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miércoles, 31 de octubre de 2018

IMÁGENES DE 1948 DEL HOSPITAL MÉDICO QUIRÚRGICO


Vista general del Hospital Provincial de la Beneficencia de Ciudad Real. Consejo General de Colegios Médicos de España, 18, Marzo 1948. En la imagen podemos ver en construcción en la parte central el Pabellón Central del Hospital Provincial, y a la izquierda el desaparecido Hospital Provincial de Nuestra Señora del Carmen construido en 1880; y a la derecha el nuevo Hospital Médico Quirúrgico, inaugurado en 1933

Traigo hoy unas imágenes del Hospital Médico Quirúrgico, que fue inaugurado en el año 1933, por el Presidente de la República, tal y como publique ayer, y que pertenecen al banco de imágenes de la Real Academia Nacional de España: https://www.bancodeimagenesmedicina.com

Vista de uno de los patios del Hospital Provincial de la Beneficencia de Ciudad Real. Consejo General de Colegios Médicos de España, 18, Marzo 1948 

Una de las salas de Medicina Interna del Hospital Provincial de la Beneficencia de Ciudad Real. Consejo General de Colegios Médicos de España, 18, Marzo 1948 

Despacho de una sala del Hospital Provincial de la Beneficencia de Ciudad Real. Consejo General de Colegios Médicos de España, 18, Marzo 1948

Un laboratorio del Hospital Provincial de la Beneficencia de Ciudad Real. Consejo General de Colegios Médicos de España, 18, Marzo 1948

Aparatos de rayos X del Hospital Provincial de la Beneficencia de Ciudad Real. Consejo General de Colegios Médicos de España, 18, Marzo 1948

Uno de los quirófanos del Hospital Provincial de la Beneficencia de Ciudad Real. Consejo General de Colegios Médicos de España, 18, Marzo 1948

martes, 30 de octubre de 2018

EL PRESIDENTE DE LA II REPUBLICA ESPAÑOLA INAUGURÓ EL NUEVO HOSPITAL MÉDICO QUIRÚRGICO DE CIUDAD REAL EN 1933


El antiguo Hospital Médico Quirúrgico, hoy escuela infantil “La Flauta Mágica”

En 1933 se inaugura el nuevo Hospital Médico Quirúrgico que sirvió de complemento y ampliación al ya existente. Este nuevo Hospital surgiría al norte de la iglesia del convento de los carmelitas descalzos. Y componiendo durante años una doble estructura de edificios de planta cuadrada, adosadas a la iglesia conventual. Estructura gemela de plantas de edificios con patio central, que serían conectadas en 1943 con el proyecto del arquitecto provincial Roldan Palomo. Este nuevo Hospital Médico Quirúrgico, es el actual edificio de la escuela infantil de “La Flauta Mágica”, dependiente de la Diputación Provincial.

El proyecto de este Hospital quirúrgico es de 1928 del arquitecto provincial, Telmo Sánchez Octavio de Toledo, y ejecutado por el contratista Sandalio León. Su construcción comenzaría en el citado año de 1928 y se culminaría durante la etapa reformista, inaugurándose el 27 de abril de 1933 por el presidente de la República Niceto Alcalá Zamora acompañado del ministro de la Gobernación Casares Quiroga, del gobernador civil  de Ciudad Real González Gamonal y el presidente de la diputación  Morayta.

El Presidente de la República inaugurando el Hospital Quirúrgico. Imagen publicada en ABC el 29 de abril de 1933 

En la memoria de la Diputación Provincial de Ciudad Real de 1933, se reseña que “tenemos que consignar la terminación del nuevo Hospital Quirúrgico, separado pero próximo al antiguo. Es un edificio de nueva construcción en la huerta del Hospital”. “Consta de dos plantas y sótano, el piso bajo tiene portal, WC, lavabos, baños, Radiografía y Quirófanos (2706 metros cuadrados en la huerta) con sus dependencias”. “Las galerías del piso principal están cubiertas con terraza. En el sótano están la cocina, despensa, dormitorio de enfermeras, calderas de calefacción, horno crematorio y ascensor. En la construcción se emplea ladrillo con mortero hidráulico, los suelos de vigueta de hierro la armadura de cubierta es de hierro y las galerías cubiertas de azotea, las escaleras de bóveda tabicada de tres hojas…

Los quirófanos son la parte saliente de esta obra por el esmerado acercamiento al ideal en técnica quirúrgica, por el lujo de detalles ostensiblemente excepcionales para que no pueda pedirse más por el más exigente, son una obra acabada y ejemplar hasta el extremo que es constante la aseveración de que no las hay mejores en España”.

La sala de maternidad en 1946

El alcalde José Maestro recibe al presidente de la República y desde la Diputación se asiste a una manifestación de los diversos partidos políticos de la provincia. En el Hospital estaba la superiora Doña Juliana García, el médico decano de la Beneficencia José Martín y el interventor Emiliano Ruiz. El Presidente de la República elogia “la moderna instalación del edificio, llamándole la atención, sobre todo, los dos quirófanos espléndidamente instalados conforme a todas las más modernas exigencias(1). La recepción de las obras se realiza por José Maestro como Diputado Visitador, José Martín Médico Decano de la Beneficencia, Telmo Sánchez, Arquitecto Provincial y Sandalio León, contratista de obras el día 20 de septiembre de 1933. Las obras tuvieron un coste de 1.200.763,82 pesetas. La sección nueva de cirugía tenía una capacidad de 200 a 250 camas, dos salas de operaciones y cuatro cirujanos.

Este edificio aún se conserva y tras dejar de ser usado como hospital, fue destinado a otros servicios como escuela infantil, y sede de Radio Nacional de España.

(1)El Pueblo Manchego 28 de abril de 1933.

Vista del quirófano en 1946

lunes, 29 de octubre de 2018

IMÁGENES DEL DESAPARECIDO NUEVO HOSPITAL PROVINCIAL DE CIUDAD REAL


Una de las salas del desaparecido Hospital Provincial, fotografía publicada en la memoria publica por el Gobierno Civil de Ciudad Real y que comprendía entre el 13 de septiembre de 1923 al 31 de diciembre de 1928

Ayer hablaba del desaparecido Nuevo Hospital Provincial, diseñado diseñado en 1880 por el arquitecto provincial Vicente Hernández Zanón y desaparecido en los años sesenta del pasado siglo.
  
Sala del Rayos X del desaparecido Hospital Provincial, fotografía publicada en la memoria publica por el Gobierno Civil de Ciudad Real y que comprendía entre el 13 de septiembre de 1923 al 31 de diciembre de 1928

Hoy publico varias imágenes del desaparecido hospital, que nos muestra una de las salas del mismo, de la sala de rayos X, de la administración anual de la Sagrada Comunión a los enfermos y de la celebración de la festividad de Nuestra Señora del Carmen.

Con gran Solemnidad de organizaba todos los años en el mes de mayo,  la administración de la Sagrada Comunión a todos los enfermos ingresados en el hospital. La comitiva partía de la desaparecida iglesia de los Carmelitas descalzos, y se trasladaba hasta el Hospital. Esta imagen fue publicada en el 25 de mayo de 1916 en la revista “Vida Manchega”, y en la misma podemos ver al entonces Obispo-Prior, D. Francisco Javier de Irastorza Loinaz, en la puerta del desaparecido hospital, una vez administrada la comunión, y de vuelta a la desaparecida iglesia de los Carmelitas descalzos

La festividad de Nuestra Señora del Carmen, se celebraba de manera especial en el desaparecido hospital, a parte de los actos religiosos, había verbena popular. La fotografía fue publicada en la revista “Vida Manchega” el 25 de julio de 1918, y corresponde a los actos celebrados en honor a la Virgen del Carmen de aquel año

domingo, 28 de octubre de 2018

EL DESAPARECIDO NUEVO HOSPITAL PROVINCIAL DE NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN


Desaparecido Nuevo Hospital Provincial, que se encontraba entre la matriz del convento desamortizado del Carmen y el camino de Porzuna, en la actual Ronda del Carmen

Desamortizado el antiguo Convento de los Carmelitas Descalzos en 1821, este sería destinado a Hospital Municipal, pasando posteriormente a la categoría de Hospital Provincial, siendo inaugurado como tal el 1 de julio de 1857, bajo la advocación de Nuestra Señora del Carmen. Sabemos por la “Guía de Ciudad Real”, de Domingo Clemente, publicada en 1869, que el Hospital Provincial contaba en aquellos años: “con ciento cincuenta camas distribuidas en trece salas, que con distintos nombres están dedicadas á hombres y mujeres, militares y distinguidos —estos pagan las estancias— presos y convalecientes, habiendo la separación debida entre los que padecen enfermedades comunes y aquellos que las sufren contagiosas, ó que por la clase de su dolencia molestan á los demás enfermos. Hay también las habitaciones bastantes para uso del director y de los practicantes y sirvientes, teniendo además cocina, despensa, ropería y lavadero. La botica puede considerarse como una de las mejores de España, y el gabinete de cura pública, que sirve también para los usos de consulta gratuita á los pobres que |o soliciten de los profesores del establecimiento en las horas de visita, contiene en un gran armario de muy buen gusto numerosos instrumentos de cirujía, todos ellos de subido valor y excelentes condiciones, y además una preciosa colección  de piezas anatómicos, procedentes en su mayor parte de un donativo hecho por el ilustrado profesor D. Dámaso López de Sancho, y recogidas todas en las operaciones que el mismo lía practicado dentro y fuera del Hospital. Tal colección es por tanto la base de «un museo anato-quirúrgico, que de día en día se está enriqueciendo con notables adquisiciones.

Al cuidado de los enfermos hay dos médicos, un farmacéutico, cuatro practicantes, cuatro enfermeros, dos enfermeras, un capellán y una cocinera con su ayudante; y al de establecimiento un factor, un portero y tres lavanderas. En el año económico último se invirtieron para cubrir las atenciones de este Hospital 24.385.'600 escudos”.

Pero este hospital quedó pequeño para la gran cantidad de personas que atendía, por lo que obligó a la Diputación, construir uno nuevo, ubicado entre la matriz del convento desamortizado y el camino de Porzuna, y flanqueada por la línea del ferrocarril a naciente. Este Nuevo Hospital, sería diseñado en 1880 por el arquitecto provincial Vicente Hernández Zanón, y ejecutado por el contratista Timoteo Lázaro. Que una vez que entró en funcionamiento, sus antiguas instalaciones en el Convento del Carmen serian destinadas a manicomio.

Una descripción de este desaparecido “Nuevo Hospital”, nos la facilita en su portada el periódico “Diario de la Mancha”, en su número del miércoles 28 de julio de 1909:

Siempre que nos aproximamos a un establecimiento oficial, recordamos la conocida frase: “Nadie pase sin hablar al portero”.

Traspuestos los umbrales del benéfico establecimiento, el portero conversa con dos guardias civiles. Hablaban del asunto del día: de Melilla. El portero del Hospital es un buen viejo, decrépito, medio sordo, y un tanto distraído. Le preguntamos, luego del saludo cortes, por el practicante de guardia. Nos indicó el lugar donde debía hallarse: la oficina de reconocimiento y registro. Llegamos, en el momento preciso de haber en ella una entrada. El practicante Sr. Huertas extendía su afiliación: Fulana de Tal, casada, con cinco hijos, natural de Almodóvar del Campo.

Plano del desaparecido Hospital de 1880, del arquitecto provincial Vicente Hernández Zanón

-¿Edad?- preguntó el joven practicante a la enferma.
-Ponga usted cuatro duros –respondió.
Edad… ochenta años-trazó la pluma en la casilla correspondiente.

Mientras, nosotros para no ver el rostro a la enferma, lleno de bultos, manchas y otras lindezas por el estilo, a la manera de un mapa en sobre relieve, paseábamos la oficina de registro, examinándola hasta en sus menores detalles. El examen terminó pronto: dos mesas grandes pintadas de negro, con hule del mismo color, y sobre el hule libros, libreras e impresos sueltos cuidadosamente ordenados; junto a las mesas cuatro sillones de ancho respaldo, también negros, y de cuero negro, también el exterior de sus rellenos. A la derecha e izquierda tres estantes, dos de ellos el uno frente al otro, casi vacios; en un rincón dos perchas de hierro, sencillas, en las que vimos acomodadas varias blusas blancas, largas y anchas, tales como las que usan los cirujanos en la sala de operaciones. También mostraba la suya el joven practicante de guardia.

Cuando terminó la filiación de la entrada, rogamos aquel que nos acompañase a las salas en busca de un enfermo. Teníamos el propósito de verlo todo, estábamos seguros de lograrlo, con un poco de habilidad por nuestra parte. Y comenzamos a desplegar la habilidad, con unas interrogaciones.

-Por lo que llevamos visto, señor practicante, acaso merezca verse despacio todo el establecimiento: ¿no es así?
-Sí que merece verse.
-¡Qué lástima no haberlo previsto!
A otra vez solicitaremos el permiso de quien corresponda.
-Si no es más que para eso, el deseo puede ser satisfecho. Cosa de media hora.
-Pues andando: queda aceptado su ofrecimiento y agradecida su firmeza.

Subimos unas escaleras anchas, limpias, por las que entra la luz en lluvia abundantísima, y ya en la galería de la planta superior del edificio comenzamos a visitar las salas. La de Nuestra Señora del Prado, de cirugía, destinada a las mujeres, tiene dispuestas 20 camas. La de San Rafael, de enfermedades de la vista, también para mujeres, 12. Estas solas comunican al exterior con vistas a la vía férrea y con el interior al jardín.

En la galería lateral, de la izquierda, está la sala de distinguidos, con tres camas. En la actualidad está desocupada. Seguidamente se encuentra el ropero; un local amplio, cuadrado, con grandes estanterías totalmente llenas de ropa de todas clases, destinadas a los enfermos; están clasificadas por orden exquisito, y de tal manera colocadas, con tal delicada maestría que enseguida se adivina que tocado en ellas la mujer hacendosa. Las existencias que se guardan en el ropero son abundantísimas.

A continuación de esta dependencia encontramos la sala de San Joaquín, para mujeres, con ocho camas, y después la de San José, mixta, para militares de todas clases.

En la galería del lado opuesto está la sala de operados, con cuatro camas, y otra de operadas, con tres. Lindante con estas se halla la del Carmen, de cirugía, para hombres, con 20 camas.

Todas las galerías dan vistas al jardín, un jardín cuidado con esmero, y la luz llega a torrentes, de esta parte, penetrando por siete grandes ventanas, uniformes, que son las que tiene cada una de las galerías del edificio.

Sala de operaciones del Hospital Provincial, fotografía publicada en la revista “Vida Manchega” el 12 de diciembre de 1912

Descendamos a la planta inferior. A la ligera, para acabar cuanto antes, visitamos las salas de San Agustín. La Purísima y Santa Teresa, de enfermedades de la vista la segunda y medicina las otras dos, para hombres las dos primeras y la última para mujeres, con 28, 20 y 24 camas respectivamente.

Es la hora de la comida: los enfermos comen bien y suficientemente; todos ellos se muestran satisfechos, tanto de la calidad como de la condimentación de los alimentos que les sirven. Los de las salas de cirugía y los que se encuentran en la convalecencia, cuando les place variar varían, avisando que prefieren el cocido guisado, el filete con patatas a otro plato cualquiera. El pan, la leche, cuento en el establecimiento se consume, es en todo tiempo de inmejorables condiciones. Así nos lo manifestaron los enfermos, e iguales manifestaciones nos hicieron respecto al trato que reciben por parte de los señores médicos, practicantes y personal auxiliar. A las hermanas de la caridad las colocan en primer lugar, para bendecirlas por sus solicitados cuidados, consuelos y cariño inagotables.

Una campana dejo oír sus notas, tres o cuatro veces anunciaba otra entrada. El joven practicante Sr. Huertas se separó de nosotros unos instantes. A su regreso tría un manojo de llaves; nos guió por un pasillo corto, hizo girar una puerta y penetramos en el Museo de disecaciones. Allí están expuestos infinidad de ejemplares curiosos, que traen a la memoria el dolor y la desgracia; pies amputados, manos piernas, brazos, pechos, variedad de fetos, etc… etc. En el centro de esta dependencia, en una gran vitrina, vemos infinidad de herramientas de cirujía, cortantes y punzantes, de todas clases, a cuya contemplación se nos pone carne de gallina y sentimos escalofríos.

Pensamos, al abandonar el Museo de disecaciones, en las pobres gentes que perdieron un brazo, un pie, o ambas piernas, acaso víctimas de un accidente minero o ferroviario, tal vez consecuencia de una enfermedad repugnante, hija del vicio, directa o hereditaria.

Y, así pensando llegamos a la sala de operaciones. En el primer cuerpo, de los tres de que consta esta parte del establecimiento, el Sr. Huertas nos proveyó de una blusa blanca, desinfectada. Sin esta prevención no se permite el paso a la sala de operaciones. Nos la colocamos, sobre nuestras ropas, y antes de entrar nos explicó el señor practicante cuanto contiene el primer cuerpo. En dos grandes armarios están los frascos de esterilización, paños blancos, blusas, sábanas, etc. etc., todo en abundancia y todo totalmente desinfectado.

En la sala de operaciones se encuentra una cama de operaciones, moderna, de complicado mecanismo, que facilita la colocación del enfermo en numerosas posiciones. Muy cerca, una mesa de mármol, palanganeros, irrigadores portátiles y otros menesteres de la sala. A un extremo, sobre otra mesa, lepas, espéculums, sondas, etc.

Son operadores los Sres. Fernández Alcázar, Torres Moreno de la Santa y Martín Serrano, los cuales según nos manifestó el practicante llevan hechas desde el mes de Noviembre del año último hasta la fecha actual más de cien operaciones quirúrgicas, entre ellas una sola que resultase desgraciada, y téngase en cuenta que se practicaron laparotomías, toda clase de amputaciones, recepciones de huesos y articulaciones, y delicadas operaciones de ojos y en los aparatos garganta, nariz y oídos.

Estos datos honran al triunvirato medico formado por los referidos señores, y dan crédito y fama al Hospital provincial”.

Este antiguo Nuevo Hospital Provincial de 1880, desapareció a finales de los años sesenta del siglo pasado.

Imagen publicada en el portada del diario “El Pueblo Manchego” el 15 de febrero de 1913, donde muestra a familiares de hospitalizados, esperando la hora de visita

sábado, 27 de octubre de 2018

EL OBISPADO VENDE LA IGLESIA DEL CARMEN EN 1933 A LA DIPUTACIÓN PROVINCIAL PARA SU DEMOLICIÓN


En esta imagen publicada en el año 1918 en la revista “Vida Manchega”, en el momento de dar la comunión a los enfermos del Hospital Provincial, se puede ver la desaparecida iglesia del Carmen 

MINISTERIO DE JUSTICIA

DECRETO

Solicitada del Ministerio de Justicia por el Excmo. Sr. Obispo de la Diócesis del Priorato-Ciudad Real, autorización para la venta de la iglesia titulada del Carmen, propiedad del Obispado, situada en las afueras de la población, fundamentando su petición en los siguientes hechos: que dicha iglesia, por hallarse fuera del centro de la ciudad, no tiene otro culto que la celebración de una misa todos los domingos; que la Excma. Diputación provincial desea adquirir dicho inmueble, para lo cual le ha requerido en repetidas ocasiones para su adquisición, al objeto de poder unir el pabellón antiguo del Hospital provincial con el nuevo construido recientemente, para formar así un edificio apropiado al objeto humanitario a que se destina; y teniendo en cuenta los justísimos deseos de la excelentísima Diputación provincial de poder contar con un edificio a su satisfacción para el uso a que está destinado; que la venta que se pretende llevar a cabo es a requerimiento de la parte compradora y que, dado el empleo que ha de darse a la finca objeto de la venta, la parte vendedora gustosa accede a ella; que el precio de la venta, que es de unas 52.324 pesetas, según tasación pericial, verificada por los señores Arquitectos D. Luis Sainz de los Terreros y D. Mateo Gayá, tiene que aplicarse a enjugar un déficit de unas 60.000 pesetas, procedentes de las obras de construcción de las iglesias parroquiales de Carrizosa, Almedina y Mestanza, pueblos de la provincia de Ciudad Real, construcción que comenzaron los mismos pueblos, comprometiéndose a costearlas en gran parte los respectivos vecindarios, compromisos que no han podido cumplir, entre otros motivos, por la escasez de las cosechas; y en atención a que ni por lo que respecta a la venta del mencionado inmueble ni por lo que se refiere a la aplicación del precio que se obtenga, queda conculcado el espíritu que informa el Decreto de 20 de Agosto de 1931.

En esta imagen publicada en el año 1913 en la revista “Vida Manchega”, podemos ver a familiares de hospitalizados en el antiguo hospital provincial, en la puerta de acceso de la desaparecida iglesia del Carmen 

El Presidente de la República, a propuesta del Ministro de Justicia, y de acuerdo con el Consejo de Ministros, decreta:

Artículo único. Se autoriza al excelentísimo Sr. Obispo de la Diócesis del Priorato-Ciudad Real para que pueda efectuar la venta del edificio-iglesia titulado del Carmen, sito en las afueras de la población y propiedad del Obispado, a la Excma. Diputación provincial de Ciudad Real, con objeto que se puedan hacerse las correspondientes obras para que queden unidos el antiguo pabellón del Hospital provincial y el nuevo construido recientemente, aplicando el importe que se obtenga de la venta al pago de 60.000 pesetas que importa el déficit de las obras de construcción ejecutadas en las iglesias parroquiales de Carrizosa, Almedina y Mestanza, quedando igualmente autorizados el Notario y Registrador para otorgar e inscribir el documento público correspondiente a que pueda dar lugar esta autorización, y debiendo darse cuenta el Ministerio de Justicia del acto que se lleva a cabo, del precio obtenido en la venta y remitir los justificantes de la liquidación efectuada por lo que respecta a las iglesias parroquiales citadas, para que dichos datos se unan al expediente, y quede así salvaguardado el espíritu que informa el Decreto restrictivo.

Dado en Madrid a veintiocho de Enero de mil novecientos treinta y tres.

NICETO ALCALA-ZAMORA Y TORRES

El Ministro de Justicia
ÁLVARO DE ALBORNOZ Y LIMINIANA

Gaceta de Madrid Núm. 33, 2 de Febrero de 1933


viernes, 26 de octubre de 2018

VIDA Y MUERTE DE DON MANUEL CASTRO DE ANTOLÍNEZ


Fachada del desaparecido Convento de los Carmelitas descalzos 

La calle de Caballeros, de Ciudad Real, comenzaba frente al Alcaná y terminaba en la plazuela del antiguo hospitalillo de San Andrés, sustituido ya por el monjil Monasterio de descalzas de San Antonio Abad. Desde su esquinazo, en línea recta, salía la calle de San Andrés, y en extramuros, finaba atravesando la muralla, a las puertas del Convento del Carmen. Muy al término de la prócer calle de Caballeros, hacia la derecha mano, tenían su morada los Castros, hidalgos frecuentadores del Convento de frailes del Carmelo, fundado años atrás. En su huerta jugaba, y se instruía en las verdades de nuestra santa religión bajo la dirección del R. P. Prior, la infantil piedad de don Manuel Castro de Antolínez. Como en años, saber y salud crecía la mocedad del hijo de los Castros, allá cuando mediaba la XVII centuria hubo de tomar partido por las armas o por las letras.

Partióse de su tierra, y si triunfó o no en las armas que eligiera, no lo apuntó la Historia, pero sí que, joven, gallardo, alegre, rico, poderoso e hidalgo, gozó, como varón, y se encenagó, como hombre, en garitos y mancebías.

Varonil, valiente, apuesto, pendenciero, hidalgo... y soez, volvióse, un día, al abrigo paterno y de su ciudad, donde pronto se hicieron famosos sus escándalos y liviandades.

Conoció, en las callejas escondidas del barrio de Santiago, y en las revueltas calles de Barrionuevo, a las mujeres fáciles vendedoras de amor. Frecuentaba tugurios. Manejaba los naipes con ventaja. Tuvo cuchilladas, por no se sabe qué dama de la calle Dorada, ante las puertas de la capilla del Cristo del Muro de la Puerta de Granada. Por su causa hubo alarma, una noche, en las cercas del Convento de Nuestra Señora  de Alta Gracia. Más de una vez, el P. Guardián de San Francisco, santamente, y la diablesa de Peralvillo, intervinieron en los lances pecaminosos de don Manuel Castro de Antolínez. Acaso, junto a la ermita de San Miguel, alguien, al morir, llamó a la Virgen de la Soterraña o de Valvanera y maldijo a don Manuel que, varonil, gallardo, pendenciero, a nadie, ni a nada, temió.

Desde su retorno a la ciudad, ni una sola vez volvió a la huerta jugosa y pacífica de los frailes, ni tuvo penitencias en las solitarias capillas de la Iglesia del Carmen. La enlodada calle de San Andrés, que tanto recorriera años ha, finaba para él, ahora, allí donde arrancaba la del Ciprés, brindadora de placeres.

…Y el Prior severo, y la madre santa, y el noble varón vencido, rezaban y lloraba por don Manuel Castro de Antolínez, que seguía su vida torpe, licenciosa y carcomida.

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Vista de la calle Caballeros en los años cincuenta del pasado siglo XX, lugar donde tenía su vivienda don Manuel Castro de Antolínez

La media noche era pasada, pues ya los gallos madrugadores clavaban en las estrellas el clarín de su canto, cuando don Manuel Castro de Antolínez dejó la calle de la Paloma, cruzó la Salinería, llegó a las casas de los Velardes –que al comienzo de la calle de Caballeros creo las tenían- y percibió a lo lejos un grande y extraño resplandor. Siguió su camino y distinguió como el grande resplandor era de las luces de infinitos cirios que gente desconocida, con uniformidad de procesión silenciosa, sacaba de su casa. Empavorecióse un tanto, repúsose al punto, y, colérico y decidido, avanzó más… y las luces y los enmascarados, en procesión inacabable, seguían saliendo del espacioso portal, poniendo espanto y pavor al ánimo más esforzado.

El de don Manuel Castro de Antolínez, brioso, acerado y violento, soberbio, a su voz airada, demandó así:

-¡Gente endiablada, decid quiénes sois y qué queréis que de este modo turbáis la paz de mi casa a tales horas!

Imperiosa, tétrica y solemne, contestó una voz:

-Callad, hermano, y rezad por el alma de don Manuel Castro de Antolínez, cuyo malvado cuerpo muerto llevamos a enterrar.

Alborotóse el hidalgo. A sus gritos, alborotóse el barrio. Ladraron los perros. Una vieja asomó el candil por el alto ventanillo frontero y a su mortecina luz, en la negrura de la noche, vio abrirse las puertas de la sosegada casa, y trémulo y enloquecido, traspasarlas el de Castro y la gente que al ruido de sus voces acudiera.

Ni dentro, ni fuera, vio nadie lo que él vio. Sus padres reposaban tranquilos. Los criados hallaron las puertas cual las habían atrancado.

Visión infernal, sin duda, fue la suya, y es lo cierto que, tan singular suceso, súpolo, después, la ciudad entera.

Solo y alterado fuese a su aposento. Al amanecer, vertiginosamente, en su febril cabeza aun rodaban, y se enganchaban, recuerdos aterrados y confusos; cuerpos yertos entre humos espesos de cera amarilla; enmascarados penitentes con capirotes forrados de naipes y de ojos negros de mujeres lascivas; calientes rosas de sangre con lazos de cintas y broches brillantes; contorsiones lúbricas de bailes carnales; tufos asfixiantes de vino y tahúr; dados y monedas; lágrimas; blasfemias; cirios macilentos y sombras siniestras; soberbia y desgarros; maldiciones; carcajadas; besos ásperos… y, en la pared, con la belleza de su talla, recia, agonizante, sombrío y ensangrentado, dulce, abandonando, clavado, el Cristo que un día regaló el severo Prior al gentil y piadoso mozo que, lleno de piedad creciente, jugaba, a diario, en la jugosa huerta de los frailes del Carmen, más allá de las murallas… al final de la calle enlodada de San Andrés…

Mirólo el Cristo. Lloró él. Sosegóse, luego, poco a poco. Durmióse y soñó… y, al despertar, ¡siguió soñando!...

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Vista de la calle Caballeros desde la Plaza del Carmen en los años cincuenta del pasado siglo

Las campanas del Convento del Carmen mandan a la ciudad, desde el otro lado de las murallas, su alegría chillona, loca, impertinente. Hay salmodias en la Iglesia, y, entre las albas capas de los frailes, un hombre joven, arrogante, pero vencido y envejecido se postra ante el Altar.

Un nuevo religioso había entrado en el Carmelo y pronto saldría de la ciudad.

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Pasaron los años. Vino el olvido… A la puerta de doña Juana Velarde llegó, cierto día, desde Pastrana, una pobre peregrina. Diéronle limosna y la señora, compadecida, sumóla a su servicio.

Por la pordiosera se supo cómo santamente muriera, en el Convento del Carmen de aquel lugar, el muy humilde siervo de Dios P. Manuel del Santísimo Cristo, su confesor. Era un santo y anciano fraile profeso cuya vida fue tan elevada, en perfección y <<Los altos juicios de Dios son incomprensibles.>>

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La mujer peregrina quedóse en Ciudad Real. <<Fue de vida justificada.>> <<Confesaba con don Pedro Ignacio Vallejo, cura de San Pedro, y murió al servicio de doña Juana. Sus restos descansas en la Parroquia de los Apóstoles San Pedro y San Pablo, bajo el arco de la capilla vieja de San José, que estaba en el Presbiterio, al lado de la Epístola.>>

(De esta manera, al solecico, entre cigarro y cigarro de tabaco duro, de cajetilla de a real, sentados en las gradas de la –el año 1937, y por acuerdo tomado varios antes- derruída Iglesia del Carmen – de castiza arquitectura carmelitana- me lo contó el tío Tomás, viejo ochentón con agudo perfil quijotesco, que, punto por punto, de este modo, oyólo relatar a su abuelo, y éste, asimismo, al suyo, y…)

Julián Alonso Rodríguez. Revista “Albores de Espiritu”. Año IV, Núm. 30, Tomelloso, abril de 1949

Parroquia de  los Apóstoles San Pedro y San Pablo

jueves, 25 de octubre de 2018

EL DESAPERECIDO MONASTERIO DE LOS CARMELITAS DESCALZOS DE CIUDAD REAL (IV Y ÚLTIMO)


Semanario Pintoresco Español. Nº 14, 2 de abril de 1843, página 4

Fray Ángel de Jesús María (definidor general de la orden) salió en defensa del proyecto, redactando un valioso escrito en donde se recogían datos muy interesantes en torno a las prescripciones de tipo artístico (o, mejor dicho, arquitectónico) que se incluían en la regla de los carmelitas. El fraile argumentaba que no había ninguna razón para impugnar la tasación porque se había realizado siguiendo el acuerdo suscrito con los patronos. La concordia de 1611 estipulaba que la traza del convento debía responder a la <<planta menor>> que utilizaba la orden pero, al mismo tiempo, habría de servir para dar cobijo a 24 frailes. Fray Ángel afirmó que los tasadores habían respetado escrupulosamente los términos que se recogían en el documento y para evitar suspicacias explicó las diferencias que había entre las distintas plantas que los carmelitas utilizaban en sus casas. En este sentido, el fraile precisó que:

<<la planta mayor o menor de la dicha orden solo consistía en haver mas o menos celdas, pero la yglesia, claustros, oficinas, huertas y los demás cumplimientos, que todas eran de una misma forma>>.

En lo concerniente a la huerta, fray Ángel señaló que en todas las fundaciones:

<<se procurava que fuesen grandes, respecto del mucho encerramiento de los religiosos para poder tener en ellas hermitas adonde retirarse a vacar a la oración; y tambien porque por tener instituto de no comer carne su principal sustento salía de la huerta, y porque habiendo de ser el convento hecho en perfeccion para veinte y quatro religiosos era forzoso haver de tener todo lo necesario>>.

Las prescripciones que imponía la regla condicionaban el desarrollo de ciertos espacios del convento como la huerta, pero también había otros factores que afectaban al coste de las obras y que no tenían nada que ver con el tipo de vida que llevaban los frailes. Fray Ángel era consciente de ello y por eso aportó otras dos razones que trataban de justificar la enorme inversión que se iba a realizar; para empezar, afirmó que los materiales de construcción eran muy caros en Ciudad Real y, después, recordó que en <<qualquiera parte era muy costoso un edificio de convento e iglesia puesto todo en perfeccion>>(20)

La polémica continuó con una nueva petición que presentó Hernando García. El representante del procurador síndico centró sus críticas en el contenido de la concordia, haciendo hincapié en la idea de que el documento iba en contra de la voluntad del fundador. Don Antonio <<habia querido que el convento se hiciese en su casa, y no en otra parte>>; por eso, era obvio que el acuerdo no respetaba sus deseos ya que los firmantes pretendían trasladar la fundación a otro lugar. Hernando no recurrió a este argumento con la sola intención de hacer valer la última voluntad de un difunto sino también porque, a su juicio, respetar la memoria del fundador tenía ciertas ventajas de tipo económico. Las transformaciones arquitectónicas que debían realizrae <<para reducir la casa a monasterio eran muy pequeñas porque el principal edificio quedaría en su ser>> y sólo habría que modificar <<lo asesorio y conpartimiento de la casa>>. Ademas, el fundador ya había construido los cimientos de la iglesia, iniciando de esta forma las obras del futuro convento.

La ubicación donde se levantó el convento de los carmelitas, fue fuera de la muralla, cerca de la ermita de San Sebastián y tras cruzar la Puerta del Carmen

Por si estos argumentos no surtían efecto, Hernando propuso un sistema de financiación que serviría para construir el edificio en un lugar distinto a la casa del fundador. El sistema no respondía a las pretensiones de los carmelitas, aunque retomaba una idea que aparecía en el acuerdo de 1609. En primer lugar, habría que vender la casa del fundador y entregar el importe a los carmelitas; si la cantidad resultante era insuficiente los patronos podrían aportar algo de dinero, pero su ayuda no debía alcanzar los 4.000 ducados, cantidad que consideraba más que suficiente. El apoyo económico de los patronos quedaba bastante restringido; por eso, en caso de necesitar más dinero, los frailes tendrían que conseguirlo por su cuenta, recurriendo a la petición de limosnas.

Tras exponer esta idea, Hernando se dedicó a criticar la envergadura del proyecto, afirmando que los carmelitas <<habían tomado un sitio muy grande y la iglesia y claustro y oficinas eran de extraordinaria grandeza>>. A su juicio, las desorbitadas pretensiones de los frailes quedaban en evidencia si se tenían en cuenta dos aspectos de la obra: la riqueza de los materiales de construcción que iban a emplearse en el convento y las características estructurales de su fábrica. Hernando abrió su argumentación precisando que:

<<el material de todas quantas paredes havia de haver las trasavan de piedra blanca de la cantería, sin que hubiese de haver ninguna de tapia como se solia hacer en otras obras mayores, por ser muy buena y fuerte la tapia que halli se hace y de ella havia otros muy grandiosos monasterios>>(21)

En la misma línea, señaló que la iglesia contaba con un pórtico de sillería valorada en 6.000 ducados y que todas las bóvedas de la casa eran de <<tres ladrillos de grueso entrepuestos con yeso>>. Esta técnica constructiva era mucho más cara que las habituales bóvedas encamonadas realizadas en yeso; por eso, no debe extrañarnos que a su juicio la fábrica tuviese <<una costa grandísima y no usada en aquella tierra donde todas las bóvedas eran de lancha, calería y cal, edificio muy fuerte y durable y de poca costa>>(22)

Las alegaciones de Hernando incluían una extensa referencia a la huerta del convento. Su escrito hacía hincapié en los mismos aspectos que destacó el representante de los patronos, aportando más datos en torno a las características de este espacio. El elevado coste de la cerca (2.000 ducados) estaba directamente relacionado con el material de construcción que se había elegido. Los frailes querían levantarla a base de piedra blanca; pretensión que, según sus propias palabras, era <<cosa nunca vista en aquella tierra en otros conventos muy grandiosos y fundaciones reales>>. El otro aspecto de la huerta que despertaba una agria polémica era su propia extensión. Al parecer, los carmelitas querían reservarse diez fanegas de tierra dedicadas al cultivo del trigo y, en su interior, plantar 200 olivos, 200 vides y otros muchos árboles frutales. El representante del procurador síndico pensaba que esta parcela era demasiado grande y que la regla de los frailes (con su prohibición de comer carne) no justificaba este dispendio, afirmando que la huerta debía ser <<moderada>>(23)

Escudo de la orden de los Carmelitas Descalzos

Hernando centró sus reclamaciones en el desarrollo de los aspectos artísticos y en sus implicaciones económicas, pero también tuvo ocasión de criticar la renta que se entregaba a los carmelitas para garantizar su manutención. Según sus propias palabras, con esta medida:

<<no solamente se contravenía a la intención del fundador que solo habia tratado de fundar la casa material y no darle renta, pues no lo havia dicho, sino tambien se contravenía a las mismasconstituciones de la dicha orden (…) en que apretadamente se prohivia que ninguna casa de la dicha orden pudiese tener en común ni en particular renta ninguna>>.

Añadiendo que:

<<el dicho convento se havia de sustentar condorme a su instituto de limosna, y no de rentas>>.

Gerónimo de Niso (representante de los patronos) continuó con sus alegaciones y presentó otra reclamación que tocaba los aspectos más importantes del problema, siguiendo un esquema muy similar al utilizado por Hernando García. Con ella no solo ponía en tela de juicio el coste de las obras, sino también la cantidad que se entregaba a los frailes para su manutención. El recurso se apoyaba en el contenido de las constituciones que regulaban la vida de los carmelitas e insistía en la necesidad de modificar estos dos apartados; por eso, pensó que el rey debía enviar un requerimiento a los frailes para que <<los maestros del dicho edificio>> tuvieran preparada una <<trasa, planta y tasación de por menor>>(24)

La batería de reclamaciones se cerró con una petición que presentó Diego de las Cuevas en nombre de la ciudad. El escrito señalaba que debían rechazarse las peticiones de los carmelitas y anular todos los asientos que se hubieran firmado con ellos. Esta petición suponía una nueva subida de tono en el desarrollo del proceso porque, además de impugnar la concordia de 1611, ponía en cuestión la decisión de trasladar el convento a la ermita de San Sebastian (25).

A pesar de todas las alegaciones en su contra, los carmelitas obtuvieron el apoyo del Consejo y, al final, levantaron el convento en unos terrenos situados al noroeste de la ciudad. El 29 de marzo de 1613, los patronos adquirieron un quiñón propiedad de doña Magdalena Treviño que estaba valorado en 123.929 maravedís. A juzgar por su precio, la parcela debía ser bastante grande, pero no lo suficiente como para dar cobijo a todo el proyecto porque tres años después se compró otra propiedad <<para cumplimiento de sitio y huerta del dicho convento>>. El terreno en cuestión pertenecía a los herederos de Juan Manchado que recibieron 6.000 maravedís por su venta (26). Por desgracia, la desamortización y la falta de conciencia en el tema de la conservación de bienes artísticos propiciaron la desaparición de este convento, perdiéndose una de las fundaciones más importantes de toda la provincia.

José Javier Barranquero. “Conventos de la Provincia de Ciudad Real. Biblioteca de Autores Manchegos. Ciudad Real 2003.

(20) AHN, Clero, Clero secular-regular, legajo 1.864/2, sf.
(21) Ibídem.
(22) Ibídem.
(23) AHN, Clero, Clero secular-regular, legajo 1.864/2, sf. Hernando comparó el proyecto con otros conventos que habían construido los carmelitas, señalando que <<otras muchas casas de la misma orden que se habían edificado con mas de quarente celdas e iglesia y claustros y huerta competente y alhajas no havia llegado la costa de diez mill ducados como era la Siguenza y Manzanares y el Quintanar y otros de la comarca>>.
(24) AHN, Clero, Clero secular-regular, legajo 1.864/2, sf.
(25) Ibídem.
(26) AHN, Clero, Clero secular-regular, legajo 2.823, fol. 2r.

Al final el Convento de los Carmelitas fue demolido en 1936. El diario del Pueblo Manchego nos informa de ello el 26 de septiembre del citado año