Antigua
vivienda de la calle Paloma con Calatrava
La esquina de la calle Paloma con
Calatrava, la ocupa actualmente el edificio racionalista diseñado por el
arquitecto José Arias en 1943 para Cámara de la Propiedad Urbana, y que
actualmente está ocupado por la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.
Antes de que se construyera el edificio
de la Cámara de la Propiedad Urbana, la
esquina de la calle Paloma con Calatrava, estuvo ocupada por la casa de D. José
Cendrero y Díaz del Castillo, un ilustre manchego que nació en 1857 en Agudo.
Cursó estudios de bachillerato en el Instituto de Ciudad Real, de donde pasó a
estudiar Derecho en la Universidad Central, que terminó brillantemente en 1881.
Ejerció la abogacía en Almodóvar del Campo, y en 1882 fue nombrado diputado
provincial por aquel distrito, cargo que ostentó durante cinco periodos, para
pasar después a presidir la Corporación Provincial. Hasta su muerte en 1918,
fue decano del Colegio de Abogados de Ciudad Real.
La antigua casa de D. José Cendreros,
era una vivienda de dos alturas que sufrió un gran incendio durante la Guerra
Civil Española, quedando destruida. Adquirido el solar por la Cámara de la
Propiedad Urbana por un importe de 30.000 pesetas, el arquitecto José Arias
Rodríguez-Barba realizó el diseño del actual edificio, cuya construcción
comenzó a finales de 1943, siendo inaugurado el viernes 18 de octubre de 1946.
El edificio consta de tres plantas más semisótano,
estando cubierto por una amplia terraza, en la cual se encontraba en sus orígenes
la vivienda del conserje. Para su construcción se emplearon zócalos de piedra
de granito, muros de ladrillo y mampostería hidráulica.
La composición de la fachada se realiza
a base de bandas horizontales enfatizadas con diversos recursos entre las
ventanas (rehundidos lineales en planta baja, paños de ladrillo caravista rojizo
en la primera planta y ático), si bien la verticalidad se hace patente con la
disposición de esbeltos huecos seriados, apilastrados incluso en la planta
segunda. Aparecen ya numerosos detalles que, al margen del volumen limpio del
edificio, maquinista si se quiere, nos informan de una vuelta en cierto modo al
clasicismo decorativo, aunque todavía muy simplificado, casi abstracto, en
frontones, paneles decorativos sobre las ventanas, rehundidos, cornisas o
molduras.
Abandona esta Cámara de la Propiedad
Urbana la fluida relación interior-exterior presente en los edificios de la
etapa racionalista. El diseño de los huecos, verticales y seriados,
equidistantes, viene impuesto por la utilización de muros de carga pétreos en
fachada que impiden la disposición de ventanas longitudinales al modo de
conocidas construcciones expresionistas que se habían levantado apenas una
década antes. Estilísticamente, las fachadas adoptan un giro compositivo
clasicista en sus proporciones.
Atendiendo a las pautas racionalistas,
los edificios dejaron de tratarse como elementos individuales cuyos valores más
destacables eran la estética y la decoración –propias del estilo modernista de
principios del siglo XX-. Se comenzó a mostrar interés por el entorno, el
ambiente, la higiene y el territorio, aceptándose la estética racionalista y su
horizontalidad, sencillez estilística y apertura del espacio interior. Esto
supuso una disociación entre función y forma, acentuada con la desornamentación
y el interés por borrar las huellas estilísticas del pasado. La rotonda en
esquina o ciertos elementos curvos y la inspiración en los rascacielos
neoyorquinos y en el expresionismo alemán son rasgos evidentes en estas
construcciones, especialmente en el caso del edificio de la Cámara de la
Propiedad Urbana (1943); presenta una imagen maquinista y aerodinámica propia
del racionalismo anterior a la Guerra, a pesar de ciertos toques decorativos
academicistas, aunque geometrizados. Aun habiéndose construido en plena etapa
autárquica, momento de crisis para el racionalismo en toda Europa y en el que
las artes sufrieron la imposición del gusto clasicista y neoimperialista del
régimen franquista, este edificio es una muestra de eclecticismo moderno, es
decir, una arquitectura propiamente moderna pero que sigue patrones e
influencias de líneas tradicionalistas. Es una muestra de que la Guerra Civil
no supuso una ruptura total con la primera fase del movimiento racionalista a
nivel internacional.
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