Si hay algún motivo decorativo que se repita con profusión en el Palacio es la roseta, rosetas encontramos en la decoración exterior, en los capiteles de las pilastras adosadas de toda la decoración interior, medias rosetas sustentan las ménsulas sobre las que apoyan las pilastras adosadas en el segundo piso de los patios. La roseta es, tal vez, el elemento decorativo más utilizado en toda la ornamentación tal como se ha visto en el capítulo de ornamentación.
Y rosetas aparecen en unas de las piezas más interesantes del edificio, en las puertas principales, tanto en la de la entrada principal como en las de los salones. En los pliegos de condiciones, en el artículo 17 se especificaba claramente cómo debe ser la madera utilizada para la carpintería, tanto la de taller como la otra y se obligaba a que esta sea de pino o nogal para las puertas y ventanas, sin defectos, perfectamente secas y sin nudos.
Se han conservado las siete puertas para salones, de dos hojas de pino y nogal que se citan en los pliegos y que se valoran cada una en cien pesetas. Se trata de buenos y sólidos ejemplos de ebanistería en las que solamente se han cambiado los tiradores. La decoración de las mismas es muy sencilla y se basa en los dos elementos estrella del edificio, la palmeta y la roseta, palmetas esgrafiadas y rosetas labradas con buen oficio.
La puerta principal de la calle Toledo
es, sin embargo, un clarísimo compendio de eclecticismo. Tal vez sea el
elemento que más evidentemente se adecúa a la época, que más responde a los
dictámenes de las corrientes del momento. Hemos visto que todo el edificio
presenta, en su decoración aplicada a la arquitectura, un gran despliegue de
motivos variados: ejemplos de neoetrusco, neoclásico, decoraciones pompeyanas,
más o menos bien interpretadas, en fin, un buen muestrario de todos los
repertorios que se manejaban en la época. La puerta principal no desmerece de
este afán decorativista. Es una puerta de dos hojas coronada por una reja en
abanico de la que ya hemos hablado, compuesta de dos cuerpos muy definidos. El
cuerpo bajo se nos muestra en un estilo bastante clasicista, con sendas rosetas
de diez pétalos cada una, mucho menos carnosas que las de las puertas de los
salones, enmarcadas en un cuadro y, sobre cada una de ellas, dos columnitas
jónicas sustentan un arco de medio punto que cobija un llamador de bronce de
cabeza de león.
Pero es el segundo cuerpo el que más nos interesa ya que nos presenta el único ejemplo de neogoticismo que encontramos en todo el edificio, con una serie de arquitos ciegos de mitra que cobijan otros pequeños arquitos polilobulados bajo ellos, y a todo ello, superpuesto, una pequeña arcada de medio punto apoyada sobre ménsulas.
Es pues, una puerta magnífica, tanto por su decoración como por su ejecución. Una puerta incluso que podemos poner como ejemplo del buen hacer de los artesanos e incluso del deseo de individualización de los mismos, ya que en una pequeña serie de rosáceas que están entre ambos cuerpos, una de ellas aparece marchita, como queriendo confirmar que se trata de una obra de artesanía y no de una obra en serie.
El resto de la carpintería de puertas y ventanas es mucho más sencillo. Todas las puertas interiores son de pino, así como las ventanas. En general, las más importantes están coronadas por un cuerpo semicircular en montera que las alarga y estiliza. De entre todas ellas destaquemos la que da entrada al vestíbulo, pues aquí volvemos a encontrar una decoración en palmetas en los dos cuerpos laterales y, sobre la puerta, una fina decoración de roleos terminados en cálices de flores y sobre los que se puede distinguir una roseta.
Las dos puertas del vestíbulo conservan
cristales transparentes esgrafiados haciendo una finísima decoración de líneas
con palmetas en los ángulos y, en ambas aparecen enlazadas las letras DP
(Diputación Provincial).
El arte de la vidriera, que en España había tenido un singularísimo desarrollo desde la Edad Media fue perdiendo importancia a partir de los siglos XVI y XVII, para experimentar un nuevo resurgimiento en el siglo XIX, cuando se produce una nueva investigación de los procedimientos y un planteamiento historicista de los componentes formales, como muy bien ha estudiado Victor Nieto en sus numerosos trabajos. En el Palacio de la Diputación no tenemos muchos ejemplos este bello oficio, pero si podemos destacar muestras en algunas puertas y ventanas que tal vez procedieran de la casa Maumejean, de cuyo taller salieron gran cantidad de obras para edificios religiosos y civiles. Como la gran mayoría de los objetos de artes decorativas o industriales del edificio estos trabajos en vidrio son bastante sencillos. Están formadas por una serie de piezas de vidrio soplado ensambladas por plomo en sección de doble T. Todas ellas, muy sencillas como apuntábamos, basan su decoración en un medallón central, que en unos casos reproduce una decoración vegetal que encierra las letras D.P. y que en otros diseña una cartela con medallón central oval, curiosamente muy semejante a las utilizadas por Telmo Sánchez en la restauración de los patios, lo que vuelve a confirmarnos en la idea de una integración consciente de los elementos decorativos aplicados a la arquitectura, estudiados en otro capítulo, y los elementos que podemos encuadrar dentro de las artes industriales.
Citemos, para concluir este capítulo la bella escalera de caracol que se conserva en el Palacio. Evidentemente se trata de una obra industrial, comprada o encargada a medida pero en la que se ha buscado, dentro de su sencillez decorativa, una cierta identidad con el resto de los elementos decorativos, ya que los escalones están decorados con una crestería invertida en la que podemos distinguir, además de otros elementos vegetales, pequeñas palmetas.
Por la memoria de construcción y por
fotos antiguas conservadas, sabemos que existieron, antes de cerrarse los
patios, un pozo de cada uno de ellos, ambos con embocado, brocal y armados para
sacar agua, de los que no se ha conservado nada.
En resumen, después de este breve paseo por lo que de artes decorativas se conserva de los primeros tiempos del Palacio de la Diputación, volvemos al principio para adelantar una serie de conclusiones. La búsqueda del confort, característica del momento histórico ha quedado demostrada y este deseo se refleja en todos los objetos citados. No hubo reparo en aportar a la obra elementos industriales de última moda y así, los pliegos de condiciones hablan de la compra de “tres retretes inodoros Jenning” que costaros 175 pesetas cada uno, es decir, un precio ligeramente más bajo que el de la puerta principal, una obra de artesanía, hecha a medida y de materiales nobles, que fue valorada en 250 pesetas.
Por último, queremos apuntar una hipótesis ya insinuada al principio del estudio: la posibilidad, pese a no poder demostrarlo por falta de fuentes documentales, de un hilo conductor que, en cierta medida, amalgamó la arquitectura y las artes decorativas e industriales, tanto en la construcción del edificio como en las posteriores reformas.
Elena Sainz Magaña en “El Palacio Provincial y su Época”. Biblioteca de Autores Manchegos de la Diputación Provincial de Ciudad Real 2018
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