RELIQUIA
PATRIMONIAL
Las recientes declaraciones del pintor López Villaseñor sobre el Palacio Provincial, "edificio divertido" y su valor arquitectónico, "los hay mejores", deben entenderse, seguramente, en el contexto en que fueron pronunciadas, en su justa fuerza argumental, y sobre el postulado de que la calidad artística no presupone necesariamente identificación con la humana. La aportación de las mismas al mundo artístico podría situarse en la misma línea comparativa que supondría relacionar los frescos de la Capilla Sixtina con otras aportaciones artísticas al fresco de otros entornos. Con las distancias pertinentes, a los primeros habrá de dárseles su valoración, ya los segundos, la suya, sin que el respeto y admiración por aquéllos excluya el mérito de éstos si tienen contenido artístico.
Las siguientes líneas solicitadas al arquitecto José Rivero Serrano, pretenden acercar al lector el entorno histórico del Palacio Provincial que, como al principio se indicaba, constituye una de las escasas reliquias patrimoniales conservadas en Ciudad Real.
Montecarlo, sin saberlo
La reflexión estilística que formula en 1889 Sebastián Rebollar con el proyecto del Palacio Provincial hay que vincularla al debate de la cultura arquitectónica del momento. Momento que coincide con la Exposición Internacional de Paris, con la publicación de "Renacimiento y Barroco" de Wolfflin y de "Der Stadtebau" de Camilo Sitte. Reflexiones más próximas son las actuaciones de Ricardo Velázquez con la Escuela de Minas de Madrid (1886) o el comienzo de la Casa Guell de Gaudf en 1885. Todos los acontecimientos apuntan a la crisis del Modelo Neoclásico, que en palabras de Frampton propagó los valores universales de la civilización. La búsqueda de alternativas formales se produjo en dos frentes: los retornos neohistóricos y la experiencia del Art Nouveau.
Fruto de la subjetividad accidental y
del declive del proyecto son las indaga iones que a caballo de las alternativas
expuestas dan pie a la reflexión ecléctica. La ubicación del Palacio Provincial
en este universo formal es fruto de una decisión meditada. Tan solo 20 años
antes, en 1868, José Ramón Berenguer y Cirilo Vara y Soria, avalaban la
necesaria adecuación entre contenido y continente. Propiciando la
identificación entre lenguaje formal y contenido del edificio, exigiendo determinadas
elecciones de Ordenes Clásicos, para la resolución de diversos programas edificatorios.
Estos supuestos, habrán exigido en buena lógica, que el Palacio se ejecutara en
Neoclásico, frente a la contaminación formal que emplea Rebollar. La presencia
Neoclásica queda reducida a un enclave concreto: las tribunas del frontal y del
lateral de la Merced. Enclaves externos que mantienen una justa correspondencia
con los espacios internos privilegiados: el Salón de Comisiones y el Salón de Plenos.
El Salón de Plenos planteaba una fuerte estructuración formal fijando una sutil relación interior exterior propiciada por la fluidez espacial que generaba la tribuna como cuerpo abierto cerrado. El mantenimiento de la alineación de la iglesia de la Merced como alineación del Palacio, establecía un diálogo de la tribuna neoclásica con el paramento barroco de la Iglesia. Las lecturas de tal decisión de Rebollar pueden amparar diferentes matices que irían desde el predominio de la Institución Civil sobre la Institución Religiosa, hasta la supremacía de los valores Políticos sobre los valores Ciudadanos. Las alegorías de Andrade que ornamentaban el techo, avalan lo expuesto, al ensalzar la Política a través de las virtudes de la Sabiduría, la Prudencia, la Justicia y la Fortaleza. Las soluciones presentadas al concurso de 1959, plantean diferentes visiones decorativas, sin producir la alteración que finalmente se ejecutará en 1960 de la mano de Fisac y López Villaseñor. Alteración que produce la quiebra del equilibrio sutil planteado por Rebollar, al generar una espacialidad interna ajena al argumento desarrollado en la fachada. La supresión de la ornamentación a cambio de un espacio neutro, presidido por el mural de López Villaseñor era la baza argumental de posiciones pretendidamente "modernas" de 1960.
La reciente polémica del mural, surge en
el contexto de las obras de reforma que se vienen efectuando en el palacio
desde 1985. Y es polémica, pese a quien pese, porque la pretendida recuperación
de los espacios originales, chocaba profundamente con las alteraciones
espaciales producidas en 1960. Extremo éste reconocido por el propio Fisac que
en la reunión de la Comisión del Patrimonio Histórico Artístico del 5 de septiembre
de 1985, propone la recuperación estilística de la solución primitiva y el
traslado del mural; reconociéndose indirectamente los problemas abiertos con la
actuación por él ejecutada. Pretender ahora, contraponer los valores "modernos"
de 1960 con la "arquitectura provinciana" (sic) de Sebastián
Rebollar, haciendo especial hincapié en que el edificio "no es nada del
otro jueves, porque es una especie de Montecarlo provinciano, divertido y
nuevamente provinciano" (sic) es recurrir a algo que se intuía. Esto es;
que la actuación se produjo siendo consciente de la destrucción espacial que se
operaba, pero que se justificaba por la superioridad y actualidad de la
propuesta formulada. Ocurre, que el tiempo clarifica posiciones y hoy podemos
entender el "valor" de tal actuación, contrastando el desdén altivo
del artista ofendido con el sabio silencio de Rebollar que trataba de diseñar
en 1889 "uno de los edificios más importantes de la provincia" en el mar
revuelto de la naciente sensibilidad moderna. Desdén altivo del artista, que
por cierto no es nuevo en esta plaza, ya que la pretendida actualidad el
rabioso sentido del presente y la prepotencia de lo "nuevo" fueron
armas dialécticas y coartadas argumentales que López Villaseñor utilizó en otro
empeño singular: la promoción de la imagen del nuevo Ayuntamiento de Ciudad
Real.
Nuevamente los mismos gestos, y actitudes similares, tratan de avalar actuaciones personales que amparándose en su "valor indudable" son capaces de alterar organizaciones espaciales o urbanas y reinterpretar la historia edificada de la ciudad desde planteamientos de radical exclusión del pasado. Otro asunto y otro tema será el debate de la solución actual, con el imposible diálogo de dos argumentos formales en tensión permanente.
José Rivero Serrano
Jefe del Servicio de Arquitectura de la Diputación Provincial
Revista “Mancha. Ciudad Real” Noviembre de 1986
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