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sábado, 22 de julio de 2017

LOS PATIOS DE MI PUEBLO


 
Zaguán de entrada de la casa de Julián Alonso en la calle Estación Vía Crucis. Archivo López de la Franca

Un celemín de cal; una carga de verde; un puñado de flores; una higuera, un granado, un azufaifo o un panjino, en el centro; sombra de emparrado; un pozo de alto brocal y carrillo chirriante…, y pocas cosas más, son los ingredientes necesarios. A un espacio de cuatro paredes, donde miran y ríen ventanicas desordenadas, y se abren puertas “alcagüetas”, que rebosan la intima vida, interna, de matices múltiples y sencillos de la casa, pongámosle techo de cielo, añadámosle aquellos citados componentes y, rematado y completo, queda un patio de mi pueblo.

Sanchica lo barrió, muy requetebién, esta mañana temprano; jalbegó el desconchón de junto al poyete; regó los pericones floridos; enderezó la larga vareta de la malva real que, en su primer vuelo, torcieron los “guacharillos”; hizo un ramico de geranios encarnados para ponerlos, en un vaso de agua fresca, ante el fanal del San Antonio de la cómoda; guió la enredaderá; cortó un cogollico de hierbabuena para las lentejas del puchero… La codorniz salta, arisca, cautiva en la jaula con chichonera de trapo; acecha el gato; un vencejo, al pasar volando, chilló, desde lo alto, los buenos días…

Se metió Sanchica en lo oscurico de la casa, para hacer las camas. Sus cantares salían por el ventanico y les puso estribillo el canto de la codorniz con su “güenpanhay”. Atizó la lumbre; lavó; tendió la ropa, al sol, para que blanqueara como la nieve y oliera a limpia; cosió; planchó; “hizo bolillos”, trajinó todo el día, y se repeinó, muy bien y prieto, para al anochecer, venir de la fuente con el cántaro al cuadril y por casualidad, ¡claro es!, toparse con su cortejo que del “piazo” viene haciendo que la yunta rompa chispas, en el empedrado, al chocar las herraduras con los cantos cuarcitosos.

Y luego, más al anochecer aun, sentada “a la fresca” en la puerta de la casa, con el tapiz, jugoso y florido, del ensombrecido patio como fondo, ¡A colgar ilusiones moceriles en cada una de las estrellicas que fueron encendiendo, en el cielo, las dulces campanadas del Ángelus catedralicio!

 
Un patio de la calle Lentejuela. Fotografía Julián Alonso años cuarenta del siglo XX.

“De rosas y claveles
y de alhelíes,
se te llena la boca
cuando te ríes”

¡Patios de mi pueblo! A veces señoriales, con pétreas columnas que sostienen el cobijo de las galerías que los circundan, a lo solariego e infanzón. Aquel, con colgaduras de pasionarias y campanillas que cubren los rollizos del cobertizo donde se abre la puerta de la bodega, mansión de hirviente vino varón, o donde se cierra la trampilla de la cueva, cuyas honduras refrigeran el lebrillo de la sangría, la fuente de gazpacho con tomate y pepino y el agua, de la alcarraza, pajiza.

En vosotros, patios rústicos y sencillos, arrastran los chicos sus juegos y desnudeces; se pelean las madres; se chismorrea y se ríe; al sol del invierno, hace pleita el viejo y remienda la “agüela”; platican los novios; huele a nuégados, por los santos, y a matanza reciente, por San Andrés; llega el resoplido del asnico y el balar de la cabra en la cuadra vecina; tejen, si llueve, encajes de agua y, en la sequía estival, pintan su amarillo de jaramago las canales…

Es uno de vosotros, patios moriscos, al pié del granado, apuñalaron, y enterrado está, al doncel cristiano, amante de la bella morisca, buena, que murió conversa, y la sarracena, mala, danzaba, en otro del Alamillo, sus contorsiones eróticas, envenenadas.

En vosotros, cristianos, por la Cruz de Mayo, rezan las vecinas, entre pimpollos que empiezan a florecer y arrullo de palomas, aquella rancia oración de:

 
Patio en la calle Morería con la típica higuera. Fotografía Julián Alonso años cuarenta del siglo XX.

“¡Vete de aquí Satanás,
que no tienes parte en mí,
ni la tendrás,
porque el día de la Cruz,
dije mil veces Jesús, Jesús…!”

El dintel de vuestras puertas, patios hebreos de la Cruz Verde, ¿Cuántas veces lo rociaron, las apostasías, con sangre de res sacrificada?

La luna de enero os cuaja de plata bruñida y helada, y la culebrilla de la tormenta derrumbó la chimenea alta y blanqueada. La primera amonestación de Sanchica os ensució de vinazo, de papeles arrugados de colorines, que envolvían las yemas de dulce, y de migas de bizcocho y de mantecados, y os aderezó el repiqueteó de las castañuelas y los aires de las seguidillas. ¿Os acordáis qué triste se puso la madreselva, cuando se llevaron al camposanto a Casildica?.. Sabéis de consejas y curanderías, y un tantico de adobos y untos de la vieja tía Pepota, la de las ristras de ajos y guindillas colgando sobre el camastro coronado por estampa santa. ¿Y la madrugada, negra, en que se escapó la moza.. que volvió, al cabo, hecha madre?

Doña Dulcinea, señorona y discreta, con manos finas y pulidas, riega macetas de hortensias orondas, poda rosales y a cascabeles suena, al menearse, el manojo de llaves que lleva pendiente de la cinturilla del delantal casero, hacendoso. Mientras, don Ramón, en sillón frailero y el lebrel a sus pies, lee, reposado, en el umbroso rincón del patio, su libro de horas. Hoy, el señorito Ramón, bajo el emparrado y en pijama, a rayas azul y marrón, descansa sus ocios sentado, con los pies más altos que su ondulada cabeza de desmesurado tupé, fumando tabaco cansino, con olor a higos, pensando en Sarita…

Un celemín de cal; una carga de verde; un puñado de flores; una higuera, un granado o un azufaifo, en el centro; sombra de emparrado; un pozo de alto brocal y carrillo chirriante…, y pocas cosas más, son suficientes para componer un patio de mi pueblo, y techarlo de cielo, y que en él se derrame la vida polimoría, abigarrada, sencilla, de la casa.

¡Tristes las casas sin patio! ¿Verdad?

Julián Alonso Rodríguez, Programa de Feria y Fiestas de Ciudad Real, Agosto de 1958

 
Patio del Monasterio de las Terreras. Fotografía Julián Alonso años cuarenta del siglo XX.

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