Cumpliendo un deber, al igual que
hubieran hecho sin duda alguna Julián Alonso y Emilio Bernabéu, emprendemos una
nueva lucha para salvar de su total destrucción, la casa más antigua que hoy
nos queda en Ciudad Real. Ya en 1940, nuestro cronista oficial Julián Alonso
Rodríguez, nos profetizó, según el curso que iba tomando la destrucción del
patrimonio capitalino "que tres años antes de que culminara el presente
siglo en Ciudad Real, se podrían contar con los dedos de una mano, las casas
históricas".
No se equivocó nuestro ilustre
historiador y por ello intuyó que Ciudad Real al igual que otras ciudades
alemanas, destruidas al término de la segunda guerra mundial, sólo quedarían en
pie, las iglesias y conventos, a diferencia de que las ciudades germanas fueron
arrasadas por la aviación aliada, y Ciudad Real, por intereses personales de
inmobiliarias, políticos y especuladores aliados.
Por ello, el profesor Alonso, ante
aquella intuición, se apresuró a recuperar con su cámara, al igual que hizo
Casiano Alguacil en Toledo, todas aquellas casas, edificios, arcos, patios
columnados, escudos, artesanados, puertas, etcétera. Nuestro profesor salvó,
con aquellas fotografías, el patrimonio de Ciudad Real que iba a desaparecer, y
también luchó en detrimento de su propia vida, por la conservación de estos. Un
Goliat grande y poderoso, "Ayuntamiento y Diputación", contra un David
inteligente sagaz y valiente, Alonso y Bernabéu.
Aquellas luchas iniciadas en 1958 por
Julián Alonso para salvar la "Casa de la Torrecilla", sin parangón en
la historia de la ciudad, fue ron secundadas por Bernabéu, Agostini, Paco
Pérez, Galiana, etcétera. Años antes (1950) lo habían hecho con el arco de
entrada del Alcázar Real, ambas sin éxito.
Pero causa estupor ahora, que la
casa-palacete enclavada en el centro de la calle Real, que en el año 1244 dio
nombre a ésta el propio rey Fernando III el Santo, en las famosas vistas
ocurridas en el primitivo Pozuelo de Don Gil, esté sentenciada a muerte.
Por ello, no podemos ningún
ciudarrealeño tolerar de forma alguna, acciones que atenten contra nuestro más
que mermado, patrimonio histórico-artístico.
Invito desde estas líneas a plantar cara
para proteger lo que es nuestro; lo que pertenece a toda la ciudad, aunque
ahora esté en manos de quienes pretendan destruir, borrar nuestra historia,
nuestro pasado y nuestro arte. Esta casa-palacete, conserva intacto el único ejemplar
de portada con alfíz, hoy existente de las 197 casas que registró el cronista
Alonso en 1917. Bajo este alfíz, se halla un magnífico escudo de armas,
espectacular pieza labrada en piedra de sillería, aunque ésta se encuentre bajo
una ligera capa de cal donde puede observarse dos leones rampantes arañando un
árbol de sinople, repitiéndose este mismo escudo heráldico, en el interior del
edificio, en toda la columna del patio, así como en las habitaciones de la
planta inferior.
Sino lo evitamos, este palacete, en buen
estado de conservación, desaparecerá para siempre, con la consiguiente
reducción de nuestro patrimonio, hecho irreparable sin duda, en perjuicio de
las futuras generaciones. Es posible que todo el material arquitectónico de
valor considerable por su antigüedad, puede, si se consuma el atentado, ser
trasladado a propiedades particulares, o vendidos o destruidos por la pala
demoledora. Pero lo más sorprendente de todo es, que la Comisión de Patrimonio
de la junta de Comunidades de C. M., están declarando de interés cultural o
artístico, edificios construidos en el siglo XX, como el Gran Hotel, la Casa de
los Navas-Aguirre, el edificio de la Joyería Benjamín, mientras se relega de
facto al olvido, casas como la que nos ocupa del siglo XVI y otras del mismo
rango.
Exigimos que no se atente contra Ciudad
Real. Que se salve la única casa que queda de su pasado histórico, muestra
fehaciente de lo que fue la ciudad, y que sea un legado vivo para nosotros
mismos, para nuestros hijos, para nuestros nietos. ¡Nada más!
José
Liberto López de la Franca y Gallego. Diario Lanza, 17 de Mayo 1998
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