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sábado, 22 de noviembre de 2025

LA RADIOGRAFÍA DE LA CIUDAD REAL DE HACE 100 AÑOS NACIDA DEL CONTROL POLICIAL: ENTRE CONVENTOS Y PROSTÍBULOS (I)

 

La calle Palma en los años cuarenta del pasado siglo XX


El control policial, instaurado a raíz de las revueltas y movimientos obreros de principios del siglo XX, derivó en Ciudad Real en la creación de un “documento excepcional y único”, el plano-censo de 1925 que ofrece una radiografía sin igual de la capital de hace 100 años y un sinfín de curiosidades: Como que había más prostíbulos que bares (12 frente a siete documentados) o la importancia del patrimonio religioso, con una veintena de edificios dedicados a conventos, iglesias e instituciones de beneficencia.

La desaparición de los prostíbulos de la ‘almendra’ de la ciudad es uno de los cambios más palpables respecto a la capital de hace un siglo. El plano-censo de 1925 identificaba 12 casas de prostitución ‘intramuros’, siendo el entorno de lo que hoy es la calle La Palma (en El Torreón) el epicentro de ‘la noche ciudadrealeña’. Aquí se concentran burdeles como ‘Luciano’, ‘La Constanza’, ‘La Juanita’, ‘La Palmira’ o ‘La Juanona’. Otros en calles aledañas eran ‘La Angelita’, ‘La Estrella’ o ‘La Sara’.

En la zona se producían frecuentes altercados, lo que llevó al gobernador del momento a cerrar las casas de alterne. La decisión provocó una gran controversia en la prensa. Mientras el más conservador ‘Pueblo Manchego’ abogaba por poner freno y primar el orden público, la revista satírica ‘Pero Grullo’ se lamentaba de que se privara de sus derechos a las personas que “se ganaban la vida con procedimientos legales”. Aunque el plano concentra en este área la mayoría de los lupanares, había muchos más repartidos por diferentes calles con nombres tales como ‘La Codorniz’, ‘La Cantaleja’, ‘La Mari’ o ‘La Bollera’.


El desaparecido monasterio de Dominicas de la calle Altagracia


Frente a la desaparición del ‘barrio rojo’, la conservación del patrimonio religioso, el que mejor ha sobrevivido hasta la época actual, pese a alguna sonada pérdida como la del Convento de las Dominicas. Construido en la calle Altagracia, se constituyó como monasterio en 1435. Cinco siglos después, cuando se realiza el plano, su deterioro era grande y había sufrido varios derrumbes. Con todo, las monjas permanecieron en él hasta 1969. Un año después se derribó, salvándose únicamente su portada, que en ahora se ubica en la rotonda de la Puerta del Carmen. En la parte superior, flanqueando a la Virgen, destacan dos perros que representan “ser fiel a dios y defender su doctrina como un can”.

Aún se conservan la Catedral del Prado, las iglesias de Santiago, San Pedro y la Merced, la Ermita de los Remedios, y los conventos de la Merced, Carmelitas (en la Plaza del Carmen), Concepcionistas (congregación de franciscanas, más conocido como Convento de las Terreras, adquirido en 2023 por el Ayuntamiento y actualmente en rehabilitación), y Siervas de Santa María (por la Plaza de San Francisco). Pervive también el Palacio Episcopal, de la calle Caballeros, que ahora alberga en parte el Museo Diocesano, o el Asilo de Ancianos, hoy Colegio de los Marianistas.

La compañía mariana llegó a la Ciudad Real en 1916 a instancias del Obispado que había recibido una gran herencia a la muerte de Concepción Medrano. Parte de estos fondos se destinaron a la construcción de un instituto en la actual calle La Mata, al que poco después se incorporaría Carlos Eraña, figura clave de la educación ciudadrealeña. En 1928, los Marianistas se trasladaron al antiguo asilo, donde continúa la comunidad.


El antiguo Colegio de los Marianistas

 

Otras instituciones educativas que permanecen inalteradas son el Colegio de San José, en la calle Calatrava desde su apertura en septiembre de 1889, y el Colegio de Ferroviarios, inaugurado en septiembre de 1924, en el entorno del Parque Gasset, como centro de enseñanza para las familias ferroviarias, con instrucción primaria, educación para adultos, corte y confección y preparación para fogoneros y factores del ferrocarril.

Ciudad Real hace 100 años contaba, además, con tres instituciones educativas de grado superior: El Instituto General Técnico, que se ubicaba en el Convento de la Merced, vacío tras la desamortización de Mendizábal, y donde se impartía multitud de disciplinas, además, de albergar en su azotea el primer observatorio meteorológico de Ciudad Real y la Biblioteca Provincial, dotada entonces con 9.000 volúmenes. La Academia General de Enseñanza, una institución privada que formaba también para el acceso a la Academia Militar y contaba con salones de estudio, aula magna, museo escolar, enfermería, comedor y dormitorio, para los alumnos de fuera de la capital. Y la Escuela de Artes y Oficios, constituida en 1911. Ubicada en la calle La Mata, destacaba por el taller de metalurgia, enfocado a los obreros ferroviarios, y el taller de encajes para mujeres. La institución tenía “gran predicamento entre la ciudadanía” y ya por entonces contaba con 240 alumnos.

Información y delineación

Toda esta información, y mucha otra, tuvo como germen la mente policial de Martín Sofí Heredia. La elaboración del plano-censo fue impulsada por el jefe de Inspección y Vigilancia de Ciudad Real y, por tanto, máxima autoridad policial de la provincia. Natural de Zaragoza, llegó a la capital en abril de 1924, imbuido del espíritu de la Comisaría de Barcelona donde había trabajado y de donde sacó la idea de tan inestimable documento.

Al poco de instalarse, Sofí empezó a pensar en procurarse “la mejor información posible para controlar, desde el principio, el orden público”. Apenas pasado el verano de su llegada, sacó a cinco de sus colaboradores -el secretario policial, dos agentes y dos aspirantes- a la calle para que recopilarán casa por casa y local por local los datos de sus habitantes y propietarios. Realizando un trabajo ímprobo, en poco más de cuatro meses habían registrado toda la información.

El siguiente paso fue contactar con Andrés Ruiz Arche. El ciudadrealeño, que contaba entonces 24 años y era delineante del Catastro, además de profesor de la Escuela de Artes y Oficios, fue el encargado de plasmar los datos sobre un papel de 1,30×1,50 metros. El plano-censo incluía información en 16 capas de colores diferentes que identificaban los principales estamentos, labores y personalidades de Ciudad Real.

La historia de estos dos hombres, Sofí y Ruiz Arche, ha quedado unida más allá de su colaboración profesional. Ambos permanecen ligados para la eternidad al compartir ubicación en el cementerio de Ciudad Real. Curiosamente, sus tumbas distan apenas cinco metros la una de la otra, a pesar de la gran diferencia de años que separan sus defunciones. Sofí murió de forma repentida en 1927, a la temprana edad de 43 años, mientras que Arche fue enterrado en 1968, 41 años después.



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