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lunes, 28 de julio de 2025

LA ESTATUA DE LA PRIMAVERA

 



He visitado en el estudio al joven escultor don Jerónimo L. Salazar, y he admirado las bellezas que encierra el hermoso desnudo con que alegoriza la primavera.

Existe gran diferencia entre esta última, obra de Salazar y las anteriores. En un principio la escultura de busto le atrae, se entrega a ella de lleno, y con expresión fácil, hace vivir, unas veces en los labios, otras en la mirada, en la frente, o cualquier rasgo capaz de pasar desapercibido para muchos observadores, el alma de sus personajes.

Mas tarde, en un bajo relieve, se manifiesta de manera muy distinta de cómo hasta entonces; apartándose de la realidad estilizada, y esta su nueva manifestación tiene mucho del segundo periodo de la escultura egipcia, con la prolongación de las figuras, las mejillas hundidas y abultados los pómulos, el desprecio que parecen expresar los labios, la finura y la elegancia de los contornos.

Hoy se nos muestra de forma para nosotros desconocida; en un hermoso desnudo de cierto sensualismo que lo hace más agradable a la vista del observador, en el que ha encarnado, representada por la juventud, la estación de la primavera.

La elegancia de la figura, la precisión del contorno y la dulzura de la expresión, forman un hermoso conjunto de armonía y belleza.

Después de unos momentos de contemplación en silencio, inicia Salazar, con ese reposado acento tan característico de él, la conversación, que gira en torno a un punto del que ya en otra ocasión habíamos hablado.




-La estatua de la primavera, ya casi acabada de pasar a materia definitiva, es una de las que integran la serie que en otro tiempo fue mi obsesión.

-La primavera, continua, me imagine que nada mejor para representarla, que un bello desnudo de mujer en el cual se encierra la frescura y el vigor de la juventud junto a una expresión de agrado, en un momento de su marchar ligero, como el de la época del año que he querido encarnar en mi desnudo.

-Pensé que la primavera era como la joven recatada, que se ve sorprendida y trata inmediatamente de mal cubrir sus desnudeces; la primavera se cubre para ocultar sus sonrojos con las flores que le brinda la naturaleza, quise ser generoso con mi desnudo y oculte parte de su desnudez con los elementos que me brindaba la estación que quiero alegorizar.

Sonríe satisfecho, como el hombre que después de una lucha ha conseguido triunfar.

-Hoy, nos dice después de una pausa, tengo otra obsesión, que no es de hoy, pero que parece perseguirme.

- ¿Cuál es?

-Algún día, quizá, la brinde al público. Pero hablemos de otra cosa.



Bien. ¿Cuándo se colocará la estatua?

-Para las próximas ferias estará colocada; las obras para la construcción del basamento comenzarán en esta semana, si bien ello no es cosa mía, sino de lo que decida la correspondiente comisión del Ayuntamiento, pero confío que han de comenzar pronto.

Por lo demás nada me queda que decir, sino que me alegraría fuese premiado mi trabajo con el agrado del público.

Y, nos despedimos después de admirar una vez más las bellezas que encierra esta obra de Salazar.

Ya en la calle, escucho los golpes del martillo sobre el cincel que, poco a poco, iba dando vida a aquel bloque de piedra.

Julián Cortes. Periódico “Vida Manchega” lunes 20 de julio de 1925. Año XIII. Núm. 1.437



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