Vista
del interior del Teatro-Circo en 1915
La foto que va al lado de esta plana y que
vamos a comentar, está hecha en el que fue Teatro de Verano o Teatro Circo, situado
en el local del actual Teatro Cervantes.
La fecha aproximada, alrededor de 1914. Es
decir, en la época de transición de la barba al bigote, como si dijéramos.
Todavía conservaban su barba don Julián Bonilla,
que está al lado del pasillo en la tercera fila. Don Ruperto Ruiz de León,
situado en la sexta fila a la derecha de don Francisco Murcia, la de su hermano
don José, que fue alcalde de Ciudad Real y que está también en la sexta fila, pero
al lado contrario, con don Vicente Calatayud y don José Jerez, y la muy poblada
y negra de don Emilio Bernabeu, que está un poco «camuflado» detrás de la
cabeza de un señor al que no conozco y delante del que está de pie en el
pasillo y que parece que le está pidiendo paso a don Julián Arredondo. Esta
barba de don Emilio, que sólo conocí en fotografías, pues en mis tiempos ya iba
completamente rasurado, siempre me dio la sensación de una barba postiza. No le
iba ni a su persona ni a su carácter aquella gran barba. Fue profesor mío de
Geografía e Historia, cuando yo estudiaba tercero de Bachillerato, allá por el
año treinta, como fue profesor de casi todos los ciudarrealeños que «hicieron»
el Bachillerato en la primera mitad del siglo actual. Luego vinieron los
versos, la política, llegó a ser Gobernador civil de Albacete.
Pero sigamos con la fotografía. Debe
estar hecha en verano. No hay más que ver el traje blanco de ese señor de la
primera fila que era el arquitecto municipal que había entonces, que se llamaba
don Florian Calvo, y los sombreros de paja, los «jipis», que se ven por doquier
al fondo y en primer plano. También tiene su sombrero de paja en la mano
Angelito Navas, que es ese niño que está de píe en el pasillo, creo que al lado
de sus padres, y que luego fue un gran aficionado a los toros, a nuestra Semana
Santa y al vino manchego, teniendo un triste final no hace muchos años.
Los vestidos de las damas, cumplidos y largos
vestidos de entonces, también son de verano, como el de la madre de mi buen amigo
Rafael Cárdenas, que es quien nos ha facilitado la fotografía, que está en la tercera
fila entre su esposo y sus hermanas doña Matilde y doña Pradito Ballester.
Entrada
al Teatro-Circo antes de una función, en los años diez del pasado siglo XX
Indudablemente, la gente en aquellos tiempos
estaba poco acostumbrada a la fotografía. No hay más que ver cómo todo el mundo
está pendiente del fotógrafo, esforzándose por salir bien y hasta algunos han
adoptado una «pose» más o menos estudiada, muy al estilo de la época. Don
Aureliano Bermúdez, que está en primer plano, al lado del piano, ha salido de perfil
y sin hacer caso al fotógrafo (Vicente Rubio), a pesar de la laboriosa
preparación que éste necesitaría hasta conseguir «tirar» la placa, de noche y
en un local cerrado, con aquel artilugio en donde se colocaba el magnesio, al
que se le prendía fuego con una cerilla y formaba una humareda espantosa. No
digamos nada de ese señor de la sexta fila a la izquierda, al que no conozco,
que apoya su cabeza pensativamente sobre la mano y que tiene el codo encima del
respaldo del a butaca de delante.
Justamente encima de este señor, tres filas
más arriba, está mi padre, que durante más de veinte años fue concejal del Ayuntamiento
y que cayó asesinado por los rojos en el año 36.
Esa noche debía celebrarse una fiesta especial
o una función de gala, por lo adornado que está el teatro y lo elegantes que se
habían puesto los espectadores. Vean en la primera fila de butacas a don Ramiro
Ruiz, que era oficial mayor del Ayuntamiento, y a su lado, a don José Prado,
que aún vive, creo que el único que vive de todos los que conozco en esta
fotografía, aparte de doña Matilde Escobar, viuda de Calahorra, que está en la
parte derecha del patio de butacas al lado de su marido.
Detrás justo de don José Prado, hay un niño
que es Jesús Muñoz, que luego fue abogado y en plena juventud fue asesinado por
los rojos al principio de nuestra guerra. Al lado derecho de Jesús Muñoz, está
don Manuel Montipuente, calvo, con bigote y traje claro, hombre gracioso del que
me han contado que en alguna ocasión, cuando alguien le advirtió que había tropezado,
cosa no difícil entonces en el accidentado pavimento de nuestras calles y
plazas, éste le contestó: «No he tropezado, es que me he pisado el ramal». Era empleado
de Hacienda y parece que llegó a Interventor y cuentan también que un día,
intentando sacar el 8 por ciento de 48, como se le resistiera la operación, dio
de pronto un puñetazo en la mesa exclamando: «Si seré bruto, quiero sacar el 8
por ciento de 48 y 48 no tiene ciento».
D.
Vicente Calatayud y D. Emilio Bernabeu, dos personajes de la sociedad
ciudadrealeña de aquellos años, nombrados en este artículo
Al principio de la cuarta fila del
bloque de butacas de la izquierda están don Bernardo Mulleras y su esposa. Don
Bernardo, médico Decano de la Beneficencia municipal, Diputado provincial y
hombre benemérito, a quien el Ayuntamiento de Ciudad Real, muy justamente, ha
dedicado una de sus más céntricas calles.
Detrás de don Bernardo están don
Salvador Moreno y su suegro don Rafael Lamano, farmacéutico, que tenía la
botica en donde hoy la tiene don Evaristo Martín Freire y que aún mucha gente
la conoce por su nombre.
Por esas mismas butacas están D.
Leopoldo López Tito y su hijo.
A la derecha del pasillo, hacia el
centro, se ve a don José Alcázar, asomando su bastón por la espalda. Fue
secretario del Ayuntamiento durante muchos años y padre del actual secretario.
Al lado está su esposa.
Ese acomodador bajito, con gorra blanca que
se ve al fondo, es Alfonso Cano, que era jorobado.
Y, finalmente, en la cuarta fila, a la
derecha de la foto, con barba blanca y pelo negro, está don Ángel Mur, al lado
de su esposa doña Concha Sedeño. Don Ángel Mur, padre de Luis y Pepe Mur, tenía
un establecimiento en la calle de la Cruz, donde luego construyó don Juan
Medrano su casa-palacio y que hoy es el local de Falange. Se llamaba el
establecimiento «El Arca de Noé». Para poder poner el nombre de bazar y
ahorrarse el impuesto correspondiente, según me cuentan, se inventó una
triquiñuela que consistía en poner en el letrero, arriba, con letras muy pequeñas,
«Parece un» y luego, con grandes letras, «Bazar».
En la entrada general hubo un lleno, con
nutrida representación femenina, sin que puedan observarse con detalle en la foto
los rasgos de cada cual.
Ese «tinglado» en el centro, es la
cabina del cine y el letrero «Guirrea» debía ser el nombre con que se designaba
la empresa de don Valero Aguirre, que explotaba el local.
Una foto de hace cincuenta años, con la representación
más genuina de nuestra ciudad de entonces, de cara a nosotros. Ya no queda
nadie, o casi nadie, de los que aquí se ven. Todos han ido desapareciendo, han
ido haciendo mutis y con ellos sus afanes, sus problemas y sus esperanzas. Dentro
de cincuenta años se podría decir otro tanto de nosotros. La vida es así,
aunque en muchas ocasiones parezca que no queremos enterarnos.
Ramón
González Díaz. Boletín de Información Municipal número 6, marzo de 1962.
D. Ramón González
Díaz, autor de este artículo y Director del Boletín de Información Municipal
No hay comentarios:
Publicar un comentario