Hay cosas que, cuando transcurren los
años por ellas, y a través de esos años han afectado, de un modo u otro, en
nuestra manera de ser, en nuestra formación, aunque haya sido por el lado del
entretenimiento, se las recuerda siempre. Ocurre ahora que acaba de cumplirse,
como decíamos el otro día, el 31 aniversario del Cinema Proyecciones. Eso no
tendría mayor importancia, si no fuera porque este 31 aniversario, será el último
que cumpla ese cine, en el que tantas horas hemos pasado, gozado con nuestro
artista favorito, o con la actuación en la pantalla de nuestra estrella
preferida, aquella con la que, de jovenzuelos soñábamos. Las películas que
hemos visto en el “Proye” nos han emocionado,
entusiasmado o aburrido, según fueran las historietas filmadas y también, por
qué no, según estuviera nuestro estado de ánimo.
Días atrás, charlamos de todo esto, de
toda esa historia interesante del Cinema Proyecciones con Herrera, el popular
Herrera, que, desde que se fundó dicho cine, está al pie del cañón en el mismo.
Como es lógico y tratándose de Herrera, sabe tantas cosas que pensamos pronto
en hacer un reportaje, porque lo consideramos interesante, ya que para algunos
significará retrotraerse un poco en el pasado y para otros significará saciar
una curiosidad que, a lo mejor, resultará amena.
Está enclavado el Cinema Proyecciones en
lo que antes era un extenso huerto perteneciente a la familia Ayala, que
abarcaba, prácticamente, desde la calle Postas, a excepción de las casas que
habían sido construidas a lo largo de la citada calle, hasta donde está
enclavada hoy la telefónica inclusive. Por el otro lado limitaba con la espalda
de las casas de Juan II y con la calle que separaba a dicho huerto con el
mercado de abastos. Ya se pueden imaginar que los alrededores de aquel huerto
distaban mucho de los que hoy tiene el Cinema Proyecciones. Ciudad Real por
entonces, no sufría tan a conciencia, la transformación que hoy, mejor dicho,
desde hace algunos años está sufriendo en su fisonomía. Frente al nuevo cine se
extendía el sucio zoco del antiguo mercado de abastos, embutido entre esas
casuchas que le rodeaban en antihigiénico abrazo. La propia empresa del nuevo
cine, adecentó, en colaboración con el Ayuntamiento, cuyo arquitecto era don
José Arias, el tramo de calle que abarcaba la fachada del local.
Las calles, muchas calles de la capital estaban mal empedradas. Predominaban los huertos que, desgraciadamente, si no predominan ahora, siguen abundando. Corralones y casuchas viejas y mal construidas invadían incluso el centro de la ciudad. Sin embargo, ya había alguna hermosa calle y alguna incipiente avenida, con unos pocos edificios más o menos suntuosos que salpicaban la ciudad.
Corría febrero. Un febrero muy parecido
al de 1966 y a casi todos los febreros que para eso se gano bien ganado el
apodo de “loco”. Lluvias a veces torrenciales, fríos, días de sol, etcétera,
etcétera. El día 27 de aquel febrero de 1935 amaneció con un espeso sirimiri
que hacía desagradable el andar por andar por la calle. Y había sido elegido
aquel día, miércoles, para el solemne acto de bendecir el nuevo salón de espectáculos
cinematográficos.
El acto transcurrió con toda normalidad
dentro de la natural solemnidad que requieren todas las bendiciones de locales
o cosas nuevas. Ofició el entonces magistral de la Santa Iglesia Prioral, M. I.
Sr. D. Juan Mugueta. Asistieron las autoridades, como es lógico presididas por
el gobernador civil de la provincia don Alejandro Pérez Moya y el alcalde don
Gaspar Sánchez Rivero, amén de los propietarios del inmueble, empresarios,
invitados y personal de la empresa. Total, unas trescientas personas.
Trescientas personas que, cosa rara, no tuvieron que soportar discursos, porque
no los hubo, pero tampoco paladearon el buen vinillo de la tierra, que en
dichas solemnidades se suele tomar con el nombre de “vino de honor” porque
tampoco lo hubo. Después de recorrer las suntuosas instalaciones, de saludar
amablemente a todo el personal de la empresa y una vez instalados en las
acogedoras butacas de la sala, se proyectó como deferencia a los numerosos
invitados la película alemana, de la UFA, que a la sazón, estaba unida con
UFILMS, “Romanza húngara”. El público, que aún sentía mucha curiosidad por el “milagro
del séptimo arte”, no se complació tanto en el film que había visto, como en la
suntuosidad del local, al que auguraron larga y feliz vida en el negocio del
cine.
El edificio, de un estilo cubista, que
hacía furor en la época, porque el Sr. Picasso se le ocurrió, fue concebido y
dirigido por el arquitecto madrileño don Luis Labat Calvo, un hombre de
prestigio en toda España que, por entonces, llevó a cabo varias construcciones
en distintas ciudades. En Ciudad Real dirigió la construcción del Banco Central
de Crédito y antigua Delegación de Hacienda, si no nos han informado mal.
Ni que decir tiene, que el edificio, que
se salía, por completo, de todo lo corriente por entonces, provocó los más
curiosos y encontrados comentarios, pero en general, predominó la opinión más
favorable. Hasta hubo algunos que pensaron que con los edificios del Sr. Labat,
se iniciaba un resurgir de la capital. Sin embargo, circunstancias extrañas al
Sr. Labat y a los buenos deseos de las gentes de Ciudad Real, hicieron que ese
renacer se postergara un lustro, por lo menos.
Los hermanos León (don Antonio y don
Francisco), fueron los encargados de hacer realidad el proyecto, atrevido, por
entonces, de don Luis Labat. Además, los citados constructores plasmaron la
idea del arquitecto madrileño en un tiempo record, para la época. Se tardó en
la construcción del cine, 13 meses.
El cemento armado de la fábrica fue
facilitado por “Constructora Bilbaína”, de los hermanos Andulza. El elemento eléctrico
del local lo colocó la casa “Benito Delgado”, de Madrid. La obra de carpintería,
a excepción de las butacas que las construyó y las colocó don Juan de Dios
Imedio, se debió a don Emilio Murcia. La calefacción, que andando el tiempo, se
transformaría en aire acondicionado, fue instalada por la empresa “Indurreta”.
El equipo de proyección, que aún sigue
siendo el mismo, con las consiguientes transformaciones que han aconsejado los
tiempos, era una cabina ERNEMANN V, con amplificadores Marconi. Hay que decir a
favor de estos aparatos, además de lo que supone que aún sigan como el primer
día, que han soportado numerosos exámenes de nuevos operadores.
Y llegamos al personal de la empresa en
sus inicios que estaba constituido por: Representante, don Remigio Díaz;
auxiliar de oficina, don José María Sarachaga (fallecido); taquillera, doña
Filomena Díaz (fallecida); porteros, don Leocadio Migallón (fallecido) y don
Julián Masegosa; acomodadores de patio, los señores Ocaña y Somoza;
acomodadores de entresuelo, Octilón Arenas, y don Francisco Ruiz que, con el
señor Herrera, continua aún en el cine, siendo, por tanto, lo más antiguos en el
local, puesto que ha cambiado, incluso la empresa, pero ellos aún están ahí. En
las butacas de principal, paraíso o “gallinero”, los señores Emilio y Dámaso. De
calefactor estaba don Ramón Gallego, fallecido después en Barcelona. El Sr.
Gallego que tenía unas manos singularmente grandes, se distinguía porque sus
palmadas eran conocidas en todo Ciudad Real, por lo sonoras.
La cabina estaba constituida por don
Gregorio Sarachaga (en la actualidad, jefe de cabina del cine Sol de Madrid)
que era el jefe. Y don Adrián Sarachaga que era el operador.
Eran las encargadas de la limpieza del
local doña María Poblete, doña María Hidalgo, doña Asunción Palencia y doña
Dolores Arroyo.
De la propaganda y de todo eso que hoy
podemos llamar relaciones públicas estaba encargado el propio señor Herrera.
Y así comenzó su vida el Cinema
Proyecciones.
Emilio
Arjona, diario “Lanza”, viernes 4 de marzo de 1966, página cinco
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