-17 de diciembre
de 1936. Dándose casos aislados como el lugar del crimen del Obispo-Prior de
las Órdenes Militares Españolas Mons. Narciso de Estenaga y Echevarría y su
fiel capellán Julio Melgar, siendo inmolados previo martirio en “El Piélago”
lugar, por cierto, hundido y escondido que les garantizaba poder hacer el
linchamiento con más libertad y sin complicaciones aquel 22 de agosto de 1936.
Aquella Ciudad Real enloqueció solapando
el crimen bajo la autoridad de la República, por el indeseable procedimiento de
LIQUIDAR FÍSICAMENTE a los que consideraban enemigos de la República y del Frente
Popular; derechistas, militares, clero regular y secular, banqueros,
terratenientes, propietarios, funcionarios etc. Fueron exterminados en
similitud de circunstancia que los judíos, cientos de seres humanos cuya única
culpa era tener ideas religiosas, no defender ideales del Frente Popular o,
simplemente, estar en el punto de mira de venganzas personales, de ajustes de
cuentas, débitos, o envidias vecinales. Las pasiones republicanas estaban
demandadas y las autoridades no impidieron nada. Las autodenominadas fuerzas
progresistas con el respaldo directo de los aparatos del Estado y el apoyo o
silencio de los que habían sido erigidos en referentes morales de la sociedad,
fueron actores y encubridores de cientos de crímenes en esta extensa provincia de
Ciudad Real. La España republicana se convirtió en estado totalitario que
estableció una red de campos de concentración –checas- que pulverizó cualquier
tipo de garantía legal y que difuminó arbitrariamente las líneas del derecho
penal, que se sostenía sobre la máxima de que sectores enteros de la nación
debían ser exterminados y que publicó resueltamente su decisión de sustentarse
sobre el terror de masas. Es representativo y sobradamente conocido el papel de
la socialista Margarita Nelken que afirmaba a unos días del estallido de la
guerra: “No basta para darnos garantías
con liquidar a los enemigos que ocupan cargos en los ministerios. Para tener
esas garantías indispensables, para que nuestros combatientes del frente se
sientan las espaldas protegidas a retaguardia, para que no tengan que temer que
se les apuñala por detrás, es preciso ir al fondo del asunto y encararse con la
verdad; esto es, saber y decir quiénes tuvieron la responsabilidad de que los
traidores pudieran traicionar; quiénes por su incapacidad para obrar como
verdaderos republicanos (por muy republicanos que fuesen) demostraron no tener
capacidad para defender hoy la República.”
Estadística
de las muertes según mis estudios
Oficios:
Militares: 8
Diputados a Cortes: 2
Exalcaldes: 1
Albañiles: 1
Abogados: 11
Estudiantes: 16
Banqueros: 2
Industriales: 10
Propietarios: 3
Periodistas: 4 (de ellos fueron
asesinados los dos directores de los periódicos de la Capital; Manuel Noblejas
Higueras y José Recio Rodero)
Comerciantes: 4
Médicos: 4
Practicante: 1
Funcionarios: 8
Jueces: 1
Joyeros: 1
Peluqueros: 1
Delineantes: 1
Farmacéuticos: 1
Mozo de farmacia: 1
Carpintero 1
Duques: 1
Condes: 1
Marqueses: 1
Sastres: 1
Estanquero: 1
Por meses:
Julio, 18
Agosto, 34
Septiembre, 39
Octubre, 14
Noviembre, 11
Diciembre, 20.
Total de víctimas comprobadas
fehacientemente a la baja: 150 víctimas civiles. Sumadas con las eclesiásticas,
210.
El
Obispo-Prior Narciso de Estenaga asesinado el 22 de agosto de 1936
Persecución
Religiosa
En la historia contemporánea de Europa
no existe un caso tan sobrecogedor como la Persecución Religiosa habida en
España desde 1936 a 1939. No hay precedentes que nos den reflejo de tanta
crueldad y vehemencia para hacer desaparecer a la iglesia católica de España:
13 obispos y miles y miles de religiosos
asesinados son motivo suficiente para reflexionar.
Me pregunto yo: ¿Rechazaban a los
ministros por causa de Jesús de Nazaret, o rechazaban a Jesús a causa de sus
ministros? Para mí la primera hipótesis es claramente halagadora incluso
cierta, pero la segunda también es posible y, si la rechazáramos, tendríamos
algo de irreales, fariseos o desatentos con la verdad.
Sin duda fue el odio hacia la
institución eclesiástica anidado desde décadas en profundos abusos, desmanes,
esclavitud, explotación obrera, inclemencias, caciquismos exacerbados o
desaforados, riquezas materiales amparadas por nuestra "Santa Madre la
Iglesia", que crearon pobreza y falta de credibilidad y descontento hacia
la clerecía y un caldo de cultivo propicio para el anticlericalismo. El sempiterno problema de la pobreza, la
cultura, las clases obreras marginadas de todo bienestar, la Iglesia manteniendo
en ocasiones silencio y encubrimiento de estas actuaciones injustas
socialmente, lo que generó sin más una guerra civil de consecuencias
inconmensurables.
En el caso concreto de Ciudad Real, los
Obispo-Priores habían hecho una labor extraordinariamente social, chocante en
parte con otros prelados de mentalidad muy conservadora y reaccionaria en otras
diócesis. El caso del obispo Gandasegui, hombre popular y cercano, así como su
sucesor Mons. Irastorza se destacaron por su labor de compromiso social en
sintonía con la doctrina del papa León XIII.
Pero en plena virulencia prerrevolucionaria
y del conflicto bélico, ocupaba el sillón prioral-episcopal el Dr. Narciso de
Estenaga y Echevarría, sabio varón de la Iglesia, reputado historiador, orador
admirado tanto por políticos liberales como conservadores. Eran valedores y
defensores de su perfil intelectual Ramiro de Maeztu (el hombre más culto de la
España del 36) Cotarelo Mori, Marañón, Ortega, García Sanchíz y el mismo
Presidente de la República Española, Niceto Alcalá Zamora, así como Indalecio Prieto.
Nada de ello impidió que miembros
destacados del Gobierno del Frente Popular en Ciudad Real ordenaran su
eliminación física.
Previamente a ello fue arrojado de su
Palacio Prioral manteniendo una postura serena, contundente, acertado y
valiente forcejeo con los revolucionarios, de gran autoridad moral. Hasta ser expulsado casi por la fuerza de su
propia casa. Provisionalmente estuvo hospedado en una pensión frente al Palacio
hasta que el banquero capitalino Saturnino S. Izquierdo se personó en la misma
rogando al Obispo-Prior de Ciudad Real aceptara su casa como la suya (después
este sería también asesinado pagando con su propia vida por dar refugio al
obispo-prior).
Desde el 8 al 22 de agosto pasó sus días en la casona de
los Sánchez Izquierdo, situada en la calle del Camarín. De allí fue sacado para
ser conducido a ocho kilómetros y, previo martirio, fue asesinado.
Recuerdo
de los Sacerdotes y seminaristas asesinados en la Diócesis de Ciudad Real en el
Seminario Diocesano de nuestra ciudad
Podría dar detalles de todo este crimen
con precisión, más aún tras mis casi veinte años de permanente investigación,
pero solamente aportaré un dato como botón de muestra del odio que llego a
masticarse en el ambiente revolucionario. Manuel Romero Sánchez Herrera en su
libro Durandín, estampas de la Guerra
Civil, nos dice en su página 74: “El
número de víctimas en aquellos días se producían a docenas, a cientos,
rematados todos con un tiro en la nuca. No había entierro, ni permiso o
autorización para dar sepultura particular por los familiares. Una fosa común
para todos los cadáveres: una gran zanja amparaba hombres, mujeres y jóvenes. A
veces no daba tiempo, ni el lugar lo permitía, a llevar los cadáveres al
cementerio, en cuyo caso existían pozos de huerta más o menos cercanos al lugar
del crimen, se dedicaba de sepultura”. “Inesperadamente irrumpieron en el
zaguán cuatro milicianos jóvenes que habían visitado el depósito; su atuendo
caracterizado por pañuelo de colores a la cabeza, pregonaba pertenecer a la C.
N. T. Uno de ellos, fuerte, bruto de aspecto, miró con desprecio a los sanitarios
y dijo:
-Como esos que están en el depósito
tienen que estar todos los señoritos; no siento más que no me habéis dejado
pisotear la tripa del obispo y otros más.
Podrán darse cuenta de la situación de
extrema violencia y terror a la que fue sometida Ciudad Real. Pero es aún más
interesante el dato encontrado por mí y por casualidad en un periódico de
tirada nacional extranjero, me refiero al Diario
de Lisboa, que en su edición del día 8 de septiembre de 1936, publicó un
periodista lo siguiente: “En Fernán
Caballero, creo que así se llamaba el lugar de la monstruosa tragedia que voy a
referir, subió al tren un numeroso grupo de milicianos armados con escopetas de
caza. Yo no sé lo que pasó entonces. Una bruma sangrienta anubla mi cerebro
cuando quiero referir este episodio de la Guerra Civil española que, como
tantos otros, dilaceran la hermosa y antes dulce España.
Los
recién llegados y los milicianos de la escolta empezaron a discutir, discusión
trascendental de la que pendían catorce vidas.
Los
socialistas procuraban disuadir a los asaltantes de sacar del tren a los
religiosos. Invocaban el salvoconducto, las órdenes recibidas, la necesidad de
proceder al interrogatorio de los presos en Madrid... Sin embargo los otros
empeñábanse en hacerles apear. Una mujer vestida de miliciana, harpía
monstruosa de esta escena macabra, besaba en un paroxismo sádico a uno de los
milicianos, mientras gritaba: “Hay que matarlos...” No puedo describir con
fidelidad los momentos espantosos de
esta escena. Recuerdo que Luis Seca, mi compañero de viaje, fijaba sus ojos
dilatados por la horrible visión en la miliciana horrenda que repartía besos
suplicando muertes. Vencidos al fin y temerosos de ser tiroteados, los
socialistas de Ciudad Real cedieron. Los religiosos fueron lanzados al andén y,
allí mismo, delante de todos, empleados, ferroviarios y pasajeros, sonaron
tiros, imprecaciones, gemidos, hurras de alegría, gritos dilacerantes de
sufrimientos... Las escopetas descargaron su metralla en medio de clamor
estrepitoso de detonaciones y alaridos. Cinco minutos, treinta segundos, no
sé... Un silencio imponente y asustador sucedió al ruido de antes. En el suelo
yacían catorce cadáveres...”
Uno de ellos quedó con vida y fue curado
de urgencia por la hija del jefe de estación, muriendo luego en Ciudad Real.
Los cadáveres fueron reconocidos por
autopsia exterior por el médico Pascual Crespo Campesino, así como sepultados
sus cuerpos en el Cementerio de Fernán Caballero. En 1939 fueron trasladados al
Cementerio de Ciudad Real hasta que en
el año 2000, fecha en la que por indicación e idea de este conferenciante, dada
al Postulador de los Mártires, fueron exhumados los restos para su
reconocimiento e identificación individual al estar mezclados en seis amplias
cajas. Gran labor encomendada -por idea personal e inducción y mediación
directa mía- al prestigiosísimo científico-forense-criminólogo Doctor D. Luis
Frontela Carreras entonces Director del Instituto Universitario de Medicina
Legal y CC. Forenses de Sevilla, Presidente de los Forenses Europeos y
Coordinador del equipo de 389 forenses que trabajaron en la identificación de
las víctimas del 11-M en Madrid.
Fruto del trabajo del doctor Frontela
fue el impactante informe culminado el
20 de septiembre de 2000, con casi 300 páginas, y en el que en sus
conclusiones definitivas arroja datos que son rigurosamente científicos y
determinantes.
A los veinte años de concluida la Guerra
Civil, empezaron a promoverse los procesos canónicos diocesanos de
beatificaciones y canonizaciones en los grupos de religiosos asesinados:
jesuitas, claretianos, hermanos de la salle, marianistas, pasionistas.
Mientras el régimen del Generalísimo
existía, los procesos fueron enviados a Roma; allí permanecieron hasta que
Pablo VI prefirió, equivocadamente, suspenderlos. Pasaron Juan Pablo I y, tras
la llegada del Papa que vino del Este, se validaron uno a uno todos estos
procesos por decisión personal suya.
Clero
martirizado en la provincia de Ciudad Real.
Clero
secular:
Obispo: 1
Clero diocesano: 16, de los cuales canónigos
eran 4 y beneficiados 2. Párrocos o adscritos a parroquias, 9. De este cómputo
téngase en cuenta que cuatro de ellos murieron asesinados en Madrid, uno de
ellos en las famosas mundialmente conocidas siete grandes fosas de Paracuellos
de Jarama (rvdo. Miguel Ruiz Pérez).
Capellán de obispo: 1
Clero
regular:
Religiosos marianistas: 6
Religiosos claretianos: 27, de los
cuales 17 eran seminaristas, 14 en Ciudad Real y 3 en Madrid. 9 sacerdotes, de
los cuales en Ciudad Real fueron inmolados 3 y en Madrid 5. Hermano lego tan
solo uno y en Ciudad Real (cementerio de Fernán Caballero).
Religiosos Jesuitas: 4, tres sacerdotes
y un lego.
Operarios diocesanos: 2 uno en Ciudad
Real y el otro en Castellón.
Pasionistas: 2, ambos en Carrión de
Calatrava, del grupo de 26.
Total, 60 víctimas.
TIEMPOS
DE LA JUSTICIA AZUL
El 1 de abril de 1939 expiraba la II
República. La posguerra comenzaba a partir de entonces. Los jerifaltes rojos
huyeron fuera de España; solo algunos decidieron quedarse en Ciudad Real.
Algunas destacadas jerarquías como Francisco Cepeda, José Serrano Romero,
Basilio Maestro San José, José “El Bocatortas” y César Romero Sánchez Herrero
fueron prófugos ante la inminentes entradas de las tropas de la Revolución
Libertadora, eludiendo sus responsabilidades intelectuales y materiales de
crímenes contra la humanidad.
Esclarecer que hubo también víctimas
inocentes entre los vencidos cuando se procedió en las auditorias de guerra en
los ejecutamientos. Entre otros me constan que fueron dos: el doctor Pedro
Sánchez Piedra, 5-VI-1939 ejecutado en las tapias de los religiosos marianistas
y don Enrique Ors Sardina, ejecutado el 27-I-1940.
La represión llegó de inmediato. De los
ejecutados previo proceso penal, fueron por ejemplo el doctor don Francisco
Colás R. De la Sierra, Francisco Maeso Taravilla, Mariano Bartolomé Carrasco,
más conocido por “El Bartolillo" o "El Duende Rojo”; Benigno
Cardeñoso, de la F. T. T.; José Tirado Berenguer, Jesús Menchén Manzanares
-sobrino carnal del deán José Jiménez Manzanares-, Camila Solís Bellón,
Gregoria Erena Tortajada Marín, Milagros Atienza, Antonio Vargas y el alcalde
Calixto Pintor Marín.
Ejecutados de facto y que fueron reconocidos
incluso por sus compañeros y correligionarios como verdaderos "criminales
de guerra", estaban entre muchos Antonio Maldonado Plaza, Agustín Vacas
Moreno, Felipe Terol Lois, Antonio Plaza López y muchos más.
Las primeras ejecuciones habidas en
Ciudad Real fueron efectuadas la madrugada del 5 de mayo de 1939, previas a
indagatorias y auditorias de guerra, siendo ejecutados por miembros del cuerpo
de la Guardia Civil, los declarados como “altos criminales de guerra”:
Jesús Alcázar García
Juan Aguilera Álvarez
Mateo Panadero Sánchez
Agustín Vacas Moreno
Antonio Jiménez Moreno y el médico
Francisco Colás Ruiz de la Sierra.
El número de ciudadrealeños ejecutados
asciende, según mis estudios, a 151 desde 1939 a 1944, siendo el último
ejecutado fue el famoso Pelayo Tortajada Marín, detenido en la Francia ocupada
por la Gestapo y entregado a las autoridades judiciales españolas.
Veamos: en 1939 fueron ejecutados, de
mayo a noviembre, 103 sentenciados. El año 1940 son pasados por las armas
treinta y dos ciudadrealeños. En el año 1941, ocho; en 1942, cinco; en 1943,
dos, y en 1944, uno, ejecutado por garrote vil.
La Guerra Civil española tocó a su fin,
eran tiempos de victorias y derrotas. El “Cara al sol” cantaba: “Volverán
banderas victoriosas, al paso alegre de la paz”, pero no era verdad. Las
posguerras son siempre tristes.
Hoy, a punto de entrar en el 2014 y
cumplirse los 78 años del comienzo de la mayor de las desgracias y tragedias
que alcanzó e hirió a nuestra nación, reflexionemos todos sin distinción de
clases; políticos, apolíticos, intelectuales, biógrafos e historiadores,
hombres de izquierdas y de derechas, religiosos y ateos.
Levantemos nuestra voz prorrumpiendo a
los separatismos que nos acechan con no decisivo unánime y determinante. Pues
queremos y ansiamos la Paz. Paz para nuestras regiones, paz para nuestros
campos, paz para nuestra cultura, paz para cada uno de nosotros ancha y
fecunda. Gritemos hasta quedar afónicos si es preciso, para decirle queremos
paz, paz, paz dejadnos señores separatistas en PAZ. Paz, Piedad Perdón y
Verdad. Termino esta conferencia
diciendo:
TODAS LAS GUERRAS SON, EN PRINCIPIO UNA BARBARIE, Y UNA GUERRA CIVIL, ADEMÁS DE
UNA BARBARIE EN POTENCIA, ES UNA ORDINARIEZ. PORQUE EL PUEBLO QUE LA PROVOCA Y
TIENE QUE LANZARSE A ELLA PONE CLARAMENTE DE MANIFIESTO QUE HA MALOGRADO UNA DE
LAS GRACIAS MÁS GRANDES RECIBIDAS POR LA HUMANIDAD DEL TODOPODEROSO: LA
INTELIGENCIA Y UN LENGUAJE PARA ENTENDERSE.
Muchas gracias,
Liberto López de la Franca
[1] Entiéndase la diferencia entre
fusilado y ejecutado. Fusilado es aquel individuo que es inmolado sin formación
previa de causa jurídica, ejecutado es aquel que es inmolado previo proceso
jurídico, y tras serle aplicada por un Tribunal, sea cual sea su naturaleza,
Popular, Militar, Judicial Civil, Penal, a la última pena o pena capital.
[2] AHN: CGPCR, Pieza Principal. Caja
1027.
[3] Elementos que cobraban por matar, a
pesar de ser destacados marxistas.
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