El carácter de proyecto abierto que
había ido adquiriendo el Palacio por obra de las reformas ejecutadas por el
arquitecto, en un proceso de aquilatamiento de la singularidad del edificio requerida
por la Corporación, tuvo como colofón el gran despliegue decorativo que, sobre
los espacios más representativos, llevaron a cabo los pintores Ángel Andrade
(Ciudad Real, 1866-1932) y Samuel Luna (Almagro, 1860-Ciudad Real, 1929), por
encargo de la Corporación y con la necesaria colaboración del arquitecto. Tuvo
lugar entre enero de 1891 y septiembre de 1892. Esta decoración no prevista,
por la dimensión que adquirió en el proyecto inicial, supuso un aumento de
6.700 pesetas sobre el presupuesto de la obra que, en total, fue sobrepasado
con las reformas referidas y algunas otras en 49.234 pesetas.
Los aumentos por reformas (unos comprendidos en presupuestos adicionales, otros no, unos aprobados por la Corporación, otros surgidos de hecho al hilo de las obras) tuvieron que ser justificados por Rebollar en la liquidación. Detrás de su ejecución estaban los deseos de la Corporación de que se realizan. Por esta razón acabó aceptando la liquidación en 1895, como aceptó la recepción definitiva de la obra con todas sus reformas en 1893. Las razones para la aprobación de la liquidación superior al presupuesto están expuestas en el acuerdo de la siguiente forma: “Careciendo esta Corporación de conocimientos técnicos para comprobar por sí la exactitud de la liquidación… y no debiendo dudar de la suficiencia y honradez del facultativo que practicó la liquidación, ha de suponer que esta es exacta en todos los extremos que comprende” y más adelante “…Considerando, que si bien las obras que comprende el estado número dos (friso de la cúpula central, entarimado del salón de quintas, decorado de yeso en pilastras, ménsulas, etcétera) implican modificaciones en el proyecto, sin estar aquellas basadas en acuerdos de la Diputación, no es menos cierto el hecho de resultar tales obras ejecutadas con el asentimiento tácito de la Corporación que ha recibido el edificio, en las condiciones que hoy tiene, sin protestar de modo alguno respecto de aquellas modificaciones… y cuya utilidad redunda en beneficio de la autoridad que las disfruta” (Proyecto del Palacio Provincial: Traslado al Arquitecto del acuerdo sobre aprobación de la liquidación de la obra del Palacio, 22 de julio de 1895)
El asentimiento tácito sobre las modificaciones
sin trámite de proyecto y aprobación, y por tanto indocumentadas, demuestran el
deseo de la Corporación de que se efectuaran. En muchas ocasiones las ausencias
documentales sobre determinados actos son más elocuentes acerca de los
verdaderos deseos de sus responsables que los actos documentados. Por la
decoración recibió Andrade 7.000 pesetas en total y Luna, 3.500. Cantidades
respetables que reflejan la valoración que este tipo de trabajos artísticos
tenía el cliente. Sirva de referencia que el sueldo anual del arquitecto (con
excepción de dietas) era de 3.500 pesetas…
…Ángel Andrade, en su calidad de pintor, realizó y firmó la decoración mural de la cúpula de la escalera y los lienzos incorporados a los techos del Salón de Sesiones y Sala de Comisiones y, en su calidad de director de la decoración, probablemente realizaría los bocetos de ornamentación de las salas seleccionando el repertorio ornamental de entre los manuales disponibles cuyo conocimiento adquirió en la Escuela Central de Artes y Oficios y anteriormente en el taller de Bussato, también en Madrid. Samuel Luna sería el encargado de realizar la decoración propiamente dicha y el concurso de más de diez “oficios”.
En la memoria de 1889, Rebollar dedica
escasamente siete líneas a describir la decoración interior que propone, siendo
esta más bien exigua y discreta. En los planos se observa que articula las
paredes laterales de la escalera con pilastras jónicas entre las ventanas y en
la pared frontal dispone recuadros de estuco entre los arcos. En el Salón de
Plenos, estos mismos recuadros alternando con pilastras pareadas jónicas sobre
un zócalo. Por último, en la Sala de la Comisión Permanente los muros aparecen
decorados con zócalo y recuadros y un friso superior de pequeños recuadros
(clavos) alternando con una pilastrita. En la liquidación de la obra referida,
el arquitecto justifica el aumento sobre el presupuesto debido a la decoración
interior, especificando que se refiere a las pilastras, capiteles, ménsulas,
escocías y demás molduras de yeso que hubo necesidad de hacer en los espacios
definidos “con arreglo a las indicaciones de D. Ángel Andrade encargado de la
decoración de estas dependencias”.
La ornamentación interior fue diseñada, pues, por los decoradores. Los elementos añadidos responden a un repertorio de filiación clasicista como correspondía a la caracterización del estilo del palacio dictado por el decoro. Adoptados solamente desde su apariencia llegando, en ocasiones, casi a subvertir el lenguaje. Muestra de ello son las pilastras cóncavas dispuestas en las esquinas de la sala de la Comisión Provincial. Este espacio y el de la escalera son los que reciben un mayor esfuerzo decorativo. La profusión de elementos decorativos más el tratamiento pictórico con que se revistieron simulando materiales nobles (oro y mármoles de colores y maderas) proporcionaron la expresión de riqueza y artisticidad apetecida por la Corporación.
Enjutas revestidas de pintura imitando mármoles de colores, recuadros con grutescos dorados… fascinaron al público y a la crítica local por su impresionante apariencia. Acaso algún observador avezado pudo reparar en que esas enjutas o recuadros eran de distintos tamaños y formatos, en que determinados arcos en serie arrancaban de distintas alturas o en que el revestimiento de las pilastras de la escalera con un cajeado y grutescos imitando bajorrelieves sobre fondo dorado, llegaba a hacer difusa la forma de la pilastra.
El programa decorativo se efectuó sobre
los espacios representativos y públicos referidos. Nada se dice de actuaciones
decorativas en las dependencias administrativas, galerías y patios. Parece
lógico pensar que la decoración de estos últimos, tal y como la conocemos, se
deba al arquitecto sucesor de Rebollar, Telmo Sánchez, quien en 1929 cubrió los
patios con monteras acristaladas con motivo de la instalación de la
calefacción. La transformación de los patios en espacios interiores le llevaría
a revocar en dos tonos cremas (más oscuro para molduras y más claro en
paramentos) las fachadas exteriores en ladrillo de los patios de Rebollar,
articuladas como la fachada principal, sustituyendo las dos pilastras sobre la
línea de impostas de las ventanas del piso superior por dos pares de
mensulillas y diez cartelas dispuestas, seguramente, para recibir una pintura
de tipo heráldico, semejante a la realizada por Andrade en la Sala de la
Comisión Provincial (actualmente Salón de Recepciones), donde pintó los diez
escudos de los municipios cabeza de partido de la provincia. A la misma intervención se deberían entonces
los escudos apergaminados que marcan la clave de los arcos de este piso, así
como la imitación en estuco de ventanas en los muros cerrados del patio. Por su
similitud estarían comprendidas en esta actuación también las cartelas sobre
puertas y ventanas de las galerías que circundan los patios y la moldura que
marca una línea de zócalo en éstas. Si esta hipótesis fuera cierta, demostraría
también que la decoración desarrollada por Andrade sirvió de pauta a
operaciones decorativas posteriores en el Palacio.
María Luisa Giménez Belmar en “El Palacio Provincial y su Época”. Biblioteca de Autores Manchegos de la Diputación Provincial de Ciudad Real 2018
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