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lunes, 19 de marzo de 2018

UNA VISIÓN DE LA SEMANA SANTA EN CIUDAD REAL EN 1902



En una ciudad como la nuestra, en donde por abolengo y tradición palpita sin debilidades ni desmayos potente y brioso el sentimiento católico en todas sus manifestaciones y al través de todas las épocas, no es extraño que sus habitantes hayan prestado de año en año mayor atención y especial desvelo para imprimir á los cultos más salientes de la religión, á los de Semana Santa, todo esplendor y magnificencia.

No es nuestro ánimo estudiar ni exponer las metamorfosis que desde el pasado remoto han experimentado en su forma externa (ya que en su espíritu y esencia son los mismos cultos de siempre, los de Semana Santa) las manifestaciones de este período del año religioso en nuestra capital, pues además de ser muy prolijo el trabajo, tampoco tenemos que acudir para nuestro objeto á épocas pasadas: sólo indicaremos las reformas que en los cultos exteriores de esta Semana (Procesiones) se han iniciado hace pocos años entre nosotros, cuando las Hermandades, disponiendo de algunos elementos y con loables sacrificios de su peculio particular introdujeron modificaciones de notable relieve en dichos cultos.

Nuestro propósito es demostrar como al través de los tiempos, conservando nuestro pueblo la viva fé que siempre lo caracterizó, las Hermandades formadas siempre por hijos de la localidad, que de generación en generación vienen heredando ó conservando la filiación dentro de dichas Hermandades han sabido y podido realizar á impulsos de su creciente estímulo religioso, verdaderas innovaciones encaminadas á dar realce y explendor á la Semana Santa.


Efectivamente, hace pocos años todavía, que por la poderosa causa señalada de la pobreza de recursos que aquejaba á las Hermandades, los llamados «Pasos» ó imágenes simbólicas de las escenas de la Muerte y Pasión de nuestro Señor, estaban desposeídos todos en su mayoría, sin hacer distingos de ésta ó aquella Hermandad, ni de éste ó de aquel templo, estaban desposeídos, repetimos, los «Pasos» y las Hermandades, de todo lo que significa esplendor y más bien estética, no solo en las esculturas, y las llamamos esculturas por llamarlas algo, sino que también en la indumentaria de aquellas y otro tanto en las de los cofrades ó hermanos.

Obras de cincel rudo, algunas, muy pocas, las de piedra, algún Cristo, y vaciadas en imperfectos y vulgares moldes las de yeso y escayola que abundan en nuestros templos, en todas ellas se nota como consecuencia, no ya la falta únicamente de los caracteres físicos, de los personajes y raza del pueblo donde se desarrolló el Drama del Calvario, y la indumentaria característica de aquella época, sino que también hasta la más mediana manifestación del arte escultórico en la pulidez de las formas, corrección de los contornos, en fin, ausentes completamente de toda estética las figuras, y algunas de ellas, y esto es más lamentable, ridículas hasta tentar ó promover á la hilaridad tan poco en armonía con el sentimiento y melancólica impresión que en el ánimo del pueblo que las ve desfilar, deben producir.

No he de citar cuáles sean estas esculturas, pues conocidas son de todos y muchas han sido retiradas del culto de los templos, sustituyéndolas por modernas, muy buenas algunas, que también las conocemos, adquiridas de la industria nacional que en este sentido ha dado un paso gigante, llenando con profusión las iglesias de España de preciosos ejemplares.


De estos los tenemos ya en la Iglesia de la Merced y en San Pedro de esta capital; en la primera patentiza nuestro aserto el grupo del Descendimiento, adquirido el año anterior y del cual publicamos en nuestro extraordinario un cliché sacado de perfecta y acabada fotografía tomada de dicho «Paso» por el inteligente amateur de esta capital, nuestro distinguido amigo D. Juan M. Treviño, y en la segunda también existe como notable la escultura de Jesús Nazareno, que aunque antigua, tiene carácter clásico escultural y por eso es buena. Procede, según se asegura, del antiguo convento de Santo Domingo de Ciudad-Real.

Las restantes, en su mayoría, si no todas, ya en los mencionados templos como en los demás, repetimos, carecen de interés artístico, pero justo es consignar en seguida que estas deficiencias no son por ningún concepto imputables á las Hermandades, casi todas pobres, sino precisamente á la circunstancia de lo exhausto de sus fondos.

En lo que respecta á la indumentaria de los cofrades podemos decir otro tanto que de las imágenes; en algunas hermandades, en aquellas que con grande esfuerzo han sustituido por nuevas las esculturas antiguas, también han seguido paralela reforma las túnicas de los hermanos, y en la citada del Descendimiento adoptaron ya aquéllos el año anterior los trajes similares á los usados por las cofradías de Sevilla, que en este punto dan la norma y marchan á la cabeza.


Algo parecido y muy plausible han hecho en sus indumentarias y como reforma las Hermandades de Jesús Nazareno, Jesús Caído, esta imagen muy buena también y con apreciables andas de la casa Meneses, ¡y en fin, las cofradías de todos los demás templos que en indumentarias de imágenes y de Hermanos han llevado á cabo algunas innovaciones.

Claro que esta transformación es lenta y necesita mucho tiempo para alcanzar, no ya la magnificencia y esplendor de las procesiones de otras capitales, que esto está reservado á muy pocas, sino para desterrar los moldes antiguos y reformar un tanto con innovaciones sucesivas, esculturas é indumentarias de estas y de los Hermanos.

Viene á consolarnos y como á llenar estos vacíos ó deficiencias apuntadas, el espíritu eminentemente católico y edificador que como decimos al principio de estas líneas, informa y preside todos los actos de este pueblo y muy particularmente los de la Semana Santa.

El que solo pase aquí un año los días de esta festividad, podrá convencerse de ello.

Los templos todos, Iglesias y los de las Comunidades religiosas objeto de visita de estaciones, ostentan sus Monumentos cada uno con millares de luces sobre los fondos negros de los mismos, asemejando al vivo esplendor, de noches estrelladas ó á radiantes focos de soles que revisten serio y augusto carácter convidando á la meditación y respetuoso silencio que jamás se altera por los numerosos y contritos fieles.


La parte oratoria, los sermones sagrados de estos días constituyen una nota verdaderamente saliente entre las no pocas y buenas en que abunda nuestra festividad de Semana Santa.

Dotados los templos de un Clero celoso que si mucho brilla por sus virtudes no refulge menos por sus talentos, cada púlpito en esos días» es no sólo una fuente de edificación cristiana sí que también un manantial de elocuencia, pudiendo recordar todos oraciones oídas los años anteriores, que pueden figurar muy honrosamente como acabados modelos de oratoria sagrada.

Las procesiones se ajustan á un orden verdaderamente notable en la colocación y marcha de las imágenes y hermandades, numerosas en sus individuos cada una de ellas; en las procesiones que forman varias cofradías ocurre que ya toda en marcha ocupa, como la del Viernes Santo que sale por la mañana de San Pedro y la de la Merced el mismo día por la tarde, casi la tercera parte de la carrera ó itinerario que tienen marcado.

La de Jesús Nazareno, el Jueves Santo en la noche, ya porque en estas horas reviste carácter más serio y fantástico, por las interminables hileras de fieles de ambos sexos, resaltando muy notablemente nuestras bellas paisanas, unas y otros con la mayor respetuosidad y orden, ya por las demás circunstancias que concurren favorables á la realización del acto religioso, es lo cierto que esta procesión resulta una por no decir, la más esplendorosa, abundando en las mismas condiciones la de la Soledad y la Dolorosa de la Merced.


Preséncialas todas el vecindario entero que particularmente en las de la noche se quita horas de descanso para seguir atentamente con el espíritu las edificantes manifestaciones de los cultos de la semana.

Por último, la procesión del Santo Sepulcro y la Ceremonia de la Resurrección que tiene lugar en la Merced son notables.

Hace años que los llamados «Armados» reformaron sus trajes con arreglo algo semejante á la época que representan y sus evoluciones y demás actos que ejecutan en la citada iglesia son de excelente efecto.

A l terminar este ligero bosquejo de lo que es la Semana Santa en Ciudad-Real, creemos haber llenado nuestra propósito— además de que conocidos por todos hasta los más pequeños detalles de esta festividad, huelga cuanto pudiéramos añadir.

Ahora sí podemos y debemos congratularnos todos de la existencia entre nosotros, de aquél espíritu de viva fe católica que al principio de estas líneas considerábamos, como peculiar y característico de este pueblo, demostrada dicha existencia al través de nuestro relato, y por lo que respecta á los cultos de Semana Santa y su creciente esplendor, solo nos resta aplaudir a las Hermandades que propenden á él y excitarlas si es que ellas de nuestras excitaciones necesitaran, á que prosigan sus laudables católicos propósitos.

J. B. B. Diario “La Tribuna” Extraordinario Semana Santa, Año XI. Núm. 2.870. 27 de marzo de 1902. (Fuente: http://ceclmdigital2.uclm.es/)
   

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