El histórico santuario de Alarcos, cerca
de Ciudad-Real, que se hallaba casi arruinado, ha sido completamente
restaurado, celebrándose en él una solemnísima función. Al amanecer tan fausto día,
un inmenso gentío llenaba los caminos que conducen al santuario, partiendo de
Ciudad-Real, Migueltnrra, Carrión, Poblete y otros lugares circunvecinos. A las
ocho de la mañana llegó a la cumbre del cerro la diputación provincial,
presidida por el señor gobernador de la provincia, y pocos minutos después el ayuntamiento de la
capital con su música y maceros á la cabeza.
Hizo alto la corporación municipal á poca distancia de la antiquísima muralla que rodea el santuario, y el señor gobernador don Enrique de Cisneros, desde la puerta, sobre la cual ondeaba la bandera nacional, pronuncio un entusiasta discurso, del cual es tratamos los siguientes párrafos: «Va para setecientos años, al amanecer del 19 de julio de 1193, iluminó el sol con sus rayos una hermosa ciudad asentada en las lomas y faldas de estos cerros, y reverberó en las bruñidas armaduras de un ejército que ocupaba el llano. Al hundirse el astro del día en Occidente, la flor de la caballería castellana había sido destrozada por Yakub-Almanzor; la ciudad arrasada, sus moradores pasados a cuchillo; todo había desaparecido.
No quedó en la ciudad piedra sobre piedra;
el botín fue tan grande, que bastó á Yakubuna mínima parte de aquellas riquezas
para edificar la Giralda de Sevilla; la matanza fue tal que, según expresión de
un escritor árabe, caían los moradores de Alarcos como la mies al corte de la
guadaña. Los pocos que escaparon con vida levantaron humildes cabañas alrededor
del Pozo Seco de D. Gil; aquella aldea fue más tarde Villa Real y Ciudad Real
es hoy. Con verdad podéis decir que, a despecho del furor del agareno, Alarcos vive,
Ciudad-Real es Alarcos.
Pues si este cerro es el osario de vuestros padres; si esta puerta es la que dio paso á Alfonso el Noble, salvado por la Providencia para que diez y siete años más tarde triunfase de todo el poder de la media luna en las Navas de Tolosa; si ese santuario es el mismo, que, protegido por la Madre de Dios, se libró de la general ruina, considerad en cuánta veneración y estima debéis tener estos lugares; hoy sobre todo que ha sonado la hora de la regeneración en España, enlazándose a través de los siglos con el nombre de las Navas, el de Vad Ras, y con el de Granada el de Tetuán.
En estas alturas, adonde no llega la pestilente atmósfera de los partidos, se respira un aire de patriótica independencia: sobre este muro almenado cierne sus alas el genio de la heroica nación española: del cerro, de la muralla, del santuario, de los peñascos, de todas partes parece que exhala este sublime grito: ¡morir por la patria ¡Dichoso los pueblos que conservan estos libros de piedra, y saben leer en ellos! Muy difícil será vencerlos, imposible subyugarlos. Señor alcalde: en nombre de S. M. la Reina os confió las llaves del Santuario de Alarcos.
La Correspondencia de España. 12 de junio de 1860, n.º 645 página 3
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