Ciudad Real no es una población como la de Toledo, que esté en un alto modo de castillo o ciudadela y por lo tanto de reducido circuito.
Es por el contrario, centro de una extensa llanura y aunque estuvo rodeada de murallas fuertes, hasta el siglo pasado, con una línea de circunvalación por donde ciñe la carretera, de unos seis kilómetros en total, puede decirse que es una ciudad completamente airada a los cuatro rumbos cardinales.
Sus calles rectas y anchas, con edificios lo más de dos pisos, y la mayor parte de uno solo, penetra el sol que todo lo purifica hasta el fondo de todas las viviendas, que no carecen de patios y corrales, que sirven de verdaderos pulmones.
No esta Ciudad Real carente de plazas públicas en todos sus barrios, de no pequeña extensión, como la del generalísimo, Pilar o Cervantes, José Antonio, Cuartel, Instituto, Santiago, Monjas Terreras y del Carmen, Prado, San Francisco y Belmonte.
Sus grandes descubiertos, como son los patios y huertas de los conventos, que abarcan manzanas de casas enteras, los terrenos de los antiguos molinos de aceite, como el de Rey, Virgen del Prado, Pedrera, Marqués, etc., etc., dan a la población grandes espacios para solearse y bien respirar.
Lo que necesita este pueblo es la construcción de jardines para su ornato, fuentes y árboles; limpieza más completa y la no circulación, sobre todo por las calles principales de carros de estiércol y basuras mal olientes y de vista que repugna, pues parece una aldea rural y no una capital de provincia.
Lo higiénico por su posición, en medio de una soleada llanura, sin montes que le impidan circular lo vientos, nuestra población debe ser una de las mejores de España, si la higiene oficial, procura completar las condiciones naturales.
No están quietas las autoridades, pero es preciso no dejar estos problemas de salubridad, como vitales que son para sus habitantes.
Emilio Bernabeu, diario “Lanza”
lunes 7 de febrero de 1955

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