Quintina Camacho López, “la Quintina” ha
tenido seis hijos, ha plantado 70 árboles, sólo le falta escribir su historia...
“Mi vida es una historia. Una historia
muy sagrada y muy original, eso sí, nos dice la Quintina, personaje popular,
institución en Ciudad Real, según las consideraciones de los que la hemos
conocido hace años, como las que la consideran los que conozcan desde ahora, y
según estiman los que han compartido su vida desde hace ya 83 años. Esta mujer,
que nació con el siglo en Fuente el Fresno, que se quedó viuda a los cuarenta
años, y que durante cincuenta y dos fue transportista, afirma que no tiene nada
de lo que arrepentirse en su vida “de eso no me tengo que confesar”.
“Yo empecé de transportista con los
carros, a bajar el pescado y la fruta de la plaza. Nadie de mi familia era
transportista; empecé yo. Al principio, el transporte era de caballería; luego
empezó a ser de motocarro. Los primeros motocarro los de “Zeima” los tuvo de
propaganda para mí. Tenía mulas y vacas; unas veces diez, otras siete, otras
ocho, porque las vendía y las cambiaba. Tenía seis vacas y repartía leche en
Ciudad Real”.
“En la estación, el alma he sido yo. Me
respetaban todos los jefes, se fiaban de mí más que de los guardias. Tenía unas
tarjetas que decían que era la reina del transporte, sin competencia por
carretera y por tren”.
De hecho, en el bar creado por la
Quintina en el puente de Nolaya hay colgados unos carteles, algunos de los
cuales rezan así:
“La fundadora de esta pequeña playa ha
sido la reina del transporte, 52 años al servicio de la capital. Con simpatía a
los clientes. Quintina”.
“Playa artística. Baños amigos de
Quintina. No tires basura al suelo”.
“Respeten la playa con alegría y buen
humor. De lo contrario… carretera y manta. No se admiten bebidos. Quintina”.
“A mí lo que me gusta es trabajar”.
La Quintina, que conserva una vitalidad
admirable, una memoria que recuerda detalles y una risa y un buen humor envidiables
por muchos de los que ahora estamos moviendo nuestro complejo mundo, asegura
que antes se vivía mejor que ahora. “Se vivía –hace ya muchos años- bastante
mejor. Co menos dinero y bastante mejor, el que lo sabia aplicar, claro. Porque
al derrochador o derrochadora siempre le falta”.
“A
mí lo que me gusta es trabajar. No me gusta robar, ni ser mujer mala ni
criticar. Yo he trabajado toda mi vida. ¡Pues no he pasado fatigas con los
carros y las mulas! Al final de mi vida me busqué esto (la casa y la playa del
puente Nolaya) para venirme con los amigos. Llevo ya veinte años aquí, y todo
lo he hecho yo, porque todo eran barrancos, matojos, zarzas y juncos. Todo lo
he hecha ya, a mí se me ocurren todas las ideas, pero por mis amigos, por ellos
estoy yo aquí. Si tienen tosferina, que vengan, que aquí hay mucho campo; y si
no la tienen, Igual. Yo me vine a este sitio porque me dije: "Si no, voy a
morir como todos esos que la han "espichao" cuando se han jubilado.
¡Tira Quintina!
La Quintina todos lo sabemos, ha vivido
acompañada por sus amigos y siempre entre hombres. Con ellos se reunía en el
bar España de la plaza del Pilar ciudarrealeña, "centro de
operaciones", desde donde repartían el trabajo de transporte. Si se
trataba de ir a ver los, toros a Madrid, Quintina iba con ellos, si era para
llevar a los futbolistas, Quintina no podía faltar. Cuentan que cuando un hombre
no podía con el carro, la Quintina, arreaba las mulas y ella sola lo hacía.
"Yo, con mujeres, no voy ni de aquí
a la esquina. Pero con un batallón de hombres ... ".
-Quíntina, ¿qué tabaco fumaban los
hombres par entonces?
-"Eso no me lo preguntes. Yo no me
he puesto a fumar en mi vida. Nadie podrá decir que yo le he dado un cigarro.
Ni he fumado, ni me he echado, colonia por la cabeza ni por el cuerpo ni por ninguna
parte. Yo no he sido presumida. Me quedé viuda a los cuarenta años, a los
diecisiete se me murió un hijo, y desde entonces no he vuelto a ver otra cosa
que no sea esta, bata negra".
"Tengo una hija que fuma y está
fumando a disgusto mío. Yo no sé lo que es fumar”.
"Tampoco he bebido alcohol nunca.
Bueno, habré bebido mucho, pero ha sido café. Solamente un poquito de café y
todo leche. Ha habido días que en el negocio del España me he bebido ocho o diez
cafés, o cualquiera sabe. Pero, yo, ni un chato de vino ni una cerveza, ni
"ná". A mí, cuando me miren los médicos, no se van a encontrar
alcohol ninguno, ni uno. Mira si lo tengo aquí en el bar, y ni lo pruebo. Café
sí, y, ahora, bebo menos porque lo tengo prohibido por la tensión. A veces se me pone muy alta, pero la
comadrona me la mira muy a menudo y no pasa nada".
La Quintina ha sido toda su vida una
mujer fuerte y sana. Alguna, vez, ha sufrido algún accidente., pero nunca le ha
pasado nada. Nos contaba que en una ocasión, las piedras de un molino se salieron y le cayeron
encima, cuando estaba moliendo piedra. "¡La Quintina se ha matado! ",
fue lo último que oyó decir a uno de los hombres que estaba comiendo a su lado,
antes de notar las piedras encima. Enseguida se levantó nuestra Quintana, tal
como su madre la trajo al mundo. Lo curioso es que ni a los talones de las mercancías
que habían descargado por la mañana ni el dinero que llevaban les pasó nada.
Contando esta anécdota, la Quintina concluyó: “Por eso, yo he tenido que ser
muy buena o muy mala”. Cuando Dios quiera, que me llame. Lo que quiero es que
me encuentre preparada”.
-¿Nunca ha estado la Quintina enferma ni
ha guardado cama?
-“Enfermedad… no he tenido nada más que
algún resfriado, pero corriente. Pero una vez que me pusieron una inyección,
que estuve sin comer siete u ocho días. Cuando finalizó la guerra, fuimos a llevar,
en el coche de los toreros, como yo le llamo, a los futbolistas a jugar, me
tiré del coche porque no pararan y yo no sé qué herida me hice que me metieron
una inyección y no podía comer sal, ni nada. Por la inyección estuve mala. Pero
enfermedades… ni contagiosas ni sin “contagiosas”. Y ganas de comer a “tutiplén”.
Si me ponen un borrego, ahora me lo como, o un “encebollado”, lo que sea. Ahora,
si, estoy con los mareos que se conoce que son de la tensión”.
“Yo nunca he estado enferma y mira si he
pasado fatigas con los carros a por arena, nevando, lloviendo, y en la estación
y en todos los sitios. Los médicos que me hicieron…, ¿Cómo se llama eso?
-Un electroencefalograma.
-Eso, que me tumbaron allí en una
camilla y me dijeron: ¡Pero si usted está más sana que todos nosotros! Me dicen
los médicos, cuando me ven y me saludan: ¡Qué nos vas a enterrar, Quintina, y no
vamos a poder ir a tu entierro con el gusto que íbamos a ir! Y yo les digo:
Pues mira, seguir vosotros, que yo ya llegaré. Yo tengo muchos amigos… Tú veas,
lo que son cincuenta y dos años día a día trabajando, hasta los viernes santos”.
Esta era la vida de la Quintina;
trabajar años y años al servicio de Ciudad Real. Una vida que es historia. –“Una
historia que ha sido una alegría para mí”, dice- Una historia que debería ser
plasmada en la memoria imborrable de las páginas de un libro. Una historia
entrañable de una mujer con carácter que tiene el cariño de todos nosotros.
María
Peral Parrado. Diario Lanza, sábado 14 de agosto de 1982, Extra Feria.
Conocí a la Quintina. Tenis mas reaños que muchos hombres. Fabulosa mujer. D.e.p.
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