La iglesia de Santa María de Melque se
encuentra en el término municipal de San Martín de Montalbán, enfrente de su
castillo, en pleno corazón de la provincia de Toledo.
Está construida en sillería de granito
despiezada irregularmente, con piezas acodadas para resolver algunos ajustes.
Los muros, de sillares de desigual tamaño, pero muy bien trabajados, son
extremadamente robustos, llegando a alcanzar espesores de 1,40 metros.
La planta es de cruz griega de brazos
desiguales, siendo más largo el de dirección este-oeste, que remata con el
ábside cuadrado al exterior. Posteriormente se fueron añadiendo una serie de
habitaciones, una a cada lado del ábside mencionado, y otra a los pies del
crucero, en el lado izquierdo, que desvirtúa la planta exterior de cruz griega.
Sobre el cimborrio del crucero se levanta
el arranque de lo que fue una torre, añadida con posterioridad, cuando adquirió
la finalidad de fortaleza.
La puerta de acceso a la Iglesia se abre
por el lado oeste mediante un hueco adintelado descargado por un arco
ultrasemicircular, apareciendo otra serie de huecos en las cuatro fachadas.
Sus vanos de iluminación, con arcos de
herradura muy poco cerrada, son bastante pequeños, lo que se ha interpretado
como producto del miedo a posibles desplomes; si bien otros quieren ver en esta
fortaleza, que presenta incluso las esquinas redondeadas, una edificación de
carácter no sólo religioso sino también defensivo.
La única decoración exterior, aparte de
los salmeres de los arcos de las ventanas, es una moldura de granito estriada
que recorre todos los paramentos debajo del alero.
Interiormente consta de una nave
cubierta con bóvedas de medio punto peraltada. El ábside es de planta de
herradura cubierto con bóveda de media naranja.
La decoración interior adquiere dos
formas, una moldura estriada, como en el exterior, y estucos, cuyos restos se
conservan en el arco toral del sur y presentan motivos clásicos de árbol de la
vista surgiendo del cáliz y el visigodo de la flor de lis y rosetas.
Pero la visita a este enclave no termina
ahí. Porque la iglesia formó parte de un gran monasterio, erigido a finales del
s. VII, poco antes de la conquista islámica. Sobrevivió a la misma, primero
como comunidad religiosa mozárabe. Más tarde, como aldea musulmana, que usó el
templo como fortaleza, añadiéndole una torre cuyos restos aún son visibles.
Cuando el rey Alfonso VI conquistó Toledo, la iglesia recuperó su función
litúrgica, sin perder la militar, quedando como testigos los restos de murallas
y un poblado que sólo llegó a desaparecer con la desamortización de finales del
s. XIX.
Fue a principios del s. XX cuando los
estudiosos del patrimonio descubrieron y comprendieron el valor de esta joya.
Las obras de restauración llevadas a cabo desde entonces nos permiten hoy ver,
como viajeros del tiempo, una auténtica iglesia visigoda.
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