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lunes, 31 de agosto de 2020

EL DESAPARECIDO VOTO A LA INMACULADA CONCEPCIÓN EN CIUDAD REAL


Vista del interior de la iglesia de las Concepcionistas 

En Ciudad Real, la devoción a la Inmaculada Concepción se remonta a siglos atrás, cuando sus corregidores, alcaldes, regidores y demás oficios de justicia, juraban defender y sostener aun a costa de su vida esta creencia de la fe católica. Así el Ayuntamiento en 1631 decretó un voto especial, una obligación perpetua de celebrar la Concepción de la Virgen en el Convento de San Francisco, cuyos religiosos eran grandes devotos y propagadores de esta advocación mariana.

Nos lo recuerda D. Inocente Hervás y Buendía en su Diccionario Histórico, Geográfico, Biográfico y Bibliográfico de la Provincia de Ciudad Real: “En este Ayuntamiento se confirió y trató largamente de cómo siendo la primera deboción de esta ciudad el Misterio de la Concepción de Ntra. Sra. la Virgen María y que está establecido y acordado antiquisimamente que antes de ser recibidos al uso de sus empleos así los Srs. Corregs. como otro cualesquier oficios así residí. jurados como los demas que les recibiesen en esta ciudad ayan de jurar de defender este Misterio y que no obstante y de que en su consecuencia todas las imágenes que se hallan en el Oratorio de esta ciudad como en la Audiencia ppca. y fuera de ella en la parte exterior son con la advocación de este Misterio: no se celebra voto anualmente en reverencia del, deseando la ciudad cumplir en esta parte con lo que considera tan de su obligación y tener esta soberana Reyna por su abogada para todas sus necesidades temporales y espirituales… Acordó de común acuerdo y consentimiento como Voto solemnemente la dicha fiesta y que en reverencia de tan soberano Misterio todos los años perpetuamente para siempre jamás se cumpla dha festividad y Voto en el convento de nro. P. San Francisco… se ha de cumplir el Domingo infraoctavo del día de la Concepn. Ocho de Diz e de cada un año… (Libros Capitulares Año 1631)(1).

La celebración del Voto a la Inmaculada cuando era Alcalde de Ciudad Real Francisco Gil Ortega Rincón 

Tras la institución del voto en 1631 este como ya he reseñado, se celebró en el desaparecido Convento de San Francisco de nuestra ciudad, hasta que fue suprimido en virtud de la ley desamortizadora de 25 de octubre de 1820, pasando a celebrase en 1833 al Monasterio de las Concepcionistas Franciscanas, cuya festividad del 8 de diciembre era precedida de un Novenario. La última vez que se celebró el voto en las Concepcionistas, fue en el año 2008, ya que tras la marcha de las monjas en el verano de 2009 a Osuna (Sevilla) por falta de vocaciones, el voto se pasó a celebrar a la Parroquia de Santa María del Prado (Merced), desapareciendo en el año 2015 cuando la corporación municipal presidida por la socialista Pilar Zamora dejó de celebrarlo, rompiendo así una tradición en nuestra ciudad de 384 años.  


(1) INOCENTE HERVÁS Y BUENDÍA: Diccionario Histórico, Geográfico, Biográfico y Bibliográfico de la Provincia de Ciudad Real, Biblioteca de Autor

Video del último año que se celebró el Voto de la Inmaculada en el Monasterio de las Concepcionistas en el año 2008

domingo, 30 de agosto de 2020

EL DESAPARECIDO RETABLO DEL ALTAR MAYOR DEL MONASTERIO DE LAS CONCEPCIONISTAS FRANCISCANAS Y EL CRUCIFICADO DE LAS INDIAS (II)



Toda la obra se doraría de oro fino, bruñido, haciendo primero los reparos necesarios para asentar el oro sin dificultad. En el sagrario se doraría también la caja para el Santo Sacramento. Las figuras del tabernáculo se estofarían, encarnando los rostros y partes desnudas. Respecto al resto de las figuras de bulto del retablo, se estofarían las del banco y las del primer cuerpo, imitando brocados y telas al natural, encarnando los rostros y partes desnudas; las figuras del segundo cuerpo y remate irían esgrafiados y rajados por estar más distantes a la vista. La imagen de la Inmaculada Concepción correspondiente al segundo cuerpo, al tratarse de la historia principal llevaría el manto imitando al brocado natural, y el resto esgrafiado y coloreado, con colores buenos y finos.

La obra se debía dar acabada, en blanco, en el plazo de dos años, asentando al finalizar el primer año el banco, el sagrario y el primer cuerpo. Se invertirían otros dos años en el dorado. El convento se encargaría de proporcionar toda la madera para poder construir los andamios necesarios para asentar toda la obra en su lugar. 


El precio de la obra se encareció pasando de los seis mil reales del proyecto inicial a doce mil debido a las mejoras técnicas introducidas. Los pagos se realizarían distinguiendo la obra de talla de la de pintura y dorado. Para la talla se establecieron tres pagos, siendo el primero de dos mil quinientos reales entregados esa misma Navidad, fecha en la debían comenzar a trabajar en el retablo. En esta cantidad inicial se incluyeron los dos mil reales dados a Juan Ruiz que las monjas seguían reclamando a los herederos del maestro difunto. Este dinero serviría para realizar y asentar el primer cuerpo y la custodia. Inmediatamente después se les abonaría el segundo pago, otros mil quinientos reales, dejando la tercera parte por valor de dos mil reales para el momento en el que se asentara definitivamente toda la obra en blanco. Los seis mil reales restantes se destinarían al dorado de la obra; entregándose también en tres pagos de dos mil reales cada uno: al comenzar, al mediar y al finalizar todo el trabajo.

Pero, a pesar de haberse suscrito la correspondiente escritura de obligación entre las dos partes, el retablo de las concepcionistas no se comenzó aquel año de 1610. Cristóbal y Pedro se obligaron en un nuevo encargo del mismo mecenas que les tendría ocupados hasta 1616: realizar la mitad del dorado del retablo mayor de Nuestra Señora del Prado junto con Juan Haesten. Paralelamente atendían otros trabajos como un retablo para la capilla de san Ildefonso en la iglesia parroquial de santa Catalina de La Solana, propiedad de don Cristóbal Mejía Herreros, obra esta última afianzada entre otros bienes con el dinero que la iglesia y concejo de Manzanares les estaba debiendo por el dorado del retablo del altar mayor de la parroquia de ese pueblo. Las monjas tendrían que esperar seis largos años hasta que los escultores finalizaran su compromiso.


El tiempo pasaba y las monjas comenzaban a impacientarse. Mientras duraba la obra del retablo de Santa María y dados los enormes gastos que ésta estaba acarreando es lógico pensar que Rojas apuraría el último maravedí para poder finalizarlo en el tiempo debido. Los fondos prometidos a las franciscanas debieron congelarse lo mismo que su retablo. Para colmo de males en 1613 llegó a la ciudad un padre mercedario llamado fray Tomás de la Concepción con la misión de llevar a efecto lo ordenado por el capitán Andrés Lozano en su testamento. En páginas anteriores habíamos hablado ya de este personaje embarcado también en la Carrera de Indias puesto que había traído distintos encargos enviados desde América por Villaseca a sus primas españolas. Lozano había muerto en Sevilla al volver de unos de sus viajes comerciales ordenando por su testamento dado en enero de 1610 entre otras cosas que se fundase en su ciudad natal un nuevo convento de padres mercedarios descalzos para honra de Dios y perpetuidad de su nombre. Como era obligado el padre fray Tomás, en nombre de la Orden de la Merced, comenzó a negociar con el concejo de la ciudad las condiciones para iniciar la nueva fundación. Pero los demás conventos se opusieron encarnizadamente a que el ayuntamiento concediese licencia para llevar a efecto esta manda testamentaria, argumentando que, dada la pobreza en la que se encontraba la ciudad y lo que ellos consideraban una pobre dotación fundacional, esta nueva institución solo provocaría el empobrecimiento del resto de los monasterios al tener que repartir las limosnas de los fieles, pues era de suponer que, por su propia naturaleza descalza, deberían mantenerse en el futuro gracias a las donaciones de las buenas gentes.

Las monjas franciscas llegaron incluso más allá. El 14 de marzo de este año enviaron a su mayordomo de casa, Lázaro Valeros, a una reunión convocada por el concejo para tratar este polémico tema. En su declaración expuso lo que doña Juana de Arias, por entonces abadesa, y el resto de las monjas habían convenido: además de las razones argumentadas en el párrafo anterior, afirmaron que sería de mayor aprovechamiento para cumplir el deseo del difunto distribuir el dinero destinado a la fundación de los mercedarios en otros menesteres piadosos, como por ejemplo en conseguir poner en marcha su abortado retablo mayor. Como era de suponer su petición no prosperó y con el tiempo los mercedarios fundarían su propia casa en la ciudad(4).


En el mes de septiembre de 1616, cuando ya había sido asentando el retablo mayor de Santa María las monjas terreras volvieron a reunirse con Cristóbal y Pedro (avecinados ahora en Daimiel) en el locutorio de su monasterio para retomar el contrato de su retablo. En este caso, el convento estuvo representado por la abadesa doña Mariana de Guevara y por la vicaria doña Melchora de Quiroga, acompañadas de doña Ángela del Mármol y doña Inés Mesía. Como en los dos anteriores, en la firma estuvo también presente el licenciado Alonso Rojas de León. Los escultores llevaron consigo una escritura de poder de don Miguel Merino Sandoval, vecino acaudalado de Manzanares, quien ejercería como su fiador(5). La nueva escritura de obligación retomaba las antiguas condiciones del segundo contrato realizado seis años antes, pero incorporando algunas modificaciones tendentes a abaratar el coste. La traza conservaba los dos cuerpos y el ático, con altura y anchura similar, pero suprimía el banco adornado con los Padres de la iglesia y los Evangelistas. El sagrario conservaría su forma de baldaquino ochavado, pero solo llevaría una escena, la de La Resurrección, en la puerta, desapareciendo la de David y el león, así como las imágenes de Moisés y Elías, siendo sustituidas por una imagen de la Virgen María que poseía el convento (quizás la bella talla medieval llamada La Porterita). También como cambio importante se redujo el número de columnas (ahora medias columnas) de ocho a cuatro en ambos cuerpos así como el de esculturas de bulto de las entrecalles, pasando de cuatro a dos. En el primer cuerpo, a los lados del sagrario, san Pedro y san Pablo fueron sustituidos por san Francisco y san Antonio. En este cuerpo se respetaron los lienzos de La Anunciación y de La Visitación.

En el segundo cuerpo se introdujeron también novedades. Se respetó la escena central con La Inmaculada Concepción, pero en los tableros de lienzos solo se mantuvo la escena de La imposición de la Casulla a san Ildefonso, siendo sustituida la otra correspondiente a La Concepción, por una Circuncisión. También varió la iconografía de los santos que flanqueaban la escena central, prefiriendo un san José y un san Juan Bautista. Esta variación en la elección de los temas y en la disposición de las escenas de los tableros nos lleva a pensar en la existencia de una clara influencia del recién terminado retablo mayor(6).


El ático conservaría El Calvario, teniendo como figura central el Cristo Crucificado que Villaseca enviara años antes al convento y que desde entonces se había venerado en aquella iglesia cobijada dentro de su propio baldaquino. Detrás de él se instalaría un tablero con una tiniebla de la ciudad de Jerusalén. Los escultores  realizarían cuatro imágenes para adorno del remate: san Juan y La Virgen María, y dos tallas más, una de San Buenaventura y una cuarta, primero san Francisco, y en anotación al margen del contrato cambiada finalmente por otra de san Diego, todo ello con su frontispicio, pedestales y bolas correspondientes.

Respecto al dorado y pintura las condiciones eran similares a las de 1610, pero añadiendo dos advertencias: se pondría especial cuidado en la preparación del bol para evitar que saltase el oro y los colores usados tanto en los lienzos como en los esgrafiados serían finos, bien molidos y mezclados, para que durasen vivos, sin amortiguarse, evitando además su desprendimiento. Nuevamente, por los sucesos que después ocurrieron y contaremos en el apartado correspondiente, creemos que estas condiciones están estrechamente relacionadas con la factura final del retablo de Nuestra Señora del Prado.

En esta tercera escritura el precio establecido fue de once mil reales, de los que se descontarían los dos mil reales que se pagaron a Juan Ruiz Delvira y que todavía, después de seis años, no se habían recuperado. Los maestros, con poder del monasterio, serían los encargados de reclamarlos a los herederos. El resto se pagarían en tres plazos de tres mil reales (divididos en tercios pagados cada cuatro meses), teniendo un margen de tres años para finalizar la obra.

Pilar Molina Chamizo “El Sueño Americano: El Legado Español de Juan de Villaseca”, páginas 95-98

(4) AMCR, libro de actas y acuerdos del ayuntamiento, año 1613, folios 118v-119v.
(5) AHPCR, protocolos notariales, Ciudad Real, Juan Arias Ortega, 6 de septiembre de 1616 y 13 de septiembre de 1616, sign. 62, folios 1r-2r y 3r-10v.
(6) Es necesario advertir la utilización confusa que había entre algunos maestros respecto a los temas de la Circuncisión y La Presentación del Niño Jesús en el Templo o Purificación de María, siendo este último el que respondería iconográficamente con mayor acierto al  representado en el retablo del Prado y no el primero.


sábado, 29 de agosto de 2020

EL DESAPARECIDO RETABLO DEL ALTAR MAYOR DEL MONASTERIO DE LAS CONCEPCIONISTAS FRANCISCANAS Y EL CRUCIFICADO DE LAS INDIAS (I)



Simultáneamente, en el invierno de 1610 Villaseca estaba también ejerciendo su labor de mecenazgo con el convento de monjas franciscas concepcionistas de Ciudad Real, al que sin duda debían unirle lazos de afecto pues este monasterio se encontraba muy cerca de la casa familiar en la que pasó su infancia y juventud. Para favorecerlo tomó dos decisiones: en primer lugar, enviar desde México una imagen de un Santo Cristo Crucificado para ponerla, en principio, en un altar colateral de la iglesia del “monasterio de las monjas de Jesús”, denominación por la que se conocía popularmente en la ciudad a dichas monjas franciscas, y en segundo lugar ayudar con dos mil reales, sacados del arca de tres llaves depositada en casa de sus primas, a la construcción de un nuevo retablo para el altar mayor de dicho convento(1).

La talla del Cristo ya estaba en Sevilla en ese año. El licenciado Alonso de Rojas entregó treinta reales al arriero que fue a por ella para traerla a la ciudad. El Crucificado, siguiendo las indicaciones que el secretario envió en las cartas que acompañaron el envío, debía ponerse en un baldaquino que se construiría para tal fin, con tela de damasco, carmesí y dorada, adornado con sus correspondientes flecos.

Para realizar el retablo se eligió como primera opción al maestro Juan Ruiz Delvira, vecino de Manzanares(2). Los Ruiz De Elvira fueron una dinastía que gozó de gran prestigio en las actuales provincias de Toledo y Ciudad Real, donde fueron contratados en numerosas obras durante el último tercio del siglo XVI y el primer tercio de la siguiente centuria. Su familia ha sido objeto de recientes estudios, apareciendo cada vez más datos que nos permiten asegurar el aprecio que su buen hacer llegó a alcanzar entre sus contemporáneos, y su conocimiento de los nuevos lenguajes artísticos renacentistas. Los Delvira, colaboraron y estuvieron relacionados con maestros de la talla de Juan Bautista Monegro, Juan Bautista Perolli, Luis de Vellorino, Pedro Barroso o Blas de Prado, llegando incluso a ejercer como tasadores en el retablo que el Greco realizó para el Hospital de la Caridad de Illecas. Como ejemplos singulares destacan sus participación en los retablos mayores de las parroquias de La Solana, Villarrubia de los Ojos y Villanueva de los Infantes. Durante gran parte de su vida estuvieron avecindados en Manzanares, para cuya parroquia de la Asunción realizarían también el retablo mayor, comprando además una capilla para su enterramiento que finalmente venderían en los años treinta del seiscientos.


El primer contrato, de los tres que finalmente se firmarían para realizar esta obra se escrituró, ante Leonardo del Valle, el 26 de marzo de 1610(3). Aquel día se reunieron en el locutorio del monasterio la abadesa doña Isabel Moreno, la vicaria doña Isabel de Prado, y las monjas doña Isabel de Oviedo, doña Juana de San Pedro y doña Mariana de Orozco, acompañadas por Diego Ballesteros Moreno, jurado de la ciudad y mayordomo del convento. Ante ellas compareció Juan Ruiz De Elvira, escultor avecinado en Manzanares. Como testigo de la firma actuó el licenciado Alonso Rojas de León. La escritura de obligación especificaba las siguientes condiciones:

En primer lugar el retablo para el altar mayor tendría veintiséis pies de alto (7,28m.), y veintiuno de ancho (5,88 m.), usando madera seca y limpia de teas. La obra se compondría de banco, dos cuerpos y ático. En el banco se labrarían, de bajorrelieve, las imágenes de los cuatro doctores de la iglesia y de los cuatro evangelistas. Sobre él se levantaría el primer cuerpo, sostenido sobre ocho columnas de orden corintio, con tres entrecalles. En el centro se asentaría una custodia o tabernáculo, sobre el altar, con una altura de dos varas y tercia (1,96 m.) de dos cuerpos, de orden corintio, adornándose el primero con un bajorrelieve de la Resurrección, y el segundo con la escena de David y el león. En los ochavos las tallas en bajorrelieve de Moisés y Elías. A los lados, entre las columnas, se tallarían dos escenas en bajorrelieve de san Joaquín y santa Ana anta la Puerta Dorada (llamada también la Concepción de Nuestra Señora), y otra escena con La Visitación de la Virgen a santa Isabel. En las entrecalles, dentro de las columnas, se dispondrían cuatro tallas de bulto redondo de una vara de largo (84 cm.), dos flaqueando al sagrario representando a san Pedro y san Pablo, y las dos restantes a san Juan Bautista y san José.


Según el diseño propuesto por Juan Ruiz, sobre el primer cuerpo se asentaría otro, también con ocho columnas, en este caso de orden compuesto. La calle central estaría ocupada por una talla de bulto redondo de la Inmaculada Concepción, de cinco cuartas de alto (90 cm), encima de su luna en la que se tallarían, en bajorrelieve, los atributos correspondientes; en las entrecalles, las figuras de bulto redondo de san Buenaventura, san Diego y san Antonio de Padua. Los tableros de pintura correspondientes a este segundo cuerpo incorporarían las escenas de El Nacimiento de Cristo y La Purificación de la Virgen María. Sobre los dos cuerpos descansaría un ático, con la escena central del Calvario dispuesto bajo un arco de medio punto. Las figuras de san Juan y La Virgen correrían por cuenta del maestro. El Cristo Crucificado sería proporcionado por el monasterio. A sus lados dos imágenes de bulto: san Bruno y san Luis obispo. En caso de que Juan Ruiz quisiera cambiar algún detalle de la traza, siempre que fuese en beneficio de la obra, tendría libertad para realizarlo.

El retablo se contrató en blanco, sin incluir el dorado ni la policromía, debiendo asentar el primer cuerpo y la custodia en el plazo de ocho meses desde la firma de la escritura. El resto se asentarían en el plazo de seis meses. El precio total de la obra seria de seis mil reales, recibiendo el primer pago de dos mil reales al contado para comenzar a comprar la madera. El segundo pago de la misma cantidad se haría efectivo al finalizar de asentar el banco, primer cuerpo y custodia. El resto, hasta completar todo el presupuesto, se pagaría una vez asentada toda la obra. Las monjas prestarían la madera necesaria para realizar los andamios con los que asentar el retablo.


En caso de que el escultor no cumpliese con su obligación el convento podría buscar otro maestro para acabarla, a costa de Ruiz, pagando además cuatrocientos maravedís diarios a la persona que se encargase de buscar un nuevo maestro. Si las monjas no pagaban puntualmente el dinero acordado, Juan podría enviar una persona, con el mismo salario, para reclamar su derecho. El 27 de marzo de ese mismo año, Juan Ruiz recibió de las monjas dos mil reales para comenzar la obra.

Pero, poco después de formalizarse este contrato, inesperadamente, el maestro Juan Ruiz Delvira murió, dejando su compromiso sin cumplir, provocando que las monjas iniciaran un pleito con los herederos del escultor para recuperar el dinero que se la había entregado para iniciar el retablo.

 Mientras tanto, como vimos en el apartado anterior, Villaseca enfermó, muriendo en noviembre de 1610. Sabemos que, según testimonio de su albacea el licenciado Alonso Rojas de León, en su testamento, además de los dos mil reales aportados, el secretario mandó sacar nueve mil reales más procedentes de los bienes depositados en el arca de tres llaves para ayuda del retablo de las concepcionistas, sumando un total de once mil reales. Vemos pues que, en realidad, esta obra fue prácticamente costeada por la herencia de Villaseca.


El 3 de noviembre de 1610 estando detrás de las rejas del locutorio del convento, en presencia del licenciado Alonso Rojas de León, comparecieron nuevamente las monjas, en este caso representadas por la abadesa doña Isabel Moreno, la vicaria doña Isabel de Prado, y las hermanas doña Mariana de Guevara, doña Isabel de Oviedo y doña Juana de San Pedro. Ante ellas se presentaron Cristóbal y Pedro Ruiz de Elvira, maestros de pintura y escultura, vecinos de Manzanares, con la intención de asumir y mejorar la obligación contraída meses antes por su hermano Juan.

En las condiciones presentadas, a pesar de respetarse el grueso del primer proyecto, se introdujeron ciertas modificaciones y novedades, siendo una de las  principales la incorporación en el nuevo contrato de la pintura y dorado del mismo. El retablo se realizaría en madera de pino salgareño, bien seca, para evitar que “hiciese vicio”. Compuesto por banco, dos cuerpos y un ático, con treinta pies de alto desde el altar (8,40 m.) y 21 pies de ancho (5,88 m.). Así pues se aumentó la altura 1,28 m.


También se varió la técnica utilizada para las escenas situadas en las entrecalles, pasando de ser bajorrelieves a optarse por lienzos pintados al óleo que debían completarse cuando se dorara el retablo. Sobre la disposición y temas elegidos para dichas pinturas podemos observar ciertas modificaciones. La escena de la Concepción de la Virgen situada en el proyecto de Juan en el primer cuerpo fue trasladada al segundo, poniendo en su lugar La Anunciación. En el segundo cuerpo se mantendría en el centro la imagen de bulto de La Inmaculada Concepción. A los lados se sustituyeron las escenas del Nacimiento y La Purificación de la Virgen por el ya citado de La Concepción añadiendo como novedad un motivo muy frecuente en los retablos de influencia toledana: La Imposición de la Casulla a San Ildefonso. En el ático la única variación introducida en la nueva traza fue la sustitución de una de las tallas de bulto dedicada a san Bruno por otra de san Bernardino.

Pilar Molina Chamizo “El Sueño Americano: El Legado Español de Juan de Villaseca”, páginas 91-94

(1) APNSP, “Villa de Arenas. De la hacienda de Juan de Villaseca. Escritura de imposición de censo otorgada por el consejo de la villa de Arenas a favor de Juan de Villaseca y que hoy es a favor de la fábrica parroquial de la Madre de Dios del Prado de esta ciudad por donación del dicho Juan de Villaseca y por sentencia ejecutoria de la Real Chancillería de Granada”, núm. 604, años 1604-1617.
(2) AHPCR, protocolos notariales, Ciudad Real, Juan Arias Ortega, 3 de noviembre de 1610, sign. 59, folios 244r-248r.
(3) AHPCR, protocolos notariales, Ciudad Real, Leonardo del Valle, 26 de marzo de 1610, folios 26r a 28r, sign.80.


viernes, 28 de agosto de 2020

EL MONASTERIO DE LAS CONCEPCIONISTAS FRANCISCANAS


Exterior del monasterio de las concepcionistas, fotografía de Julián Alonso años cuarenta

El convento de la Concepción de Ciudad Real, tiene su origen en un beaterio del S.XVI, «de la Purísima Concepción», que había sido creado por don Juan Beltrán de Guevara, que era, entonces, obispo de Vich, estas beatas profesaban bajo la Tercera Orden de San Francisco. El beaterio se localizaba en la calle «del Hospital de la Mejora» actual calle de Ramón y Cajal. Este beaterio quedo pequeño, y estas religiosas aceptaron la hacienda que dona D. Luís de Mármol, escribano de la Chancillería de Granada, para cambiar de hábito, tomando el de la Purísima Concepción, el 24 de junio de 1527, profesando la clausura según lo dispuesto por el Concilio de Trento y Constituciones Pontificias, ocupando el Monasterio fundado con el nombre de Santa María de Jesús y de la Concepción, conocido popularmente en Ciudad Real como “Terreras”, siendo este convento el quinto de la Orden Concepcionista de Castilla.

Este espacio era conocido como el «terrero», de ahí que se las conozca tradicionalmente, como «monjas terreras». El número de religiosas establecido por el fundador fue de cuarenta. En 1869, el número era de 11. Ya en 2009, la falta de vocaciones, provocó el traslado de las últimas monjas a la localidad sevillana de Osuna.

Es el único Monasterio de las Concepcionistas de un estilo transitorio entre el último gótico y el Renacimiento, llegó a tener muchas posesiones como, panaderías, como la de la calle Toledo, Molinos de aceite, como el de la calle Cañas y Pozos de Nieve.

Vista de un patio del monasterio de las concepcionistas, fotografía de Julián Alonso de 1949

Del monasterio construido en el siglo XVI, el exterior es lo más importante. Aparecen contrafuertes, de alta envergadura, cubiertas a tres aguas con teja curva que encuadra la portada a manera de nártex. Toda ella es de fábrica de pequeños tapiales de mampostería con abundantes aparejo de ladrillo en verdugadas y ángulos, todo visto, esto apoya en un cimiento de mapuestos. La cubierta es a dos aguas en la nave y a cuatro en el crucero, fundado sobre formas de madera y acabadas en teja curva. En el pie de la iglesia se alza un cuerpo rectangular de ladrillo de dos plantas por encima de la nave. La última de estas plantas con terraza cubierta y con típicas celosías de clausura, tiene un voladizo que apoya en un alero producido por una serie de canes unidos por pequeños arcos. Sobre el muro, por encima del nártex, aparece la espadaña que pudiera ser posterior al conjunto; está formado por ladrillo, dos arcos de medio punto y un remate típico barroco.

La iglesia de estilo basilical. La capilla mayor y el cuerpo de la iglesia están separados mediante un gran arco de medio punto sustentado por dos gruesas pilastras con columnas adosadas que descansan sobre un enorme plinto. La altura del arco es bastante inferior a la nave, hasta el punto de que no se puede contemplar la cubierta que cierra el presbiterio. La restricción del campo de visión del fiel introduce una clara compartimentación del espacio.

Otro de los patios del monasterio, fotografía de Julián Alonso de 1949

De las dependencias del Monasterio destacaba la Sala Capitular por sus dimensiones y artesonados. Aquí se guardaba una talla de la Virgen, conocida como “La Porterita”, sin duda la escultura más antigua, curiosa y valiosa de la Virgen María que existe en la ciudad. Ésta, tras la marcha de las monjas Concepcionistas de Santa Beatriz de Silva de nuestra ciudad en el verano de 2009, pasó al Obispado, su actual propietario, y se puede ver ahora en el Museo Diocesano, tras permanecer oculta durante siglos en la clausura del monasterio.

La Porterita, nombre popular que recibe por la ubicación que tenía en el monasterio al estar primitivamente en la portería de la clausura del mismo, es una talla anónima de la Baja Edad Media, entre los siglos XIV y XV, sedente en trono con molduras que sostiene con su mano izquierda al Niño, sentado sobre su rodilla izquierda. Es de madera dorada y policromada, con unas dimensiones de 41 centímetros de alto, por 12 centímetros de alto, por 12 centímetros de ancho y una profundidad también de 12 centímetros.

Imagen de la Virgen María conocida como “La Porterita”, fotografía de Julián Alonso de 1945

jueves, 27 de agosto de 2020

A.I.S.A INAUGURÓ EN 1954 SU NUEVA ESTACIÓN DE AUTOBUSES EN LA CALLE INMACULADA CONCEPCIÓN



En la mañana del domingo tuvo lugar en esta capital el acto de bendición e inauguración de la Estación de Autobuses de viajeros que la empresa Automnibus Interurbanos S. A. ha instalado en la calle de la Inmaculada Concepción, antes Terreros y desde donde a partir de ayer salen todos los servicios que esta empresa tiene establecidos con número de pueblos de nuestra provincia.

A las doce y media de la mañana tuvo lugar dicho acto, que fue oficiado por el M. Ilustre Señor don Aurelio Gómez Rico, vicario capitular de nuestro Obispado Priorato, por ausencia del señor Obispo, asistiendo al mismo gran cantidad de representaciones de las primeras autoridades provinciales, comercio, banca, industriales etc.

De Madrid y para asistir a dicho acto don Bernardo García, presidente del Consejo de Administración de la A.I.S.A., don José María Domínguez, director gerente de la misma; don Antonio Machín Sánchez, gerente de la misma; don José Fernández Asensio, del Ministerio de O. P.; don Federico García Alonso, Secretario de la Empresa y de la sección de Minerales y Minas; don Emilio Luengas García, Director del Banco de Bilbao en Madrid; D. Lorenzo López Sancho, Cronista Oficial de Madrid, redactor de A.B.C., que firma con el seudónimo de Isidro la célebre sección de “Madrid al día” y don Ignacio Montañés Adrego, del M. de O.P.


El nuevo local construido para estación de autobuses por la A.I.S.A., reúne todas las más modernas condiciones para el fin a que se destina: amplia sala de espera, con bancos y ventanillas para la expedición de los billetes, mostrador para facturación cuyos bultos son elevados desde el mismo a una balconada que en el andén cae sobre el techo del coche donde hayan de ser cargados, bar en la sala de espera y amplio andén para que los coches recojan a los viajeros que desde que penetran en la estación ya están libres del azote del frio, calor o lluvia.

Además de ello hay una serie de dependencias para la administración de la empresa y sus servicios.

Tras ser bendecido el local, la empresa sirvió, a todos los asistentes, así como a sus empleados, una copa de vino de la tierra, cuyo acto se prolongó hasta las dos de la tarde. Por otra parte, y para festejar la solemnidad del día, la A.I.S.A. concedió una gratificación extraordinaria en el día de ayer a todos sus empleados de esta provincia.

Los coches fueron bendecidos al mismo tiempo que la estación de autobuses ya que la A.I.S.A. pone en servicio algunos modelos de los más modernos. Uno de ellos llevará el nombre de “Virgen de las Lágrimas”, en homenaje a la parroquia de Santiago, propulsora en esta Capital de la devoción a la Santa imagen de Siracusa.

Diario “Lanza”, martes 28 de septiembre de 1954


miércoles, 26 de agosto de 2020

LA ANTIGUA CALLE TERREROS HOY INMACULADA CONCEPCIÓN


Vista aérea de la zona y donde está la actual calle Inmaculada Concepción. Walter Mittelholze 1928 

La actual calle Inmaculada Concepción, tiene sus inicios en la confluencia de la calle de las Cañas con la Plaza de la Inmaculada Concepción, y su término en la Ronda de Calatrava. Su primitivo nombre era Terreros, nombre que recibía al ser el camino que conducía a las desaparecidas lagunas de los Terreros, entre las puertas de Calatrava y la de la Mata.

Desde sus inicios era simplemente un camino que nacía sin apenas edificaciones, como podemos ver en el plano de Sofi de 1925, y en la vista área de la ciudad de 1928, que la mayor parte de lo que hoy es calle, era campo de labor. No fue hasta pasada la Guerra Civil Española y más concretamente en los años cuarenta del pasado siglo XX, cuando comenzaron a edificarse viviendas en los solares de la calle.

Cuando la calle se fue poblando de edificaciones, que le fue dando aspecto de calle, el Ayuntamiento cambio su nombre en 1953, pasando de calle Terreros al de Inmaculada Concepción, por su proximidad al convento de las Concepcionistas Franciscanas.

Plano de la zona de Sofi de 1925, donde podemos ver que aun era inexistente la actual calle Inmaculada Concepción y era simplemente un camino conocido como Terreros

martes, 25 de agosto de 2020

EL COLEGIO MENOR ALFONSO X EL SABIO FUE DEMOLIDO EN EL AÑO 2006



El sábado comenzó la demolición del antiguo colegio menor Alfonso X el Sabio de Ciudad Real, ubicado en la Ronda de Calatrava casi enfrente de la Comisaría Nacional de Policía y del Instituto de Educación Secundaria Maestro Juan de Ávila. Para que las enormes maquinas pudieran trabajar y para evitar algún accidente la Policía Local cortó ayer el trafico de ese tramo de la ronda. Los vecinos del inmueble de al lado se quejaban ayer de los ruidos que estaban soportando y explicaron que en sus inmuebles se están abriendo grietas. Además, a las siete de la mañana les cortaron la línea telefónica, informó a este periódico uno de los vecinos afectados. Esperemos que estos problemas se solventen cuanto antes.

Fuente: Diario “Lanza”, lunes 20 de febrero de 2006

lunes, 24 de agosto de 2020

RECONOCIMIENTO A LOS ACÓLITOS DE LA ILUSTRE HERMANDAD DE LA VIRGEN DEL PRADO


Fotografías Laura Arroyo

El pasado sábado día 22, Octava de la Virgen del Prado, al terminar la Eucaristía que se ofició a las 20:00 horas en la S.I.P.B. Catedral, la sala capitular acogió el reconocimiento que la Ilustre Hermandad de la Virgen del Prado, realizó al cuerpo de acólitos de la Hermandad, por las horas de tiempo que han dedicado desde la bajada de la Virgen el 9 de agosto, hasta el día de la Octava el 22 de agosto, controlando el aforo del templo catedralicio.


El acto fue presidido por Francisco Pajarón López, Presidente de la Ilustre Hermandad, acompañado de diferentes miembros de la Junta de Gobierno, que tras agradecer su gesto y su trabajo les entregó la siguiente carta personalizada a cada uno de los acólitos:


Muy estimado amigo _______________, hermano de la Ilustre Hermandad de la

Virgen del Prado:


Es un honor poder dirigirme a ti, en nombre de toda la Junta de Gobierno de la Ilustre Hermandad de la Virgen del Prado para expresarte nuestro total y sincero agradecimiento por la entrañable y generosa labor que junto a un gran grupo de jóvenes has realizado desde el pasado 09 al 22 de Agosto, donde gracias a vosotros se han podido controlar y ordenar de manera ejemplar las entradas y salidas a la S.I.P.B.Catedral para que los fieles en general pudieran vivir con esplendor los cultos a la Santísima Virgen, o realizar visitas a la Madre que tanto amamos todos y a la que llevamos nuestras alegrías y desasosiegos.


Vuestra labor encomiable, no exenta de momentos desagradables por personas incívicas, demuestra tanto la grandeza de corazón que tu y el resto de compañeros tenéis y el gran amor que depositáis en la Santísima Virgen. Habéis dado a toda la ciudad de Ciudad Real un testimonio valiosísimo de amor y fe a la Patrona, a la Iglesia y a la Hermandad, por lo que pido a la Santísima Virgen te lo pague con el ciento por uno y redunde en tus acciones diarias, familiares, profesionales, de universidad, etc.


Toda la Junta de Gobierno de la Ilustre Hermandad nos sentimos dichosos por teneros con nosotros construyendo el futuro de esta noble y digna Hermandad que solo pretende honrar y venerar a la Virgen del Prado, nuestra Reina y Señora, a través de los hermanos, que bien demostrasteis este hecho con la gran recogida de alimentos a favor de los necesitados, el pasado día 20, que culminó con la entrega a la Hermandas de la Cruz, para que familias que están necesitadas puedan ir subsistiendo.


Todo agradecimiento es poco y por eso no podía dejar de deciros, en nombre de toda la Junta de Gobierno y con el conocimiento expreso de la misma, que nos sentimos orgullos de esta Juventud que ha sabido sacrificar horas de estar con novias, familiares, amistades para dejando todo hacer una gran labor para y por la Virgen.


Reiterando nuestra gratitud de todos y cada uno de los miembros de la Junta de Gobierno, recibe en su nombre y en el mío propio un fraternal abrazo en Santa María del Prado, Madre de Dios y madre nuestra.

Francisco Pajarón López
Presidente.


domingo, 23 de agosto de 2020

EL SALESIANO EMILIO GUZMÁN PRESIDE LA EUCARISTÍA EXTRAORDINARIA DE LA OCTAVA EN LA FIESTA DE SANTA MARÍA REINA


22 de agosto: Octava de la Virgen del Prado y festividad de Santa María Reina

El sacerdote salesiano Emilio Guzmán Romero, nacido en nuestra capital hace por ahora cincuenta y nueve años, y miembro en la actualidad de la comunidad salesiana ciudadrealeña ha presidido la solemne eucaristía en el día de la Octava de Nuestra Señora Santa María del Prado, Patrona de la ciudad, que litúrgicamente se corresponde con la de Santa María, Reina.

La Función organizada por la Ilustre Hermandad a las 12:00 horas, fue oficiada por el sacerdote salesiano D. Emilio Guzmán Romero

Concelebraron con él, -ante unos trescientos fieles-, varios sacerdotes pertenecientes al Cabildo Catedralicio, así como otros presbíteros de la ciudad. El acompañamiento musical estuvo a cargo del organista Pedro-Pablo López Hervás, al órgano, además del sacerdote Francisco Romero, dirigiendo los cantos al pueblo, y la soprano Patricia Gozalo. Ocupaban lugares destacados una representación de la Corte de Honor, con su presidenta Celia Casado Puentes; una representación de la Ilustre Hermandad, encabezada por su homónimo Francisco Pajarón López; distintos miembros de la Corporación Municipal; Inspector Jefe de la Policía Local; Teniente Coronel de la Guardia Civil; el Comandante Subdelegado de Defensa; el senador Francisco Cañizares; Pandorgo y señora y Dulcinea y sus damas, obviamente de 2019.

El Presidente de la Hermandad realizó la lectura y el Consiliario de las hermandades de la Virgen realizó el canto del salmo 

Homilía

Tras un emotivo recuerdo, como es costumbre cada año, para el obispo Estenaga y su secretario, Julio Melgar, asesinados víctimas de la Guerra Civil, el 22 de agosto de 1936, y la proclamación de la Palabra, Emilio Guzmán pronunció una sentida homilía, comenzando por confesar el compromiso y la responsabilidad que conlleva para un sacerdote ciudadrealeño, predicar en un día cómo éste. Por haberla venerado desde siempre, añadía, nos exhortaba a dejarla hablar, a mirarnos en su mirada, a fijar nuestros ojos en los suyos, porque los ojos hablan. Además, son el reflejo del alma: del dolor, de la esperanza, del esfuerzo…

El Presidente del Cabildo Catedral durante la proclamación del Evangelio 

María mira en dirección a Cristo, continuaba en otro momento el sacerdote. Es la intercesora, la que mira y habla a Jesús, por nosotros, y por Él, al Padre. Por eso necesitamos mirar a la Madre al tiempo que sabernos mirados por Ella. Hemos de escucharla, por ejemplo, a través del Magníficat.

El salesiano D. Emilio Guzmán realizó una emotiva homilía

«No tienen vino». Le dice la Madre al Hijo. A veces, recordaba el salesiano, nos falta vino. El vino de la alegría, del compromiso… «Haced lo que Él os diga». No podemos eludir nuestro vivir en cristiano.

La Presidenta de la Corte de Honor leyó la Oración de los Fieles

Hoy también hemos celebrado, añadía el presbítero, la Coronación de María cómo Reina. Lo des siendo Madre de Cristo, y su corona la formamos nosotros. Hemos de ser conscientes y consecuentes de ello. A cambio nos ofrece al Niño. Dios con nosotros. Jesús para cada uno de nosotros.

 
Junto al oficiante concelebraron miembros del Cabildo Catedral y sacerdotes de la ciudad

Salve Regina e himno

Al término de la celebración, y ante las plantas de la Virgen cuyo trono presentaba un exorno floral, -al igual que cada Día de la Octava-, a base de nardos, -pagados por la muy ilustre hermandad-,  el presidente y los concelebrantes entonaron, seguidos por los fieles, el canto de la Salve Regina y del himno a nuestra Patrona a la sazón compuesto en 1924 por la monja jerónima sor Cristina Arteaga, hija de los Duques del Infantado y amiga personal del Obispo Narciso Estenaga.

Al término de la Función se canto la Salve a la Virgen

Posteriormente, por parte de la Hermandad de la Santísima Virgen, le fue entregado, -a modo de recuerdo-, un precioso cuadro de la imagen al elocuente predicador.

D. Narciso y D. Julio estuvieron presentes el día de su martirio ocurrido el 22 de agosto de 1936


Fotografías: Emilio Martín Aguirre

La Sala Capitular acogió al final de la celebración, la entrega de un recuerdo por parte de la Ilustre Hermandad al predicador de la Octava