El grande amor de toda la ciudad para con la Santísima Virgen del Prado, nuestra patrona, podría probarse, por ejemplo, con las visitas que le hacen todos los ciudarrealeños cuando la bajan del Camarín para sus fiestas o por la presencia de la decena de miles que participa en su procesión del 15 de agosto...
Pero a mí se me
ha ocurrido mirar un poco más hacia atrás y se me han venido a la memoria unos
sencillos hechos que también servirían para certificar la devoción para con
Nuestra Señora...
Uno: El de la pequeña
imagen de la Virgen del Prado que peregrinó por los pueblos de nuestra diócesis
anunciando la celebración de su IX Centenario
y del Año Mariano. Esa imagen fue esculpida por don Jerónimo López Salazar y
era propiedad de don Julián y doña Mariana Alonso, devotísimos de la Virgen del
Prado. Don Julián era profesor del Instituto de segunda enseñanza en Cádiz: Esa
pequeña imagen les acompañaba en todos sus viajes, y el mismo don Julián habría
pintado varios de los mantos que tenía la imagen. Su padre había sido gobernador
militar de una de las colonias de España en América: Con las varillas, de un abanico,
de ricas maderas de las Colonias, sus buenos hijos mandaron hacer una preciosa
custodia, en cuyo nudo pusieron una imagen de la Virgen del Prado. La donaron a
los Franciscanos de Cádiz, quienes, al tener que abandonar su convento en el
comienzo de la guerra civil, la devolvieron a sus dueños. Los hermanos Alonso
la donaron de nuevo, ahora a los PP. Franciscanos de Guadalupe, en cuyo Museo
se encuentra actualmente. Y lo de esta buena familia no acaba ahí, en sus detalles
para con la Virgen del Prado: Los mantos verde y morado, actuales, de la Virgen
del Prado, son regalo de la hermana: de los años 1968 y 1969,
respectivamente: de tisú ambos. Como también
de ella fue el regalo del águila bicéfala, en plata, del orfebre Puigdollers,
que se le pone a la Virgen en el manto, a la espalda.
Otro hecho expresivo de amor a la Virgen del Prado: La piadosa costumbre de nuestra capital de poner en el portal de entrada a las casas una pequeña hornacina con dos puertecitas, una luz y una pequeña ménsula para poner flores al grabado de la Virgen del Prado colocado en el fondo de la hornacina. Vi una de estas hornacinas, hace unos años, en un portal de la calle Ciruela, próximo a la Estación; y, hace dos o tres meses, vi otra en el número 25 de la calle Calatrava -acompaño su foto en esta evocación.
Lo de los azulejos de la Virgen del Prado sería otro testimonio: Recuerdo el de la calle Postas, frente al Mercado, y otro, el de la fachada del instituto de la calle Caballeros, seguramente hecho poner por el cronista de la ciudad, académico de la Historia y autor de un buen libro sobre la Virgen del Prado publicado en 1940, don José Balcázar Sabariegos, director de ese Instituto. Por esto me ha agradado sobremanera el acierto del Ayuntamiento de nuestra ciudad al proyectar un azulejo de Talavera con la Virgen del Prado a colocar en las inmediaciones de su ingreso, para memoria de este IX Centenario.
Con estos recuerdos me he remontado hasta el más ilustre de los hijos de Ciudad Real, Hernán Pérez del Pulgar, el de las hazañas: ¿No fue él quien escribió: «Ave María Purísima» en las puertas de la Mezquita de Granada; precediendo la conquista de los Reyes Católicos...? De lejos le viene a nuestra ciudad esta característica del entrañable amor a la Virgen: hasta el pasado siglo se grababa en tantas puertas de las calles el «Ave María».
Y me he quedado pensando...: ¿Sería mucho esperar de los ciudarrealeños, que tanto aman a la Virgen del Prado, que no hubiese vestíbulo de sus pisos, o de sus casas en que faltase un cuadro de la Virgen, como memoria de este fausto noveno centenario...?
Por Ilmo. Mons. Dr. D. Aurelio Gómez-Rico. Diario “Lanza”
21 de mayo de 1988, Extra IX Centenario de la Virgen
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