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viernes, 19 de abril de 2024

FIN DE UN EDIFICIO CON MUCHA HISTORIA

 



Como si de la pinza de un gigante cangrejo se tratara, una máquina trabaja desde ayer en la demolición del antiguo edificio que, pese a que fue proyectado para ser un hospital de tuberculosos, albergó hasta 1996 el psiquiátrico de la Atalaya. Comenzó así la desaparición de un inmueble que durante años, desde que comenzara a construirse en 1942, ha sido, por motivos muy distintos a los que supusieron su concepción, uno de los edificios emblemáticos de Ciudad Real. La curiosidad y las innumerables leyendas que ha generado siempre este edificio, especialmente en los últimos años entre los más jóvenes, desaparecerán definitivamente dentro de 15 días, cuando ya no quedarán más que sus escombros con los que arreglar los caminos de la provincia.

Después de que el pasado mes de agosto saliera a licitación por procedimiento urgente, y tras salvar numerosos escollos, finalmente ayer se inició la demolición del antiguo edificio de la Atalaya, una actuación que se concluirá en el plazo de una semana y que cuenta con un presupuesto aproximado de 114.00 euros.

Así lo explicó ayer la delegada provincial de Bienestar Social, Prado Pérez de Madrid, durante una visita que realizó a la zona, para comprobar in situ el derribo que está desarrollando la unión temporal de empresas (UTE) de Pérez del Río SL y Hadinsa Ambiental, ambas de Pamplona, a través de una máquina -ya que hoy llegará la segunda- que a través de una especie de "tijera" va cortando el edificio desde las plantas superiores a las inferiores.

"Esta obra era urgente debido al mal estado que se encontraba el inmueble y el peligro que conllevaba, ya que por más que poníamos vallas en la zona, la gente seguía entrando.

Entonces, tras una primera investigación para comprobar quien era el propietario que resultó ser la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha, sacamos a concurso el proyecto y por fin hoy se ha iniciado", explicó Pérez de Madrid.




Respecto al futuro que se le dará a la zona, la delegada provincial de Bienestar Social reconoció que aún se están barajando varias opciones, porque se trata de un lugar privilegiado y que dispone de muchos metros cuadrados, concretamente entre 50.000 y 60.000.

"Entre las opciones que estamos estudiando se encontraría, por ejemplo, que el solar se convierta en un parque medioambiental con un aula de la naturaleza o la creación de un campamento o un albergue juvenil. Pero también se ha pensado en su utilidad para las personas mayores, por lo que podría crearse un área de descanso para ellos", apuntó Prado Pérez de Madrid.

Unas posibilidades a las que por cierto, también se refirió la candidata del PP a la alcaldía de Ciudad Real, Rosa Romero, quien propuso, además del albergue juvenil, un museo de la naturaleza y una senda verde.

 

Años de incertidumbre

Con esta demolición se pone fin a años de incertidumbre en los que se barajaron multitud de opciones, como la de reconvertirlo a un centro geriátrico, para el mastodóntico edificio que quedaba definitivamente cerrado el 25 de marzo de 1996.

Durante estos diez años, el inmueble ha sido uno de los lugares preferidos por muchos jóvenes Ciudarrealeños para hacer botellón mientras esperaban descubrir tos misterios que las leyendas urbanas han concedido al mismo.




Pero lo cierto es que el único “misterio” que albergó este edificio fue el de una concepción sobre la discapacidad que hoy en día no cabría en la cabeza de los ciudadanos, y en la que cuanto más se les aislara del mundo exterior mejor, ya que muchos lo consideraban un "castigo de Dios". Así, con esta demolición, se han derrumbado también, simbólicamente, aquellas ideas del pasado dignas de desterrar.

De esta forma, ayer comenzó el fin de un edificio que sí que ha estado marcado por su “mala suerte” desde el principio, ya que aunque se inició en 1942, no se finalizó hasta 1971 porque su construcción se paralizó en varias ocasiones. Asimismo, tampoco llegó a ser un hospital para tuberculosos porque cuando se concluyó ya se había erradicado la enfermedad.

El Hospital Psiquiátrico Infantil "La Atalaya", tal y como se denominó en sus inicios, cuando llegó a contar con 266 internos y 33 mediopensionistas ha comenzado a formar parte desde ayer, de la historia de Ciudad Real, permitiendo ver un horizonte más amplio desde la ciudad y desde la Atalaya.

Mercedes Camacho. Diario Lanza viernes 4 de mayo de 2007



jueves, 18 de abril de 2024

LA ATALAYA ESPERA EL FIN TRAS 25 AÑOS DE SERVICIO Y 11 DE SOLEDAD

 



La licencia de obra para iniciar el derribo del Centro de Discapacitados de La Atalaya se entregará la semana próxima y a partir de ese momento las empresas adjudicatarias tendrán vía libre para reducir a escombros un edificio que sólo estuvo en funcionamiento efectivo durante 25 años.

Para el director del complejo en el momento del cierre y hoy responsable del Centro Guadiana, Santiago Alonso, éste es un momento de sensaciones ambivalentes, «es un lugar en el que he vivido mucho tiempo, en el que trabajé con mucha intensidad, tanto en momentos duros como en los agradables y donde puse y recibí muchísimo cariño. En ese sentido, me da pena el derribo». El otro extremo de dicha ambivalencia es que la demolición, «de alguna manera pone fin a un modelo muy antiguo de tratamiento de la locura que ya no tiene sentido ni cabida en la sociedad actual y me alegro de que lo tiren».

Antes que centro de discapacitados psíquicos, el complejo de La Atalaya había sido un hospital psiquiátrico infantil en el que confluyeron niños de toda España. Aquella fue una forma de dar utilidad a un gran centro sanitario al que la propia medicina había dejado sin razón de ser antes de la inauguración.

El proyecto de La Atalaya data de 1942, cuando se diseñó como Sanatorio de enfermedades torácicas, en una época en que la tuberculosis era un mal muy extendido. Pero cuando el edificio se terminó de construir, la ciencia había. conseguido reducir la incidencia de la enfermedad, por lo que nunca se llegó a utilizar como tal.




NUEVO USO. En 1971 el Gobierno aprobó el cambio de destino del edificio a sede del Hospital Nacional de Psiquiatría Infantil. En unos meses llegaron los residentes, niños y jóvenes de 5 a 21 años procedentes de toda España que periódicamente recibían la visita de sus progenitores. El periodista Pedro Peral recuerda que las familias de menos recursos «llegaban en el autocar y pasaban todo el día en La Atalaya.

Con la llegada de la democracia y la estructura autonómica del Estado, la responsabilidad sobre el hospital se transfirió a la Junta de Comunidades entre 1981 y 1985. La nueva Administración renombra el hospital como Centro de Discapacitados Psíquicos Profundos.

La redenominación incluía un cambio en el enfoque terapéutico yen un último extremo una mayor incidencia en la reinserción del paciente que, al final, sería determinante en el abandono del edificio.

Fue en esa nueva etapa cuando se hizo cargo de la dirección Santiago Alonso, quien recuerda «la ilusión con que recibieron todos casi hace 20 años, fue el 1 de abril. Los trabajadores, las familias, los propios pacientes, todos tenían muchísimas ganas de cambiar las cosas y de hacer un esfuerzo para aumentar la calidad de vida de los residentes».

En 1994 se iniciaron las obras de acondicionamiento del edificio del convento de las Adoractrices, situado en la ronda del Parque de Ciudad Real, como nuevo centro de discapacitados que sustituiría al de La Atalaya. Estos trabajos duraron hasta 1996, que fue cuando se produjo el traslado a lo que hoy se denomina Complejo Residencial Guadiana.

Desde entonces, el edificio de La Atalaya ha permanecido vacío, y ha sufrido durante casi 11 años un notable deterioro. Hubo algunas propuestas para reutilizarlo, entre ellas su cesión a la Guardia Civil o la instalación de una residencia de mayores. Ninguna fructificó.

 



Un gran lienzo entre escombros para los amigos del espray

La antigua residencia de discapacitados de La Atalaya aguarda la llegada de las excavadoras que la harán desaparecer de la falda del monte que le da nombre en un estado lamentable fruto de la soledad y los años de abandono, pero también de la mano de las personas que poco a poco han ido destrozando su interior. Aunque vista desde la parte baja de la carretera, esta inmensa construcción no parece que esté en demasiado mal estado, salvo por algunas pintadas un poco más grandes.

Una vez en el recinto se aprecia que casi hasta el último centímetro de la planta baja de la fachada se ha aprovechado para realizar grafitis, la mayoría de las ventanas han desaparecido y una parte de las habitaciones muestran todavía las señales del incendio que hace unos años se produjo entre las ruinas.

Todo el interior está lleno de escombros y en las paredes se repiten grafitis con reivindicaciones políticas o sociales, expresiones a favor de determinadas corrientes musicales y ocurrencias cuyo sentido real sólo conocen sus autores.

Los huecos de los ascensores situados junto a la escalera están igualmente llenos de cascotes que ocultan en parte lo queda en las cabinas, unos metros por debajo del nivel de entrada. Ocasionalmente, restos de un mueble o una puerta calcinados indican donde se prendió una hoguera. El aspecto general es tétrico y sólo la pista deportiva, pintada para una competición de coches de radio control y el antiguo campo de fútbol dan una falsa sensación de normalidad.




La zona situada entre la piscina y el edificio principal presenta restos de difícil catalogaci6n, tal vez piezas de los talleres o restos de muebles, incluso la mitad de una pila aparece en medio de las cenizas de una hoguera. Por todo el recinto afloran botellas, vasos de plástico, bolsas de supermercados y otros productos, sobrantes de posibles fiestas nocturnas.

No es de extrañar que con ese aspecto el edificio haya despertado la fantasía de algunas mentes más o menos enfermizas, como las que a mediados del año pasado animaron al equipo de un programa de televisión centrado en supuestos fenómenos extraños a realizar una visita a La Atalaya, de la que salió un reportaje en el que se daba, pábulo a sucesos que nunca ocurrieron o se recordaban otros hechos ocurridos en el parque forestal como asociados por extrañas fuerzas al edificio, tal fue el denominado crimen de los novios.

En este sentido, el antiguo director del Centro de Discapacitados. Santiago Alonso. señaló que el próximo derribo del edificio «acabará con especulaciones y visitas que pueden dar lugar a un accidente». De hecho, este edificio ha sido el escenario de la crónica de sucesos real, como incendios o la caída de un visitante por el hueco de uno de los ascensores.

La Tribuna de Ciudad Real. Domingo 4 de febrero de 2007 



miércoles, 17 de abril de 2024

EL SANATORIO QUE NUNCA FUE

 



La incidencia de tuberculosis en la mortalidad descendía en los años cuarenta, pero su índice seguía siendo alto en comparación con otras enfermedades en España. Seguía siendo un problema para la economía del Estado y para la estabilidad social.

Durante la guerra civil la situación sanitaria y los problemas de abastecimiento alimentario agravaron las condiciones de propagación de esa endemia que causaba 33.000 muertes anuales. Por ello la construcción de sanatorios para curar a los recuperables y aislar a los incurables era una actuación necesaria y con este objetivo se puso en marcha el Plan de Construcciones del Patronato Nacional de Lucha contra la Tuberculosis. En las primeras décadas del siglo XX se habían realizado pequeñas actuaciones desde iniciativas privadas y durante la Segunda República se inició un cambio que no llegó a modificar el incremento de las listas de espera.

Real Patronato Antituberculoso

Antes de terminar la guerra civil, el gobierno de Franco comenzó su actividad contra la tuberculosis y transformó el Real Patronato Antituberculoso, autofinanciado hasta entonces como fundación privada, en un organismo con cargo a los fondos del Estado. El nuevo Patronato Nacional de Lucha contra la Tuberculosis comenzó, en plena guerra, la construcción de treinta y cinco sanatorios antituberculosos que no se terminarían hasta mediados de los años cuarenta.

Al frente de la Dirección General de Sanidad estaba José Alberto Palanca, que había ocupado ese mismo cargo en el Gobierno de Primo de Rivera y que desde 1936 era jefe del Servicio de Sanidad Nacional. En noviembre de 1940 se aprobó la construcción urgente de sanatorios antituberculosos con capacidad para 20.000 camas. Para ello se hizo una previsión de 45 millones para funcionamiento del Patronato y 178 millones para la construcción de sanatorios.




A comienzos de 1941 Palanca, en el segundo número de la Revista Nacional de Arquitectura, solicitó la colaboración de los arquitectos. Dos años después, en marzo de 1943, la misma Revista Nacional de Arquitectura dio cuenta de la marcha del Plan de Construcciones Sanitarias del Patronato Nacional Antituberculoso y planteó un Concurso de Anteproyectos de Sanatorios Antituberculosos de ámbito nacional.

Para ello se había dividido el territorio en diez regiones peninsulares, tres insulares y el Protectorado de Marruecos y demás posesiones africanas. Se planteaba la construcción de sanatorios con una capacidad de 16.000 camas nuevas que se sumarían a las 5.755 existentes y a las 10.245 que estaban en fase de construcción. El Concurso planteaba unos tipos de sanatorios que luego se desarrollarían con sus peculiaridades en cada lugar. Como condición general, se pedía una mínima distancia de las poblaciones, para evitar problemas sobre contagio aunque no demasiado alejados para facilitar la visita de familiares, reducir gastos de mantenimiento y prescindir de viviendas para el personal.

Concurso nacional de sanatorios

El primer premio de los tres tipos y zonas fue para el equipo formado por Ernesto Ripollés, Aurelio Botella, Sebastián Vilata y Ambrosio Arroyo. El proyecto presentaba una gran cantidad de datos referentes a programas y protocolos funcionales, esquemas de organización, superficies y volúmenes de aire de las diversas piezas. Se presentaban plantas, alzados y secciones de los tipos propuestos para doscientas, trescientas y cuatrocientas camas, concretados respectivamente para el caso norteño, mediterráneo y castellano.

Este será el modelo de sanatorio institucionalizado en el Plan de Construcciones de Lucha contra la Tuberculosis, como muestran los numerosos sanatorios de entre 200 y 250 camas construidos por el Patronato Nacional Antituberculoso, tales como el Sanatorio El Caubet en Palma de Mallorca, el del Doctor Novoa Santos de El Ferrol en La Coruña, el Sanatorio de Ciudad Real, el de Fuentes Bermejas de Burgos, el Sanatorio Virgen del Valle en Toledo, el Sanatorio de Linares en Jaén o el de Almería decían los escritos sobre la actividad del Patronato.




La Atalaya

En 1943, el ayuntamiento de Ciudad Real compró los terrenos de La Atalaya a un particular tras la petición hecha al Consistorio dos años antes por la Delegación Provincial del Patronato de Tuberculosos de que adquiriera terrenos para la construcción de un sanatorio. El lugar elegido, la Atalaya, una pequeña elevación situada a pocos kilómetros de la ciudad, reunía las condiciones de aislamiento necesarias y una buena situación para sus condiciones de soleamiento y ventilación.

Las obras comenzaban en 1954 y en febrero de 1955 las obras del sanatorio antituberculoso tenían terminada la primera planta del edificio previsto para 300 camas. Las obras avanzan muy lentamente y en noviembre de 1960 el gobernador de la provincia, Utrera Molina, solicitaba se terminase de construir el edificio y que el Patronato Nacional antituberculoso cediese el edificio al Patronato de Atención Psiquiátrica.

En febrero de 1961 se firma el traslado del edificio de manos del Patronato Nacional Antituberculoso a Patronato Nacional para que este lo ceda al Patronato Nacional Psiquiátrico. En ese momento se hablaba de la necesidad de un proyecto de adaptación valorado en veinte millones de pesetas y el equipamiento que permitiría disponer de espacio para 400 camas. A lo largo de los años de esta década se reiteran las peticiones para que el edificio se ponga en funcionamiento.

En mayo de 1967 un artículo del diario Lanza titulado “Buenos días, El sanatorio de la Atalaya” recordaba cómo los avances médicos habían dejado, afortunadamente, inútil la construcción prevista para sanatorio antituberculoso. Y en ese momento se pedía se pensase en un nuevo uso y en la terminación de las obras.




Nuevos usos y final del edificio

El sanatorio no llegó a funcionar como sanatorio antituberculoso dados los avances que se producen en la medicina de los antibióticos. En 1944 se había descubierto la estreptomicina y en 1952 se descubrió la isoniacida (hidracina del ácido isonicotínico) primer antibiótico específico que permitía curar la tuberculosis. La aparición de la rifampicina en la década de los sesenta​ acortó notablemente los tiempos de curación, lo que hizo disminuir el número de casos nuevos de manera importante hasta la década de los ochenta.

Finalmente será necesaria una inversión de más de 35 millones de pesetas que llegarán a principios de los años setenta junto a otros nueve millones necesarios para su equipamiento. El proyecto de la Atalaya se terminó a principios de 1970 y comenzó su actividad en 1971, como Centro regional para minusválidos psíquicos, dejando de funcionar en 1996 manteniendo por tanto 25 años de funcionamiento.

En su primera etapa llegó a contar con 266 internos 33 mediopensionistas, menores de 21 años que, al ser un centro de carácter nacional, provenían de varios puntos de la geografía española. Su primer director fue Manuel Díaz-Mor García, que había sido el jefe del Servicio de Psiquiatría Infantil del Instituto de Ciencias Neurológicas, Francisco Torres. El edificio funcionó como Centro Regional de Minusválidos Psíquicos hasta que se trasladó a la ciudad quedando abandonado y finalmente demolido en mayo de 2007, diez años después de su cierre definitivo.

Fuente: https://www.lanzadigital.com/blogs/el-sanatorio-que-nunca-fue/



martes, 16 de abril de 2024

LA ACTUAL CAPILLITA DE NUESTRA SEÑORA DE LA ATALAYA ES DE PRINCIPIOS DE LOS AÑOS NOVENTA DEL PASADO SIGLO

 



La actual capillita dedicada a la Virgen en el Parque Forestal de La Atalaya, tiene sus orígenes a principios de los años noventa del pasado siglo, cuando el matrimonio formado por Máximo Ciudad y su mujer Alicia, decidieron realizar una pequeña capillita en este paraje forestal, que en un primer momento quisieron dedicar a la Sagrada Familia. El maestro albañil encargado de instalar la capillita fue Juan Felix Patón Patón, y una vez que estaba terminada fue bendecida y se puso una placa recordando tal acontecimiento. La fotografía facilitada por Oscar Patón, nos muestra como era en sus orígenes la capillita, muy transformada en la actualidad.

 

lunes, 15 de abril de 2024

NUESTRA SEÑORA DE LA ATALAYA

 



España es tierra mariana por excelencia. La consagró, el año pasado, el Jefe del Estado al Corazón de María, pero desde los primeros tiempos de la cristiandad, había arraigado aquí la devoción a la Virgen y cada español con sus virtudes y sus defectos, le había consagrado ya su corazón. La proclamación comunitaria de este amor por el Caudillo no hacía, pues sino refrendar el cariño y afecto individuales.

La España del Pilar y la Purísima, la España defensora del dogma de la Asunción antes de ser definido por la Santa Sede, inventa cada día una nueva advocación a la Virgen, a la cual más poética y entrañable, más bella y hermosa, para ir jalonando los caminos y las encrucijadas, los montes y los valles, los templos deslumbrantes y las ermitas humildes, con el nombre de María. Cada hecho saliente, cada batalla, cada milagro o cada favor de la Señora han dado lugar a otros tantos bellos nombres, verdadero florilegio de sentidas e intimas expresiones, casi nos atreveríamos a decir piropos de hijo enamorado a su Madre. Por amor y por imaginación, es en España donde mayor número de distintos nombres tiene la Reina del Cielo, auténtica letanía que supera a la lauretana que rezamos después del Rosario porque, si en esta la llamamos Torre de Marfil o Sede de la Sabiduría, en la letanía española la llamamos Virgen de la Victoria, de las Viñas, del Prado, de la Paloma, del Amor Hermoso o del Monte.

 



Y ahora, en la Mancha de María -no podremos olvidar fácilmente el desfile de imágenes de la impresionante procesión de la clausura del año Mariano en nuestra capital- surge la advocación sencilla, rústica y montaraz, con la sencillez de los pastores de Belén, de Nuestra Señora de la Atalaya, nombre íntimamente ligado a Ciudad Real.

Han sido unos muchachos, los de las Escuelas “Hermano Garate”, quienes han plantado, en lo alto de La Atalaya ciudarrealeña, la imagen que reproducimos. Su estilo, con aire de humilladero, se adapta al paisaje de las cumbres y por casi todas las de España se ven ya imágenes semejantes, que han sido llevadas por manos juveniles de las escuelas, colegios e instituciones que rige la Compañía de Jesús. Más que un exvoto, es bandera, airón que se eleva allá donde el cielo está más cerca de la tierra y el aire es más puro; donde el caminante puede hablar más directamente con Dios en el silencio sobrecogedor de los campos y las estrellas.




Si el transporte del porvenir ha de discurrir por las alturas, estos hitos marianos serán faro seguro para los navegantes aéreos que, cuando vuelen sobre España, sabrán que se hallan encima de ella porque, en cada monte y cada sierra, habremos levantado un altar a la Virgen. Siempre la devoción mariana será punto de diferenciación para nosotros y por ella se nos habrá de distinguir de los demás pueblos.

De muchas cosas podemos enorgullecernos, con santo y noble orgullo, como de la colonización y cristianización de un Nuevo Mundo, pero de nada tanto como de ser alféreces y adelantados de la devoción de María. Hasta el Rosario que hoy se reza en el seno de las familias de los cinco continentes y que se ha reconocido como el mejor escudo de la catolicidad por el gigantesco apóstol P. Peytón, nació en España. Y allá donde oigamos el grito de ¡Por Santa María!, a buen seguro, estará o habrá estado un español.

Carlos María San Martín. Diario “Lanza”, jueves 13 de octubre de 1955  



domingo, 14 de abril de 2024

NOTA GRÁFICA EN LA REVISTA VIDA MANCHEGA

 



La revista “Vida Manchega” fue una revista publicada en nuestra ciudad entre 1912 y 1920. Sus páginas contienen abundante material gráfico e información de diversos eventos, personajes, ciudades, etcétera, referidos a las provincias de Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo. La imagen que publicó hoy es de 1912 y es un grupo de ciclistas en el Parque Forestal de “La Atalaya”. 


sábado, 13 de abril de 2024

“LA ATALAYA” EN LA OBRA DEL SIGLO XIX DE JOAQUÍN GOMEZ

 

Mujeres lavando ropa en el arroyo de La Atalaya. Revista “Vida Manchega” 25-12-1917


En el manuscrito escrito en el siglo XIX por Joaquín Gómez: “Historia de la Ciudad de Ciudad Real y Estracto histórico de España y lista de sus Reyes, casamientos y muertes”, se aporta unos datos históricos sobre La Atalaya, que a continuación voy a reproducir:

A la banda de Oriente hay un cerro casi igual en altura al de Alarcos, y desemejante por tener muchas heredades, el que se llama “La Atalaya”, sin duda por una que antiguamente había en la puerta de las más elevadas peñas, desde donde ciertamente se descubre mucho terreno.

Es un sitio apacible por los Olivares, las Viñas, la Caza, bastantes yerbas aromáticas, diversas flores, y Colmenas en varios puntos. En la temporada del Invierno, que hay agua, es un paseo agradable a los vecinos de Ciudad Real; siendo lastima no se componga el Camino, que a veces se pone intransitable, cuando los propietarios costeándolo, ganarían por evitar el que huellen sus tierras y estropeen las siembras.

Del mismo modo convendría depositar las aguas, dirijiendolas con mas aseo y utilidad, pues bastantes mujeres haciendo días de campo, van a labar en aquellas corrientes; y los aguadores cargan en una pequeña e inmunda arca, que ni está cubierta, ni impide se llegue a ella toda clase de animales. A la derecha del arca había una hermita del Angel, por la que el primero de marzo es de suma concurrencia.”