Uno de los mayores conocedores de las calles de Ciudad Real, por obligación y por devoción, es el actual concejal de Cultura y Turismo; Rafael Romero, quien explicó a La Tribuna muchos significados del callejero.
El también presidente de la Asociación Mazantini detalla que la estructura de lo que es hoy el centro viene determinada por las antiguas murallas, con siete puertas que se abrían a otros tantos caminos reales: Toledo, Calatrava, La Mata, Granada, Ciruela, Alarcos y Santa María, a las que se unió en el siglo XIX y a continuación de la anterior, la puerta del Carmen, que tomó el nombre del cercano convento intramuros que también daba nombre a la calle.
Es obvio que estas puertas dieron nombre a sus respectivas rondas y a las calles que conducían a ellas, estas calles determinan además la estructura interna de la urbe, aunque con la salvedad de que hasta bien entrado el siglo XX la trama urbana sólo ocupó una parte del recinto murado, mientras que los solares más cercanos a las defensas estaban normalmente dedicados a huertas.
Por cierto, Romero aclara un truco para saber en qué ronda se encuentra uno: si se sigue la calle por ejemplo, Ciruela; al llegar a la ronda; donde estaría la correspondiente puerta hay que girar a la derecha de modo que el paseante se encuentra mirando la ronda de Ciruela y a su espalda está la ronda de Granada.
Claro que muchos de los nombres de calles,
sobre todo de las que se pueden considerar de segundo orden, han cambiado
varias veces de nombre a lo largo del tiempo, incluso las principales (La calle
Alarcos se llamó “Mártires” en la postguerra).
Algunas de las vías de la trama interna tienen un nombre de fácil explicación, aunque hoy nos puedan parecer chocantes. Por ejemplo, y para seguir en las proximidades de la ronda, la calle Portillo de Barragán, una minúscula vía entre la ronda de Alarcos y la calle Aben Canes recuerda la existencia de un portillo que en ese mismo punto y con ese nombre permitía salir de la ciudad sin necesidad de llegar a las distantes puertas de Alarcos o de Santa María.
A su vez, la calle Aben Canes, que es relativamente reciente, hace referencia al primitivo nombre de lo que hoy es el parque de La Atalaya, puesto que en esa altura existió una pequeña torre propiedad .de un morisco con ese nombre, con lo que el paraje pasó a llamarse la Atalaya de Aben Canes, aunque hoy ha perdido el “apellido”.
A veces es todo un grupo de calles el que recuerda la actividad. que allí se desarrollaba. Junto a la plaza Mayor, ya de por sí un importante lugar de comercio, se encuentra la calle Mercado Viejo, que va a dar a la calle Feria (también una función comercial) y a la calle Postas, donde se descargaban las mercancías, pero aún hay más, el hoy pasaje Alcor, se denominaba antes Alcaicería, palabra árabe con la que se designaba la calle en la que se vendían productos de especial valor.
Pero hay más calles que a lo largo del tiempo han perdido su antigua denominación; es el caso de la calle Libertad, que en otro tiempo recibía el nombre de la calle de la Sangre, probablemente como eco de alguna revuelta en la aljama judía o de alguna matanza perpetrada en el barrio hebreo en la turbulenta época de las persecuciones.
Otros cambios son también curiosos, Ruiz Morote
se llamaba calle Dorada; General Rey, era la calle Ballesteros, General Aguilera
era la calle de los Arcos, por una arcada sin edificios que cerraba la Plaza
Mayor en donde hoy está el Ayuntamiento; la calle de la Inmaculada se
denominaba de los Terreros; María Cristina se llamó de las boticas -aún hay dos
farmacias- y antes Correheduría.
Diego Farto. La Tribuna de Ciudad Real, domingo
22 de agosto de 2004
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