Semanario
Pintoresco Español. Nº 14, 2 de abril de 1843, página 4
Fray Ángel de Jesús María (definidor
general de la orden) salió en defensa del proyecto, redactando un valioso
escrito en donde se recogían datos muy interesantes en torno a las
prescripciones de tipo artístico (o, mejor dicho, arquitectónico) que se
incluían en la regla de los carmelitas. El fraile argumentaba que no había
ninguna razón para impugnar la tasación porque se había realizado siguiendo el
acuerdo suscrito con los patronos. La concordia de 1611 estipulaba que la traza
del convento debía responder a la <<planta menor>> que utilizaba la
orden pero, al mismo tiempo, habría de servir para dar cobijo a 24 frailes.
Fray Ángel afirmó que los tasadores habían respetado escrupulosamente los
términos que se recogían en el documento y para evitar suspicacias explicó las
diferencias que había entre las distintas plantas que los carmelitas utilizaban
en sus casas. En este sentido, el fraile precisó que:
<<la planta mayor o menor de la dicha orden solo consistía en haver mas o
menos celdas, pero la yglesia, claustros, oficinas, huertas y los demás cumplimientos,
que todas eran de una misma forma>>.
En lo concerniente a la huerta, fray
Ángel señaló que en todas las fundaciones:
<<se procurava que fuesen grandes, respecto del mucho encerramiento de
los religiosos para poder tener en ellas hermitas adonde retirarse a vacar a la
oración; y tambien porque por tener instituto de no comer carne su principal
sustento salía de la huerta, y porque habiendo de ser el convento hecho en
perfeccion para veinte y quatro religiosos era forzoso haver de tener todo lo necesario>>.
Las prescripciones que imponía la regla
condicionaban el desarrollo de ciertos espacios del convento como la huerta,
pero también había otros factores que afectaban al coste de las obras y que no
tenían nada que ver con el tipo de vida que llevaban los frailes. Fray Ángel
era consciente de ello y por eso aportó otras dos razones que trataban de
justificar la enorme inversión que se iba a realizar; para empezar, afirmó que
los materiales de construcción eran muy caros en Ciudad Real y, después,
recordó que en <<qualquiera parte
era muy costoso un edificio de convento e iglesia puesto todo en perfeccion>>(20)
La polémica continuó con una nueva
petición que presentó Hernando García. El representante del procurador síndico
centró sus críticas en el contenido de la concordia, haciendo hincapié en la
idea de que el documento iba en contra de la voluntad del fundador. Don Antonio
<<habia querido que el convento se
hiciese en su casa, y no en otra parte>>; por eso, era obvio que el
acuerdo no respetaba sus deseos ya que los firmantes pretendían trasladar la
fundación a otro lugar. Hernando no recurrió a este argumento con la sola intención
de hacer valer la última voluntad de un difunto sino también porque, a su
juicio, respetar la memoria del fundador tenía ciertas ventajas de tipo
económico. Las transformaciones arquitectónicas que debían realizrae <<para reducir la casa a monasterio eran muy
pequeñas porque el principal edificio quedaría en su ser>> y sólo
habría que modificar <<lo asesorio
y conpartimiento de la casa>>. Ademas, el fundador ya había
construido los cimientos de la iglesia, iniciando de esta forma las obras del
futuro convento.
La
ubicación donde se levantó el convento de los carmelitas, fue fuera de la
muralla, cerca de la ermita de San Sebastián y tras cruzar la Puerta del Carmen
Por si estos argumentos no surtían
efecto, Hernando propuso un sistema de financiación que serviría para construir
el edificio en un lugar distinto a la casa del fundador. El sistema no
respondía a las pretensiones de los carmelitas, aunque retomaba una idea que
aparecía en el acuerdo de 1609. En primer lugar, habría que vender la casa del
fundador y entregar el importe a los carmelitas; si la cantidad resultante era
insuficiente los patronos podrían aportar algo de dinero, pero su ayuda no
debía alcanzar los 4.000 ducados, cantidad que consideraba más que suficiente.
El apoyo económico de los patronos quedaba bastante restringido; por eso, en
caso de necesitar más dinero, los frailes tendrían que conseguirlo por su
cuenta, recurriendo a la petición de limosnas.
Tras exponer esta idea, Hernando se
dedicó a criticar la envergadura del proyecto, afirmando que los carmelitas
<<habían tomado un sitio muy grande
y la iglesia y claustro y oficinas eran de extraordinaria grandeza>>.
A su juicio, las desorbitadas pretensiones de los frailes quedaban en evidencia
si se tenían en cuenta dos aspectos de la obra: la riqueza de los materiales de
construcción que iban a emplearse en el convento y las características
estructurales de su fábrica. Hernando abrió su argumentación precisando que:
<<el material de todas quantas paredes havia de haver las trasavan de
piedra blanca de la cantería, sin que hubiese de haver ninguna de tapia como se
solia hacer en otras obras mayores, por ser muy buena y fuerte la tapia que
halli se hace y de ella havia otros muy grandiosos monasterios>>(21)
En la misma línea, señaló que la iglesia
contaba con un pórtico de sillería valorada en 6.000 ducados y que todas las
bóvedas de la casa eran de <<tres
ladrillos de grueso entrepuestos con yeso>>. Esta técnica
constructiva era mucho más cara que las habituales bóvedas encamonadas
realizadas en yeso; por eso, no debe extrañarnos que a su juicio la fábrica
tuviese <<una costa grandísima y no usada en aquella tierra donde todas
las bóvedas eran de lancha, calería y cal, edificio muy fuerte y durable y de
poca costa>>(22)
Las alegaciones de Hernando incluían una
extensa referencia a la huerta del convento. Su escrito hacía hincapié en los
mismos aspectos que destacó el representante de los patronos, aportando más
datos en torno a las características de este espacio. El elevado coste de la
cerca (2.000 ducados) estaba directamente relacionado con el material de
construcción que se había elegido. Los frailes querían levantarla a base de
piedra blanca; pretensión que, según sus propias palabras, era <<cosa nunca vista en aquella tierra en otros
conventos muy grandiosos y fundaciones reales>>. El otro aspecto de
la huerta que despertaba una agria polémica era su propia extensión. Al
parecer, los carmelitas querían reservarse diez fanegas de tierra dedicadas al
cultivo del trigo y, en su interior, plantar 200 olivos, 200 vides y otros
muchos árboles frutales. El representante del procurador síndico pensaba que
esta parcela era demasiado grande y que la regla de los frailes (con su prohibición
de comer carne) no justificaba este dispendio, afirmando que la huerta debía
ser <<moderada>>(23)
Escudo
de la orden de los Carmelitas Descalzos
Hernando centró sus reclamaciones en el
desarrollo de los aspectos artísticos y en sus implicaciones económicas, pero
también tuvo ocasión de criticar la renta que se entregaba a los carmelitas
para garantizar su manutención. Según sus propias palabras, con esta medida:
<<no solamente se contravenía a la intención del fundador que solo habia
tratado de fundar la casa material y no darle renta, pues no lo havia dicho,
sino tambien se contravenía a las mismasconstituciones de la dicha orden (…) en
que apretadamente se prohivia que ninguna casa de la dicha orden pudiese tener
en común ni en particular renta ninguna>>.
Añadiendo que:
<<el dicho convento se havia de sustentar condorme a su instituto de
limosna, y no de rentas>>.
Gerónimo de Niso (representante de los
patronos) continuó con sus alegaciones y presentó otra reclamación que tocaba
los aspectos más importantes del problema, siguiendo un esquema muy similar al
utilizado por Hernando García. Con ella no solo ponía en tela de juicio el
coste de las obras, sino también la cantidad que se entregaba a los frailes
para su manutención. El recurso se apoyaba en el contenido de las
constituciones que regulaban la vida de los carmelitas e insistía en la
necesidad de modificar estos dos apartados; por eso, pensó que el rey debía
enviar un requerimiento a los frailes para que <<los maestros del dicho
edificio>> tuvieran preparada una <<trasa, planta y tasación de por
menor>>(24)
La batería de reclamaciones se cerró con
una petición que presentó Diego de las Cuevas en nombre de la ciudad. El
escrito señalaba que debían rechazarse las peticiones de los carmelitas y
anular todos los asientos que se hubieran firmado con ellos. Esta petición
suponía una nueva subida de tono en el desarrollo del proceso porque, además de
impugnar la concordia de 1611, ponía en cuestión la decisión de trasladar el
convento a la ermita de San Sebastian (25).
A pesar de todas las alegaciones en su
contra, los carmelitas obtuvieron el apoyo del Consejo y, al final, levantaron
el convento en unos terrenos situados al noroeste de la ciudad. El 29 de marzo
de 1613, los patronos adquirieron un quiñón propiedad de doña Magdalena Treviño
que estaba valorado en 123.929 maravedís. A juzgar por su precio, la parcela
debía ser bastante grande, pero no lo suficiente como para dar cobijo a todo el
proyecto porque tres años después se compró otra propiedad <<para cumplimiento de sitio y huerta del
dicho convento>>. El terreno en cuestión pertenecía a los herederos
de Juan Manchado que recibieron 6.000 maravedís por su venta (26). Por desgracia, la desamortización y la
falta de conciencia en el tema de la conservación de bienes artísticos
propiciaron la desaparición de este convento, perdiéndose una de las
fundaciones más importantes de toda la provincia.
José
Javier Barranquero. “Conventos de la Provincia de Ciudad Real. Biblioteca de
Autores Manchegos. Ciudad Real 2003.
(20) AHN, Clero,
Clero secular-regular, legajo 1.864/2, sf.
(21) Ibídem.
(22) Ibídem.
(23) AHN, Clero,
Clero secular-regular, legajo 1.864/2, sf. Hernando comparó el proyecto con
otros conventos que habían construido los carmelitas, señalando que
<<otras muchas casas de la misma orden que se habían edificado con mas de
quarente celdas e iglesia y claustros y huerta competente y alhajas no havia
llegado la costa de diez mill ducados como era la Siguenza y Manzanares y el
Quintanar y otros de la comarca>>.
(24) AHN, Clero,
Clero secular-regular, legajo 1.864/2, sf.
(25) Ibídem.
(26) AHN, Clero,
Clero secular-regular, legajo 2.823, fol. 2r.
Al
final el Convento de los Carmelitas fue demolido en 1936. El diario del Pueblo
Manchego nos informa de ello el 26 de septiembre del citado año
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