De nuevo nos encontramos antes las fiestas tradicionales de agosto. Ciudad Real se dispone otro año a honrar a su Patrona, la Santísima Virgen del Prado, para la que guarda en lo íntimo de su corazón el más puro afecto y la más tierna devoción de buen creyente. Conforta el ánimo ver como en estos días se llena la amplia nave de la Catedral, en peregrinación piadosa hasta el trono de la Madre que acoge satisfecha las preces de sus hijos. Hay quien ha reprochado a los ciudarrealeños su falta de asistencia ante el Camarín de la Patrona en el resto del año. Yo creo sinceramente que la causa no es por falta de religiosidad. La mejor prueba de ello la tenemos en que todos, grandes y chicos, hemos recurrido a Ella en los momentos graves de nuestra vida. La Virgen del Prado ha sido siempre y lo seguirá siendo el refugio de nuestras tribulaciones. A la Madre se dirigen las oraciones de los que sufren y de los que, agradecidos, han recibido favores. Bajo su manto nos hemos cobijado en cuantas ocasiones se han presentado llenas de algún peligro. ¿No es ello suficiente para justificar el amor a que nos mueve la Reina del Prado?
Pero al lado de
esto, que consideramos desvirtuara opiniones ajenas en opuesto sentido, creemos
conveniente destacar una deuda que Ciudad Real tiene con su Patrona. Cuando en
los días negros del verano del 36 la venerada imagen con tradición de siglos era
destruida por manos sacrílegas, acaparó también la atención de los desalmados
su magnífica y valiosa carroza, orgullo de los nacidos en Ciudad Real, porque
era trono adecuado a la magnificencia de la Señora. Pasaron los años de la
guerra liberadora, volvió nuevamente la paz a los pueblos españoles y la Cruz
se asentó otra vez en nuestros templos, bendiciendo el esfuerzo de los buenos
españoles, que no habían perdido su fe a pesar de las persecuciones.
Ciudad Real se
encontraba sin imagen patronal a la que encaminar sus suplicas y un puñado de
buenos hijos suyos se apresto a reparar el daño. Todavía recordamos emocionados
la entrada de la nueva imagen en las calles de la capital, regadas por las
lágrimas de los devotos y el gotear de las velas que alumbraban el emotivo
desfile. Pero desde entonces hemos encontrado una falta que Ciudad Real debe
subsanar sin pérdida de tiempo. Se trata de la carroza de la Virgen. Carece de
mérito artístico, no tiene valor material y es pobre trono para tan Excelsa
Señora. ¿No seremos capaces de lograr los ciudarrealeños una igual a la que tenía
antes de la furiosa sacudida antirreligiosa de hace años? Precisamente en estos
días en los que nuestra devoción a María del Prado se exterioriza, debemos
formar todo el decidido propósito de no dejar pasar un año más sin poner
remedio a esta falta ornamental que dice muy poco de nuestro amor a la Patrona.
Dedicamos
especialmente estas líneas al alcalde de la Capital y a la Ilustre Hermandad de
Ntra. Sra. la Santísima Virgen del Prado. Ellos deben ser los encargados de
encauzar este sentir popular, cuya manifestación no creemos equivocarnos sería
el contribuir a esa suscripción que debería llamarse “Pro carroza de la
Patrona”. Y organismos y particulares con asiento y arraigo en la capital,
participarían en este homenaje popular a María, que estamos seguros agradecería
tanto o más el donativo cuantioso del pudiente como la peseta modesta del
trabajador, que quiere y ama a María porque sus mayores le enseñaron a confiar
en Ella. Si la obligación del periodista es recoger el sentir general, creemos
haberlo cumplido una vez más, sin poner nada de nuestra cosecha. La idea la
tiene Ciudad Real como propia y exclusiva. ¿Se encauzará en forma efectiva y
práctica? Mucho nos congratularíamos de que así fuese para mayor gloria de
María del Prado y por prestigio de la ciudad.
Cecilio López
Pastor. Diario Lanza 13 de Agosto de 1949.
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