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martes, 17 de junio de 2025

UN PLEITO ENTRE EL CABILDO PRIORAL Y LAS ÓRDENES MILITARES A FINALES DEL SIGLO XIX (I)

 

Miembros del Cabildo Prioral en 1914 en tiempos del Obispo-Prior Gandásegui



DON ALFONSO XII, por la gracia de Dios Rey constitucional de España.

A todos los que las presentes vieren y entendieren, y a quienes toca su observancia y cumplimiento, sabed: que he venido en decretar lo siguiente:

«En el pleito contencioso-administrativo que pende en única instancia ante el Consejo de Estado, entre Don Joaquín Martin Lunas y González, D. Clemente León y Rivas, D. Fernando de Hermosa de Santiago, D. Casimiro Piñera y Naredo, D. Enrique Clemente y Guerra, D. Juan Pons y Villalonga, D. Antonio. Martínez Romero, D. Ramón Majolero y Camaclio, D. Francisco Baztan y Urniza, B. Manuel Trullenque y Grafulla, D. Higinio Maserico y Jiménez, D. Félix Cadavieco y Rozada y D. Victoriano Guisasola y Menéndez, individuos del Cabildo de la Iglesia prioral de las cuatro Ordenes militares en Ciudad-Real, y en su nombre, como demandante, el Doctor D. Luis Silvela, y la Administración general, demandada, y en su representación Mi Fiscal, sobre revocación ó subsistencia de la Real orden expedida por el Ministerio de Gracia y Justicia en 1.° de Marzo de 1879, por la cual se denegó cierta solicitud de aquellos Capitulares sobre ingreso en las referidas Ordenes:

Visto:

Visto el expediente gubernativo, del cual resulta:  Que en exposición de fecha 25 de Abril de 1878, elevada por conducto del Ministerio de Gracia y Justicia, Don Joaquín Martin Lunas y litis-socios, á excepción del último, individuos del Cabildo de la Iglesia prioral de Ciudad- Real, manifestaron que según el espíritu y letra de la Bula Ad Apostolicam  -por la que se creó el Cabildo, no bastaba para ser Capitular la mera autorización que para usar las cruces dé las Ordenes militares les había otorgado el Tribunal Metropolitano, sino que era condición precisa ingresar y pertenecer á las mismas de hecho y de derecho; que así se determinó en el art. 9.° del Real Decreto de 1. de Agosto de 1876, y que tampoco era equitativa la condición inserta en los títulos expedidos á los reclamantes, en virtud dé la cual habían de dejar el uso de dichas consideraciones al salir de aquella Iglesia para otra distinta, puesto que se les habían exigido costosas y prolijas pruebas de limpieza, en todo iguales á las que á tenor de las reglas y Definiciones practicaban los antiguos religiosos, con grado mayor en Teología o Cánones, los cuales por esta circunstancia estaban dispensados de probar hidalguía, pues dichos grados de que se hallan adornados los exponentes equivalen á ella, y en su virtud Me suplicaban que como Gran Maestre mandase; primero, que los Capitulares de la Iglesia prioral fuesen admitidos é ingresaren sin necesidad de nuevas pruebas ni gastos en una de las cuatro Ordenes militares, en el modo y forma procedente en derecho; y segundo, que como consecuencia, aun saliendo de aquel Cabildo, continuasen los eclesiásticos que á él hubieren pertenecido, en el goce de las consideraciones y prerogativas que, como á individuos de las Ordenes, les correspondieran:


Miembros de las Órdenes Militares en 1905  acompañando al Rey Alfonso XIII en su visita a Ciudad Real


Que remitida esta solicitud á informe del Consejo de las Ordenes militares, el mismo, después de oír á su Fiscal y á los cuatro Capítulos, lo evacuó en 26 de Noviembre del mismo año, haciendo extensas consideraciones sobre el origen, constitución y objeto de las Ordenes, y expresando que los reclamantes ocupan puestos que en rigor de justicia corresponden á los Caballeros y religiosos de las mismas, y que sólo pudo dárseles ingreso por falta de ellos, á la reconstrucción de la Iglesia prioral y miéntras se organiza el competente Seminario y se fija la manera de reemplazar y sustituir los antiguos Freires; pero que por lo mismo el Consejo, celoso de la integridad de las Definiciones, estableció en los títulos de los recurrentes que sólo pudieran usar las cruces de trapo en las Capas corales y por aumento de gracia en los manteos clericales, pero ni en la sotana insignia de los antiguos Freires, ni jamás la Venera símbolo de los Caballeros, y aun aquella dentro de su propia residencia; quedas alegaciones aducidas por los mismos, se destruyen atendiendo á que el título académico que ostentan es requisito indispensable en la mayor parte de los Canónigos de España, y las pruebas practicadas para el ingreso en la Iglesia, de escaso coste, se han limitado á una simple limpieza de sangre con información de cuatro testigos presentados por los mismos, y tales en algunos que sólo prueban que ni ellos ni sus padres ni abuelos fueron moros; que las cruces de las Ordenes no son un mero adorno, suponiendo la imposición de obligaciones, prestación de juramentos sagrados y sujeción á reglas monásticas que, ligando á los Canónigos de la Iglesia prioral, si querían profesarlas, les imposibilitaría de ir á otra Iglesia, porque para ello les sería necesario obtener una Bula de secularización, en cuyo caso ningún derecho les podría quedar relacionado con las expresadas Ordenes; y por todo ello proponía que se impusiera perpétuo silencio á los Capitulares acerca de su pretensión, que se estuviese al acuerdo del Consejo de 19 de Setiembre de 1876, y que cumplieran con lo que se expresa y sanciona en la nota que se estampó en sus títulos;

Y que por el Ministerio de Gracia y Justicia se expidió la Real orden de 1.° de Marzo de 1879, por la cual, teniendo en cuenta que en los Estatutos y Definiciones de las Ordenes se encuentra establecido el modo y forma de ingresar en ellas; y que las pruebas practicadas por los recurrentes se hallaban muy distantes de ser las que con arreglo á los citados Estatutos y Definiciones deben practicarse para alcanzar los derechos y prerogativas que á los individuos de las Ordenes militares corresponden, se desestimó la solicitud mencionada de los Capitulares de la Iglesia prioral:




Vistos los autos contenciosos, de los que aparece:

Que en 12 de Abril de 1879 el Doctor D. Luis Silvela, en la representación antedicha, interpuso demanda ante el Consejo de Estado con la súplica de que se revoque la Real orden de 1.° de Marzo anterior, y se reconozca á sus representados el derecho que tienen, en virtud de las pruebas practicadas, para ingresar y ser recibidos como religiosos ó Freires clérigos en alguna de las cuatro Ordenes militares, y á conservar este carácter, aun cuando dejen de pertenecer al Cabildo de la Iglesia prioral de las mismas:

Que admitida en vía contenciosa esta demanda, en escrito de 23 de Marzo de 1880, el Doctor Silvela la amplió solicitando que se declare: primero, que sus patrocinados tienen el derecho de ser admitidos y el deber de ingresar en las Ordenes militares, siempre que llenen todos los requisitos necesarios para ello; segundo, que las pruebas que han practicado son las mismas, y todas las que según las disposiciones vigentes sobre la materia se exigen y pueden exigirse para entrar de religioso en alguna de dichas Ordenes; tercero, que en consecuencia de ello deben ser admitidos é ingresar sin necesidad de nuevas pruebas ni gastos en alguna de las cuatro Ordenes militares, en el modo y forma que proceda en derecho, y cuarto, que una vez admitidos é ingresados en alguna de ellas, conservarán el carácter adquirido y el goce de las consideraciones y prerogativas que como individuos de las Ordenes les correspondan, aunque dejen de pertenecer al Cabildo de la Iglesia prioral de que hoy forman parte, mientras no hagan cosa porque con arreglo á derecho deban perder aquel carácter:

Gaceta de Madrid. Núm. 78 19 de marzo de 1882



lunes, 16 de junio de 2025

CRONIQUILLA: DEMENCIA DE UN RELOJ

 



El reloj de la Santa Iglesia Prioral esta “demente”. Anoche a las nueve dio ochenta y ocho campanadas y a la repetición solo dos. Hace ya varios días que no está acorde en su funcionamiento.

¿Qué le pasa? ¿Es que quiere llamar la atención del Concejo para que vea como está de intransitable el paseo del Prado? ¿Es que da un tique extraordinario para que se especifique el daño que causa la palomina sobre la techumbre de la Iglesia? ¿Acaso obedece la repetición de campanadas al deseo de que se congreguen en sus inmediaciones los polis urbanos y corrijan a los chicos que con tiradores no dejan en paz a los inocentes pajarillos ni…. A las personas? ¿Es para anunciar que hoy es San Marcos y que llegan sus vecinos del estío los vencejos? ¿A qué obedece ese desarreglo?

Pase que nuestra Hermosa morena siga entre penumbras en su Camarín, y que aún no se le haya dado comunicación directa desde la calle, ni se haya hecho lo que los bilbaínos con la Virgen del Begoña porque eso entra dentro del mayor o menor fervor de sus feligreses, pero por Dios arreglad el reloj de la Catedral porque aún pese a los iniciadores del campanillero reloj de la plaza siempre será el de la Virgen el guion de las faenas casera.

José Balcázar. Diario “Vida Manchega” 25 de abril de 1930




domingo, 15 de junio de 2025

LOS VERANOS DE LAS PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XX (II)

 



Y vamos ya con la cuarta - verbena de tradición, la de Santiago Apóstol, en la noche del 24 de julio. Los percheleros no querían que nadie les ganase la partida e instaban al párroco Alejandro Lapastora, a que además de que la iglesia permaneciera abierta hasta la madrugada, no faltara una solemne misa al día siguiente en honor del titular del templo. Y he dicho antes que los percheleros- entre los que se encontraba quien escribe- no querían dejarse ganar la partida, porque muchos de estos vecinos de las calles de Calatrava, Altagracia, Refugio, Lirio, Norte y plaza de Agustín Salido, colocaban en las puertas y ventanas farolillos, que algunas veces ardían sin que pudieran cumplir su misión al completo, con gran disgusto de quienes lo habían colocado.

La otra gran fiesta popular del verano era la Pandorga, en la noche del 31 de julio en el paseo del Prado, ahora suprimieron lo de «Paseo» y les llaman «Jardines», pero de esta fiesta no vamos a dar detalles, bien recopilados en un reciente artículo muy completo del buen amigo Manuel Alcázar Bermejo en La Tribuna. Si recordar que los asistentes a la fiesta, en la que Mazantini, el cielo Argumosa y Pepe eran puntos fuertes a la hora de tocar y cantar las manchegas, pues por diez céntimos- una perra gorda- podíamos hacernos con una gaseosa fresquita en la fábrica de Ruiz de León, y si nos juntábamos varios amigos podíamos comprar una docena por una peseta.



El resto del verano, con mucho calor

Los ciudarrealeños hemos «disfrutado» siempre de mucho calor en el largo verano, que culminaba de Virgen a Virgen- la del Carmen y la del Prado-, pero alcanzaba los más altos valores termométricos de Santiago a San Lorenzo, aunque por las noches podíamos defendernos dejando las ventanas abiertas, incluso en las habitaciones dormitorias que daban a la calle, aunque había que apagar la luz para evitar los mosquitos y a algunos mirones, que era dados al «ventaneo» para curiosear. Pero por las tardes, cuando más apretaba el calor, era confortante escuchar las voces del vendedor de helados, que con sus garrafas recorría las calles ofreciendo su mercancía, que no era otra que un vaso de horchata o de limón helados, que a los peques nos agradaba poder adquirir en la misma puerta de nuestras casas a cambio de unas monedas.

Ya cuando llegaba el 15 de agosto y se salía a la Feria, recién instalada en el Parque de Gasset gracias a la decisión del Ayuntamiento que presidió José Cruz Prado, había noches que refrescaba más de la cuenta y las damas, en los bailes, tenían que echarse alguna ropa ligera a los hombros, mientras en la Fuente Talaverana y la Ferroviaria se bailaba al compás de orquestas que en ocasiones no pasaban de discretas. Terminaba nuestra Feria en la noche del 22 de agosto, con la consabida traca final, pero enseguida venía la de Almagro, a partir del 24, que para los vecinos de la capital tenía mucho atractivo, tanto para ir a los toros y degustar las bien aliñadas berenjenas, sino también para participar en los bailes, que de siempre era muy animados y. nos gustaba alternar con los amigos y amigas de la ciudad de los encajes. ¡Qué tiempos!

Cecilio López Pastor. La Tribuna de Ciudad Real martes 15 de agosto de 2000



sábado, 14 de junio de 2025

LOS VERANOS DE LAS PRIMERAS DÉCADAS DEL SIGLO XX (I)

 

El antiguo casino y el desaparecido Gobierno Civil a principios del siglo XX


Leyendo hace un par de meses atrás un precioso artículo como todos los suyos, de mi buena amiga Enriqueta Fernández Mera, abenojense de pro, en el que hacía un inspirado elogio de la alcarraza, adminículo refrescante para calmar la sed en los largos días del verano manchego, vasija de barro blanco y poroso hoy desaparecida, me hizo recordar que en mi casa de las décadas diez y veinte era indispensable, pues aún no había aparecido prácticamente las primitivas neveras alimentadas con hielo en barra más o menos grande. Y mi buena madre no se conformaba con una de estas vasijas con dos asas y cuatro bocas, sino que se hizo fabricar un alcarracero con tres huecos para colocar o tras tantas alcarrazas, alcarracero que siempre tenía situado en el lugar más fresco de la casa y a ser posible en la corriente de aire que pudiera haber entre una y otra habitación.

Pues bien, hoy voy a complacer a un buen amigo que con más frecuencia de la deseada, me insta a escribir sobre recuerdos de aquellos años en las que las condiciones y circunstancias familiares eran bien distintas a las de hoy, en que se dispone de gran número de «aparatos» domésticos y no domésticos, que hacen más llevadera la ingrata labor de las amas de casa y a los jóvenes y niños entregarse de lleno a disfrutar con lo que pudiéramos denominar la « ordenadoremanía», aparte, claro está de la televisión y la telefonía móvil, el gran invento de la comunicación callejera, que tanto facilita la localización personal.

 

Tomar el fresco a la puerta de la propia casa

Aún no se había inventado el remedio del aire acondicionado y lo más que se disponía para de ventiladores de mayor o menor tamaño y de abanicos y pay-pays, estos últimos de propaganda de establecimientos o productos comerciales. Y nuestros abuelos encontraron como solución para la anochecida de los rigurosos comerciales. Y nuestros abuelos encontraron como solución para la anochecida de los rigurosos julio y agosto, que en muchas ocasiones se prolongaba hasta las primeras horas de la madrugada, según las obligaciones de trabajo de cada uno al día siguiente, de salirse a la puerta de la casa con un asiento lo más cómodo posible- como se disputaban las mecedoras- y entablar tertulias con los vecinos más próximos, aprovechándose de la escasa circulación rodada existente, costumbre que aún se mantiene en no pocos pueblos pequeños de nuestra geografía provincial.

 

Las verbenas en los tres barrios, diversión popular

Ciudad Real de aquellas décadas a que me estoy refiriendo estaba dividido en tres grandes barrios, que coincidían con los nombres que tenían los -titulares de las tres parroquias: San Pedro, Santiago y Santa María del Prado, esta conocida también por la Merced, como aún sigue siéndolo. Pues bien, cada barrio esperaba con interés y deseo la llegada de las verbenas, fiesta popular por excelencia, en las que se visitaba el templo, se rezaba para pedir algún favor, y después había que echar un trago, bien de «limoná», de horchata o una simple gaseosa, que era más barata. A los niños nos conformaban con chupones y llaves de caramelo, así llamadas porque tenían esta forma y si había presupuesto compartir con la niñera de turno, un poco turrón de Castuera y almendras saladas.


Los antiguos “Pay Pay” para combatir el calor en verano

 

La parroquia de San Pedro disfrutaba de dos de estas verbenas, aunque a ellas acudían no sólo los feligreses sino no pocos culipardos de los otros dos barrios. La primera era la dedicada a San Antonio de Padua y se celebraba la víspera, el 12 de junio. En cuanto a la segunda, en honor de San Pedro Apóstol, tenía lugar el 28 del mismo mes, que solía estar aún más animada, pues al día siguiente era fiesta de guardar, con cierre de oficinas y comercios. N o faltaban en las verbenas el concierto de la Banda Municipal, que en aquellas fechas dirigía César Ruyra, maestro de una gran familia de músicos, y al que años después sucedería su hijo Cristóbal, casado con Regina Torija, directora de la Escuela Normal de Maestras.

A estas dos verbenas de la principal parroquia, a cuyos motivos se les conocía por «tacillas»- confieso que ignoro el motivo -, sucedía la de la Virgen del Carmen, en la noche del 15 de julio, que tenía lugar en la calle de Caballeros y plaza del Carmen principalmente, ya que la imagen se veneraba en la iglesia del convento de Carmelitas, muy queridas en la ciudad. Pero esta verbena, como ya creo haber recordado en alguna ocasión se prolongaba hasta la capilla del Hospital Provincial, desaparecida en los años 30 por decisión de quienes gobernaban en la Diputación, y a la que había que acceder cruzando la vía del tres, dé la línea Madrid-Badajoz, hasta que se lograra la desviación de la «directa», para evitar la entrada de los trenes en la estación por el furgón de cola. La circunstancia de contar por aquellos años con dos bandas de música en nuestra capital, permitía que en la plaza del Carmen fuera la Municipal la que alegrara la verbena, mientras en las inmediaciones del Hospital- el construido por el médico Bernardo Mulleras en su época de presidente de la Diputación aunque luego lo inaugurara Alcalá Zamora en la República- fuera la Banda Provincial, dirigida por un gran músico, el maestro Antonio Segura, la que ofrecía el concierto de rigor.

Cecilio López Pastor. La Tribuna de Ciudad Real martes 15 de agosto de 2000

 

En el desaparecido Hospital provincial se celebraba la festividad de la Virgen del Carmen con una verbena

 

viernes, 13 de junio de 2025

EN CIUDAD REAL SE PROYECTAN MUCHAS E IMPORTANTES MEJORAS

 



Figuran en primer término la construcción del correspondiente edificio para casas consistoriales y la formación de un vivero en uno de los pantanos o terreros, dedicándose el otro a estanque, donde se tendrán a disposición del público algunas lanchitas, en las que los aficionados a navegar podrán disfrutar de esta recreativa diversión.

A esto le seguirá la plantación de árboles en el paseo de la Ronda comprendido entre las puertas de Granada y de la Mata, el arreglo de los que hoy existen en la calle de este nombre, trasplantación de los sobrantes, colocación de aceras en las calles Caballeros, la Paloma, Arcos, Pilar y Ciruela, construcción de un bonito paseo entre las puertas de Ciruela y Alarcos, embellecimiento del conocido con el nombre del Prado, arreglo del empedrado en todas las calles que su mal estado lo exija, recomposición de los caminos vecinales y de las labores de campo, y otras.

También se piensa en la construcción del alcantarillado y desagüe de la población.

Las Noticias. Madrid 2-1-1866

 

jueves, 12 de junio de 2025

CIUDAD REAL

 


Ciudad Real con 18.534 habitantes, con Ayuntamiento de 15327, capital de la provincia de su nombre, situada a 5,5 kilómetros del Guadiana. Tiene buenos edificios, siendo los más notables la Catedral, hermoso templo de una sola y espaciosa nave, con un magnífico retablo de la época del Renacimiento; la Casa de la Misericordia, Instituto, Hospital, Palacio episcopal, Palacio provincial, Seminario conciliar de las Ordenes Militares, Matadero, Casino, Manicomio provincial y la casa de Barrenengoa en la Plaza del Pilar. Ferrocarril de Ciudad Real a Badajoz. Línea directa de Madrid, de donde dista 170 kilómetros. Coche a la estación; precio de asiento, 0,50 pesetas. Diligencias diarias a Daimiel, Piedrabuena y al balneario de Hervideros de Fuensanta durante la temporada de baños. Produce vino, aceite, pastos, frutas y muchos cereales. Hay fábrica de curtidos, jabón, aguardientes, gaseosas, harinas, gas y varios molinos de chocolate; las demás industrias y comercio apenas tienen importancia. Tiene dos fábricas de electricidad que suministran el fluido, además de la capital, a los pueblos de Miguelturra, Carrión y Torralba. Feria y fiesta mayor el 15 de agosto. Teléfono. Telégrafo central. Cartería de valores declarados.

Dos notarias.

 La Reforma Madrid-1905-10-7-1918-n-o-680



miércoles, 11 de junio de 2025

UNA ESCULTURA DE MANUEL MARÍN AUMENTA EL PATRIMONIO ESCULTORICO DE CIUDAD REAL

 



Ayer en un acto celebrado en el Parque Manuel Marín se procedió al reconocimiento institucional a la figura de Manuel Marín por el 40 aniversario del Tratado de Adhesión a la Unión Europea. La ceremonia incluyó el descubrimiento de una escultura en homenaje a Manuel Marín, obra del escultor valdepeñero Sergio Alonso, que se une al patrimonio escultórico de Ciudad Real.








martes, 10 de junio de 2025

IMÁGENES DE LA ROMERÍA DE LA VIRGEN DE ALARCOS 2025

 



La página de Facebook del Ayuntamiento ha publicado varias imágenes que hoy público en el blog, de la Romería de la Virgen de Alarcos celebrada entre el domingo y ayer lunes en nuestra ciudad, y que corresponden al traslado de la imagen y la procesión el día de su festividad.






















lunes, 9 de junio de 2025

UN HECHO CURIOSO ENTORNO A LA ROMERÍA DE LA VIRGEN DE ALARCOS EN 1897

 

Las imágenes que se publican en esta entrada son de la Revista “Vida Manchega” y corresponden a la romería de la Virgen de Alarcos de 1912


Al regreso bastantes vecinos de Ciudad Real a esta ciudad, fueron víctimas de muchos atropellos por parte de una pareja de la Guardia Civil.

La prensa toda de aquella capital censura el hecho duramente.

La Tribuna dice:

Nos referimos a los lamentables sucesos ayer ocurridos en las inmediaciones de esta capital, llevados a cabo por una pareja de la benemérita cuerpo de la Guardia Civil que, olvidando el respeto que deben al cuerpo a que pertenecen y al público en general, se embriagaron, y en aquel deplorable estado cometieron un sin número de atropellos con honrados artesanos que, dando expansión a su ánimo, salieron a las huertas a disfrutar de la bondad del día y celebrar la festividad de Nuestra Señora de Alarcos, de cuyos atropellos fueron también víctimas señoras, sacerdotes y caballeros, registrando a unos y otros y deteniendo a todos de formas descorteses y groseras, propias del deplorable estado en que se hallaban.

Lo que sobre esto cuentan las personas que lo presenciaron, sube de punto, y gracias a la reconocida sensatez, nunca bien ponderada, de este honrado vecindario, pudo evitarse un día de luto en Ciudad Real, pues hasta niños indefensos fueron blanco de la salvajada de los guardias obligando a muchos de ellos que se bañaran en el río.



El relato de lo ocurrido según la prensa de aquella capital es como sigue:

Regresaba la pareja de la Guardia Civil por la carretera de las Huertas, cuando de repente volvieron grupos y empezaron a detener cuantas personas iban por la carretera.

El médico D. Marcial Cardona, en unión de su distinguida esposa y de la familia de D. Ramón Clemente Rubisco, fueron las primeras personas que sufrieron el atropello.

Detuvieron los guardias al médico y además le insultaron.

Quiso intervenir a favor del detenido el cura párroco de Santa María, D. Teodoro Espadas, y también se pretendió detenerle.

El concejal, Sr. Bermejo, que iba en carruaje con su familia, fue detenido por los guardias, dándose el caso que uno de estos se colocase delante del vehículo, y poniéndole al conductor la punta del sable en el pecho, dijo:

-¡A ver si ahora te sujetas!

Fueron maltratados de obra un caminero llamado Santiago Oliver, una mujer que no se metía con nadie y su marido.




Los guardias hicieron bajar a viva fuerza de un galeón a la familia de D. Ángel Pérez.

Dícese que dos horas antes de ocurrir estos hechos, la pareja había arrojado a la presa del molino de Alarzón a seis niños de corta edad, obligándoles a bañarse con grave exposición de su vida.

El Gobernador Civil tuvo conocimiento de los atropellos cometidos en la carretera, por una de las personas detenidas, que logró escaparse y se dirigió al Gobierno Civil a denunciar el hecho.

Los guardias que se llaman Eusebio Aparicio y Alejandrón, fueron conducidos por otras parejas a la presencia del gobernador y entonces se vio que estaban totalmente embriagados.

Dijeron que habían hecho las detenciones porque oyeron tiros y buscaban a los asesinos.

Más de cincuenta vecinos de Ciudad Real han elevado una instancia al director general de la Guardia Civil, pidiendo que el teniente coronel señor Bueno, que desde hace tiempo reside en Madrid, a pesar de ser el jefe de esta provincia, fije su residencia en Ciudad Real.

La lista de las personas atropelladas en la carretera de la Huertas sería interminable.

La opinión está indignadísima.

Diario “Heraldo de Baleares”, domingo 13 de junio de 1897



domingo, 8 de junio de 2025

LA ROMERÍA DE ALARCOS

 



Se abrió, de par en par, la puerta de la nave del Evangelio vomitando en el campo el “fato” espeso, --¡se podía cortar de tan trabado!—maloliente, acre, contenido dentro del templo y fabricado con atroz amasijo de vahos de sudada humanidad, y olores de sebo de velas consumidas, de incienso, de niños con babas de leche cuaja y pañales manchados, de romero y manzanilla, de hinojo, de tomillo, de mejorana, recocidos al fuego completo y lento de primavera, de sangre de gañania, de amor retozón, de lágrimas de emoción que escaldan las mejillas al correr, de Ave Marías entrecortadas. Había cantado la Misa Petronilo Barrera y “Menchita”, la predicó D. Ramón, la celebró don Emiliano y la presidió, cerca de las gradas del Altar, el concejal presidente de la Comisión de Festejos del Excmo. Ayuntamiento de la capital. Arriba, de sus andas, abrazada a su Hijo enmarcada de florecidas hierbas olorosas y espigas en granazón y sarmientos cuajados de pámpanos y de “muestra” de uva, la Virgen de Alarcos, sonriente, oronda, campechanota, campesina, se empinaba para verlo todo.

Por otra puerta, --la del atrio cubierto--, con ímpetu parejo a la riada que forman las tormentas en la calle de Alarcos de la ciudad (1), llegaba la gente para rezar a la Virgen. No cabía más. El templo estaba macizo, pero seguían llegando romeros y la Señora, que quería sonreír a todos y que todos la vieran, pensó que lo mejor sería irse al campo, para recibirlos. Para salir empujó y abrió la puerta de la nave del Evangelio. Por eso, al punto, al sol y al azul cenital de aquel día, la masa humana y el aire viciado de males y de bienes, encerrados, apretujados, en la Iglesia se esponjaron fuera, se fundieron con quienes no pudieron pasar, y en vivas y gritos y Marcha Real y “cobetes” y volteos de cimbalillo y estridular de grillos, atronaron el espacio, alegraron el campo, y, como heraldo de la paz, el ruido ensordecedor corrió hasta los mas lejanos confines, que el terreno es llano y no pone reparos al bien.

“Platerico”, que “amaneao” comía hierba y rocío junto al Arzollar, sobresaltose, puso tiesas las orejas y soltó un rotundo rebuzno, y las palomas zuritas trenzaron, con sus vuelos, bandadas de arabescos sobre la ermita, y el “guarrillo”, al trotecito, con gruñir impertinente, se amagó bajo un chaparrete, y la borrega, y el gallo, y el perro, y un globo verde, ampolla de esperanza, se soltó y, recto, subió y reventó, ardiendo en lo alto, y ¡era un beso que el suelo enviaba al cielo!. 



La lagartija, que estaba soleándose en la peña pelada, levanto la cabeza, meneo la cola, desperdicio una mosca y, rápida, nerviosa, se metió en la resquebrajadura de allí cerca, junto a la madriguera de conejo vigilante y tímido.

Y Ella, muy luego, apareció en la puerta del santuario orlada de flores silvestres. Con unas cuantas, que eligió de entre las más salvajes, trenzo un ramillete para prendérselo, ¡que para eso era mujer y guapa, y estaba en su heredad! Dejo que el Infantico, enredara con su juguete preferido: “el petín”, cazado entre los cardos, que suave, se acunó en el pecho del Niño y confiado y feliz, empezó a trinar alegre, sencilla, magna y acordada melodía en gracias de los creado al Creador.

Sentado en el risco frontero a ese trozo de almenada muralla, un hombre envejecido, enjuto, solo, triste, esperaba la llegada de la Virgen en su paseo triunfal. Corto es el recorrido, --ya ves: solo el perímetro exterior del santuario--, pero largo es el tiempo gastado en él, que, la Virgen, llevada a hombros hombrunos, entre brazos velludos y caras sudorosas de carol viril y joven, y sobre enjambre gritador de hirviente multitud humana, ha de pararse y mirar hacia donde, en la lejanía, visibles o no, caen cada uno de los lugares de los contornos y de donde vinieron siquiera, media docena de romero “templados” .

“Volvéla pá Valverde. ¡Párala! ¡Más que ha estao más tiempo mirando pa Alcolea!”

Y así conforme pasaba por donde se veían o debían caer, Villadiego y Poblete y Caracuel y Miguelturra y Picón y Peralvillo y La Poblachuela y Las Casas y Piedrabuena y Porzuna y Ciudad Real y Sancho Rey y El hombre envejecido, solo, triste, se levantó. Llegó, al fin, ante él, Ntra. Señora de Alarcos. ¿Sudaba, lloraba? ¡Ah, no se! Solo si sé que quieto, vertical, enjuto, cetrino, parecía el tronco, en ruinas, de un árbol, noble, desgajado por el rayo de la tormenta, recia, de una vida dura.

Se recogió la Virgen a su casa. Poco después, los caminos y “veredas” que divergen del santuario, chorreaban, entre los “piazos de cebá y candeal”, alegres y policromas linfas de romero que se remansaban por doquier: bajo la umbrosa alameda del río, en la praderilla despejada de la dulce agua del Arzollar, a la sombra de aquel peñasco, y, cual feos despojos, iban regando papeles pringosos, mondas de naranjas, cascos de botellas rotas, vacías latas de sardinas, hierbas pisoteadas. Otros hormigueros humanos negreaban camino de los pueblos más distantes. En la dichosa frescura de La Poblachuela, la tarde este lunes siguiente al domingo de Pentecostés, rebosaban paz y alegría cada una de las señoriales y amenas huertas. Barragán, en la suya rústica, mostraba, con orgullo, su inigualado plantel, sin desperdicio de una pulgada de terreno, en magnífica eclosión florida.

 


¡Arroz, pollos, chorizos, tortilla de patatas, humo de guisotes, pan candeal, queso, vino tinto, guitarra, bailoteo, cantares, contento, aquí y allá, al aire libre, en los dilatados campos de Alarcos! Marchóse el sol y, a lo lejos, en la cúspide del cerro, aún blanquea y brilla la otra vez, solitaria casa de la Virgen, y al portón llegan y llaman y pasan, las Aves Marías del Ángelus que, con el remusguillo crepuscular, cada romero manda, de despedida, para que Ella y su Zagal recompongan el ramo de la mañana, ya ajado, cambiando flor por oración. ¡Estas sí que no se deshojan ni mustian, como las amapolas y las lechetreznas!

Y el biencautivo “petín” canta que te canta, y la luz de aceite de la lámpara, baila que te baila, y la lechuza, en la espadaña, chista que te chista, y los grillos, locos, sin hacerla caso.

¿Y el hombre enjuto, solo, triste y envejecido? A pie bajo la cuesta del cerro, camino por las lindes de los sembrados, se encendió en luces de sol poniente cuando iba por el acirate del camino viejo, lo amparó la noche, se perdió ¿en el campo? ¿en la ciudad? Quizá fuera a anegarse, otro año más, en la charca extensa de su turbulento pasado amoroso. Ya, por la mañana, aquel día, cuando pasaron ante él la Madre y el Hijo, les tiro su oración para que lo metieran dentro del grano, crujiente, de una espiga del ramo. Allí, muy cerca de Ellos, ¡hasta que al año siguiente les llevara otra plegaria nueva!

Y así fue hecho. El moscardón de colores que se escapó de la Iglesia por un cristal partido del rosetón bello vio, mientras merodeaba el arco florido de la Señora, la oración guardada en grano, y se lo contó, en secreto, a la presumida mariposa blanca que le esperaba meciéndose en el amarillo jaramago del muro cuarteado.



Todo esto ocurría hace muchos, treinta, cuarenta, cincuenta, años. Entonces se iba a la romería de Alarcos a caballo, en borrico, en tartana o en carro, y, desde la casilla que hay en la falda del cerro, se subía a pie la áspera cuesta que remata en los poyos de la puerta del castillo. Entonces, la imagen secular, hermosa a pesar de la burda y fea pintura con que se la quiso embadurnar, mostraba la gótica galanura, la solemne esbeltez, de su gallardo cuerpo vestido a lo elegante de distinguida romana, y quebraba, leve y airosa, la cintura para mejor aguantar al Hijo, y todo esto nos hacía recordar a la Virgen de la Estrella del trascoro catedralicio de Toledo. Entonces, el aljibe tenía agua clara y fresca. Entonces, quienes, cada año, suben a reparar grietas al santuario aún no se habían calentado con las brasas hechas con los restos del artesonado de la iglesia –“¡maderas viejas pintás!”, como las llamaba la santerilla—y del cual solo se conservaban, de mucho tiempo antes, unas tablas en el archivo del Ayuntamiento. Existía, en el interior del templo, hacia los pies de la nave del Evangelio, un reducido mechinal con una bellísima pétrea crucecita gótica. No se veían los muros de la escalera y del camarín de la Virgen de tantos exvotos como allí coleaban: figuras de cera, hábitos, matas de pelo, muletas, retratos, ingenuas pinturas de milagros con pintorescas leyendas. Por entonces, en los puentecillos que ponían el día de la romería, le daban a uno, ¡por cinco céntimos! “una almorza de garbanzos” “rizaos”, y a perra gorda costaba el “puñaejo” de caramelos de miel o de almendras con su buen cortezón de azucarado almidón blanco, rosa, azul, y rosquillas, bizcochos, aguardiente, “limoná” “¡se mercaban por menos de ná!”

Ahora hay otro simulacro de la Virgen desaparecida, pero es poco feliz y endeble y dulzón; voló “el petín”; desapareció la cruz del mechinal; las paredes del camarín están peladas; los altramuces, garbanzos y pitos y rosquillas ¿a cuánto dice usted que cuestan hoy? ¡Ya no se ha vuelto a ver al hombre envejecido, pobre, triste, enjuto, solitario! El Santuario se quebranta y arruina, fundadamente, se escalofrían los ciudarrealeños que recuerdan, de bien reciente fecha, la vergüenza del Torreón del Alcázar.

Las facetas e incidentes de la actual romería de Alarcos los conoces tú. Yo no.

(1) Nota del autor.- Como hay quien las confunde, y hasta lo escribe, bueno es aclarar que son dos y diferentes, las antiguas calles conocidas con los viejos y típicos nombres de Arcos y Alarcos. Hasta hace algunos años, por ellos las llamábamos los ciudarrealeños. Nada tenían que ver la una con la otra. Yo, al menos, no lo sé y, en caso contrario, me placería saberlo. La de Arcos es la actual del General Aguilera, que empezaba en los tres arcos –de ello tomó el nombre— que cerraban la Plaza Mayor por ese lado y fueron demolidos para levantar el actual, casi de ayer, edificio del Ayuntamiento, termina en el Pilar. La calle de Alarcos parte del Pilar y remataba, en lo que fue la Cava, en la puerta de Alarcos, donde salía la carretera que se dirigía al cerro de Alarcos, y cuyo comienzo, hasta la Cruz de los Casados constituía el paseo del mismo nombre y después, ¡ay, hasta hoy!, frondoso y, en verano, sombreado –si no lo fue más no tuvo él la culpa— paseo principal del Parque. La calle de Alarcos, en su longitud, completa, es al presente la Avenida de los Mártires.

Julián Alonso Rodríguez. Diario “Lanza”, 9 de junio de 1962