Corría el año de 1587. Los papeles que contenían la narración de la aparición de la Virgen del Prado se encontraban en un lamentable estado de deterioro. Temerosa la parroquia que el tesoro de este archivo pudiera perecer, encarga al Lic. Don Juan Mendoza de Porras, natural de esta ciudad, persona de letras y de mucha erudición que los copiase o recopilase en la mejor forma que fuese posible, lo que realizó de tal manera que «la verdad que contenían los papeles antiguos se contiene en esta recopilación, la concurrencia de sucesos y tiempos es la misma aunque vestida con lenguaje algo más aliñado».
En esta recopilación, así llamó don Juan a su trabajo, aparece cómo después que la imagen de la Virgen que el capellán Colino portaba desde Toledo a Córdoba, para entregársela a Alfonso VI, fue mostrada a los lugareños del Pozuelo Seco, «determinándose de tornar a poner la Santísima Virgen en su antigua Caja por mucho que hizo el capellán y los que con él venían nunca pudieron moverla de su sitio, el cual viendo más visible el milagro, determinando proseguir el camino que llevaba él Córdoba, se detuvo allí sin querer partirse de aquel sitio dos o tres días en oración al cabo de los cuales se fue do iba».
Cuando en 1643 Fray Diego de Jesús María, religioso Carmelita, hijo de Ciudad Real y Prior del Convento de Guadalajara, se dispone a escribir la Historia de la Imagen de Nuestra Señora del Prado, el Ayuntamiento en acuerdo fechado el 9 de diciembre de 1643 determina poner a su disposición los archivos municipales nombrando por diputado a don Luis Bermúdez Mesia, regidor y alguacil perpetuo y a don Diego de la Cueva. Fray Diego recoge literalmente en su obra, que dedica a don Martín Bermúdez, por haber fallecido su padre don Luis a quien tenía «por justa obligación dedicarle esta obrilla» la relación de la recopilación de don Juan Mendoza (página 61).
La obra de fray
Diego fue examinada por personas «graves y doctas» según testimonio del general
de la Orden carmelita, Fray Juan Bautista y «la novedad de las noticias, con
tan inmenso cuidado trabajadas, y representadas con tanta viveza haciendo
presente los siglos pasado» de tal manera que «el que leyera la Historia podrá
darse por testigo de vista de los sucesos como si se hubiera hallado en ellos»,
según consta en la Aprobación de Fray Alonso Ortiz, calificador del Santo
Oficio y Comendador, en Toledo.
Si Fray Diego hubiera tenido otras fuentes que, hubieran narrado de otra manera los hechos, evidentemente que lo hubiera manifestado o no hubiere pasado la aprobación ni obtenida la licencia oportuna para la publicación de su historia.
Según las averiguaciones mandadas hacer por don Juan Francisco Romero, el 5 de julio de 1644, juez de cuentas, y llevadas a cabo por Mosén Martín Collado, cura vicario de la parroquia de Vililla se desprende entre otras cosas: a) que la imagen llamada de los Tornos, Tormos o Torneos, está «sentada en una silla, y sobre la rodilla izquierda tiene al Niño de tamaño de palmo y medio, y al hombro izquierdo le sustenta la Virgen con la mano izquierda. Toda la Imagen así sentada poco más de vara castellana... acanalada por la espalda, y sobre la madera se echa ver lienzo que asientan los colores», b) «que la imagen que hoy venera esta ilustre Ciudad de Ciudad Real con tan piadoso afecto y reverente culto con nombre de Nuestra Señora del Prado es la misma que antes de la pérdida de España celebró Aragón en el templo que las tradiciones le señalan, junto a las tres Vilullas de Jiloca que agregadas después en una se dijo Vilila de Jiloca».,. «de forma que nuestra Señora Santa María del Prado que de presente posee Ciudad Real es la misma que perdió Vililla.
Esta es la historia
que nos ha transmitido y fielmente custodiada para transmitirla a generaciones venideras.
Siendo así las cosas, ¿qué sentido tiene que en «la Historia de la Imagen de la Virgen del Prado», editada en cómic para los niños aparezca una viñeta representando a un escultor esculpiendo una imagen mientras piensa «no saldrá igual que la que portaban los caballeros, pero a nosotros servirá?».
¿Qué «duende de Imprenta» se ha colado en esta narración, máxime cuando el texto presentado a la Comisión del IX Centenario por los señores Gómez Moreno y Lizcano que había de servir de narración a los dibujos dice textualmente: «La tradición ha creado a través de los siglos, poéticas leyendas pero lo que testimonia la historia es que realmente la imagen de la Virgen desde aquel 25 de mayo en que fue mostrada en el Prado, con su reinado quedó para siempre en este lugar, bajo el título de Santa María del Prado»?
¿Por qué se introduce asimismo el anacronismo de presentar la imagen de la Virgen como hoy la veneramos, y no como realmente nos cuenta la recopilación que hizo don Juan de Mendoza?
Puede que exista quien le hubiera gustado que la historia de la aparición de la Virgen hubiera sido de otra manera, pero esto no le autoriza a cambiar los hechos.
Hemos celebrado
gozosamente el IX Centenario de la aparición de la Virgen. Nos encontramos aún
en el Año Mariano que debía clausurarse en 15 de agosto y que, por especial concesión
de Juan Pablo II, a los obispos españoles, éstos podrán clausurarlo cuando mejor
convenga, atendiendo a razones pastorales, sin rebasar la fecha del 8 de
diciembre. Sólo Dios puede contabilizar las gracias que su Misericordia ha
derramado sobre su hijo y la correspondencia de éstos a las mismas; nosotros
«estamos contentos, porque el Señor ha sido bueno con nosotros», como dice la
Escritura, pues estos acontecimientos nos han enseñado a ver a la Virgen más
próxima, a sentirnos más decididos a compartir con los hermanos, sobre todo con
los más débiles, pobres y marginados y a prestar a la Virgen un culto más
enriquecido en la dirección y en las dimensiones que pide la Iglesia, como la
afirmaba nuestro obispo en la misa del 22 de mayo en el Parque de Ciudad Real.
U. Labrador. Párroco de Santa María del Prado. Diario
“Lanza”, 26 de agosto de 1988
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