En una ciudad como la nuestra, en donde por
abolengo y tradición palpita sin debilidades ni desmayos potente y brioso el
sentimiento católico en todas sus manifestaciones y al través de todas las épocas,
no es extraño que sus habitantes hayan prestado de año en año mayor atención y
especial desvelo para imprimir á los cultos más salientes de la religión, á los
de Semana Santa, todo esplendor y magnificencia.
No es nuestro ánimo estudiar ni exponer
las metamorfosis que desde el pasado remoto han experimentado en su forma
externa (ya que en su espíritu y esencia son los mismos cultos de siempre, los
de Semana Santa) las manifestaciones de este período del año religioso en nuestra
capital, pues además de ser muy prolijo el trabajo, tampoco tenemos que acudir para
nuestro objeto á épocas pasadas: sólo indicaremos las reformas que en los
cultos exteriores de esta Semana (Procesiones) se han iniciado hace pocos años
entre nosotros, cuando las Hermandades, disponiendo de algunos elementos y con
loables sacrificios de su peculio particular introdujeron modificaciones de
notable relieve en dichos cultos.
Nuestro propósito es demostrar como al
través de los tiempos, conservando nuestro pueblo la viva fé que siempre lo
caracterizó, las Hermandades formadas siempre por hijos de la localidad, que de
generación en generación vienen heredando ó conservando la filiación dentro de
dichas Hermandades han sabido y podido realizar á impulsos de su creciente
estímulo religioso, verdaderas innovaciones encaminadas á dar realce y explendor
á la Semana Santa.
Efectivamente, hace pocos años todavía,
que por la poderosa causa señalada de la pobreza de recursos que aquejaba á las
Hermandades, los llamados «Pasos» ó imágenes simbólicas de las escenas de la
Muerte y Pasión de nuestro Señor, estaban desposeídos todos en su mayoría, sin
hacer distingos de ésta ó aquella Hermandad, ni de éste ó de aquel templo,
estaban desposeídos, repetimos, los «Pasos» y las Hermandades, de todo lo que
significa esplendor y más bien estética, no solo en las esculturas, y las
llamamos esculturas por llamarlas algo, sino que también en la indumentaria de aquellas
y otro tanto en las de los cofrades ó hermanos.
Obras de cincel rudo, algunas, muy pocas,
las de piedra, algún Cristo, y vaciadas en imperfectos y vulgares moldes las de
yeso y escayola que abundan en nuestros templos, en todas ellas se nota como
consecuencia, no ya la falta únicamente de los caracteres físicos, de los personajes
y raza del pueblo donde se desarrolló el Drama del Calvario, y la indumentaria característica
de aquella época, sino que también hasta la más mediana manifestación del arte
escultórico en la pulidez de las formas, corrección de los contornos, en fin,
ausentes completamente de toda estética las figuras, y algunas de ellas, y esto
es más lamentable, ridículas hasta tentar ó promover á la hilaridad tan poco en
armonía con el sentimiento y melancólica impresión que en el ánimo del pueblo que
las ve desfilar, deben producir.
No he de citar cuáles sean estas
esculturas, pues conocidas son de todos y muchas han sido retiradas del culto
de los templos, sustituyéndolas por modernas, muy buenas algunas, que también
las conocemos, adquiridas de la industria nacional que en este sentido ha dado un
paso gigante, llenando con profusión las iglesias de España de preciosos
ejemplares.
De estos los tenemos ya en la Iglesia de
la Merced y en San Pedro de esta capital; en la primera patentiza nuestro
aserto el grupo del Descendimiento, adquirido el año anterior y del cual
publicamos en nuestro extraordinario un cliché sacado de perfecta y acabada
fotografía tomada de dicho «Paso» por el inteligente amateur de esta capital,
nuestro distinguido amigo D. Juan M. Treviño, y en la segunda también existe
como notable la escultura de Jesús Nazareno, que aunque antigua, tiene carácter
clásico escultural y por eso es buena. Procede, según se asegura, del antiguo convento
de Santo Domingo de Ciudad-Real.
Las restantes, en su mayoría, si no
todas, ya en los mencionados templos como en los demás, repetimos, carecen de
interés artístico, pero justo es consignar en seguida que estas deficiencias no
son por ningún concepto imputables á las Hermandades, casi todas pobres, sino
precisamente á la circunstancia de lo exhausto de sus fondos.
En lo que respecta á la indumentaria de
los cofrades podemos decir otro tanto que de las imágenes; en algunas
hermandades, en aquellas que con grande esfuerzo han sustituido por nuevas las
esculturas antiguas, también han seguido paralela reforma las túnicas de los hermanos,
y en la citada del Descendimiento adoptaron ya aquéllos el año anterior los
trajes similares á los usados por las cofradías de Sevilla, que en este punto
dan la norma y marchan á la cabeza.
Algo parecido y muy plausible han hecho en
sus indumentarias y como reforma las Hermandades de Jesús Nazareno, Jesús
Caído, esta imagen muy buena también y con apreciables andas de la casa
Meneses, ¡y en fin, las cofradías de todos los demás templos que en indumentarias
de imágenes y de Hermanos han llevado á cabo algunas innovaciones.
Claro que esta transformación es lenta y
necesita mucho tiempo para alcanzar, no ya la magnificencia y esplendor de las
procesiones de otras capitales, que esto está reservado á muy pocas, sino para
desterrar los moldes antiguos y reformar un tanto con innovaciones sucesivas,
esculturas é indumentarias de estas y de los Hermanos.
Viene á consolarnos y como á llenar
estos vacíos ó deficiencias apuntadas, el espíritu eminentemente católico y
edificador que como decimos al principio de estas líneas, informa y preside
todos los actos de este pueblo y muy particularmente los de la Semana Santa.
El que solo pase aquí un año los días de
esta festividad, podrá convencerse de ello.
Los templos todos, Iglesias y los de las
Comunidades religiosas objeto de visita de estaciones, ostentan sus Monumentos
cada uno con millares de luces sobre los fondos negros de los mismos,
asemejando al vivo esplendor, de noches estrelladas ó á radiantes focos de
soles que revisten serio y augusto carácter convidando á la meditación y
respetuoso silencio que jamás se altera por los numerosos y contritos fieles.
La parte oratoria, los sermones sagrados
de estos días constituyen una nota verdaderamente saliente entre las no pocas y
buenas en que abunda nuestra festividad de Semana Santa.
Dotados los templos de un Clero celoso
que si mucho brilla por sus virtudes no refulge menos por sus talentos, cada
púlpito en esos días» es no sólo una fuente de edificación cristiana sí que
también un manantial de elocuencia, pudiendo recordar todos oraciones oídas los
años anteriores, que pueden figurar muy honrosamente como acabados modelos de
oratoria sagrada.
Las procesiones se ajustan á un orden
verdaderamente notable en la colocación y marcha de las imágenes y hermandades,
numerosas en sus individuos cada una de ellas; en las procesiones que forman
varias cofradías ocurre que ya toda en marcha ocupa, como la del Viernes Santo
que sale por la mañana de San Pedro y la de la Merced el mismo día por la tarde,
casi la tercera parte de la carrera ó itinerario que tienen marcado.
La de Jesús Nazareno, el Jueves Santo en
la noche, ya porque en estas horas reviste carácter más serio y fantástico, por
las interminables hileras de fieles de ambos sexos, resaltando muy notablemente
nuestras bellas paisanas, unas y otros con la mayor respetuosidad y orden, ya
por las demás circunstancias que concurren favorables á la realización del acto
religioso, es lo cierto que esta procesión resulta una por no decir, la más
esplendorosa, abundando en las mismas condiciones la de la Soledad y la
Dolorosa de la Merced.
Preséncialas todas el vecindario entero
que particularmente en las de la noche se quita horas de descanso para seguir
atentamente con el espíritu las edificantes manifestaciones de los cultos de la
semana.
Por último, la procesión del Santo
Sepulcro y la Ceremonia de la Resurrección que tiene lugar en la Merced son
notables.
Hace años que los llamados «Armados»
reformaron sus trajes con arreglo algo semejante á la época que representan y
sus evoluciones y demás actos que ejecutan en la citada iglesia son de
excelente efecto.
A l terminar este ligero bosquejo de lo
que es la Semana Santa en Ciudad-Real, creemos haber llenado nuestra propósito—
además de que conocidos por todos hasta los más pequeños detalles de esta
festividad, huelga cuanto pudiéramos añadir.
Ahora sí podemos y debemos
congratularnos todos de la existencia entre nosotros, de aquél espíritu de viva
fe católica que al principio de estas líneas considerábamos, como peculiar y
característico de este pueblo, demostrada dicha existencia al través de nuestro
relato, y por lo que respecta á los cultos de Semana Santa y su creciente
esplendor, solo nos resta aplaudir a las Hermandades que propenden á él y
excitarlas si es que ellas de nuestras excitaciones necesitaran, á que prosigan
sus laudables católicos propósitos.
J.
B. B. Diario “La Tribuna” Extraordinario Semana Santa, Año XI. Núm. 2.870. 27
de marzo de 1902. (Fuente: http://ceclmdigital2.uclm.es/)
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