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martes, 6 de marzo de 2018

LAS FIESTAS DE SEMANA SANTA



Si el Ayuntamiento no subvenciona decorosamente y con tiempo a las Hermandades, no podrán varias de ellas tomar parte este año en las procesiones pasionarias

La proximidad de la Cuaresma nos incita a dedicar unas cuartillas a nuestra ya famosa Semana Santa, para informar como es razón al vecindario, que tan justamente se enorgullece con estas festividades, las más esplendorosas y atrayentes de la capital, de la angustiosa situación económica por que atraviesan la mayoría de las Hermandades Pasionarias, y que, de no recibir estas con la debida anticipación algún subsidio extraordinario, las colocará en el año actual en el duro trance de preferir no sacar procesionalmente ni sus “pasos”, si sus Cofrades, antes que resolverse a hacerlo de una forma raquítica y menguada, que desdiga notablemente del lucimiento y entusiasmo de años anteriores.

Son muchas las personas –casi todas las que no intervienen activamente en la enojosa organización de las Cofradías hasta su presentación al público en los días de Semana Santa- que desconocen por completo la cantidad de dinero y cúmulo de actividades que precisan movilizar las Hermandades, no ya para acrecentar como desearan el número de sus “penitentes”; ni menos para acometer reformas que todavía quedan por introducirse en las túnicas, emblemas y aún en los mismos “pasos” de algunas de ellas, con los más elementales principios artísticos de la Iconografía e indumentarias cristianas; sino simplemente para conservar los elementos de distinto orden, que a fuerza de una tenacidad ejemplar, avalorada con disgustos, molestias y sacrificios incontables, ha logrado reunir cada una hasta la fecha.

Hay dos o tres Cofradías que en ornamentación de las Imágenes de sus Titulares, carrozas para las mismas, atributos y túnicas para los Cofrades, vestidos especiales de sus respectivos grupos alegóricos – Mujeres de la Pasión, Galileos, Guardias romanos, etc.- y demás detalles complementarios de su cuadro representativo en las procesiones, llevan invertidas más de 40.000 pesetas, otras varias se aproximan a 30.000 y las que menos pasan de 15.000.


Ahora bien; el deterioro natural ocasionado por el tiempo y el producido, sobre todo, por el uso de estos objetos y enseres más o menos artísticos, adquiridos en su mayoría en el transcurso de veinte años, exigía desde luego, de manera imperiosa, se fuera atendiendo anualmente a su restauración o cuidadosa reposición en su caso. Nada, sin embargo, ha podido en tal sentido ni una sola Hermandad por cuenta propia. Pues sabido es, que las más sencillas reformas artísticas, si han de llevarse a cabo por manos hábiles y profesionales inteligentes, siempre resulta costosa; y por mucho que se ingenian, no encuentran ya medios de poder reunir más recursos las juntas directivas de las Cofradías, que, para medianamente sufragar los cuantiosos gastos que llevan realizados, han llegado a rendir a las entidades y vecinos más generosos con tantas rifas, subscripciones y colectas de todo género, exprimiendo por otra parte hasta lo inverosímil los bolsillos de los cofrades, que suelen serlo simultáneamente de varias Hermandades y que en su generalidad no pertenecen por cierto a las clases sociales mejor acomodadas.

Sólo así se explica que objeto, el más insignificante, que se rompe o destroza, no se substituya por otro nuevo; que el bruñido de oro fino que exorna las tallas de las andas o carrozas, al sufrir algún desperfecto, haya de repararse con brochazos de pésima purpurina; que los gallardetes y estandartes de brocado o damasco se restauren con telas baratas de algodón ordinario; y, en fin, que el estado paupérrimo a las Directivas las arrastra a autorizar otro sinnúmero de desmanes artísticos, que ya en la pasada Semana Santa, al menos para las personas curiosas e inteligentes, remarcaron un sello de languidez y decadencia, de presagio muy fatal para la vida de nuestras procesiones Pasionarias.


Y con ser esto muy grave, no es lo tanto como la imposibilidad moral en que se hallan no pocas Cofradías de sacar sus “Pasos” y de salir ellas procesionalmente, en el año actual, por no alcanzar las cuotas ordinarias de sus cofrades a cubrir siquiera la mitad de los gastos imprescindibles para el caso. De algunas sabemos con toda certeza, que aún adeudan gran parte del importe de los gastos, que para tomar parte de las Procesiones tuvieron precisión de efectuar en el año último.

Para la inmediata Semana Santa el conflicto, por tanto, es seguro e inminente, y su solución verdaderamente imposible, si la única entidad por múltiples títulos llamada a remediarlo, que es el Ayuntamiento, no presta a las Hermandades con tiempo su importantísimo concurso, especialmente económico,  por lo menos en el grado de generosidad tan discutida y tan discutible que lo hizo en agosto para las diversiones de Feria, y sobre todo, para las corridas de toros; ya que, si las autoridades se deben a los justos y legítimos anhelos y aspiraciones del pueblo, es de voz pública y sentimiento unánime en la localidad, que las fiestas de nuestra renombrada Semana Santa, aparte de su carácter religioso que tanto encuadra en nuestras seculares y veneradas tradiciones cristianas, son las más beneficiosas para el Comercio por su extraordinaria atracción de forasteros; las más concurridas por las clases humildes; que de ellas participan sin el menor sacrificio de sus escasos intereses, en una palabra, de cuantas se celebran en nuestra capital.

Emiliano Morales (Párroco de San Pedro). Diario “El Pueblo Manchego”, Año XV número 4.171, jueves 19 de febrero de 1925.


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