Corrían los primeros años de la tercera década del siglo XVII. La Cofradía de Pedrera, con sede en la parroquia de Nuestra Señora del Prado, tenía a sus expensas el Hospital de Pedrera que había venido prestando asistencia a los enfermos, especialmente pobres. Por estas fechas del Hospital sólo quedaba una sala a donde acudía «gente facinerosa», por encontrarse en ruinas y estar situado un tanto extramuros de la ciudad abandonada por haberse trasladado la Cofradía a la parroquia.
Todo eran dificultades en el mantenimiento de este Hospital derruido, sin verse utilidad o ventaja, a lo que se sumaba el que los gastos de la Cofradía se incrementaban sensiblemente. Estas circunstancias motivan que la Cofradía de Pedrera, reunida en Cabildo el 13 de mayo de 1633 faculte y delegue a don Antonio Sarmiento, cura párroco, y a don Antonio Serrano para que hagan las gestiones oportunas a fin de vender los bienes de la Cofradía, incluido el Hospital, y redimir los gastos. Esto suponía la derogación de la misma Cofradía.
El 26 de agosto de 1633 se obtiene del arzobispo de Toledo licencia para proceder a ejecutar los deseos de la Cofradía, encomendándose al vicario don García de Loayssa la publicación, en la plaza, de la venta, haciendo postura y delimitando fecha y lugar de la misma.
Con esta licencia arzobispal vuelve a reunirse el Cabildo de la Cofradía de Pedrera el 21 de septiembre y acuerdan trasladarse a la parroquia, cumplir las deudas que ascienden a 30 reales y repartir los restantes bienes entre el clero de la parroquia, quedando, prácticamente, con este Cabildo disuelta la Cofradía, lo que quedó confirmado el 12 de noviembre de 1634 cuando se reúne, por primera vez, el Cabildo de la Cofradía de la Esclavitud de Nuestra Señora del Prado, con asistencia de los mismos capitulares de la de Pedrera.
Existía la Cofradía
de la Cera de la Virgen del Prado creada en 1597 para que no faltase a la
Virgen cuarenta hachas para lucir ante su imagen el día de su fiesta. Así mismo
existía la Cofradía de la Asunción que daría origen a la de los tejedores para
celebrar solemnemente el día de la Asunción, en la parroquia. Y así lo hacían:
el día 15 de agosto acudían a la parroquia, después de hacer estación en la
plaza de Santa María de Guadiana las Cofradías de Pedrera y Asunción y bajando
por la actual calle de Infantes llegaban a la parroquia para celebrar los
cultos en honor de María Santísima del Prado, en su misterio de la Asunción.
Si la imagen de la Virgen era conocida ampliamente, mucho más se propagó su devoción tras la fundación de la Esclavitud de Nuestra Señora del Prado. De todos los estamentos sociales: nobleza, clerecía, hidalgos, hombres de armas, intelectuales, plebeyos acudieron a engrosar las filas de la Cofradía.
Cabe destacar, entre los afiliados, a don Luis Bermúdez y Messia, regidor de Biliaquiran y alguacil mayor de esta ciudad y su esposa doña Francisca Fernández Treviño de Loayssa y toda su familia ofreciendo 150 reales por la inscripción. La Casa Treviño-Cebailas y la Casa Céspedes Guevara. El alguacil mayor de la ciudad de Mariquita en el Nuevo Reino de Granada, don Alonso Padilla y Aciniaga; el caballero de Alcántara don Francisdo Felder, maestro del Campo del Ejército en Portugal; fray José de San José, agustino, procurador general en Roma; el vicario y visitador general de esta ciudad don José de Salinas; el célebre padre jesuita Rivadeneira; doña Catalina Ponce de León, marquesa de Frómista y Caracena y condesa de Pinto; el conde de Arenales; los capitanes don Antonio dé Aguilera, don Antonio Ramírez de Aguilera, don Mateo Rodríguez Río de Velarde.
A finales del siglo XVII, en 1.693, aparecen como esclavos, entre otros, el ujier de la Cámara real de SM, don Agustín Prieto Negrete; el comisario del Santo Oficio, don Luis de Aguilera; el conde de Piedrabuena, don Agustín Mesa; el capitán general de Ceuta, don Francisco Bernardo Varona; la condesa viuda de Escalante, doña Rosalía de Cabanillas; el conde de Peñaflor y señor de Villagarcía.
El día 28 de
octubre de 1700 a las 8,30 de la mañana, siendo camarero de la Virgen don Manuel
Muñoz Doria, se inscribe como esclavo el rey, nuestro señor, que Dios guarde,
-se trata de Carlos II- justamente con don Juan Ignacio Bustamante, corregidor
de esta ciudad.
Así mismo el 9 de noviembre de 1703 se recibieron como hermanos de esta Cofradía a los señores Reyes de España, el rey, nuestro señor –Felipe V- y la reina, nuestra señora, así como la serenísima princesa. Lo hace también la Casa de Velarde.
Sería prolijo enumerar más nombres entre los que habría que incluir familias religiosas, caballeros de la Ordenes Militares, miembros de la Casa Real, funcionarios públicos, hijos de Ciudad Real, vecinos del Nuevo Mundo y un largo etc.
Si la lista-de personas que se ofrecen como esclavos es, en cierto modo, innumerable, no es menos larga la nómina de lugares, villas, pueblos y ciudades en las que la influencia de tan venerada imagen se hace sentir. Dentro de nuestros límites provinciales se enumeran ya, a principios del siglo XVII, 21 pueblos desde Alcázar de San Juan, Daimiel, Manzanares hasta pequeñas aldeas o encomiendas como El Molinillo, la Viñuela, Corral.
Pueblos de Toledo (Quintanar de la Orden), Cuenca (Belmonte, San Clemente), Mota del Cuervo, etc.), de Madrid (Alcobendas, los Carabancheles, entre otras), de Cádiz (Jerez de la Frontera), de Albacete (Santa María de los Llanos) y ciudades como Madrid, Barcelona, Córdoba, Cáceres, Badajoz, honran y veneran a la Sagrada imagen, Nuestra Señora del Prado.
Es un
reconocimiento popular unánime el otorgado a esta Imagen milagrosa de la Virgen
del Prado que, por otra parte, también lo ha sido reconocido oficialmente por
la Iglesia.
Ubaldo Labrador, Párroco de santa María del Prado.
Diario Lanza 17 de mayo de 1988
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