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martes, 21 de octubre de 2025

DON SALOMÓN BUITRAGO EMPUÑA LA BATUTA

 

El Pueblo Manchego viernes 8 de noviembre de 1929


Me lo dice un compañero. Vamos a su casa. El maestro teclea en su máquina y escribe; sobre la mesa unos sobres para correspondencia aérea; pronto, unas cervezas, unas tapas, la risa y la afabilidad suya derramándose, y su voz -voz de mozo rondero, voz cantante quemando a muchos que cantaban animándonos- a beber, a contar cosas. Y la noticia: don Salomón es el sacerdote más viejo de la diócesis. Que se me perdone esta titulación en el artículo que no lleva más que esta buena idea: que sea leído. La batuta a la que me refiero es esta: la invisible blanca varita -cetro- del decanato en la ancianidad venerable. No voy a romper el encanto de la futura "efemérides", que el admirable Antón hará en su día para la historia de nuestro Villarreal querido. Sea esto, que hago, preludio simplemente. Porque la noticia tiene su “algo” -bastante garra para nosotros sus compañeros-, escribo estas cosas que vais a leer, que ya habéis empezado a hacerlo; como homenaje de cariño y para motivo de reflexión, que la puede haber y mucho.

Ya en la paz de mi trabajo, me doy cuenta, de que he alterado la paz silenciosa de este guerrero del arte en batalla sin cuartel por ensanchar el reino de la música; mirad la foto; la bandera de la paz, arrollada a su cuello, como en tregua; una tregua inacabada: termina de afilar los ruidos. Dentro en su casa, el silencio ..., el silencio; en qué rincón de qué ángulo oscuro descansan las siete sumisas esclavas de su servidumbre..., eso lo sabe él, sultán en su reino de armonías. Mago creador de carros de sol a los claros de la luna, haría perchas de sus corcheas, colgando en ellas ensueños, y cadencias, ritmos y valores, todo el embrujo de su mundo de artista, y lo escamoteó si la visión de los profanos, que llegábamos del otro reino, del otro mundo: del nuestro del bombo y el platillo, del parche y la charanga; de esta vida feria en la que se aburre Orfeo, colgado su laúd, -en el último chilanque, mientras Circe empieza a llenar las plazas, "terrible" -lo dice Homero-, plena de hechizos y hermosura.

Sobre mi mesa, "Apócrifo". Ha tenido que ser un cura el que me hace recordar, caer en la verdad de que, Cristo, también comió sardinas. Y me asalta el recuerdo de los curas. de Gram Grem; la aproximación instintiva como inicio a lo religioso, lo providencial de Schillebeekx; la atmósfera de misterio, la bondad secreta de esa "Isla misteriosa", que describe Julio Verne; y eso tan bonito de que Dios. "Padre, que si es responsable último de nuestra peripecia existencial no va a desentenderse olímpicamente de nuestros ahogos", que dice Javierre en "El arroz de Juan Macias"; y, hace, unos días, "si me preguntaran qué Dios me gusta más: el Dios Padre, el Dios Amor, el Dios Todopoderoso, yo diría que el Dios revelador", que ha dicho Pemán ... Y viene todo esto a que yo veo algo de signo, algo revelador para nosotros los sacerdotes en que nuestro decano sea, precisamente músico. Por favor, seguid leyendo.



La música "es la más alta espiritualización de la naturaleza, porque expresa esta naturaleza con un mínimo de materia", según Schneider. El sonido mece, acuna. calma; en cambio el ruido sacude, irrita, perturba. La mayor parte de los perfeccionamientos de la música moderna son debidos al progreso en el arte de la armonía. Cuando el son de dos o más notas, a la vez, es agradable, se llama armonía; cuando ese, son disgusta, se llama disonancia. El número de esas magas notas, capaces de crear armonía, son siete. Y el Siete es altamente bíblico. Es la suma del tres y el cuatro. El tres, simbólicamente significa el mundo espiritual-un principio, un medio y un fin- es, dice Bayard, la base del principio divino que se halla en todos los cultos; el cuatro, simbólicamente significa el mundo revuelto de hoy -en el que la Iglesia también es mundo más de Circe que de Orfeo, la música nos da la clave de su malestar. Sencillamente: hemos partido el número siete. A un lado los del tres; al otro los del cuatro. Aún en las discusiones -disonancia, inarmonía- no vamos casi nunca al silencio, que es donde se deja oír el -espíritu: siempre cuatro son más que tres... Dios mío, ¿por qué se me habrá ocurrido escribir lo que he escrito precisamente con ocasión de ser don Salomón nuestro decano, ser sacerdote y habiendo compañeros del cuatro que a lo mejor, me pueden leer?

Cómo me acuerdo de aquel día en Almagro, cuando, tú al frente de nuestro inolvidable Orfeón Manchego, esperando en el amplio salón de los Dominicos, abarrotado de público la entrada del Príncipe mudo, al que íbamos a ver y oír hablar..., un cariñoso batutazo me entró en filas, ordenándome: -Tú a tú sitio ¡y no te salgas!

A Dios ha debido gustarle mucho tu música maestro, cuando te ha hecho este regalo de estirarte-la vida hasta el privilegio de esta decana con la que te premia y -Dios siempre pillándonos las vuelta dulcemente- a lo mejor, para meternos en solfa y no salirnos del compás.

Pedro Muñoz y Fernández. Diario Lanza, 4 de julio de 1975



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