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lunes, 20 de noviembre de 2017

TINTORERÍA MADRILEÑA


 
En la calle Cuchillería Nº 12 se estableció la Tintorería Madrileña en los años 10-20 del pasado siglo XX

En el año 1903 nacía Tintorería Madrileña de la mano del matrimonio formado por Emilio López de Orozco y Felicia Arroyo Simón, esta natural de Piedrabuena, montando su despacho al público en la calle Ruiz Morote y los talleres en la Calle Real, instalaciones que un tiempo después pasan a la calle Cuchillería (hoy Carlos Vázquez) el despacho al público, mientras que los talleres se trasladan a la Plaza de Las Terreras. Pero una empresa de tantos años es lógico que, con el tiempo, sufra más cambios, así que en el siguiente los talleres se ubican en El Torreón, donde permanecen hasta que los terrenos son expropiados por el Ayuntamiento por motivos urbanísticos. El traslado final lleva los talleres a la calle la Mata Nº 29, que es donde se encuentran en la actualidad (hoy también con atención al público), y el despacho a la Avenida del Rey Santo, donde han permanecido hasta estas fechas.

En el año 1922 muere Emilio y es su esposa la que continúa, junto con su nuevo esposo Alberto Martín y sus hijos Emilio López de Orozco Arroyo y Alberto Martín Arroyo, en el negocio. La diferencia del segundo apellido se explica porque ambos eran hermanos de madre, no de padre. Felicia murió bastantes años después que su primer marido, en el año 1962.

En aquellos primeros años el negocio era muy diferente de lo que es hoy día. A primeros del siglo XX el grueso del trabajo se lo llevaba tanto el lavado de ropa como el tinte, sobre todo por la importancia que durante muchos años tuvieron los “lutos”, lo que obligaba a las mujeres a teñirse de negro prácticamente toda su ropa, ya que el luto duraba, como mínimo, tres años. Durante ese tiempo todas las mujeres de la familia del fallecido debían vestir todo de negro. La duración del luto estaba en relación con la cercanía de la persona fallecida, de forma que había lutos para toda la vida, dándose el caso de jóvenes viudas que vistieron de negro más de tres cuartas partes de su vida. Algo que, por otra parte, no dejaba de ser un buen negocio para este tipo de establecimientos.

 
Felicia Arroyo Simón, la fundadora

De todas formas, no sólo se teñían las prendas de negro, sino que, para seguir la moda y, sobre todo alargar la vida de la ropa, se cambiaban de color cada cierto tiempo, con lo que se estrenaba abrigo una temporada sí y otra no, siendo en realidad siempre el mismo. Precisamente Emilio (hijo) era un gran experto en este difícil arte de teñir aportando el color deseado y la calidad necesaria para que, con la primera lluvia, el abrigo no dejase una estela de color por la calle y el resto de las ropas sucias del tinte, cosa que solía ocurrir cuando el tinte se hacía casero. El color negro era fácil equilibrarlo, pero no ocurría lo mismo con el marrón. Otros colores habituales eran el rojo y el burdeos.

En aquellos años todo el proceso de lavado y teñido se hacía en una sola caldera de cobre que se alimentaba con lumbre. Y según nos cuenta en la actualidad Jesús (nieto) el fuego se alimentaba con las virutas producidas en las carpinterías y que, cuando él tenía pocos años, a finales de los años 50, todavía recogía con un carrito. Así conseguían combustible para su negocio y dejaban limpio el taller del carpintero.

Respecto al resto de los utensilios utilizados habitualmente en el negocio consistían en una gran mesa de madera, inclinada, en la que se extendía la ropa mojada la cual se trataba con un cepillo de raíces y jabón “Lagarto”. Posteriormente las prendas se iban aclarando en depósitos de agua para terminar introduciendo la prenda en una máquina centrífuga. A continuación, la prenda se colgaba en un cerquillo (hoy perchas) de madera o de metal y se ponían a secar en un gran patio a cielo abierto, en este caso en las instalaciones de El Torreón.

El siguiente paso era el sistema de planchas. Estas eran de hierro macizo y se calentaban en un hornillo con muchas caras sobre las que se depositaban las planchas que las planchadoras (Carmen, Manola, Pilar…) iban sustituyendo según se enfriaban. El número de planchas que se utilizaban a la vez oscilaba entre 80 y 90. Además este hornillo se alimentaba con carbonilla que se recogía de la que desechaban las locomotoras de la estación de Renfe.

 
Jesús López de Orozco Isaac con la plancha en los años 70

Años después llegarían las calderas de vapor Roda y las máquinas de limpieza en seco con la aplicación de disolventes como el White spirit o el Solbaran 600. Posteriormente se utilizaron disolventes más modernos, pero se ha tenido que volver a los antiguos porque no dañan las partes de plástico, especialmente los botones. La utilización del disolvente es lo que se conoce como limpieza en seco, frente a la utilización del agua y el jabón que es la limpieza tradicional.

Emilio (hijo), por motivos de salud, tuvo que dejar pronto el taller en manos de su hermano Alberto, por lo que su hijo Jesús tuvo que ponerse a trabajar junto a su tío Alberto desde temprana edad. Así pasaron varios años hasta que Alberto decide trasladarse a Alicante en donde abre una lavandería, quedando el taller en manos de Emilio (padre), su esposa Teresa, y de sus hijos Jesús y María Teresa.

Cuando Jesús López de Orozco Isaac se casa, en el año 1976, es su mujer Josefina Arcorchel Lázaro, una segoviana a la que conoció en la Semana Santa de Ciudad Real, la que coge las riendas del negocio de cara al público mientras él se hace cargo del proceso de lavado y planchado, quedando la tintorería en manos de ambos, ya que su padre había muerto unos años antes.

Haciendo un paréntesis debemos decir que Jesús también ha sido un importante futbolista, llegando a jugar en El Manchego durante varios años. Sin embargo, el negocio le quitaba tiempo para desarrollar esta carrera deportiva que a él le hubiese gustado prolongar. Además, como antes hemos indicado, la muerte de su padre le obligó a ponerse al frente de su negocio, puesto que ha ocupado hasta el día de hoy, cuando cuenta ya con 66 años.

 
El local a principios de los años 80

Lógicamente Jesús ha visto como la tecnología y las modas han cambiado el negocio de una forma radical, sobre todo a partir del momento en el que se introducen las telas sintéticas y, de forma especial, el Tergal. Una de las grandes novedades de la tecnología moderna es que permite la posibilidad de que se destile y se recupere el disolvente para una nueva utilización.

También la clase de prendas que se limpian ahora han cambiado. Al principio, y durante muchos años, los abrigos eran el grueso del trabajo, seguido de la “rebeca” y el “chaleco redondo”. En la actualidad la limpieza de abrigos ha descendido. Hace ya bastantes años era habitual la combinación de americana y pantalón; hoy apenas se hace, aunque no los trajes, que se mantienen en gran cantidad. Hay clientes que suelen limpiar sus trajes cada semana, lo cual tampoco es extraño si tenemos en cuenta que la limpieza completa sólo cuesta 10 euros y, además, es lo que costaba hace 12 años. Los plumas y chaquetones son las prendas que se limpian más en la actualidad, mientras que los tintes desaparecieron prácticamente a finales de los años 70, hecho que coincidió con el definitivo traslado a las actuales instalaciones en la calle La Mata 29. Tintorería Madrileña mantiene abierto, además, otro despacho de recepción de prendas en Avenida del Rey Santo.

En cuanto al futuro de la empresa está asegurado con la cuarta generación familiar, puesto que en la actualidad casi ya está en las manos de Jesús López de Orozco Alconchel, biznieto del fundador e hijo de Jesús, que es quien nos ha contado toda esta historia.


 
Instalaciones actuales

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