La mayor parte de las Hermandades de la
Semana Santa de Ciudad Real llevan un sobrenombre, conocido popularmente, con
el que se identifica su origen o el núcleo principal de sus componentes. Así,
la Hermandad de Jesús Caído se la conoce por la del Comercio; la de la Santa
Cena, por la de los Estudiantes; la Virgen de la Esperanza, por la de los
Agentes Comerciales; el Descendimiento, como la de la Construcción, etc.
La del Santísimo Cristo del Perdón y de
las Aguas, también es conocida como la Hermandad de los Médicos. Daremos unos
datos de su historia y veremos la justificación de este subtítulo popular.
Es la Cofradía más antigua de la Semana
Santa ciudarealeña, ya que su fundación data del año 1599 y cuya primitiva
imagen, denominada del Santísimo Cristo Crucificado de San Pedro, se relaciona
con el origen de la ciudad. Con los años fue cambiando de nombre, llamándose
después Cristo del Perdón y, desde el siglo pasado, se le añadió «y de las A
guas» en reconocimiento a su interseción milagrosa en una terrible sequía que
asolaba nuestros campos. La imagen también sufrió cambios por destrucción unas
veces, o deseo de mejora artística otras, hasta llegar a la actual, -obra-de
Luis M arco Pérez, que se venera en la Iglesia Parroquial de San Pedro Apóstol
y preside su Altar Mayor.
La Hermandad, como todas las existentes
en aquel pasado lejano, estaba integrado por personas piadosas que, a través de
ella, daban culto a Nuestro Señor y ejercían la caridad de variadas formas.
Salía en procesión en diversas ocasiones, especialmente en rogativas, pero su
principal acto externo era la procesión del Viernes Santo por la mañana en un
desfile modesto en cuanto a técnicas y enseres, pero austero y lleno de fervor
religioso.
Esta precaria existencia secular habría
de interrumpirse para iniciar una transformación de la Cofradía y hacer, de
rechazo, que las demás sintieran un plausible espíritu y aglutinantes de entusiasmo
contagiados, en los momentos cruciales de la historia de nuestra Semana Mayor,
dejando honda huella de su paso.
En el año 1908 se hace cargo de la Hermandad
DON FEDERICO FERNANDEZ ALCAZAR, ilustre médico de Ciudad Real, Jefe Provincial
de Sanidad y que, por su prestigio, ocupó la presencia de nuestro Colegio. Este
insigne colega, desplegó una actividad inusitada hasta llegar a conseguir una
Hermandad que desfilaba el Viernes Santo con más de 500 personas entre
penitentes, portadores de estandartes y gallardetes, niños y niñas represen
representando
personajes de la vida y pasión del Señor, banda de música, tambores y cornetas,
soldados romanos, etc.
Hizo modificar el Paso sustituyendo el Cristo
por otro, obra de Alsina. Después se añadieron las figuras de la Virgen, San
Juan y María Magdalena y en el año 1915 se completó con los dos ladrones, dando
a este conjunto escultórico una
impresión majestuosa.
Con este impulso siguió la Hermandad en
manos de otros directivos que no cesaron en su empeño de mejorarle, hasta que
en el año 1936, cuando la persecución religiosa desencadena en los primeros
días de la contienda civil, tuvo como objetivo inmediato la destrucción de imágenes
y símbolos religiosos, todo el rico patrimonio, fruto de muchos años de trabajo
y entusiasmo de tanta gente, desapareció. Al terminar aquella página negra de
nuestra historia, no quedó nada de cuanto había sido el orgullo de Ciudad Real.
Pero si lo material había desaparecido,
la fe popular estaba ahí; nuestras tradiciones estaban vivas y la Semana Santa,
enraizada en lo más íntimo del pueblo, resurgió como nueva Ave Fénix de sus
cenizas.
Otro ilustre Médico, DON PASCUAL CRESPO CAMPESINO,
al dejar la Alcaldía que presidió unos años, se aprestó a la urgente tarea de
la reconstrucción de la Hermandad. Se propuso vincularla a la clase sanitaria
y, a su llamada, médicos, veterinarios, farmacéuticos y practicantes
respondieron con casi unanimidad unos, haciéndose túnica para participar en el
desfile procesional y otros, aportando una modesta cuota como socios. Este
núcleo fue el que mereció que nuestra Cofradía se conociera como la «Hermandad
de los Médicos».
Con el esfuerzo común se hicieron túnicas,
centros, estandartes, vestidos y mantos para las imágenes y, como principal
logro, un magnífico trono conjuntando el trabajo de artistas y artesanos
locales.
A la muerte del Dr. Crespo, le sucede el
que esto suscribe, médico también y colaborador íntimo del anterior en aquella
etapa apasionante.
Los médicos han sido siempre personas de
fina sensibilidad, que han sabido integrarse en la sociedad que les ha acogido,
haciendo suyas sus costumbres, asimilando sus tradiciones para llegar a ser,
voluntariamente, hijos adoptivos de esta hospitalaria Ciudad.
Pero los colegas que fueron
colaboradores de esta reconstrucción de la Hermandad, van desapareciendo. En la
lista de hermanos se abren huecos que no se llenan con otros nombres, y la
colaboración que necesitamos es cada vez más escasa y, por consiguiente, la
penuria económica más peligrosa cada día. Muchos compañeros son alta en nuestro
Colegio; el número de médicos en ejercicio se ha multiplicado en pocos años y
yo quisiera llamar la atención de todos —colegiados nuevos o menos nuevos— para que con una pequeña cuota de asociado a esta Cofradía de nuestra Semana
Santa, siga mereciendo, como hasta aquí, el nombre de «Hermandad de los
Médicos».
Dr.
Carlos Rojas Dorado. Boletín Oficial del Colegio de Médicos de la Provincia de
Ciudad Real Nº 152 Marzo de 1991
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