Vista
de Ciudad Real en el siglo XIX
La sesión extraordinaria del Concejo de
Ciudad Real, celebrada el 1 de enero de 1819, nos relata el acuerdo tomado,
para celebrar “con el decoro debido”, las honras fúnebres, tras la muerte de la
que fue segunda esposa de Fernando VII, Isabel de Braganza, termina la sesión acordando la construcción de
un catafalco, para el día 16 de este mes, en que se debían celebrar tales
exequias. La descripción de este túmulo, no la encontramos en un libro
manuscrito, conservado en el Archivo Parroquial de Nuestra Señora del Prado
(Merced), leg . núm. 1018, y cuya transcripción es la siguiente:
“El
túmulo levantado en el centro de la Iglesia, estaba formado por un zócalo poligonal
de tres lados iguales imitando mármol negro de San Pablo, estrellado y floreado
de blanco todo el fondo y partes donde prometía la mejor vista, dándole de
diámetro todo el ancho de la iglesia (cortada por un extremo, que contiene
sesente pies de latitud y seis de alto, dejando el retablo correspondiente, siguiendo
una espaciosa gradería con siete pies de altura, hasta su piso cuadrado de
treinta pies de diámetro, sobre el cual se formó una hermosísima capilla de
treinta y seis pies de elevación hasta el arranque de la bóveda de un solo
frontón o fachada, que después se adornó con una cenefa de amarillo, estrellas
y enramados en blanco colocando uno y otro con toda delicadeza y gusto,
cubriendo los tres costados un pabellón que nace de la corona de la bóveda,
constante de 90 pies de altura, en cuyos dos costados, daba principio un
soberbio empilastrado con su correspondiente cornisa de orden dórico, pilastras
color imitando al mármol oscuro de Benajar, basas y capiteles al amarillo de Cuenca,
y la cornisa de alquitrava al ceniciento de Urda, indicando el buen orden y
colocación de estos colores el real y doloroso motivo para el que se construía,
habiéndose cubierto de negro toda la bóveda de la capilla por sus tres costados,
con la misma circunstancia del adorno ya citado, yen su medio se elevaron tres
cuerpos cuadrados infundiendo respeto la extensión y primor con que todos fueron
vestidos y adornados, siendo el primero de doce pies de diámetro y diez de alto
color de mármol oscuro, estrelllado de blanco y en cuyo frente se halla escrita
la rótula siguiente:
Pálida
muerte cruel
que
con rigor sin igual
Ni
desprecias el sayal
Ni
respetas el laurel
No
te presumas infiel
Que
a tus mortales arpones
No
hay humanas excepciones
Pues
aunque a Isabel heriste
Con
ellos no la venciste
Pues
vive en los corazones
Doña
Isabel de Braganza, segunda esposa de Fernando VII
El
segundo cuerpo constaba de ocho pies de diámetro y seis de elevación se hallaba
guarnecido de esqueletos formados por sedas blancas y amarillas sobrepuestas en
terciopelo negro, y en los ángulos varios atributos reales y en el tercer
cuerpo que sólo constaba de cuatro pies representando la urna sepulcral donde
se guardan las cenizas de la Reina Nuestra Señora, colocándose sobre el cúspide
de la fachada principal de la urna un rico olmadon de terciopelo negro con
galón de oro que sirvió de base a la Real corona y cetro que al intento se
construyó para la mayor demostración de la triste y dolorosa escena, que
representaba y a su frente se hallaba la inscripción siguiente:
Occedit
Sol in meridie
(c.
Amos Prof Cap 6)
La
fachada principal y sus costados la guarnece y hermosea un barandillaje
imitando marmol color amarillo, y sobre los ángulos del frente se formaron
pirámides sobre las que se colocaron al lado derecho las armas reales y al
siniestro las de la Ciudad delicadamente adornadas, elevándose desde el centro
del barandillaje, que manifestaba un dilatado balcón, un crucifijo de primorosa
escultura, con 16 pies de alto, hasta el extremo de la cruz, rematando toda la
mole cerca del nacimiento del pabellón que la cubre, pendiente de la piedra
clave que cierra la hermosa bóveda de este admirable templo y para que no se
quedase parte alguna sin el requisito del adorno terminante a la mayor
solemnidad, pompa y aparato correspondiente a la Real Soberana y aunque la
ciudad quería manifestar sentimientos de dolor y congoja que le había causado
la pérdida de una reina tran grande, caritativa y piadosa fueron poblados todos
los ángulos del zócalo, gradería y cuerpos y demás espacios que los permitían
con gran porción de candelabros imitados a bronce y entre estos otros más
pequeños de plata, colocados simetricamente sobre los que ardían cirios
amarillos y otros de diferentes formas con achetas y antorchas, distribuyéndose
multitud de candelabros de bronce y variación de gustos, hasta el pavimento de
la iglesia el que mirando bajo un punto con la coronación del crucifijo,
manifestaba un solo grupo de luces en forma piramidal , de modo que unido lo
misterioso de cuanto acontecía, con la grande arquitectura de adorno con que se
hallaba vestida maravillosamente iluminado por más de seiscientas luces, se
veía un espectáculo más triste al mismo tiempo que admiraba lo magnífico del
arte y primoroso gusto del arquitecto, en un zócalo fueron puestas las dos
inscripciones siguientes
Estremun
gaudi i luctus
Ocupat
(Prov. 14)
Pelida
mors equo pulsat pede
Pauperum
Cavernas Regumque
turres
(sic)
Orac.
Od . 4 ° (sic)
Funeral
organizado por los Regidores Don Vicente Curruchaga y Don Manuel Messia de la
Cerda, en unión del arquitecto Don Joaquín Romero y con el permiso del Dr. D.
José Francisco Gómez Freire, cura propio de dicha Iglesia Parroquial. Este
funeral se celebró el día 16 de enero de 1819.
Celebró
la misa por enfermedad del cura el beneficiado Don Luis Valverde y Saravia,
comisionado del Santo Oficio de la Inquisición y predicó el R. P Fr. José
Fernández Toral, guardián del convento de franciscos y asistió todo el
vecindario con todas las autoridades. Terminó el funeral y el Ayuntamiento
recibió allí el pésame de los asistentes siendo después despedido en las puertas
de la iglesia por el clero de la parroquia”.
Así
pudo ser el túmulo que se levanto en la entonces Parroquia de Santa María del
Prado
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