El simpático y prestigioso alcalde de Ciudad Real, apenas empuño la vara simbólica de su autoridad, como se decía en otros tiempos, dio un oportunísimo bando para la recogida de los canes callejeros que pulula, ¡ay! demasiado por la capital de la Mancha.
Hace días, Sr. Acedo Rico promulgaba otro sobre la obligada vacunación antirrábica de los perros, para evitar si mordieran alguna persona la inoculación del virus que produce tan terribles consecuencias.
Ambos bandos han merecido el unánime aplauso de esta ciudad; pero nos preguntamos con cierta desconfianza ¿qué medios coercitivos tiene la Alcaldía para llevar a feliz realización sus alabadas órdenes?
Calles y plagas se ven plagadas de perros completamente sueltos, al parecer sin dueño, pues ni llevan bozal ni número, en fin, nada que garantice la seguridad personal.
Ayer me decía un amigo muy formalmente que iba al Ayuntamiento a proponer que a la plaza donde tiene su casa le sea cambiado el nombre popular y de una Virgen sacratísima por más señas, con un convento e iglesia, por “Plazuela de los Perros”, pues de día y de noche, se congregan tantos que con sus riñas y mordiscos, aullidos etc., etc. no dejan de vivir ni descansar a los vecinos de aquellos contornos.
Sostuve con dicho amigo un verdadero pugilato, por alegar mi mejor derecho a tal cambio de nombre que conceda tal honor a la céntrica Plaza de José Antonio, porque en ella durante la noche y el mismo día verdaderas jaurías de esos animalitos, ladran riñen y destrozan los jardines de tan concurrido sitio.
Señor alcalde: con todo el afecto y alta consideración que nos merece como particular y como la primera autoridad de nuestro pueblo, le rogamos haga cumplir sus oportunos y magníficos bandos y que no sean letra muerta, consiguiendo de este modo la tranquilidad y aplauso del vecindario ciudarrealeño.
Emilio Bernabeu. Diario “Lanza” jueves 28 de agosto de 1952
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