Ciudad Real se sigue muriendo entre la
indiferencia de los suyos. Lo que tantas veces denunció sin pelos en la lengua
el viejo león de esta Ciudad de Reyes, patriarca de nuestras letras, cronista
oficial, defensor de su patrimonio a todas luces y mejor pregonero, profesor
Julián Alonso Rodríguez. Nos corresponde a nosotros con dolor y sin esperanza
alguna, defender una causa claramente dada por perdida. Todo está a punto de
consumarse. ¡Por fin caerá el último edificio del gótico civil existente hoy en
Ciudad Real! En unas horas quizás días desaparecerá físicamente de su original
enclave medieval y como no de nuestra vista. Así de duro, tal como usted lo lee
y yo lo escribo.
Sé que mis esporádicos artículos
mantienen informados a los Ciudadrealeños, y en vilo a los políticos
capitalinos. Pero eso cuenta y mucho, pues como bien dice mi madre; "Al
que no le ha dao, le ha rapeao" y por soltar la verdad que no quede. Yo no
voy a callarme y menos en este caso del Palacio del Chantre de Coca -existente
entre las calles Real y de los Infantes- pues soy consciente del cariño que
profeso a este resto arqueológico descubierto e identificado por mi hace más de
diez años.
Ahora si es el momento justo de empezar
a prepararse, pues comienza la cuenta atrás, es la hora de rendir cuentas, ante
el desgarrón del holocausto patrimonial ciudadrealeño. Ya puede decirse con
toda propiedad, que no queda absolutamente NADA del Ciudad Real viejo, antiguo
y Alfonsí. Ni siquiera hay fuerzas dignas para la última lucha contra el
llamado "progreso de la urbe". Difícil es luchar para nosotros desde
el exilio, convertidos hoy más en Homeros que en Aquiles.
En años pasados aniquilaron el Palacete
del Corregidor, situado en la calle de la Libertad, tiempo después el Palacio
de la Plazuela de Belmonte, luego vimos destruir el Palacete de los Poblador en
la calle de los Infantes, para contemplar tiempo después la caída de la casa de
la calle de la Estación Vía Crucis. Siguiendo meses posteriores el rastro de la
piqueta a la popular casa de los Tres Arcos. Ahora se cierra solemnemente este capítulo
de destrucción masiva con el aniquilamiento del Palacio del Chantre don
Fernando Alonso de Coca, confesor de los Reyes Católicos. Precioso y colosal
broche para sellar el triunfo de los ciudadrealeños ante la historia en la
última derrota de la gran guerra perdida en pro del patrimonio.
Pero que pasa mientras tanto en los
círculos intelectuales, culturales y políticos? Ya se ve. Nada! Todavía reinan
los Pilatos en los lugares institucionales de Ciudad Real, volviéndose una y
otra vez a lavarse las manos en aguas consagradas de la mentira. Resolviendo en
mentira y más mentiras los asuntos que le son encomendados, como es proteger y
conservar nuestro patrimonio cultural en la capital. En efecto, Ciudad Real
realmente es una capital muy desatenta hacia su propia metrópoli. Ciudad Real
transita en una irrealidad constante y permanente. La ciudad vive ensimismada
en un discurso retórico, despreciando la realidad de lo que le adolece y
acontece en su contra. Parece estar condenada a destruirse por quienes
desprecian la cultura, la ciencia, el saber, la ilustración y cuanto sea
conocimiento de quienes nos antecedieron, y de los que nos legaron la ciudad de
mejor o peor manera. Oigo siempre muchas alabanzas a Ciudad Real, publicamos
muchos libros, hacemos exposiciones, impartimos conferencias, incluso
proclamamos un amor sincero hacia nuestra madre llamada Ciudad Real. ¿Pero
donde están sus defensores, sus protectores y sus mejores mecenas? No hablo de
los funcionarios que cumpliendo con su deber, tienen la obligación por Ley de
defenderla. Me refiero claramente a unos ciudadanos que pugnen por un Ciudad
Real patrimonial, histórico, artístico, monumental, libre y auténtico en su
esencia. No los hay! Y los que hubo se encuentran en el más lamentable exilio.
Mientras tanto la verdadera ciudad se
nos muere. El cáncer de la ignorancia, el egoísmo, el poder político engreído y
la cobardía colectiva la están finiquitando. La están derribando. Y de qué
manera!
Es curioso cómo han desaparecido incluso
cines, tiendas y comercios antiguos -por ejemplo Casa Mur o recientemente La
Puerta del Sol (anteriormente platería de Manuel Francés)- que fueron claves y
símbolos reconocibles de la población. Hemos perdido para siempre paisajes
únicos y románticos como la Plazuela de Belmonte con su Palacete coronando
aquel rincón típico. Por cierto no sería malo tirar de la manta y rendir
también cuentas respecto al caso de esta plazoleta que era de entidad pública y
donde hoy se asienta un edificio privado. Hasta ese extremo llegó la
especulación! Pero si no se hace hoy, seguro que mañana se investigara y
condenará esta burla y apropiación indebida, porque impune no quedará este
"caso" como otros tantos.
Hemos dejado caer escenarios bellísimos
de una ciudad donde se pasearon Lope de Vega, Tirso de Molina, Quevedo, López
de Úbeda, Cervantes y tantos otros qué inmortalizaron a Ciudad Real con
brillantez en sus obras más reconocidas. Y quien no lo crea que se lea Fuente
Ovejuna como botón de muestra.
Destrucción, destrucción y eliminación
de todo lo que sea antiguo y anacrónico. Y todo esto no causa el más mínimo
impacto ciudadano. Ya nos lo avisó Julián Alonso en 1955; "Ojo que esta no
es una ciudad de monumentos, y si algún día hay un Ciudad Real con grandes
iglesias, pero con la trama urbanística medieval destrozada o destruida ya no
será Ciudad Real". En este apartado no se equivocó Alonso Rodríguez, y
coinciden en esta afirmación con exactitud y muy sagazmente el profesor Félix
Pillet Capdepón, así como el historiador Jorge Sánchez Lillo y el doctor José
María Barreda. Y es que hoy Ciudad Real, por reconocer no se reconoce ni así
misma. Realmente esto ya no es Ciudad Real!.
Ciudad Real fue en tiempos ciudad de las
tres culturas, hoy todo aquello parece que no importarle a nadie, ni trasciende
en nada. Que sabrán muchos lo que esto significa. Aquí se destruyen conventos,
recintos de muralla, capillas, teatros de comedias, sinagogas, audiencias,
baños árabes y da igual. Es más, no pasa absolutamente nada. Si le amputan su
historia, no se inmutan lo más mínimo los ciudadrealeños. Dándole lo mismo a
una buena parte de sus historiadores locales. Y quien no lo crea que repase los
recientes casos antes mencionados y muy espacialmente el del Palacio del siglo
XVI que se hace destruir sin permiso previo de derribo en 1998. Poniéndose en
aviso institucional y público con denuncia firme, consumándose el atentado y
mostrándose la totalidad de la ciudadanía de forma indiferente. Cuanta
cobardía!.
Todo esto choca cuando cualquiera de los
ciudadrealeños nos convertimos en turistas viajando a otras ciudades españolas
y se nos despiertan los ojos, buscando en tierras de España, no solo los museos
o catedrales, sinagogas, mezquitas o monasterios, sino bares con solera,
esquinas, arcos, palacios, tiendas decimonicas donde nuestros ojos y alma
reposen y nuestra imaginación nos haga volar a tiempos pasados.
Pero lo cierto y verdadero es que el
Palacio del Chantre de Coca, está en capilla. Llegó su fin, y con él se cierra
el largo vía crucis del holocausto histórico y patrimonial. Situando a Ciudad
Real vergonzosa e irremediablemente, en la capital de provincia del estado
Español más destruida en patrimonio. Ahí queda eso!
¿Qué impacto perceptivo causaría haría
al Rey fundador Alfonso X, el contemplar hoy su " grand villa e bona"
totalmente destruida? Esta pregunta mejor podría responderla con toda propiedad
nuestro reputado y prestigioso Psiquiatra Dr. Francisco Torres González
-especializado y considerado como uno de los que mejor han retratado y
estudiado en profundidad la personalidad del Rey Sabio-.
Y si a Unamuno le dolía España, a
nosotros nos duele Ciudad Real por encima de todas las cosas y por nuestros
cuatro costados. Y doy fe de ello, porque lo sé, porque lo viví y lo he sentido
durante años en mis entrañas, y compartí ese dolor con mis amigos José Luís
Blanco Payo, Francisco Torres, Paco Giménez, Juan Ruiz Plaza, Paco Blanco Mena,
Emilio Martín Aguirre, José Luís Loarce, Pepe Rivero, Alfredo Muñoz Espadas y
tantos otros buenos que yo los llamaría afectivamente a todos
"ciudarrealitos". Porque amáis a Ciudad Real más que a nada, y sentís
al pensar y pensáis sintiendo por y para ella.
Y creo que en Ciudad Real, si se me
permite este pequeño giro, fue muy adecuado y sabio dejar reposar la historia
durante años. Pero el tema sobre su exiguo patrimonio no está acabado. Un día
surgirá una generación ecuánime que preguntará que pasó en realidad y quienes
fueron los que destruyeron y quienes los que defendieron, y porque se les
ocultó la verdad de todo esto. Como pasó en Alemania con la generación del 68,
que exigía aclaraciones a sus padres. Las preguntas irán llegando. Porque sin
duda la historia nos alcanza. Ella señalará a cómplices, encubridores,
destructores, beneficiados, causas, causantes, expoliadores de tanta barbarie y
destrucción. No dudemos que la lista será larga y comprometida pues en ella
habrá alcaldes, arquitectos, concejales, constructores, propietarios,
historiadores, presidentes de Diputación, políticos, superiores de órdenes
religiosas, gobernadores civiles, catedráticos, humanistas, albañiles,
funcionarios municipales, etc., etc. Así será de implacable la historia. Hay
que saberla afrontar. No se trata de un mea culpa continuo sino de la
conversión de la responsabilidad. Responsabilidad digo y mantengo con firmeza
hasta ahora no asumida por nadie. Pues Ciudad Real no es cualquier cosa. Es un
gran pueblo con derechos de autor!! Y los tiene y muy validos durante estos 900
años de amplia historia.
Me acojo pues finalmente, al suspiro
último de Ciudad Real, con la caída y destrucción del último de sus palacios,
como lo hizo magistralmente Buñuel en su excelente obra "El último
suspiro" cuando dijo: "una vida sin memoria no sería vida, como una
inteligencia sin posibilidad de expresarse no sería inteligencia. Nuestra
memoria es nuestra coherencia, nuestra razón, nuestra acción, nuestro
sentimiento. Sin ella no somos nada". En consecuencia, Ciudad Real está
condenada de por vida, pues una ciudad carente de patrimonio histórico
artístico y monumental, verdaderamente no es NADA. Así las cosas.
JOSÉ
LÓPEZ DE LA FRANCA Y GALLEGO. Diario El Día, 28 de Septiembre 2004
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