Esta mañana, estuve presenciando como
caían a golpe de la piqueta los vestutos muros de la que fuera en tiempos la
Cárcel de la Santa Hermandad.
Sabido es, que para acabar con los
bandidos que robaban a los viandantes, Fernando III el Santo, creó un cuerpo de
milicias armadas con ballesta, por eso se llamaban, ballesteros, con hombres
reclutados de Toledo, Talavera y Villarreal.
Fue esta milicia, una especie de la
Guardia Civil, que prestó un gran servicio a Castilla limpiando los caminos y
los montes donde se guarnecían los salteadores.
Villarreal tenía su cárcel, esta que
están demoliendo desde hace varios días, independientemente de la de la
Inquisición, sita en la calle del Lirio, en la casa que hace esquina a la de la
Libertad, y que en un muro de sus patios existe la preciosísima puerta árabe,
ya conocida de nuestros lectores por haberse publicado en este periódico su
fotografía.
¿Queda algo artístico o histórico en
este antiguo edificio? Aposento por aposento, calabozo por calabozo, he
recorrido hoy lo que fuera Cárcel de la Santa Hermandad y nada queda que
merezca reservarse.
La portada, de construcción más
reciente, (1734) es lo único que no carece de mérito y debía conservarse, pues
el frontal del altar, que fue capilla, hace tiempo se quitó y está en el Museo de
Ciudad Real, donde puede admirarse sus talaveranos ladrillos, perfectamente
conservados.
Las puertas, me dicen, están depositadas
en el Santuario de Alarcos, puestas a buen recaudo por la Excma. Corporación
Municipal.
Emilio
Bernabéu. Diario “Vida Manchega”, Ciudad Real, jueves 2 de abril de 1936
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