Visitas a la Puerta de Toledo, Sinagoga, Torreón del Alcázar
Bajo un cielo encapotado y amenazador, con un viento norte huracanado y cortante se celebró el domingo la primera visita del cursillo de Historia y Arte de Ciudad Real organizado por la Juventud Católica. Pero, no obstante, pudo más el deseo de conocer lo que Ciudad Real guarda en sus barrios extremos, en esos barrios que encierran en el encaje de tus típicas calles un sin fin de leyendas, bellamente engarzadas en los restos de suntuosos edificios que fueron monumentos preciados que son hoy, y en los que hasta el nombre de esas calles es evocador: Lirio, Pedreras, Alcázar, Pozo Concejo, Inquisición, Compás, Ciruela (Ceferuela), Tintoreros, etc. Nombres que constituyen la bella trama en que está comprendida la historia de una época floreciente en todos los estilos de la capital de la Mancha. Y hubo retazos de emoción de glorias pretéritas y orgullo de hijos por la tierra madre.
Barrio judío de Villa Real: tras tus rejas de elegante y sobrio dibujo, tras el festón y filigrana de tus arcos moriscos, se adivina un algo que trasciende a amores y dramas, de riquezas y suntuosidades de ciudad populosa. Un algo en que se aúnan bellamente la historia y la leyenda de la que fue por real voluntad muy Noble y muy Leal ciudad de Ciudad Real.
Éxito inenarrable el del Cursillo. Bien
puede estar orgullosa la Juventud Católica. Y es que tras el prolongado letargo
en materia artística que padecíamos, hacía falta alguien que hiciera resucitar
el Ciudad Real antiguo, el Ciudad Real batallador, comerciante, religioso, artístico,
que duerme en el lecho de la Historia. La Juventud Católica ha sabido recoger
sabiamente este sentir y plasmarlo en un programa. La realidad ha correspondido
al proyecto.
Dio en primer lugar las gracias a la
Juventud Católica y a los asistentes al acto por su deferencia. Dijo que su
conferencia iba a ser un solemne mentís a los que niegan la existencia de arte
en Ciudad Real.
Tras frases que dicen grandezas, ha despertado nuestro pueblo en una vibración común al rememorar glorias pasadas, y fluctúan en las conciencias el deseo de figurar, con más intensidad que hasta aquí, en la inmensa pléyade de obras de arte antiguo que existen en España.
Que no se reduzca todo a la Puerta de Toledo. Y que no sea tan sólo Ciudad Real un pueblo más perdido en la llanura...
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A pesar del mal tiempo reinante, celebróse el domingo con gran éxito la primera visita del Cursillo de Historia y Arte de Ciudad Real que ha organizado la Juventud Católica. Cerca de un centenar de personas nos encaminamos desde el domicilio del conferenciante a la Puerta de Toledo, primer monumento que había de ser visitado.
Asistieron el Delegado Provincial de Bellas Artes, señor Alcázar, señores Tolsada, Cervera, Herencia, Martin Escalza, Escribano, Enríquez, Saráchaga, Marqués de Casa Treviño, Fuidio, Gallego, Montero, Escobar, Almazán, Maldonado y otros muchos que sentimos no recordar. Señoritas y estudiantes en gran número.
Llegados a ella, el ilustre abogado, catedrático
de Historia del instituto Nacional de Segunda Enseñanza y académico de la
Historia, don Emilio Bernabéu, comenzó su charla práctica.
PUERTA DE TOLEDO
La Puerta de Toledo, dice, es un verdadero espécimen o modelo de la arquitectura militar arábigo-española o mudéjar, en la que, en bello maridaje, se ven loa arcos ojivales alternando con loa de herradura. Explicó el estilo de las dos puertas de que consta, ferradas ambas.
La primera, que da al campo, tenía grandes cerrojos y una tranca o grueso pido de madera que encajaba en dos grandes agujeros que pueden verse. Esta puerta estaba defendida por una gran barbacana que también se conserva en lo alto de los adarves.
La segunda puerta está situada en el centro. Se le daba el nombre de rastrillo e impedía el acceso a la ciudad.
En la parte de la puerta que mira a la población, existe una lápida escrita en latín y caracteres góticos, que reproduce la oración de “Completas” que rezan los canónigos y que traducida al castellano dice así:
“Visite, oh Señor, te lo rogamos, esta morada, y aparta de ella todas las acechanzas del enemigo: tus santos Ángeles nos guarden en paz a los que habitamos en ella, y tu bendición sea siempre sobre nosotros. Sálvanos, oh Dios Omnipotente, y concédenos tu eterna luz Nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo. Fue hecho esto en la Era de mil trescientos sesenta y seis, reinando el Señor Don Alfonso, Rey Ilustrísimo.”
Por una estrecha y pina escalera encajada
en una de las dos torres del monumento, subimos a él. El panorama de la ciudad
y del campo que desde allí se contempla es verdaderamente precioso. Pero el
viento arrecia y amenaza con hacemos bajar más a prisa de lo que quisiéramos, y
preferimos hacerlo despacio por los mismos escalones empleados antes.
LAS MURALLAS
Sigue la explicación. Las murallas cerraban completamente la ciudad, haciendo de ella un recinto fortificado de cinco kilómetros y medio de perímetro, con 170 torres, algunas de las cuales, aún se conservan, aunque en mal estado, dispuestas a suficiente distancia para cruzarse los tiros de ballesta e impedir que los enemigos las escalaran. Ciudad Real, entonces Villa Real, fue creada esencialmente guerrera. Todos los pueblos que la rodeaban pertenecían a la pujante Orden de Calatrava y contra ella había de mantener frecuentes luchas. No contaba con defensas naturales. Todo el perímetro de la ciudad tenía que ser defendido a tensa de brazos. Ni la rodeaba un río ni estaba situada en alto como Toledo, otra ciudad nacida para la lucha.
OTROS MONUMENTOS
El llamado Cuartel de la Misericordia fue obra costeada por el Arzobispo Primado de Toledo Lorenzana a últimos del siglo XVIII. Construida para Hospicio fue convertida en cuartel al adueñarse de la ciudad el generad francés Sebastiani.
En la calle de la Libertad, esquina a la del Lirio, admiramos una soberbia portada árabe, sobre la cual hay dispares opiniones. Pues unos dicen que pertenecía a la Sinagoga Mayor de los judíos y otros lo niegan.
Es la del Pozo Concejo, se conservan dos
arcos. Uno de entrada a la casa que debió ser edificio público, y otro, de
tamaño pequeño, preciosísimo, dentellado y arábigo, parecido a la Puerta Umbría
de San Pedro, que fue el que más gustó.
Del soberbio Alcázar que mando construir Alfonso X sólo queda una portada que debía dar acceso al recinto fortificado. Ocupa la parte más elevada, y por ende la más sana, de la ciudad. Una vez saturados de la grandeza que debió tener el Palacio en el cual, por cierto, murió atacado de fiebres malignas el infante de la Cerda, vimos algunas portadas y escudos de casas antiguas, y el balcón desde el cual predicó, San Vicente Ferrer a los Judíos, que ese barrio moraban, para su conversión.
Por el mal tiempo no pudo darse fin a tan Interesante visita.
Tanto él conferenciante como la Junta Directiva de la J. C. recibieron innumerables felicitaciones.
El Pueblo Manchego, martes 22 de
enero de 1935




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