Buscar este blog

miércoles, 3 de julio de 2024

DON EMILIO BERNABÉU

 



¡Pobre don Emilio! ¡dichoso don Emilio! Dio el paso final, ineludible para todo humano, cuando contaba “cuatro duros y un cacho” como ajustan los años de existencia las viejecitas de su tierra y mía. Y los ha llenado de simpatía, de saber, de enseñanzas, ¡de vida!, prodigadas por los cuatro extensos puntos cardinales de aquella llanura. Y eso sí que no puede borrarlo ese accidente que llamamos muerte y es tránsito y, para él, recompensa, triunfo de un vivir perdurable, en el recuerdo, eterno. ¡Vivir siempre en el tiempo y en el espacio de esta llanura inmensa de la Mancha expectante, ¡silenciosa! Que ese silencio es el homenaje augusto por ella reservado a los elegidos. Silencio no huero, ¡macizo!, pues es silencio de entrega de novia; de beso de mujer; de madre.

Don Emilio no ha muerto. Se fue, tranquilamente, a charlar, con su hermano, de leyendas poéticas de la judería, como a diario parlaba de pasadas historias con los sillares de cualquier añejo edificio, y por eso, ahora, no lo veremos chiquito, correcto, distinguido, caminar todas las mañanas, hasta la puerta de Toledo, y tomar el sol invernal del mediodía, en los “portales” de la Plaza, y el fresquito vespertino, de los veranos, en el Pilar, y saludar a la niña alumna, o a la madre, o a la abuela, de modo cortés, cariñoso, elegante, sonriente.

Cuando, Dios mediante, llegue yo este verano a Ciudad real, no me llamará al pasar por su casa para, a través de la reja castellana de la ventana de su despacho, contarme algo interesante con sencillez incopiable. Por eso he de notar su viaje, su ausencia, y he de sentirlo muy hondo, pues, además, don Emilio era ya el último hilo, bien querido, que me unía a mis lejanos años bachilleriles del Instituto. ¡Años de Geografía e Historias con don Maximiano, de Matemáticas con Malaguilla y Gerez y don Narciso, de Ciencias de las Naturaleza con don Antonio, de Latín con don Vicente, de…!




Pero don Emilio volverá a nosotros para acompañarnos a las Calatravas y Alarcos; para pasear por Barrionuevo; para visitar el pórtico de San Pedro y la puerta de Toledo; nos comentará la carta-puebla de la “gran Villa e bona”, de Alfonso X; nos parará ante los bustos de Gasset y de Pepe Cruz; cantará con nosotros la irredención del artesonado de Santiago; lo tópare en el Ayuntamiento ostentando su medalla de cronista, que aligeraba la mía de una responsabilidad atroz…:

¿Por qué escaldan los trazos de mi pluma estas lágrimas, pesadas que caen de mis ojos?

¡No, no me digáis que don Emilio, el hombre bueno y culto, el buen amigo, el caballero, el abogado, el comendador de la Orden de Alfonso X, el académico de la Historia, el catedrático…, el enamorado de su tierra, el cronista de Ciudad Real, ha muerto!

El olvido, en vida, es muerte. El recuerdo hace vida de la muerte.

¿No veis? ¡Don Emilio vive!

Julián Alonso Rodríguez. Diario “Lanza” miércoles 2 de abril de 1958

 



No hay comentarios:

Publicar un comentario