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sábado, 20 de enero de 2018

COMERCIOS Y TIENDAS DE CIUDAD REAL EN LA PRIMERA MITAD DEL SIGLO XX: CALLE PALOMA (I)



La céntrica calle de la Paloma, gran arteria de comunicación por unir dos zonas muy importantes de la ciudad, como son los barrios de San Pedro y Santiago, no fue excesivamente comercial en la primera mitad del siglo, sobre todo en su segundo tramo, pero tampoco faltaron establecimientos que muchos de los lectores de este libro recordarán aún.


Así en el número 2, donde en la actualidad existe un concurrido bar, el Alcudia, sucesor del "Cafetín de San Pedro", hubo casi a principios de siglo, una zapatería y almacén de curtidos de Pedro Portero, a la que sucedió la zapatería de don Demetrio Alonso, familia muy conocida por entonces en la capital, y posteriormente, por los años 30, la representación de los automóviles "Citroen", regentada por el médico cirujano don Luis Cilleruelo, muerto trágicamente el año 36. Ya a mediados de siglo se instaló en este local un salón dedicado a futbolines y juegos análogos que contó con gran concurrencia.


Portal por medio estuvo muchos años la hojalatería y fontanería del maestro Miguel Yébenes Pedrero, industria que cedió a su oficial Domingo Martínez Asensio, al que sucedió su viuda Herminia Diaz García y posteriormente a su hijo Domingo, con la razón comercial de "Montadores-Fontaneros".

En la misma casa estuvo establecido mucho tiempo el valenciano Mas, al que sucedió su hijo Manolo, con artículos de calidad en el ramo de alpargatería, esterería y cordelería en general, así como persianas clásicas. Llamaba la atención la "muestra" del negocio, una gran alpargata de lona blanca. En la actualidad ocupa el local la carnicería-salchichería de Pepe Turrillo Luna, que anteriormente fue de su padre, del mismo nombre.


En el número 4 estaba la carpintería de Marcelo Ballesteros y el piso segundo de la finca, el domicilio y estudio de don Jerónimo Luna Abad, gran amigo de todos y mejor artista, especializado en la colección de pergaminos, que fuera muchos años conservador del tesoro artístico de la Diputación y profesor de la Escuela de Artes y Oficios, como se titulaba por entonces este centro docente. Hoy ocupa el amplio local de la planta baja el popular cafe-bar Felipe, propiedad de Benjamín Gómez, que sucedió a su padre, y cuenta con grandes aficionados al fútbol y al dominó. Este local siempre ha estado dedicado al ramo de bares, tabernas y bodegas, entre las que recordamos el bar Asensio y la bodega de Pepe Turrillo, que fuera anteriormente de su padre y en el primer cuarto de siglo la bodega de los Rozas, popularmente conocida por "Bodega del Obispo", que antes había sido de la familia Hernández.


En los bajos de la casa número 6 se estableció por primera vez en Ciudad Real, en el ramo de tejidos, don Valeriano Sobrino, que se estableció posteriormente en la calle de General Aguilera, con la razón social "El Aguila". Al comercio de Sobrino le sucedió la Delegación de la Casa Cross, de la que fue muchos años director don Elias Gómez, y ya después, al trasladarse esta conocida firma de abonos, de gran clientela entre los agricultores de la provincia, a la calle de Juan II, le sucedió la Compañía de Seguros "Aurora", que después se trasladaría a la calle de General Aguilera. También estuvieron aquí instalados algunos servicios de la Compañía Telefónica, hasta que fueron cambiados a la calle de Alarcos.

La casa número 8, dedicada de siempre a vivienda, fue ocupada muchos años por don Rafael Cárdenas del Pozo, secretario que fue de la Diputación Provincial y senador del Reino. Durante algún tiempo hubo un almacén de la firma comercial "Elba".


En los números 10 y 12, o sea, hasta llegar a la esquina con la calle de la Libertad, que posteriormente se llamó Mocedad y luego Comandante López Guerrero, para en principio de esta década recuperar el nombre primitivo, estuvo muchos años, casi con el, uno de los tres hoteles que por aquel entonces tenía Ciudad Real, el "Miracielos", propiedad del señor Casado. Paraban en él muchos viajantes, ya que sus tarifas de alojamiento eran las más económicas, y en días de corrida los toreros modestos, que no percibían los por entonces elevados honorarios de cinco o seis mil pesetas por tarde, que eran lo que cobraban las figuras, y desde luego todas las cuadrillas, todavía se recuerda haber visto en el patio del hotel a picadores y banderilleros, ya vestidos de luces, esperando la hora de la corrida para trasladarse a la plaza, los primeros a lomos de caballo con el que iban a picar, portando a la grupa al monosabio que había llevado el jamelgo, y los segundos en las típicas jardineras tiradas por tracción animal. Hay muchas anécdotas referidas a la estancia de toreros en dicho hotel: Un diestro de los modestos, que no había estado por cierto muy afortunado, esperaba impaciente, una vez terminada la corrida, que le pagasen su exiguos honorarios, para satisfacer la cuenta del hotel y los ínfimos sueldos del peonaje, pero como el empresario se tardase en hacerlo, envió un recadero a la taquilla, donde estaban ajustando cuentas de lo vendido, que tampoco había sido mucho. Y el empresario, con gesto de pocos amigos, le entregó los honorarios al que había llevado el recado, en un papelón diciendo: "Toma y dile que bastaste lleva para lo que ha hecho". En el papelón iban los dineros convenidos, que no pasaban de unos miles de reales, pero todo en calderilla.


En los citados locales del "Miracielos" estuvo después la representación de los automóviles "Chevrolet", regentada por don José Gómez Manjón, y más tarde unas peluquerías de señoras, una de ellas a cargo del señor Pujol.

Pasada la esquina de la calle de la Libertad estaba la bodega de Solana, que hoy es una dependencia de la Salchichería Mazo. En el número 14 se instaló la peluquería de señoras Maxi, esposa del propietario de la perfumería Juanito, de la calle Maria Cristina, a la que sucedió la peluquería de Felisa Turrillo, así como la bodega de don Francisco Martínez, después despacho de vinos de Bodegas Villalobos, de Villarrubia de los Ojos.


Y llegamos al número 16, casa que ocupaba intégramele un hotel con mucha solera y fama, "El Pizarroso", que ante el gran número de clientes tuvo que ampliar habitaciones en la casa de enfrente. El propietario del hotel, para mayor comodidad de los viajeros, pavimentó con una ancha franja de adoquín el ancho de la calle, que todavía estaba empedrada. Clientes habituales del "Pizarroso" eran muchas e ilustres personalidades, entre ellas los grandes actores Fernando Díaz de Mendoza y su esposa María Guerrero, en las actuaciones que ofrecía en Ciudad Real. También fue cliente fijo, durante muchos años, un catedrático de nuestro Instituto, que se distinguió por su puntualidad, pues todos los días, a la primera campanada del Coro de la catedral, a las ocho y media de la mañana, cruzaba la verja del citado centro docente por el lado del antiguo callejón. Como dato curioso consignamos que por los años a que nos estamos refiriendo -década de los diez-, la pensión completa en el hotel para los estables era de nueve reales y once para los eventuales.


Después de dejar el negocio el señor Pizarroso, el hotel pasó a ser propiedad del señor Barrera y muy posteriormente se hizo cargo de él Ramón Monroy, sucediéndole, sólo en la planta baja, ya como restaurante "Mi Retiro" propiedad de don Aurelio Rolando. En las restantes plantas y una vez finalizada la guerra, estuvo algunos años la Delegación Provincial de Sindicatos y en otras dependencias el Instituto Geográfico y Catastral, así como el despacho del corredor de Comercio y ex-alcalde don Alfredo Ballester López, la Compañía de seguros "La Mundial", el despacho y gestoría del abogado don Pedro Alpera y alguna oficina más. En la época de guerra, años 37-38, estuvo en el piso principal la Comandancia de Carabineros, cuyo cuartel había estado antes en la calle de Lentejuela.


Cecilio López Pastor. Pequeña historia local: Ciudad Real, Medio siglo de su comercio. Ciudad Real 1986


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